Los que de pequeños hemos devorado cómics, esperábamos impacientes este momento. Por fin vemos en una pantalla todo aquello que hemos imaginado una y mil veces. Fantasía y realidad entremezcladas. Mutantes frustrados, héroes con problemas de carne y hueso y supervillanos no tan malos. El guión está cuajado y los diálogos son chispeantes. La dirección es fantástica y repleta de guiños. X men gusta incluso a los que no han leído un cómic en su vida. La guinda del pastel es Fanken Jansen, que está de los más apetecible: cada vez que mira desde la pantalla a uno le da vueltas la cabeza...

Cine de terror del bueno. Estos japos, cuando quieren, meten miedo. Realizada con una estética casera que acompaña a la perfección y que la hace creíble por momentos. La historia es francamente original. Una recomendación: apagad los teléfonos antes de que empiece la película...

Cuando Allen se aburre juega a ser escritor. Una historia que se bifurca con el mismo telón de fondo, un argumento sin pretensiones que, al desdoblarse, cobra vida. Dos mujeres en una. Interesante.

Exquisito diálogo entre cámara y actores. La luz es limpia y se cuela entre el humo que atosiga cada plano para enseñarnos miradas afiladas y llenas de intención. Los gestos están medidos y se leen entre líneas. Lástima que tan notable dirección se lastre con una trama apática y con la indiferente sensación de haber asistido a la mitad de una buena película.

La Berlín abatida, que da sus últimas bocanadas, es un teatro esperpéntico y sus actores, un elenco postizo de resignados. El último cubil nazi se transforma en una Versalles decadente con un rey, ya descabezado, que sigue impartiendo órdenes a súbditos atónitos. Hitler ejerce con una dignidad que es metáfora.