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España España · Barcelona
Críticas de zoquete
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Críticas 40
Críticas ordenadas por utilidad
10
19 de julio de 2005
18 de 22 usuarios han encontrado esta crítica útil
Un afamado escritor de historias policíacas gusta de tejer complejas tramas, de plantear difíciles enigmas y de buscar sus soluciones posteriormente, quien sabe si soñando con idear el crimen perfecto. Vive en una gran mansión y disfruta de una acomodada posición económica y social, salpicada de extravagancias varias. Le gusta jugar, como si fuera un crío, como si la vida consistiera en un continuo reto al ingenio, en una caja de sorpresas con las que hacer malabarismos. Este buen señor de media edad es engañado por su mujer.

Un elegante joven se presenta en la aislada residencia del novelista. Seguro, orgulloso, de presencia impecable y ascendencia italiana, es propietario de una peluquería y esforzado trepador de posiciones sociales. Se trata del tercero en discordia, el que ejecuta la acción que convierte al literato en agraviado. Este mancebo aún no lo sabe, pero ha sido invitado precisamente por su condición de amante.

Ambos personajes se encuentran, intercambian las presentaciones de rigor y se sirven unas bebidas. Son ingeniosos, creativos, buenos conversadores, perspicaces... un ejercicio de prestidigitación mental francamente agotador, especialmente porque reta y encandila hasta la última de nuestras oxidadas neuronas:

La sangre fría ejerce un pulso con la pasión. Asistimos a un juego y a una condena. A un humillador y a un humillado. ´En toda su vida jamás habrá vivido lo que en este fin de semana, ni siquiera con mi mujer´ confiesa el escritor al amante, tras un extenuante intercambio de desafíos. Actores que representan a actores, a cada cual más brillante. Artimañas que se tornan bromas de mal gusto. Deseos de demostrar la superioridad. El sueño que sueña que sueña. Necesidad de ocultar la inferioridad. La farsa que representa la farsa de la farsa. El rizo sobre el ya rizado rizo. Clases sociales que se enfrentan y que demuestran que cada una se ha forjado en diferentes hornos, pero bajo el mismo fuego. ´Lo que para Vd. es un juego, para mí es supervivencia´. Simulación de un crimen que puede vivirse de forma más dolorosa que el propio crimen. Y una búsqueda del límite ajeno que nos enfrenta de forma peligrosa al propio. Juegos que rozan el surrealismo y jugadores que olvidan la importancia del participar, pues la única regla es que sólo se puede ganar.

Tras tal elitista competición encontramos a Laurence Olivier, Michael Caine y Joseph L. Mankiewicz. Cada uno merece capítulo aparte. Baste decir que quien no los conozca, qué mejor oportunidad que ésta para descubrirlos.

Dicen, los expertos, que la mejor manera de caracterizar un sistema es someterlo a una situación límite, esto es, aquella que provoca su ruptura. Para conocer un material, nada mejor que una apisonadora para comprobar su resistencia a la presión. Disfruten de un clásico donde la degradación nos muestra bastante sobre la conducta humana y aún más sobre el arte de la interpretación. ¿Quién se agravia más, el agresivo o el agraviado?
zoquete
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9
22 de agosto de 2009
18 de 23 usuarios han encontrado esta crítica útil
Es tan frágil, tan tenue la línea que separa el amor del odio más visceral, tan delicada la emocionalidad humana, que no existe sabio, ni empresa, ni religión capaz de ofrecer una fórmula, una garantía capaz de prever el desastre, capaz de aventurar la estabilidad de un afecto, sin caer en los horrores del desamor. Quizás por ello a menudo se prefiere la rutina, la triste decadencia de la pasión, a la ruptura.

Atención, no es ésta una película apta para mayores de dieciocho años, peor aún para quienes ya frisen los treinta, y mucho menos para la gente respetable y de sólidos principios que coqueteen con la tercera edad. Hiere los valores más firmemente arraigados, pretende transgredir con las imágenes que nos resultan mayor tabú: dolor físico, sexo explícito rozando el sadismo y una emocionalidad descontrolada, difícilmente enmarcable en parámetros tradicionales. Quizás puedan verla sin conmoción adolescentes ávidos de sensaciones fuertes o niños con la ingenuidad de quien observa el mundo sin juzgarlo. Pero verla sin conmoción también podría ser no entenderla.

Arranca el primer fotograma plasmando una poesía cinematográfica, desde una sosegadora música, fotografía en blanco y negro de postal, ritmo pausado y hermosos primeros planos hasta una sucesión de imágenes que muestra el delirio de la pareja haciendo el amor mientras su niño del alma avanza hacia el desastre. Una lavadora que les impide percibir los objetos que caen y se estrellan contra el suelo, el arrastrar de la silla hasta la mesa que conduce a la ventana, y el salto al vacío de su más preciado bien.

Dolor, intenso dolor, fácilmente contagiable. El marido que, como psicólogo, muestra su más frío raciocinio, habitual en los hombres. La mujer, que como madre, no entiende de lógicas que le permitan haber perdido a su niño. El inteligente disertador se encuentra con su propia trampa, la dialéctica no sirve cuando domina la emoción. El dolor a estos niveles sólo puede ser acallado con fuertes impactos físicos, aunque requieran del sufrimiento de la carne.

Observamos el pulso entre el hombre, que se plantea como un reto la superación del trauma por su mujer, acudiendo para ello a sus conocimientos psicológicos; y la mujer, que requiere de un bálsamo más alejado del raciocinio, más sexual, más visceral, más lacerante.

Quizás no sea la película más impactante de Von Trier, quizás uno pueda pensar que pretende superar a Haneke en su búsqueda de espectadores que abandonen la sala, tan duras son las escenas del dolor físico como el sexo desesperado (que algún ignorante se atreve a calificar de pornográfico), pero es un trabajo hermoso, que sin duda merece la pena visionar si se desea vivir una experiencia trágica, desagradable pero que encierra bastante de poesía y mucho de angustioso enfrentamiento con nuestros propios temores.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
zoquete
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6
19 de julio de 2005
19 de 26 usuarios han encontrado esta crítica útil
Resulta indudable la impecable factura de la tercera película de Amenábar. El reparto está ajustadísimo, con una impresionante Nicole Kidman que, como ya se ha encargado de declarar a los medios, se siente estrella y hace de estrella indudable de la función. Amenábar consigue inquietarnos, sobresaltarnos y, especialmente, transportarnos a nuestra infancia donde la oscuridad tuvo que ser superada entre otros muchos miedos.

La historia, una católica de obsesiva práctica o, mejor dicho, inflexible enseñanza, mantiene a sus hijos al resguardo de la luz, que podría llevarlos a la muerte, por una inexplicada enfermedad. La llegada de nuevos sirvientes que asisten a lo que deben ser sus tareas domésticas y, de paso, facilita la explicación de la situación y, finalmente, unos misteriosos fantasmas que parecen habitar la residencia.

¿Terror?, suspense. El propio Amenábar se reconoce fuertemente influenciado por Hitchcock, y probablemente el maestro le felicitaría por tan formidable ejercicio de pulso y buena letra. La propia Kidman no puede quejarse en su tratamiento casi monárquico, tanto por el nombre Grace que sugiere a la también musa de Hitchcock y mónegasca Sra. De Rainero, como por su indudable homenaje al resto de las actrices del llamado mago del suspense. Y la ex de Tom Cruise, productor ejecutivo de la película, sabe aprovechar la oportunidad, dejando por fin en segundo plano su también arrollador trabajo como ambiciosa presentadora en “Todo por un sueño”.

No quisiera olvidarme de destacar también la conmovedora interpretación de los niños, que saben transmitir una mezcla de ternura y misterio, casi morboso, acercándonos a la tan característica ingenuidad infantil no exenta de llana crueldad. A todo ello ayuda una espléndida fotografía e iluminación, imprescindible para una historia donde las sombras son más importantes que los colores, que el movimiento y, en ocasiones, que los propios diálogos.

Dicho esto sólo me queda recomendarles que vayan a verla: este trabajo necesita de la complicidad de una sala de cine, de pantalla grande, de sonido envolvente, de respiración contenida, para disfrutarse en plenitud.

¿Qué? ¿Por qué la baja valoración? Pues porque me gusta Amenábar, porque “Tesis” y “Abre los ojos” suponen un cine fresco sin concesiones, una veta aún no explorada, no imitada, no exprimida de un gran talento de director. En mi modesta opinión, “Los otros” es cine de “otros” ¿tal vez los Cruise?, no de Amenábar, y debo reconocer que he salido de la sala fuertemente decepcionado. La película es muy buena, pero no reconocí a Amenábar, sino a un alumno aplicado imitando a su maestro. Quien espere una agradable sorpresa como la dos anteriores, propias de un cine desmarcado de lo habitual, puede ahorrársela. Es un innegable taquillero bombazo español, donde la sombra del capital americano se hace notar (¡cómo habrían cambiado las dos anteriores!) pero casi, si me lo permiten, una secuela, segunda parte o continuación...
zoquete
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9
29 de marzo de 2009
11 de 12 usuarios han encontrado esta crítica útil
Se acaba de encerrar en el baño... llorando. ¿Cómo podías saber que también hoy estaba sensible? Recuerdas aquellos días en que lo podías detectar…

Fíjate bien, mírala. Mírala. Tiene tantas cosas que decir sin necesidad de pronunciar palabra... ¿Quieres entrenarte? Puedes observar a Glenn Close, como fría doctora cuyas corazas afectivas parecen cosidas con precisión de cirujano, pero que apenas puede disimular cómo supuran sus sentimientos. Tampoco sería improductivo aprender de las contradicciones de una directora de banco, tras el rostro de Holly Hunter, quien parece descubrir las miserias e intangibilidad del pragmatismo. ¿Quieres más ejemplos de los retazos de intimidad femenina que muestra la película? Moléstate. Descúbrelos tú, puedes escoger ver dolor tras traición, o ilusión tras ternura. Puedes sentir la tristeza que viene de la soledad, aunque también esa caprichosa dicha al reconocerse. ¿Cuándo fue la última vez que buceaste en los misterios que sugieren unos ojos?

¿La trama? No me hagas hablar de tramas. En este caso es tan irrelevante como el escenario, simple soporte al collar de inquietudes, de sucesos inconclusos donde se cruzan y alternan personas. Vemos víctimas y verdugos, o verdugos y víctimas, depende del momento o lugar, no del personaje. Hay protagonistas y secundarios, aunque a menudo los simples coristas parecen una excusa para camuflar sin afectación bonitos mensajes.

¿Realmente ansiamos grandes verdades o preferimos simples momentos de inspiración para desnudarnos? "Voy a deshacerme de él", le dice ella a su amante tras el silencio creado cuando le comunica su embarazo. Él replica volviendo sobre sus asuntos de trabajo o planes de fines de semana... qué más da, no recuerdo el cambio de tema, pero sí el silencio en el cine…

Mírala otra vez... ¿eso es todo? Bueno, realmente no. Listo que es el amigo Roberto, incluye en el reparto a una preciosa Cameron Díaz en el papel de irónica ciega y aprendiz de detective, que especula con la historia que esconde una suicida. Sin duda, mi personaje favorito, que evoluciona y se enriquece con cada matiz, con la práctica de esa difícil filosofía que toma la vida como excusa para divertirse, relativizarlo todo, darle la vuelta como a un calcetín y echar unas risas, empezando por su propia invidencia. Preciosa joven que muestra su fortaleza al convertir los fortuitos avatares del destino en instrumentos de reafirmación personal. Y como colofón, un delicado guiño al espectador mostrándonos, casi desmintiéndonos el resto de las historias, que quizás nos hemos estado confundiendo sobre el tipo de ojos que necesitamos para ver...

Ahora lo recuerdas, no eran sólo los ojos llorosos... también fue el tono de voz, la pausa previa a su indiferente "bueno" cuando le preguntaste por la música que acababas de poner, el beso de recibimiento... ¿Es culpa de esa factura o reunión laboral, estoy perdiendo la capacidad de sentir mi lucecita roja o simplemente estoy decidiendo ignorarla?
zoquete
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9
19 de julio de 2005
13 de 18 usuarios han encontrado esta crítica útil
¿Qué busca el público en un combate de boxeo? ¿energía? ¿violencia? ¿sangre, parte inevitable de la lucha? ¿dolor? ¿sufrimiento, sin el que no tendría sentido el enfrentamiento? ¿ un vencedor, un derrotado, un caído? ¿busca, por fin, un accidente que desgarre sus tripas de la impresión, que les remueva del asiento raído a arañazos de ansiedad?

“Million Dollar Baby” muestra bastante de eso, con combates carentes de la espectacularidad de “Rocky” y sucedáneos, pero dotados de una austeridad que imprega de realismo cada golpe, lo que a la larga proporciona una mayor tensión.

¿Qué buscamos nosotros, espectadores, en tal recreación pugilística? ¿lo mismo que los asistentes al espectáculo en vivo, pero amparados tras una pantalla que nos protege del juicio ético sobre la legitimidad de su práctica?

Protagonizan la obra el propio director en el papel de Frankie Dunn, prestigioso entrenador sin un título del que presumir, su empleado Eddie Scrap, un Morgan Freeman que también narra la historia, dotándola de golosas notas al margen aprovechadas para jugar con el espectador, y la aspirante a campeona, Maggie (Hilary Swank), quien muestra un delicado equilibrio entre la humildad, sumisión del discípulo al maestro y su orgullo personal. Completa el elenco un sacerdote católico, “sparring” de Frankie en sus conflictos religiosos y la familia de la chica, quejicosos parásitos amargados que lastran el ímpetu de la protagonista con continuas críticas y desplantes.

El señor Eastwood se carga de tópicos, incluído el clásico esquema del choque profesor - alumna, duro entrenamiento y demás, jugó con ellos y, finalmente, los noquea. A Clint le gusta el dolor, ilustrado por castigos físicos, tan duros y abundantes en sus metrajes como progresivamente contrapuestos al padecimiento moral mostrado en sus últimos trabajos.

La película mantiene la inercia del autor hacia la reinserción de tipos fríos, que se revelan cargados de sentimiento. Definitivamente, nuestro “Harry” ha trocado su principal etiqueta, duro, como insensible, por la de bravo, como osado, de quien se enfrenta al dolor no porque no lo sufra, sino para sufrir menos. No por ironía su principal máxima en la película era “por encima de todo, siempre debes protegerte”.

La cinta adolece de un tramo final cargado de ese mal yanqui llamado moralina, sortear polémicas éticas exagerando las circunstancias hasta lo inverosímil, penalizando lo que sería una reflexión algo más universal.

Si aún no tenemos claro qué buscamos en el boxeo, ¿qué podríamos aprender con este rosario de fotogramas? ¿que no hay que huir del dolor, pues las heridas ignoradas hacen más daño que las que examinamos con un buen bote de alcohol? ¿qué no hay que ignorar el riesgo, ni como viles pusilánimes ni como fantoches temerarios, buscando una valentía “sin dejar de protegernos en todo momento”? Después de todo, hay quien dice que la plenitud vital puede encontrarse tras un buen golpe, en las narices o en las entrañas...
zoquete
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