No puedo dejar de preguntarme qué pensaría Passollini, un comunista de verdad, un polemista militante, un personaje incómodo y realmente comprometido, de una película como esta. Más aún teniendo en cuenta que era precisamente el centro de la ópera prima de Marco Tullio Giordana. El comunista que hay detrás de esta película podría ganarse la vida haciendo debates políticos defendiendo sus verdades partidistas en cualquier tele digital. Igual Passollini diría que la revolución debe empezar en las formas, aunque igual me estoy volviendo a pasar de negativo. Por ejemplo, destacaré una escena estupenda: el diálogo del Tano, el jefe mafioso, con el protagonista, en la pizzeria paterna, justo después del asesinato de éste. Por una vez se recurre al silencio, y lo elocuente de la escena, más aún que la frialdad despiadada del discurso del capo, es el tenso y violento silencio del protagonista.
Pero también tengo claro que un director con carácter, con verdadero estilo, no hubiera rodado así el final. Vale que, dado que estamos ante "una historia basada en hechos reales", más aún, una reconstrucción de la vida (y muerte) de un activista, nos regale imágenes de archivo del personaje histórico (es difícil no sentir curiosidad por el mismo, por ver cómo era, mientras se asiste a la proyección, aunque eso tengo que ver más con el morbo que con causas nobles... y hablo por mi, conste). Pero T. Giordana lo ha hace dos veces, y primero con imágenes del actor que lo ha interpretado; además, prácticamente a continuación de habernos mostrado su muerte. Es decir, primero se escenifica su deleznable asesinato, y enseguida se nos presenta "al mito" con imágenes (y bastantes) del actor a lo largo de la película, con su inevitable acompañamiento musical de época, muy enaltecedor, con las lágrimas de su madre y sus amigos, y luego con las más previsibles pero menos molestas imágenes de archivo. Los mitos de verdad no necesitan de estos subrayados; ellos se reivindican solos. Un mito no está para ser llorado, y más un mito político; sus palabras son lo importante y debieran resonar por si mismas. ¿Igual Giordana no tenía tanta confianza en el suyo? Así rodado eso se llama simplemente "puñetazo melodramático". Con lo genial que hubiera sido rodado con sobriedad: el contestatario, el inconformista, acompañado en su funeral por su compañeros militantes... y un buen grupo de mafiosos... Hay cosas que se explican por si solas.
Hay que decir que el resto de la película raya a mejor nivel. Pero leyendo las críticas de otros usuarios (algunas muy valiosas, conste) igual se me ha ido la mano negativa. Por compensar.

...una madre que pide el sacrificio de sus hijos para conseguir ganarse la confianza y respeto perdido de su propio padre... con la inteción explícita de figurar en su testamento (la madre se lo explica, tal cual, a los niños; sorprende tan poco pudor en hacerlos partícipes de sus poco honorables ambiciones), y que ellos, después de años encerrados en un ático, con la idea de estar sacrificándose por ella, descubran que están allí porque es a la madre (finalmente confirmada como una persona arribista y perfectamente superficial) a quien molesta su misma existencia.
Supongo que habrá bastantes diferencias con la novela original, porque me sorprende un retrato tan misógino de una madre viniendo de una novela escrita por una mujer (la autora del libro es Cleo Virginia Andrews, de quien sé poco más que el nombre).
Digo que sin conocer la historia original, es precisamente por estar planteado así que tiene un interés relativo, porque mirado de cualquier otra forma, un personaje tan vacío y absurdo como el de esa madre hubiera cantado mucho; sólo se puede mantener un poco el interés si la historia se centra en su ausencia, en las penurias de los niños ofrecidas como un sacrificio por esa madre ausente (de quienes, se indica además, son hijos incestuosos). De hecho, siendo una película poco rigurosa y mala en muchos momentos (descuidada en la producción, incluso en la caracterización-maquillaje de los actores, y con un final, la escena de la boda y la muerte de la madre, ridículo, muy mal rodado, aunque la idea de que muera ahorcada en su propio traje de boda, no es de recibo), ni siquiera es muy estricto en ese retrato; no está para nada ausente, aparece y desaparece para desconcierto de los niños y del espectador, hay flashes de su relación con su padre que no añaden mucho, y finalmente se descubre que ese caprichoso proceder es sólo un juego bastante gratuito del guionista (en este caso, el mismo director).
Sin embargo, me esperaba de Flores en el ático menos aún de lo que da. Y al contrario de lo que he leído, no creo que los actores tengan nada que ver en las muchas patas de las que cojea esta silla (rara vez los actores son los culpables). Ni siquiera los niños, aunque interpretan poco, están mal; el hermano mayor es un actor juvenil notable. Louise Fletcher, la enfermera tirana de Alguien voló sobre el nido del cuco, hace lo que puede con su tópico papel de abuela-madrastra, condenada al parecer a interpretar a mujeres reprimidas y autoritarias. Y Victoria Tennant, malgasta su belleza y su buen hacer al servicio de un personaje absurdo, más ridículo según los misterios se van desvelando.

...y que la historia trata sobre su intento de perdón hacia la mujer que, después de ser su primer amor y abandonarlo, resultó ser una carcelera nazi cómplice directa de la muerte de 600 mujeres quemadas en una iglesia. Pero no nos engañemos; si la historia se hubiera contado linealmente, ese conflicto hubiera estado igual de claro. Hacia el final hay un fundido final entre el Michael joven-estudiante en un tren y el Michael adulto-atormentado en otro tren, como treinta años después, como para recordarnos que uno y otro son el mismo personaje. El problema es que la historia no ha parado de insistir en esa asociación durante todo el metraje y hay que estar peor que ciego para no darse cuenta. Vuelve a ser un simple adorno formal, un adorno bastante academicista. Pero a lo que iba: ¿por qué esa insistencia en el Michael-actual mirando hacia su pasado? ¿No será que el motivo principal es que el actor principal de la función es Ralph Fiennes, que es la estrella, y hay que amortizar su presencia dosificando sus apariciones? Qué duro haber dejado su participación sólo para la media hora final del metraje. Me duele decirlo, porque Ralph Fiennes es un buen actor; no sé si tanto aquí como en otras películas, pero hay detalles de interpretación notables, de esfuerzo interpretativo; y para mi, más que en sus expresiones atormentadas, en, por ejemplo, la forma de andar o tratar los objetos en las primeras secuencias. Son las de alguien con una autodisciplina muy férrea. Pero que su presencia condicione la estructura misma de la película, es feo. Por otro lado, seguro que plantear la historia así no era para nada exigencia del actor.

Creo también que los hombros de David Kross son demasiado débiles para todo el peso que la película hace recaer sobre ellos. Aunque su esfuerzo es evidente.

Pese a todo, la historia es tan potente, que hay cosas que quedan. Una de las más impactantes es el gesto, absurdo y orgulloso hasta el infinito y más allá, de alguien dispuesto a sacrificar su libertad antes que reconocer en público su analfabetismo (aunque el peso de su culpa, se insinúa sabiamente, también está detrás; de hecho, la aparente frialdad y dureza con que la protagonista se comporta, desprecia aparentemente sus remordimientos, no es más que una particular de luchar contra ellos). Hay algo en el personaje de Hanna Schmitz que resulta realmente aterrador y al mismo tiempo admirable: su sinceridad durante el juicio. Es el mejor momento de la película, sin duda. El hecho de que explique con verdadera honestidad que dejó morir a 600 mujeres quemadas por un gesto de profesionalidad: porque era SU OBLIGACIÓN que no escaparan, y si hubiera abierto las puertas no hubiera podido retenerlas. Lo más aterrador del film está precisamente ahí; no tanto en el hecho de la muerte en sí, y en semejantes condiciones como, sobre todo, en la revelación de que semejante actitud se corresponde con una lógica coherente y sincera; con la lógica de alguien convencido de que, obrando así, ha cumplido con su deber. Esa sí que es una imagen realmente poderosa del nazismo; más allá del retrato de tropelías más o menos sádicas y brutales, da imagen de cómo una ideología entra realmente en la forma de pensar de las personas que caen bajo su yugo.

Y recordemos que los nazis no eran para nada genéticamente distintos de nosotros; o lo que es lo mismo, que si nos soltaran en la Alemania de 1920 y nos hicieran crecer en aquel ambiente, la inmensa mayoría de nosotros... hubiéramos sido nazis también. De hecho, no hay más que mirar ciertas cosas que pasan a nuestro alrededor nos recuerdan esto de forma constante. O deberían.