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El Salvador El Salvador · San Salvador
Críticas de Atilio Flores
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Críticas 23
Críticas ordenadas por utilidad
7
11 de marzo de 2018
3 de 6 usuarios han encontrado esta crítica útil
Con la turba de secuelas y adaptaciones de cómics a la pantalla grande, Black Panther arriba con un perfil bajo ante la amalgama de héroes que ha cosechado la Casa de la Ideas de Marvel en sus primeros 10 años cinematográficos.

Pese a ser un año que prevé un estreno espectacular con “Avengers: Infinity War”, ésta antesala, nadie la veía venir; y no es precisamente que no sepamos que Marvel se dedique solamente al género de superhéroes, si no es el hecho de que nos entregue una historia atípica de los mismos.

Quitarse de encima el tabú de que una película de héroes es sinónimo de grandes destrucciones que involucran momentos épicos con desenlaces cargados de acción, sin tocar temas sensibles de la sociedad, más que el de los propios protagonistas reforzando el patriotismo americano, es algo que difícilmente se niegue en los productos culturales que provienen de Estados Unidos.

“Pantera Negra” rompe esta mítica de la Teoría del Cultivo planteada por Gebner y Gross, quienes establecieron que dichos productos culturales hacen una legitimación de la violencia, discriminación de la mujer hacia roles secundarios, además de representar el patriotismo y confirmar la segregación racial de las minorías étnicas; por lo que la grandeza de “Black Panther” radica en contradecir todo ello.

El director y escritor de la cinta, Ryan Coogler, nos trae una historia que centra la transformación que sufre T'Challa de ser un simple príncipe a ser el rey de Wakanda, una de las naciones más ricas y auténticas de los cómics de Marvel. Si bien su película en solitario sirve como trampolín para atraparnos con el personaje, Coogler evoluciona la idea a un mensaje lleno de denuncia hacia la desigualdad, la raza y la política contemporánea.

El personaje de Black Panther interpretado por Chadwick Bosseman, quien fue introducido desde “Civil War” en la tercera entrega de Capitán América, nos traslada desde su última aparición, tras el deceso de su padre en los atentados de Sokovia. T'Challa deberá enfrentar los retos que enmarcan su coronación como sucesor del Rey T'Chaka, a su vez de librar una batalla que ejemplifica el liderazgo y la abnegación de un rey por su pueblo.

Bosseman encarna un personaje de apariencia fría y calculadora, no obstante, su corazón noble, le hace razonar más con sus sentimientos, llevándonos a reflexionar las palabras de su padre: “eres un buen hombre, con un buen corazón; y es muy difícil para un hombre así ser un rey”. Siendo esta paradoja la que deberá afrontar en todo el filme.

La singularidad que presenta Marvel en esta cinta es brindar apertura a un mundo nuevo que conecta inmediatamente con lo ancestral de la tierra africana, con las tradiciones, lengua y vestuario de una cultura diferente, mezclados en una historia de conspiración y drama familiar que mantiene una intriga de sed por el trono de Wakanda.

Con un peculiar diseño de producción se recrea una ciudad entre el imaginario futurista y a la vez antiquísimo de las tribus autóctonas de África, así como también el diseño de un colorido vestuario tecnológico que presenta entorno al Vibranium, el metal más resistente del universo Marvel, y cómo su posesión en las manos equivocadas podría ocasionar una guerra y una dictadura mundial.

Otro aspecto importante del filme es el empoderamiento femenino que tiene, encabezado por un elenco que incluye a Angela Bassett como la reina de Wakanda; Lupita Nyong'o como una espía y el interés amoroso de T'Challa; Letitia Wright como Shuri, la intelectual hermana del rey; y el papel estrella de Danai Gurira como Okoye, General de la guardia real, las "Dora Milaje". Quienes con su talento en conjunto impulsa a mantener incluso la historia sin la necesidad de su protagonista, pese a que su introducción se da por primera vez en el Universo Cinematográfico de Marvel.

No obstante, no se puede decir lo mismo del desarrollo que sufrió el antagonista Ulysses Klaue, interpretado por Andy Serkis, quien tuvo un cameo en Avengers 2: “La era de Ultrón” (2015), en donde el robot Ultrón le corta su brazo. Hecho que no tiene trascendencia ya que no hacen ninguna alusión a ese momento dentro de la línea argumental del filme.

Asimismo es criticable que este villano no duré más allá de la primera mitad de la cinta para ser totalmente opacado por Michael B. Jordan en la piel de Erick Killmonger. Pese a ello, Serkis perfectamente se desenvuelve encarnando la excentricidad y la locura dando como resultado a un personaje memorable para Marvel.

Michael B. Jordan perfila una figura que no se aleja del ideal de la lucha constante por crear una revolución cegado por el odio. Su convicción de que las clases sociales bajas deben de tomar el control y recobrar todo lo que han perdido a través de las armas, es un mensaje claro para el capitalismo que se sumerge en la explotación de los desamparados, así como también de estampar el emblema de la corrupción y la compra de voluntades.

Es aquí donde la fricción entre la calma, la “zona de confort” de los wakandianos, se ve quebrantada con la aparición de este forajido que quiere reclamar el trono con base a la fuerza bruta y el derramamiento de sangre, ejemplificando el colonialismo y su déspota justificación de que sobrevive el más apto y aquellos que controlan los recursos: “los conquistadores y los conquistados”.

Black Panther marca una diferencia y un descanso al tratamiento que la última década le ha dado a las películas de héroes, plasmando una historia que encarna problemas sociales actuales en un formato familiar, haciendo eco en la política, en la raza, la unidad y la paz que el mundo necesita.

Retratándonos un héroe que por primera vez en la historia reivindica a la raza negra y nos llama a la unidad de compartir los conocimientos que cada sociedad tiene, así como lanzar un mensaje claro y contundente a la actual presidencia americana: "En tiempos de crisis los sabios construyen puentes y los necios muros".
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
Atilio Flores
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8
26 de marzo de 2018
1 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
Por: Atilio Flores
Calificación: 4/5

Como apasionado del cine y principiante del arte, analizar la grandeza de Loving Vincent es categorizarla como una oda a la intimidad de una persona que, como todos, plaga y se atormenta de los demonios que habitan en nosotros.

“Con amor, Vincent”, marca un precedente en la animación y en la historia del cine. Una técnica pintada totalmente como un homenaje al arte, especialmente, a Vincent Van Gogh, quien en toda su vida buscó ser comprendido y encontrar un lugar en el mundo.

Describir lo minucioso de este arte y el de los artistas que compusieron está obra maestra —una pintura en movimiento— es una completa revelación en la que los lienzos se mezclan con la melancolía que deja tras de sí; una fragmentación de una época en la que la cinta revive el arte del postimpresionismo.

Desechar la idea de que un filme de animación es sinónimo de “para niños” también es una desvinculación con la idea central, ya que “Loving Vincent” es una película biográfica que retrata la historia entorno a las causas de la muerte del pintor holandés Vincent Van Gogh y cómo su vida marcó un antes y un después con las personas que le conocieron, así como también para la pintura.

La música compuesta por Clint Mansell es una estampa a un viaje a la grandeza, a lo pictórico de la Francia de Vincent, la que le vio sumergirse en la depresión y el cariño que trataba de manifestar en sus pinturas. Su composición lírica plasma algo heroico con ínfulas de nostalgia que confabulado con la técnica narrativa hacen que verla en pantalla grande, evoque un sentimiento de amor por el arte y de comprensión hacía Vincent. Mansell se impone a un nivel clásico de la misma. Música contemplativa que vale la pena escuchar para reflexionar la vida.

Es aquí donde la idea central de construir está semblanza de Van Gogh, adquiere el significado de lo importante que puede ser una persona en la vida de los demás. Dorota Kobiela y Hugh Welchman, directores y escritores de la cinta, retoman el uso de la técnica narrativa de la “caja china” para dar como resultado uno de los biopics más originales de la historia del cine al ser recreado cada fotograma en óleo y con el estilo característico con que Vincent pintaba.

Sin embargo, está técnica narrativa de la “caja china” en la que la historia nos va sumergiendo a través de las anécdotas contadas por las personas que le conocieron, se vuelve un poco densa para su desarrollo; pese a ello, la intriga sobre la muerte del pintor hace que se mantenga constante su discurso mediante el personaje de Armand, quién debe de entregar la última carta que Vincent le escribió a su amigo, su hermano, Theo.

Armand se vuelve los ojos de todos nosotros, quienes al igual que él sólo hemos escuchado ciertas cosas de Vincent, pero que no sabemos más allá de los mitos que encierran al pintor, como el haberse cercenado su oreja y de habérsela entregado a una prostituta con quién tenía un vínculo especial; o evocar a su estilo característico al pintar a sus coetáneos y paisajes.

Nosotros como Armand, tenemos la tarea de descubrir quién era realmente Van Gogh en su esplendor y, mientras vamos construyendo el rompecabezas de su vida, aprendemos simultáneamente a encariñarnos del personaje, quien con sus múltiples facetas logra que comprendamos que ser grande no es sinónimo de dejar de ser humanos.

Vincent Van Gogh, quien irónicamente no vendió más que un solo cuadro en toda su prolífica carrera como pintor, cultivó al mismo tiempo la escritura a través de sus cartas, las cuales constituyen otro legado del artista en su compresión de su naturaleza tímida y de apego que le envolvía y que acabaría con su vida en 1890. Este biopic en definitiva es un monumento en movimiento a su memoria artística. Algo que la Academia debió de reconocer, por marcar algo peculiar en la historia del cine del siglo XXI. Esperemos que el tiempo se lo dé.

"Sueño con pintar y luego pinto mis sueños…"
Vincent Van Gogh
Atilio Flores
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10
8 de marzo de 2020
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Por: Atilio Flores
La Crítica y la Reseña
Calificación: 5/5

Pocas películas de guerra nos sitúan en contextos altamente tensos sin recurrir a una violencia extrema y adentrarnos a la psiquis de los personajes que nos presentan. Quizás el elemento más reciente sea “Dunkerke” de Christopher Nolan (2017) y en cierto grado “Jojo Rabbit” de Taika Waititi (2019). 1917, del británico Sam Mendes, retrata la crudeza de la guerra llevada al límite de la paranoia de caer en manos del enemigo cuando lo que se busca realmente es cesar la lucha inconsistente de los francos beligerantes.

El filme gira en torno a dos jóvenes soldados británicos quienes tienen la tarea de entregar un mensaje que cancele un ataque condenado al fracaso poco después de la retirada alemana a la Línea Hindenburg durante la Operación Alberich en 1917. Este mensaje es especialmente importante para uno de los jóvenes soldados ya que su hermano participará en el ataque que deben de cancelar.

Cualquiera que ve los primeros minutos del filme podría argumentar que la premisa es sencilla, y que difícilmente en dos horas se pueda sustentar un hecho que transcurre en menos de un día. Sin embargo, aquí se comprueba que en cuestión de horas la vida de muchas personas pueden cambiar radicalmente, haciéndonos valorar el motivo esencial de nuestra existencia.

El peso del filme recae sin duda sobre sus actores George MacKay y Dean-Charles Chapman, como los soldados William Schofield y Tom Blake respectivamente, quienes nos sumergen en una historia de amistad y lealtad de dos soldados que deben de emprender la odisea de ser los portadores de tal mensaje. Actores que, pese a que no son muy conocidos, logran hacernos encariñar con la valentía de los personajes que interpretan y que incluso, los pequeños cameos que realizan los actores Collin Firth, Benedict Cumberbacht y Mark Strong se vuelven innecesarios.

Sam Mendes retoma una idea muy parecida a la que utilizó Alfonso Cuarón con “Roma”, en el sentido de darle originalidad al filme. Cuarón plasmó una composición perfecta en la fotografía a blanco y negro establecida mediante solo planos generales en la historia. Aquí Mendes demuestra su genialidad con un aparente y eterno plano secuencia en toda la cinta que sumerge a vivenciar el recorrido de sus protagonistas, sumado a la intrépida idea de grabar solo en exteriores con una fotografía impresionante a cargo de Roger Deakins.

Mendes logra acorralarnos a un drama épico en el que vamos sufriendo las interioridades de sus personajes convenciéndonos que la guerra es un fatídico desgaste emocional, haciéndonos experimentar la agonía de regresar a casa y abrazar a los seres que amamos.

Sin embargo, hay algo en el planteamiento de este filme que lo vuelve poco amigable de entender, más allá de lo sentimentalmente expuesto, y es el no darnos el contexto en el que se desarrolla, del por qué sus personajes están ahí y sufren la guerra o qué la originó, algo que difícilmente contextualizará una persona promedio si ni recuerda los hechos que originaron un evento más reciente como la Segunda Guerra Mundial.

Pese a ello, este mismo elemento le otorga una significación universal que la hace trascender del espacio tiempo al ir retratando las vivencias que sufrieron los soldados frente a la guerra; factores que la impregnan al reflejar la crudeza que cualquier país en guerra ha sufrido.

Hay que destacar también que pocas películas se suman a mostrar el conflicto acaecido en la Primera Guerra Mundial, que inició en 1914 y concluyó en 1919 generando la reestructuración geopolítica actual de Europa. Aunque si bien, “1917”, siempre otorga la visión anglosajona y su parte en el juego de los roles beligerantes, hace un buen preludio de la situación enferma y deprimente que pudieron haber vivido la armada durante el combate.

El guión creado por Mendes muestra tan solo una de las historias contadas por su abuelo paterno, Alfred Mendes, quien participó en la Primera Guerra Mundial. Aquí es de retomar el valor intrínseco que nos deja el cine al poder llevar estas historias que, al igual que los libros o las extintas crónicas periodísticas de los diarios, deben de rescatar la memoria histórica, el porqué de nuestra situación actual en la vida y cuan significativo puede ser el no repetir los errores de nuestros antepasados.

Blog de La Crítica y la Reseña:
atilioflores.blogspot.com
Atilio Flores
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8
13 de abril de 2018
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Por: Atilio Flores
Calificación: 4/5

Gozar de un documental en el cine es una experiencia que pocas veces se logra en el país, lo cual se ve impotente ante el globalizado monopolio de Hollywood y su imperante deseo de arrasar la taquilla con cada producción que sale y que, en muchas ocasiones, apenas logra levantarse entre lo aceptable.

Esa es una de las primeras valoraciones que se debe tener con el cine alternativo que nos proponen John y Jean Griesser, dos cineastas norteamericanos que han compilado un arduo trabajo en documentar, casi por 50 años, una historia increíble sobre los orígenes de un movimiento que, más que religioso, se debe de considerar espiritual.

“Hare Krishna!: el mantra, el movimiento y el Swami que lo comenzó todo” es el biopic inspirador de Abhay Charan De, mejor conocido como Srila Bhaktivedanta Swami Prabhupada. Un “gurú” de 70 años que se embarca de India hacia los Estados Unidos a mediados de los años 60’s, en medio de época convulsionada por transformaciones sociales en todo el mundo, para llevar a cabo las órdenes de su maestro espiritual, quien le encomendó la difícil tarea de predicar la filosofía de la Conciencia de Krishna en occidente.

Lo interesante del filme es el sentimiento que roba el personaje de Prabhupada al presentarnos un pequeño brochazo de su vida, al interiorizarnos con su propia voz en la narración de la historia que de él mismo refiere. Su voz cargada de afecto puro mezclado con su acento indio, se auna con la animación de las fotografías que tanto John y Jean Griesser recolectaron desde su trabajo de maestría fotográfica en 1971 hasta los últimos años del Swami en 1977; recreando una sensación especial, que da por sentado algo experimental con sabor de querer ver y saber más sobre el fundador de la Comunidad Hare Krishna.

El documental resume 12 años de la vida de este emblemático y carismático personaje que conquistó al mundo con una revolución espiritual, transformando la vida de muchos jóvenes que, para la época, habían rechazado los estándares utópicos de la “vida perfecta americana”, tal como lo manifestó el hippismo como contrarrespuesta a la guerra de Vietnam.

Si bien, no es una fácil tarea condensar tanto en tan poco tiempo, el detalle resulta como construir una experiencia que encierra la influencia que los devotos “Hare Krishna” hicieron en la cultura popular, constituyéndoles como un fenómeno que atrapaba con sus cánticos, danzas, comida y vestimentas; así como también de sus hábitos poco convencionales ante una sociedad materialista que no veía normal el evitar comer carne, huevos y pescado; detener el consumo de estupefacientes, como también el té y el café; los juegos de azar, y el sexo ilícito fuera del matrimonio.

La cinta se nutre ampliamente con las mismas referencias culturales que le englobaron principalmente desde sus inicios, tales como: programas televisivos, la música, el cine, reportajes de la prensa y del trabajo fotográfico que propiamente los cineastas realizaron en su juventud, enmarcando una época en la que esquivar la realidad se volvía una constante que perdura hasta nuestro días y era liderada por jóvenes que se desenvolvían dentro de lo excéntrico y el esnobismo como incluso hicieron The Beatles, especialmente George Harrison, quien simpatizó inmediatamente con Prabhupada.

Hay un hecho que marca un antes y un después dentro del mismo documental, y es precisamente que la primera parte se desarrolla de forma lenta para retomar un segundo ángulo desde la mitad del filme inyectado por la presencia de la cultura pop de los años 70’s. Así como plasma una transformación literal de los individuos que rodean al Swami que inició toda una transformación encaminada a desarrollar “una vida sencilla con un pensamiento elevado”.

Pese a que la película documental se enfoca en el origen de la Sociedad Internacional para la Conciencia de Krishna en occidente, se siente que no se desvincula de los parámetros raciales por su énfasis en la visión anglocéntrica dentro del filme. Aunque el mensaje trata de realzar cómo la filosofía se esparció en cada continente, la invisibilización de los personajes que retomaron las enseñanzas del Swami desde América Latina, África y Asia –personajes que ni se mencionan– le hubiesen dado un sentido de pertenencia con los públicos propios de estas regiones.

Sin embargo, sus directores logran llegar al mensaje central, la esencia del trabajo que Prabhupada estableció. Lejos de un fanatismo que evoca una coyuntura poco religiosa de Estados Unidos en los 60’s y los 70’s, otorgando un mensaje universal que le da su propio efecto al guiarnos a través de la historia para desarrollar amor por Dios, desarrollando un cultivo espiritual que evoque a trascender de un materialismo a una conciencia espiritual, independientemente de la religión que se practique.

Los testimonios de sus discípulos se vuelven la huella que va dejando descubrir la personalidad de Prabhupada. Ante la diversidad de fuentes que presenta el largometraje, el espectador se convierte en la voz restante para expresar si la iluminación que proviene de este dogma permite la inclusión de todos, trascendiendo de la oscuridad hacia la luz. “Hare Krishna!: el mantra, el movimiento y el Swami que lo comenzó todo” es un primer acercamiento que llega al cine sobre la cultura y ancestral sabiduría védica de India, a través de los ojos del embajador de los Santos Nombres de Krishna en los países de occidente, Srila Prabhupada, quien dejo un legado incomparable.
Atilio Flores
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7
24 de febrero de 2018
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¿Qué puede comprar todo el dinero del mundo? parece una pregunta risible cuando se es el multimillonario más grande de la historia gracias a la industria petrolera cimentada por John Paul Getty. No obstante, ¿Qué ambiciones se forjan al tener el mundo dentro de las palmas de la mano?

Ridley Scott apuesta en está ocasión por esbozar la vida de uno de los primeros multimillonarios de la historia, John P. Getty y su convicción de amar más a los objetos y el arte antes que a las personas que le rodean, plasmando notablemente las proezas y excentricidades del magnate.

La historia gira entorno a la vida de su nieto John Paul Getty III, y cómo su secuestro pone en tela de juicio público la frialdad y el sentimiento de arrogancia de no pagar por su rescate hasta que les es enviada una oreja del joven de 17 años.

Es aquí donde la historia converge en dos personajes que tratan de descubrir el paradero del nieto preferido de Getty: la madre del muchacho, Gail Getty y de Fletcher Chase (Mark Wahlberg), un ex empleado de la CIA que trabaja para Getty como su mano derecha.

El filme recae en la actuación de Michelle Williams, como la señora Getty y todas las adversidades que se ven alimentadas por la investigación del paradero de su hijo, la tolerancia hacia su aberrante suegro y la autosuperación del estadio traumático del secuestro. Su elegancia e intrepidez, le dan el símbolo que representa una columna que soporta la caída del imperio dentro de las tres generaciones de Gettys con las que convive, tanto en la relación fallida con su esposo, como la de su suegro e hijo.

Es aquí donde la figura de Gail Getty se vuelve el eslabón principal de la historia. El filme nos vende en primera instancia que es sobre el secuestro del muchacho por una mafia italiana, para posteriormente vender la imagen del viejo millonario, recayendo finalmente el peso en ella; quien debe de superar no sólo el secuestro de su hijo, sino más bien, de superar el secuestro que el “dinero” de la familia le ha hecho a ella al privarla de lo que ama y cómo debe de luchar por imponer su identidad en la leyenda.

Christopher Plummer en el papel John Paul Getty encarna al cinismo puro, mezclado con la avaricia y el tacañismo. Su presencia impone la soberbia del dinero y la arrogancia por efímero. Su elección como sustituto de Kevin Spacey definitivamente logra respaldar la autenticidad de la edad senil de Getty, algo que le da peso al filme en cada toma y escena en que aparece.

Ridley Scott rescata la época de los 70's con trasloques de tiempos en su narrativa, bañados con el sigilo de la campiña italiana entre tonos fríos y sepias. No obstante, por momentos el desarrollo del segundo acto se vuelve denso y parece no ir a ningún lado, hasta el momento en que articulan sus tres personajes principales con la autenticidad de la triada que conforman Mark Wahlberg, Michelle Williams y Christopher Plummer, siendo la base de toda la película.

Ver a sus personalidades convivir y friccionar es una delicia del más ingenioso guión. Sus diálogos permean las respuestas más acertadas cargadas de cinismo y descaro justo en el momento preciso, las cuales parecen resguardadas en la punta de la lengua. “Si puedes contar tu dinero, entonces no eres rico”.

La representación de los John P. Getty dentro del filme, encierra una mítica que involucran varios clichés de la vida de los millonarios, principalmente el que el dinero no lo compra todo. Podrá darnos relativamente atisbos de felicidad con drogas, sexo, alcohol y libertinaje; sin embargo es una felicidad pasajera que no tarda en esfumarse en el primer golpe de realidad. Tal como el mismo Getty cita “El hombre que tiene hijos, le da rehenes a la fortuna”, previendo la decadencia de su linaje.

Además de adentrar a los personajes a la desconfianza hacia los que los rodean y temer por quienes quieren el poderío que se amalgama en sus tesoros; la preferencia de los objetos que a las personas; y cómo a los hijos que se les da todo, muchas veces no valoran los sacrificios de los padres, desdeñando el valor de las cosas y, sobretodo, la muerte que arrasa sin que nos podamos llevar algo.

Si bien juega con estos simbolismos, el filme adoctrina de manera sensata sobre el valor de la familia, de los lazos que entrañamos más allá de un linaje que sobrepone un “nombre” o un “apellido”, sino más bien de penetrar a la razón de lo qué se está dispuesto hacer por el amor a nuestros seres queridos, y cuán grande puede ser la fanfarria de una persona.

“All the money in the world” ejemplifica la simpatía poco agraciada de la gente rica, de sus ambiciones y de sus miedos, aunado con la perfecta dosis de caer en la rendición de que siempre son seres vulnerables que se sumergen en la desgracia, aunque en su exterior sean una fortaleza tapizada de billetes que no tardan en arder en llamas al descubrir lo cuan miserables pueden realmente llegar a ser, retándonos, en cierta forma, a si realmente aceptamos llevar esa vida al poseer "todo el dinero del mundo".

Un filme que no pasa ni con pena ni con gloria, pero que la polémica le dará su lugar entorno a la desigualdad que puede ocurrir en el mundo del espectáculo, tanto por las diferencias salariales de sus protagonistas por simples reshoots (Williams y Wahlberg), cómo la sustitución de Spacey por Plummer envueltos en la denuncia sobre los escándalos sexuales de Hollywood.
Atilio Flores
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