G. I. Blues (debo decir que he buscado en la carátula del DVD eso de “Café Europa en uniforme” y no lo he encontrado por ninguna parte) es una de las más flojas incursiones cinematográficas de Elvis, quien posee, reconozcámoslo, una filmografía ya de por sí floja. Elvis debe conquistar en esta ocasión a una bailarina con fama de inconquistable. Esta premisa podría haber dado algo de juego. Pero no hay tal. La chica (una Juliet Prowse con pinta de jovencísima Brigitte Bardot pero ya algo madura, no sé si me explico) se rinde a los encantos de Elvis a las primeras de cambio (ni visos aquí de La fierecilla domada). Es como si los guionistas, sabedores de que los espectadores acudirían a los cines principalmente para ver cantar a Elvis, se hubiesen dicho: para qué molestarse en armar una buena historia. Ciertamente, como bien se señala en otra crítica, unas cuantas «muertes y violaciones» más, dado el contexto militar en el que se desarrolla la historia, hubiesen ayudado a darle una mayor verosimilitud al conjunto. Pero hasta en esto los guionistas se muestran rácanos. En fin, una película que tristemente sólo sirve para, aparte de ver/oír cantar a Elvis, lo que siempre es de agradecer, constatar que, cinematográficamente hablando, sus películas no son mejores, o mucho mejores, que las de esa otra estrella mundial de la canción llamada Manolo Escobar.

Tras leer el extracto de la crítica de Carlos Boyero citada en FA, tuve la tentación de utilizar el corta y pega y, cambiando su nombre por mi clave de usuario, hacer mías sus palabras, tal es la coincidencia de parecer. Pero como lo más honesto es escribir una crítica con argumentaciones propias y no dejarse llevar por la tentación del siempre condenable plagio, me he decidido finalmente por... ¡¡¡qué diablos!!! Ahí va:

"Grandioso proyecto con resultado notable. (...) poderoso sentido visual, diálogos excelentes, personajes diseñados con complejidad, tensiones latentes. (...) estoy deseando que me atrape la emoción, pero ésta no llega." (Jusante).

¿Recuerdan aquel anuncio televisivo de no recuerdo qué juego de mesa en el que el dueño del mismo amenazaba con acabar la partida y llevarse el juego de marras si no se aceptaba pulpo como animal de compañía? Seguro que sí. Pues bien, viendo algunas películas, entre las que "Basic" ocupa un lugar destacado, dado los giros, regiros, retegiros y retequegiros de la trama, al final a uno no le queda más remedio que aceptar, encogiéndose de hombros y con el cerebro reducido al tamaño de una única neurona (no vaya a ser que, con la mosca detrás de la oreja, le dé por analizar el argumento por su cuenta), que un pulpo es un animal de compañía, pues de lo contrario te quedas como un tonto sin jugar, eso sí, pensando orgullosamente que a mí no me la dan con queso.

Hay un refrán contra las obras que abusan de elementos llamativos y truculentos que reza: "A mal Cristo, mucha sangre". Realizar una película sobre la homosexualidad y sus tribulaciones en una prisión/pocilga chilena para filmar obsesivamente penes erectos (otros realizadores se dedican a mostrar tetas con la misma rijosa obsesión) dice mucho del realizador y sus gustos y poco, muy poco, de la problemática tratada.

En fin, una película con menos sutileza que un sueño húmedo de Torrente, con recurrentes y vergonzantes movimientos de cámara enfocando primero los rostros de los personajes, que poco parecen interesar al director, para rápidamente descender a lo que verdaderamente parece interesarle, los penes de marras. ¿Escandaloso?, penoso más bien.

Veo que en la carátula del DVD, Le Nouvel Observateur, la califica de "Obra maestra". Así que, ni corto ni perezoso, me pongo a verla predispuesto y ¡jod... esto, ¡jopelines! ¡Qué muermo! Por malsana curiosidad busco en la filmografía, mando a distancia en ristre, qué más ha perpetrado el puñete... esto, el director de marras, el tal Jou Chao Cien o como diantres se llame y ¡ajá!, descubro que es el mismo fulano que dirigió Millennium Mambo, bodrio soporífero previo. Si no llego a ser tan incauto y lo descubro antes, desde luego que no me trago semejante pestiño.