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España España · Madrid
Críticas de Fendor
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Críticas 123
Críticas ordenadas por utilidad
9
4 de mayo de 2011
21 de 26 usuarios han encontrado esta crítica útil
...Y tú.

Un hombre que duerme es un interesante experimento fílmico y existencial basado en un libro de mismo título y de misma estructura narrativa (en segunda persona del singular). Es además la recreación de un pensamiento y de un sentimiento.

Todos en algún momento hemos pensado en hacer algo similar al protagonista, aunque fuese durante un segundo. Nuestras vidas están marcadas de antemano por ciertos procesos y factores sociales. Pisamos un camino que antes han pisado otros, pero no todo el mundo tiene metas, y para qué sirve un camino si no hay meta. Es entonces cuando descubres esa indiferencia de la que habla la voz en off de la película, la que te permitiría actuar como el protagonista, salvo porque a ti te lo impide tu sentido común y la realidad, y el dinero seguramente.

La pelicula nos hace reflexionar, siendo única en su género, lo que además le hace ser muy atractiva. Sin embargo, no la recomendaría a mucha gente.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
Fendor
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6
26 de agosto de 2016
19 de 22 usuarios han encontrado esta crítica útil
Hace un rato estaba confuso, pero no me refiero a la confusión que me genera el mundo actual y todas sus contradicciones; no es porque en los medios se hable sobre lo malos que son algunos países occidentales prohibiendo el burquini, criticando esa opresión o apoyando esas prendas de vestir en aras de la libertad de decisión del individuo, ni porque a la vez todas las películas que veo últimamente y hablan sobre la falta de libertad de la mujer (o que dejan claro el poco valor que tienen en su sociedad), tengan a mujeres vestidas con esas mismas prendas. Tampoco estaba confuso por todas las explicaciones culturales que se dan para unas cosas y que para otras se evitan. No, porque, de hecho, películas como 10 años y divorciada dejan claro que el burquini es sólo un debate sobre un tema superficial que bien podría hacer de prólogo a otros problemas culturales, sociales y políticos mucho más profundos a los que la sociedad (francesa en ese caso) tendrá que hacer frente en las próximas décadas, y que serán un producto ineludible de su “multietnicidad”. No, porque además el tema de 10 años y divorciada ocurre en Yemen y no en Occidente. Estaba confuso porque, leyendo opiniones sobre esta película (y después de haber recibido un par de mensajes que criticaban mi opinión sobre La estación de las mujeres), pasé por un periodo de incomprensión, hasta que lo he comprendido todo:

Me he dado cuenta de que lo importante de una película es su mensaje y sus intenciones, y no la calidad de su dirección, ni su guion o la calidad de las actuaciones (para mí algo que, antes de ver la luz, era clave para llegar de verdad al espectador de forma duradera). Por eso, en lugar de hablaros de 10 años y divorciada (un melodrama tirando a regulero, y sin embargo la mejor película del año), os dejaré con esto:

1. Si os interesa la historia, existe un libro escrito entre Nujood Ali (protagonista real de la historia) y Delphine Minoui.

2. La niña (ahora joven) se merece un monumento, equivalente antiguo de lo que aquí ahora entendemos como retuits (y más duradero a menos que alguien lo derrumbe).

3. Espero que esta película conciencie a quien más tiene que concienciar (el hecho de su producción ya parece ser un paso adelante), y que estas cosas dejen de ocurrir allí y en todas partes. Eso sí, sabiendo lo que hizo el padre con los royalties del libro de su hija, no sabría qué decir.

4. El mundo está lleno de [insulto inclusivo], pero sobre todo de perversidad.

5. Lo que se ve en pantalla y lo ocurrido en la realidad son los equivalentes de la barbarie en forma humana; no hace falta añadirle más tintes dramáticos que sacan de la historia más que introducirte en ella. Y menos si luego añades un final que aprobaría el Danny Boyle más oscarizable (y que tan criticado fue por eso). Me parece que con algo de auto-tune incluso.
Fendor
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7
3 de junio de 2015
17 de 18 usuarios han encontrado esta crítica útil
Si algo se convierte en popular y llega un momento en que es casi como si fuera una marca de la casa, hay que explotarlo mientras puedas. Así pasa con el thriller policiaco escandinavo. Sórdido a la vez que elegante, lírico y, en ocasiones, crítico con su sociedad, este estilo ha creado tendencia en el mundo (con los consiguientes remakes). Y no sólo en lo que a cine se refiere, sino también a series y a número de ventas y traducciones literarias, retroalimentándose, incluso. Todos estos elementos se dan, también, en el primer caso de la pareja de policías Carl Mørck y Assad, o lo que es lo mismo, el Departamento Q, en Misericordia (primer título, también, de la serie de novelas en que se basa, escritas estas por Jussi Adler-Olsen).

Si pretendes conseguir que un producto de estas características supere a la cantidad de imitaciones o versiones que se transmiten en la televisión, es necesaria gran destreza (créditos al director Mikkel Nørgaard), tanto en el desarrollo argumental como al tratar de impactar. Lo mejor que pueden darte este tipo de películas o series es la intriga, la distracción personal de buscar al culpable, de seguir las pistas, de observar a los testigos y de atar los cabos sueltos. Que especules, en suma, y no te deje por un tonto ni por demasiado listo. Si da eso al espectador, además de una buena atmósfera y dos protagonistas unidos por un café malo en un abandonado sótano de la comisaria, poca crítica negativa se le puede hacer, como tal, ya que da lo que promete. Misericordia no aburre en absoluto, a pesar de su calmada armonía y de repetir una fórmula cien veces vista: asistir a la resolución de un caso en paralelo con los acontecimientos reales que se investigan, dando todos los detalles hasta el momento presente; clímax absoluto.

Si disfrutaste de las novelas en las que se basan estos personajes, si te gusta la serie de libros conocida como Los crímenes de Fjällbacka (o la serie realizada después), si te encantan las novelas negras de Jo Nesbø o te ha venido a la mente la serie de televisión Broen (o, claro está, la saga Millennium), entonces no cabe duda de que disfrutarás de este film.

¿Si Misericordia merece la pena?, yo creo sí, que la merece. Los escandinavos son gente fría, si se enfadan no gritan; de hecho, te hablan más bajito, aunque con la misma mirada de odio. Eso encontraremos aquí, un producto frío e intenso que sigue los esquemas habituales del género y que mantiene siempre el interés, siendo, en conclusión, un film interesante de ver y del que esperar nuevas adaptaciones.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
Fendor
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6
11 de junio de 2014
15 de 15 usuarios han encontrado esta crítica útil
Martin Provost regresa al género que le ha dado mayor reconocimiento -con el film Séraphine (2008)- y lo hace con este biopic dividido en siete actos y más de dos horas de duración; cada uno de estos actos hace referencia a una persona clave en ese momento en la vida del personaje de Violette Leduc, ya fuera de manera abstracta, literaria o física; Leduc fue una escritora francesa y la película se centra en un periodo de su vida que va desde los años 40 a los 60, especialmente singular por su relación con la escritora Simone de Beauvoir, siendo la primera interpretada por la actriz Emmanuelle Devos —El hijo del otro— y la segunda por Sandrine Kiberlain —9 meses… de condena—.

– Acto I: El personaje y su entorno.

Pantalla en negro; los títulos de crédito iniciales acaban de terminar y la voz en off de Violette Leduc nos dice que la fealdad en una mujer es un pecado mortal… Una sola frase nos ha dado no sólo una idea de su perspectiva vital, sino incluso de su propia personalidad y de la opinión que de sí misma tiene. Seguidamente comienza el primer acto, en el cual descubrimos que Violette vive medio oculta en una casa de campo junto al escritor Maurice Sachs, subsistiendo gracias al negocio del estraperlo en plena Segunda Guerra Mundial. En esta primera parte todo resulta excesivamente teatral, folletinesco y hacia el final no es más que un sainete carente de gracia y/o dramatismo, mostrando dos personajes infantiles y egoístas que rozan el ridículo.

Tras este primer acto la película cobra mayor empaque y credibilidad, gracias principalmente a la entrada en escena de Simone de Beauvoir cuando, al acabar la guerra, nuestra protagonista se muda a la ciudad; en este momento se establece cierta credibilidad y se empieza a conocer a fondo esta relación clave que se da entre ambas y su evolución a lo largo del tiempo —además de sus personalidades contrapuestas—. Violette, que hasta entonces no nos había dado ninguna explicación con la que entender porqué es como es, nos detalla a través de sus escritos que todos sus problemas personales se deben en gran parte al hecho de que nunca se ha sentido amada y esa es su mayor necesidad: un padre que nunca la consideró hija suya, una madre con poco tacto —ni para dar la mano— y una serie de amores no correspondidos.

Violette es un personaje atribulado que no muestra ningún interés por las personas que la rodean —y que en muchos casos han tenido unos orígenes similares—, salvo para que la amen y depender emocionalmente de ellas. Si alguna vez le cuentas algo que te angustie, te responderá contándote qué le agobia a ella y así ad eternum. Este egocentrismo y esta querencia genera, como contrapartida positiva, una capacidad para sincerarse y dar rienda suelta a su profundidad como escritora de tal manera que de Beauvoir le abre las puertas de la editorial de Albert Camus mientras confía en esa habilidad redentora de su nueva compañera y en su talento para superar los problemas de un carácter que raya en la autodestrucción.

– Acto II: Conclusión.

Violette es una buena película, segura, porque aunque no llega a enamorar ni a generar animadversión alguna, uno sale del cine y no siente que ha malgastado su tiempo ni su dinero. A pesar de lo cual, la película no es nada arriesgada formalmente y su mensaje, más que como alegato de los derechos de la mujer para ser independientes, funciona como un homenaje a una escritora atormentada por sus propias experiencias vitales que consiguió, a través de la escritura, despojarse de sus traumas y transmitir al público lector unos valores que fueron esenciales a principios de los años 60 para gran parte de una población femenina que pedía un cambio y también para una nueva generación que exigía nuevas formas de expresión, menos censura y más libertad y reivindicación de la sexualidad.

En definitiva, dejando de lado los actos, Violette funciona como biopic porque, por encima de todo, comprendemos la actitud de Simone de Beauvoir (nos ponemos en su piel) haciendo de compañera, protectora y alma comprensiva que ayuda a progresar y crecer como persona a la desesperada alma de Violette, fomentando siempre su sincera vocación; sin embargo, no deja de ser una película simplemente correcta, que no se sale de los cánones habituales ni consigue demasiada empatía a favor de su personaje protagonista, del que sólo se nos muestran los complejos de una personalidad —en palabras de uno de los amigos de Violette— melodramática… Y para ello necesita dos horas en las que no puede evitar algún que otro altibajo narrativo, siendo en tales casos Emmanuel Devos quien sostiene la película.

Fendor - @TheHauntedOcean
Crítica para www.cinemaldito.com (@CineMaldito)
Fendor
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9
22 de enero de 2016
18 de 22 usuarios han encontrado esta crítica útil
Pocas personas en el mundo debe haber que no tengan miedo a la vejez y sin embargo prefieran llegar a ella que quedarse en el camino. Mucho de este temor tiene que ver, supongo, con la propia cercanía de la muerte y de saber que es inminente; la consciencia de uno mismo que desaparece. Pero este temor tan natural podría aparecer un poco antes, mientras vives, sobre la vejez: porque se olviden todos los recuerdos poco a poco y ya no quede nada de tu alma (o lo que sea que hay detrás de la presencia corpórea). Y lo peor es que hay más, seguramente hay más, y quizá por eso nadie hable nunca en serio sobre la vejez. Pensar tan solo en la posibilidad de que los dolores físicos de uno mismo pasen de ser controlados por nosotros a que ellos tengan el poder, o en el hecho de tener que dedicar 15 minutos a abrocharte un botón de una camisa… pensar en todo eso da bastante miedo. Pero la realidad es la que es: no pensamos mucho en la vejez hasta que está muy cerca, por salud mental. Y sin embargo (o puede que por todo ello), la vejez está impregnada de las cosas de juventud.

Hay algo muy humano en Sorrentino y en La juventud. Es algo que traspasa la pantalla; una mezcla de comedia, drama, cadencia, compostura y armonía. La observación y estudio de nuestro periplo existencial que deriva en la melancolía del espectador (puede que a propósito, pues es, quizá más que el amor, el sentimiento más lógico para cualquier mortal con la capacidad de almacenar vivencias en la mente a largo plazo). Y tal vez nunca descifre del todo qué es La juventud, pero me he sentido muy cercano a ella. En el fondo no creo que haya que entender todo lo que vemos cuando el misterio es, deliberadamente, parte del atractivo de vivir esta experiencia cinematográfica. Una cinta bastante reflexiva y contemplativa que nos muestra, como parte de la levedad de la vida, su (in)trascendencia y lo imperfecta que resulta para todos, y cómo la frivolidad y el humor la hacen de algún modo más agradecida. De hecho, nunca llegas a saber del todo hasta qué punto es puramente cinematográfica o también esconde algunos retazos de la realidad de sus actores, aunque interpreten a otros personajes, al jugar con cierta literalidad biográfica (no en vano el director italiano basa la premisa inicial del argumento en una noticia que leyó sobre Riccardo Muti y la reina Isabel II, y Keitel se hizo actor tras ser un ladronzuelo siendo niño, como el personaje de Jane Fonda).

Desde que La juventud se presentó en Cannes hasta hoy he tenido la oportunidad de leer bastantes opiniones y «comidas de pepinos» de todo tipo sobre esta película y la verdad es que la crítica negativa me ha parecido un poco exagerada. Hablan de modernidad, de mostrar siempre a la clase alta o de esnobismo, cuando en realidad retrata toda la inmundicia de ese mundo tan sofisticado y a la vez liviano. Sí, representa a gente con dinero, pero es que en sus debilidades y miserias hay también humanidad. Y sobre todo en su resignación. El tiempo y que el futuro ya no exista o no tenga valor es, seguramente, igual o más pesado para alguien que ha tenido todo entre sus manos que para cualquiera de nosotros. Aun así, si no disfrutaste demasiado con La gran belleza porque, como me dijeron una vez, «resultó un poco pesada», piensa que La juventud es más accesible que su predecesora, no sólo porque el propio escenario la mantiene sujeta a la realidad del mismo, sino también porque no divaga tanto (una cualidad que a mí me gusta). Mientras la otra abarcaba más terrenos, en esta somos engullidos por el microcosmos de un entorno más acotado, pese a que en él también se tratan muchos temas —para algunos— trascendentes.

Porque entiendo que haya gente que no sienta como yo y no busque en el cine otra emoción que la evasión, o que sentirse un tipo duro, o muchas otras sensaciones disponibles en un cine. Lo entiendo y lo respeto al igual que las disfruto yo también. La cosa es que cuando veo algo como lo que he visto aquí, me siento más tranquilo y me olvido un poco de mí mismo, pero de un modo más perdurable. Quizás es ver que lo que piensas, las conversaciones que recuerdas de verdad, lo que sientes y hasta temes (y más, porque la vejez es más que eso: es todo eso; es una vida entera. Es tu trabajo y tu familia, es el amor y tus errores. Es la memoria condensada y cada vez más deteriorada de uno mismo y de la perspectiva de su alrededor)… Quizás es ver, en definitiva, que lo que para ti tiene algún tipo de importancia, forma parte de una cinta tan perfectamente estructurada (o de dos, como continuación una de la otra), a pesar de no moverte en esos mundos ni de rodearte de esa clase de personas (al final muchos nos vemos reflejados igualmente).

Algo tan básico como ver en la pantalla la inherente pérdida de tiempo generada al hacer colas, es algo que mostrado por Sorrentino no puede verse simple y llanamente como un acto aleatorio para estilizar el argumento. No es esta cinta la que está vacía, es el vacío lo que está vacío. Mostrarlo con imágenes de gran belleza no le resta la importancia, le suma más veracidad. Es como si en su momento alguien hubiera criticado a Yasujirō Ozu por su sencillez visual, cuando al final no son más que extremos que se tocan. Ambos directores establecen, sobre la base de conversaciones aparentemente intrascendentes, grandes rasgos de la realidad (o sobre situaciones intrascendentes, conversaciones que resultan ser lo opuesto). Todo es bastante natural, y tan pretencioso como humilde.

(SIGUE EN SPOILER SIN SPOILERS)
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Fendor
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