Mis expectativas no eran demasiadas, y la primera parte de la película parecía confirmarlo, pero poco a poco la trama se va animando hasta llegar a una parte final que, al menos en mi caso, me ha resultado totalmente inesperada, algo raro en este tipo de filmes.

Buenas interpretaciones, buenos efectos especiales, buena ambientación, tensión, ritmo, misterio... no se puede pedir más.

¿Cómo es posible que una película en la que simplemente aparece un señor sentado en una silla, hablando y fumando, e imágenes de archivo, puede resultar tan absorbente?

Pues si, así es. Podemos estar de acuerdo o no con los planteamientos de Michael Ruppert, pero quedan claras dos cosas; que Ruppert es un personaje fascinante y que el director sabe estar a la altura de lo que este personaje requiere.

El resultado es un film que estimula el pensamiento crítico y con visos de convertirse en una película de culto para aquellos que no se conforman con la visión del mundo que nos ofrece el pensamiento único que nos rodea.

La película prometía, con Scorsese entre los productores y con un primer tramo en el que parece que vamos a ver un buen film de jugadores de casino, en el que asistiremos a los problemas en los que se va a meter el protagonista por culpa de su habilidad para contar cartas...

Pero a partir de que aparece con esa imagen distorsionada lo que marcó la vida del protagonista, la cinta se va despeñando progresivamente, llegando a situaciones sin mucho sentido. Uno espera que suceda algo que levante la película y dé sentido a todo, lo que no ocurre, por lo que todo acaba en frustración.

Si uno espera ver una gran película, se verá tal vez decepcionado. Hasta la ejecución del atentado, el film discurre de un modo cansino y perezoso, y desprende cierto aroma a telefilm. Afortunadamente, el espectacular asalto final a la iglesia consigue que la película termine en alto y por eso queda un buen sabor de boca final.

En cambio, si uno esperaba, como es mi caso, ver en imágenes el desarrollo de la Operación Antropoide original, se quedará muy satisfecho. Como interesado en la Segunda Guerra Mundial, conocía esta misión hasta en sus pequeños detalles, y me ha alegrado ver que el guion ha recogido todos y cada uno de ellos.

La película está muy bien ambientada, la fotografía remite a aquella época y ofrece la calidad de un excelente documental dramatizado.

Tenía muchas ganas de ver esta secuela, ya que Borat 1 me encantó por su humor políticamente incorrecto.

Sin embargo, me he llevado una desagradable sorpresa al ver que este Borat 2 es únicamente un burdo spot electoral anti-Trump. Su caricatura de la América conservadora con vistas a ridiculizarla por completo da vergüenza ajena.

En cuanto a los valores cinematográficos, el humor fresco de la primera está ausente y apenas funciona ningún gag.

En suma, poco cine y demasiada propaganda política.