Con buena voluntad podría aprobarse este vuelo a Tánger pero siendo críticos y pensando en aquellos que realmente quieran una opinión válida de alguien que se moje, no me queda más remedio que decir que la película no merece ni un minuto de nuestro tiempo.

Estaban todos, el feo, Carita de mono; Corinne, la rubia que se quita el vestido para animar un poco el cotarro que por entonces está de lo más aburrido; material, aviones, vehículos matriculados en Tánger, el dinero (3 millones de francos, no se ven pero se los supone, como el valor) y demás conceptos; pero la dirección y un argumento pobre invalidan todo intento de salvar el resultado.

La música de fondo es catastrofista; la policía internacional es de chiste, mala de solemnidad, sin profesionalidad; Jack Palance y las dos mujeres huyendo por los campos marroquíes dan pena y, en general, las reacciones de los personajes casi ni tienen sentido. Estas películas añejas tienen su encanto por los escenarios, el blanco y negro, la trama vintage y el glamour de los actores, pero en este caso hablamos de una película en la que no existe encanto ninguno. Jack Palance y Carita de mono, una pareja que podía haber resultado curiosa, al final no deslumbran en nada, ni atraen ni funcionan, y pienso que a ella ese tío tan raro le daba miedo hasta acercarse a él.

Curiosa relación que se establece entre un payaso y un aficionado a la pesca. Angosta, claustrofóbica, indignante, por momentos terrorífica, entras sin ninguna dificultad en la tensión que persigue. Secretos compartidos son también casualidades pero que puedes admitir puesto que las casualidades son posibles en un thriller psicológico como éste, además llevadas con efectividad. El caso es que el escenario en el bar, siempre en planos cortos, con pizzas de anchoas y cervezas, más que invitar a escuchar, te mete en las confidencias machistas entre el asesino y su colega el pasayo; en el otro lado, las mujeres aportan el dramatismo de una forma altamente notable. Me ha llamado la atención cómo la cinta siendo de una temática tan utilizada y vista en películas norteamericanas, adquiera tal realismo gracias a la labor del elenco, las expresiones y ese ambiente asfixiante pero al mismo tiempo más cercano.

Mike Hammer es el otro gran detective privado que viene en la guía junto a Sam Spade, Lew Archer y Philip Marlowe, están cortados por el mismo patrón y como todos somos un poco detectives diremos para los que lo deseen que la información se puede buscar, pero la opinión se crea.

La información la busca Mike Hammer porque le jode enormemente que se carguen a las mujeres tristes, es una característica de esta gente. Aceptan cualquier trabajo, no duermen, se alimentan de café, se curan bebiendo alcohol y como diría Loquillo, para qué discutir si puedes pelear. Mike tiene unos principios sólidos, sabe dónde está el bien y de ahí no le mueves.

Esta película tiene el seguimiento automovilístico, no persecución, más largo que recuerde, y me ha enganchado, aunque reconocemos que le faltarán otras cosas. Todos somos un poco detectives y no tenemos que visitar muchos garitos para saber que este asunto huele a Halcón maltés, temas de valiosas joyas perdidas en el tiempo que cuando resurgen, los tiburones las huelen a la primera. Aquí una morena le dice a Mike que huele a poli, no sé si será un tiburón hembra pero si no lo es, ya habrá otra que lo sea.

Por supuesto no hay que comparar nada, cada detective tiene su oficina y su secretaria y lo que importa es que Mike mantenga el tipo, las damas tengan buen tipo y el ambiente cumpla con lo que uno busca, si el nivel no es muy alto, mala suerte. Esa es otra característica del detective privado.

Modesta producción con un argumento sostenido más que nada por la labor de los actores dentro de un muy acertado casting. Un ingeniero, Buzz Doyle, llega al pueblo sin un motivo claro y allí conoce a Terry (lo primero que hace es mirarla el culo, no se corta el tío); a partir de ahí los acontecimientos se van a precipitar.

La introducción es simpática y eso influirá en la predisposición del espectador. La historia la marca una rivalidad congénita entre hermanos, Reno y Lilly, que ha llegado a su cénit a causa de un pozo petrolífero. Ella, Lilly, es una temible devora hombres y dota a la cinta de una extraña tensión sexual.

Hay más tensiones y sorpresas y para ello nos moveremos entre un barman cabreado con los clientes y con el mundo también, un violento sheriff que no las ve venir, un abogado borrachín y un mono experto en spaguetti. Una cinta diferente de bajo presupuesto pero que da la impresión que fue bien aprovechado.

Será en el spoiler donde desvelaré que hace un megalodón en las aguas de Mallorca. De momento basta decir que el escualo ha venido con hambre y mala leche. La isla está llena de turistas en la playa y el megalodón ronda sus orillas con aviesas intenciones. Es incomprensible como los autores de la película han obligado al protagonista a ir con chupa de cuero todo el rato. La gente en bañador con 40º bajo las sombrillas y el tío con cazadora gritando: “¡Fuera, fuera del agua! ¡Tiburones!”

Debe apestar a sudor. Aún así, una tía va a verlo a su casa y se enamora de él. Utiliza la técnica de preguntarle por una playa y él decide acompañarla. Una licencia asombrosa de los responsables ya que la escena bebe de Los puentes de Madison de manera descarada. Nos referimos a cuando Meryl Streep decide acompañar al fotógrafo a quien no ha visto en su puta vida a mostrarle donde está el puente chusco del Sr. Madison.

Hay escenas que no tienen nada que envidiar a los thiller más famosos como los de Misión Imposible. Hablamos de cuando vemos al Smart por el mercado de Mallorca correr de la policía. ¡Ni Tom Cruise! Por tanto se puede disfrutar de acción de la buena, aparte de que la trama conlleva también aventura y pasión por doquier.
Lo mejor, en resumen, que se puede decir de esta aventura: Piérdetela.