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Críticas de Luis Guillermo Cardona
Críticas 3 333
Críticas ordenadas por utilidad
9
21 de mayo de 2016
3 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
Fue, en 1939, cuando el dramaturgo alemán, Bertolt Brecht, publicó su obra, “Leben des Galilei” (La Vida de Galilei) en la cual se sirvió de la brillante, y muy difícil, historia del celebrado matemático, astrónomo y científico italiano Galileo Galilei, para hacer una asociación metafórica del represivo régimen nazi que había alcanzado el poder en la nación germana. Para Brecht, lo que había hecho la iglesia romana contra el hombre al que le debemos la balanza, la teoría heliocéntrica, el perfeccionamiento del telescopio y otras grandes teorías, se asemejaba bastante con el oscurantismo fanático de Hitler, quien exterminó o hizo marcharse del país a los más grandes hombres.

Traducida al inglés, en colaboración con Charles Laughton, la obra de Brecht sería estrenada en New York, con Joseph Losey como director y Laughton como Galileo, el 30 de junio de 1947… y, fue precisamente este montaje, el que dejaría suficientemente entusiasmado al productor, Dore Schary, quien no tardaría en proponer a Losey la dirección de su primera película... pero, habría que esperar en el paso del tiempo a que el 7 se ubicara antes del 4 para que, Losey con The American Film Theatre, pudiera realizar la brillante adaptación cinematográfica que, por fin, tenemos ocasión de ver.

La obra arranca en 1609, cuando Galilei, instructor de matemáticas en Padua, se esmera por demostrar las teorías de Copérnico… y es cuando el Fatum pone en sus manos el telescopio que patentara el alemán Hans Lippershey, el cual Galileo perfeccionó agregándole un lente refractor que aumentaba 30 veces la distancia visual del tubo óptico de Lippershey.

Incondicionalmente apoyado por Andrea Sarti, el hijo de su casera, a quien transmitirá muchos de sus conocimientos, el entusiasta astrónomo comienza a escribir y a publicar sus teorías, con las que despertará los comentarios más positivos de los hombres y las instituciones de ciencia, pero también hará roncha entre las más dogmáticas autoridades eclesiásticas, cuyo Santo (¿?) Oficio ejercía, por entonces, sus abominables ejercicios.

Lo que sigue, hace ya parte de los momentos más sombríos y deplorables que ha padecido la historia de la humanidad y Losey va a recrearlo sin sensacionalismo alguno, pero con una objetividad que no tiene pelos en la lengua ni siquiera al momento de dejar, bien claro, el papel asumido por el astrónomo en este particular insuceso.

Como suele hacerlo con todos sus personajes, a los que Losey da siempre los mejores argumentos, también Galileo tendrá los suyos, y al final, quizás comprendamos que “las desgracias sólo son errores de cálculo”, pero que la obra de un hombre será siempre su obra y se sostendrá en la historia por su propio peso.

Un muy selecto reparto, incluye nombres como Topol, Colin Blakely, John Gielgud, Michael Lonsdale, Georgia Brown, Tom Conti y Michael Gough, gente que ha dignificado las tablas y el cine con sus profesionales apariciones.

<<GALILEO>>, es otro notable acierto de ese gran director que fuera Joseph Losey, quien, en carne propia también había padecido los vejámenes de una obtusa censura: la de la HUAC.
Luis Guillermo Cardona
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8
18 de mayo de 2016
3 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
El miedo comienza, comúnmente, con una sensación de inquietud ante la advertencia de un peligro que puede ser real o imaginario. Entonces, la mente se bloquea (aunque en las personas mejor formadas se aguza), el corazón palpita con celeridad y el sistema nervioso genera una especie de temblor en ciertas partes del cuerpo. Si las personas atinaran, en ese preciso momento, a respirar profundamente, el miedo, en muchos casos, se haría controlable y se podría tener respuestas más razonables frente a él. Pero esto no lo sabe la mayoría y otros se olvidan de hacerlo ante tales situaciones.

Cuando dejamos que el miedo nos invada, su energía comienza a contraernos, la mente asume una idea fija y obsesiva que reclama la huida y la razón se obnubila de tal manera que nuestro comportamiento es casi el de un autómata. Hay quienes llaman a esto cobardía, pero en muchos casos es un impulso irrefrenable que tiene su origen en el instinto de conservación.

Las instituciones tienen reglas y en algunas, como en el sistema castrense, tienden a aplicarse con tal rigurosidad que, en no pocas ocasiones, rayan con la tiranía. Se quiere sentar un precedente, se quiere dejar claro que no habrá tolerancia alguna… o, en algún arrebato de prepotencia, se quiere demostrar quién es el que manda, y es entonces, cuando la justicia escasea hasta en el interior de las instituciones que dizque hacen justicia.

El inglés, James Landsdale Hodson (1891-1956), fue un corresponsal de guerra cuyos diarios interesaron tanto a un editor que terminaron convertidos en una colección de siete libros de notable éxito. Esto lo animó a seguir escribiendo sobre sus experiencias, y entre otras novelas, en 1955 aparecería “Return to the Wood”, la cual interesó al dramaturgo, John Wilson, quien la convertiría en una obra teatral, y después de éste, Evan Jones la trasladaría a guion cinematográfico siendo, Joseph Losey, el encargado de dirigir la película con el título “REY Y PATRIA”.

El título es irónico, porque se trata de un chico inglés que, por el rey y por la patria, decide enlistarse en el ejército durante la Primera Guerra Mundial, y tras tres años de positivo servicio, un día gris durante un combate, tiene una crisis de miedo, su mente se obnubila y su ser reclama la huida… y al día siguiente, el soldadito termina en corte marcial donde podremos conocer la suerte de ‘justicia’ que a veces procede en las mayores instituciones.

Una serie de escenas, en las que las ratas hacen presencia en los cobertizos, entre los cadáveres de animales y en otros lugares, sirven de dura metáfora para ilustrar las respuestas condicionadas de muchas sociedades.

De nuevo, Dirk Bogarde, nos ofrece una fuerte actuación como el abogado que comprende con claridad el comportamiento de su defendido; Tom Courtenay, es Arthur James Camp, el joven que, si acaso tuviera la ocasión de volver a empezar, quién sabe qué pensaría ahora de su rey y de su patria; y Leo McKern, es la suerte de médico que juzga por sí mismo y no por lo que, con conocimiento de causa, indica la ciencia.

Con “REY Y PATRIA" , Joseph Losey aporta al cine otra obra de fuerte significado.

Título para Latinoamérica: "POR LA PATRIA”
Luis Guillermo Cardona
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8
14 de mayo de 2016
3 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
No cesa de sorprenderme la cantidad de obras cinematográficas que, muy frecuentemente, encuentro relegadas al olvido, siendo pocos, muy pocos los cinéfilos que las han tenido en cuenta no obstante que son verdaderos tesoros de arte y humanidad; cine que alecciona, que nos muestra una hermosa manera de ver lo cotidiano, que nos alienta a percibir otra realidad. Películas en las que el hombre común y el descarriado son vistos en esa divinidad que, pretendidamente se desconoce, por defender ideales (o tradiciones) apocados y penosamente sesgados.

Mucho tiene que ver en esto la clase política dominante que, no queriendo ver cuestionadas sus ímprobas instituciones o las ya rancias tradiciones sociales, ejerce una censura -directa o soterrada- que obliga a que, muchas grandes obras de arte, terminen sin puerta de entrada o empolvadas en las bodegas de las distribuidoras porque “a nadie interesan”.

Cuando el referente de los espectadores es sólo lo que ponen en las salas, están groggy, porque, apenas con excepciones, el cine que se exhibe en estos espacios suele ser el más castrador y el más intrascendente. No estimula el pensamiento, no forma seres críticos y despiertos… ¡por eso se le abren todas las puertas! La insensatez sigue manteniendo en este mundo las más altas probabilidades de triunfar… y sino pregúntenle a Mr. Trump.

“LA RONDA DEL SOSPECHOSO”, fue la primera película que, el director Joseph Losey, hizo en Europa. Rodada en Italia, con protagonistas americanos y actores de conjunto de origen italiano, el guion, escrito de nuevo por Ben Barzman, según una historia de Nöel Calef, tiene como protagonista a una suerte de hombre en crisis que, por la fuerza de las circunstancias, lleva ahora una vida de vagabundo, aunque, en este preciso momento, tiene el clarísimo propósito de viajar -aunque sea como polizonte- en el próximo barco que zarpará a la medianoche. Pero ha sido descubierto y es enterado de que viajar le costará 50 mil liras. ¡Ojo con esta cifra!

Lo que sigue, nos mostrará la relación que va a darse entre, un hombre perseguido por la policía (excelente Paul Muni) y un niño de ocho años (Vittorio Manunta), que también se cree perseguido por “robar” un litro de leche. Y lo que ocurre entre ellos… con su entorno… y con las instituciones del estado, va a hacernos aflorar sensibles emociones que, quizás nos sensibilicen como merecemos. Otros personajes, como Angela (Joan Lorring) la joven empleada de una tienda o Peroni (Alex Silvani), el hombre del caballo, harán también parte significativa de la gente que sufre los rigores de la miseria.

Es una Italia en ruinas tras la guerra; robar es, para muchos, la única forma de sobrevivir… pero las leyes juzgan hechos y no razones, mientras que los inescrupulosos buscan aprovecharse de los más débiles. Y en un estilo, decididamente influido por el trascendental neorrealismo, Losey nos entrega una historia simple, pero cargada de acrisolado espíritu. Podremos ver la suerte de condenas que emite el hombre, pero en nuestro fuero interior no sé si podamos hallar verdaderas razones para juzgar.

Quizás, también Losey esté convencido de que, la única justicia que el hombre puede esperar, sólo va a encontrarla cuando realice el inevitable viaje a la eternidad… y para hacer este viaje, no se necesita 50 mil liras.

Un diálogo para enmarcar:
Pregunta el policía al anciano Peroni:
- ¡¿Por qué no dijiste lo del arma?! ¡¿No crees que podrías haber evitado un crimen?!
Peroni responde preguntando a su vez:
- ¡¿Por qué no le diste un pedazo de queso?! ¡¿No crees que podrías haber evitado un crimen?!
Luis Guillermo Cardona
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8
12 de mayo de 2016
3 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
Cuán precisa resulta la escena en la que vemos a algunos padres acompañando a sus hijos a los estrados judiciales donde van a ser juzgados por algunos actos delincuenciales. Sólo se necesita, ¡un minuto!, para que su comportamiento nos revele, a ciencia cierta, que los chicos están en muy malas manos. Observándolos más a ellos que a los chicos, el sensato juez, H.J. Gilbert, optará, entonces, por enviar a los muchachos a un correccional donde espera que se les convierta en hombres útiles a la sociedad… pero, como suele ocurrir en las instituciones donde los funcionarios se nombran más por influencias políticas que por idoneidad, otro tirano incompetente se encuentra en ejercicio como director del reformatorio. No obstante, para fortuna de los chicos, un director adjunto va a ser nombrado, y con, Richard “Patsy” Gargan, un gánster con ansias infinitas de redimirse, las cosas van a ser a otro precio.

De nuevo se demuestra aquí que, más que un diploma, es la experiencia de vida lo que hace a alguien idóneo para determinadas profesiones; y también se comprueba que no es castigo, ni intolerancia, ni mal trato, lo que se necesita para reformar a un hombre. Reconocimiento, apoyo, empatía, trato digno, participación… pesan mucho más para llegar al alma de un ser humano que sólo espera ser tenido en cuenta para que de él aflore lo mejor que puede dar.

Una historia -muy seguramente inspirada en la labor que, desde 1917, venía haciendo el sacerdote, Edward J. Flanagan, fundador de Boys Town (La ciudad de los niños)-, escrita por Islin Auster con el título, “Reform school”, y llevada a guion de manera muy efectiva por Edward Chodorov, da comienzo a ésta y a una serie de historias cinematográficas que vendrían luego con notable acogida por parte de un público ávido de justicia social: “Dead end”, “Boys town”, “The Crime School” (remake del filme que nos ocupa) y otras tantas.

Durante la marcha del rodaje, la Warner desistió de que, el personaje Jimmy Smith (que muy sólidamente interpreta el joven, Frankie Darro), creciera para ser interpretado luego por James Cagney (nótese el parecido de ambos), y entonces se llamó a, Michael Curtiz, para que asistiera al director de cabecera Archie L. Mayo, y con él se agregaron las escenas que los tuvieron a ambos (Darro y Cagney) como auténticos protagonistas. No obstante su valioso aporte, por deferencia con Mayo, el director húngaro rechazaría ser incluido en los créditos… y además, ya tenía suficiente con las ¡ocho películas! que, él personalmente, había rodado en 1933.

La preciosa, Madge Evans -otra de esas lindas actrices que tendría que dejar luego su carrera por haberse casado con un marido conservador e inseguro-, tiene aquí un fuerte rol femenino como la enfermera Dorothy Griffith, dispuesta a asegurar los cambios que traigan dignidad a los chicos del reformatorio.

<<POR EL MAL CAMINO>>, se beneficia significativamente de haber sido realizada en tiempos de pre-code, pues se pudo mostrar la dureza con que eran tratados los chicos en aquellas instituciones llamadas a “socializarlos”, y se logró realizar una escena cumbre de altísimo impacto que, de haber sido rodada un año después, hubiese sido cortada sin remedio.

Probablemente se corrobore aquí, cómo la injusticia llevada a situaciones extremas, obliga finalmente a las resoluciones violentas.
Luis Guillermo Cardona
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8
28 de abril de 2016
3 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
La buena fortuna seguía siendo harto benévola con el actor, Marlon Brando, cuando, ante la enorme fama y acogida que tenía en todo el mundo gracias a su exitosa aparición en títulos como, “A Streetcar Named Desire”, “Julius Caesar”, “The Young Lions”, y otras joyas, logró que el productor, Aaron Rosenberg, le concediera todas sus exigencias para aceptar el rol de Fletcher Christian, el segundo a bordo del lanchón, perdón, buque Bounty en <<REBELIÓN A BORDO>>. Entre las prebendas con las que pudo contar la gran estrella, estaba un altísimo salario básico, cinco mil dólares por día de retraso en el rodaje y un porcentaje de los recaudos en la taquilla. Esto en lo económico. Pero también se le concedió que se incluyese una mayor participación a los amotinados de la historia… e incluso, él podía decidir la hora en que se iniciaba el rodaje de cada día.

Todo esto, sumado a los cambios climáticos que retrasaron por meses el rodaje, más las enfermedades de todo tipo que contrajo buena parte del equipo y que aumentaron los retrasos... más la salida del director, Carol Reed, por desavenencias con el productor... más el desprecio que sintió el nuevo director, Lewis Milestone, por su superestrella porque nunca se sujetó a sus planes de trabajo, hizo que el rodaje de esta gran película fuera uno de los más pesados que se conozcan en la historia del cine… y claro, la crítica que conoció todos estos bemoles la cargó contra Marlon Brando, y el análisis de la película no fue objetivo, porque en numerosos casos estuvo hondamente prejuiciado por estos hechos.

Creo que muy pocos se atreverían a objetar, con sustentaciones que pesen y no con meros adjetivos, la calidad técnica que nos ofrece el director, Lewis Milestone (Reed apenas había logrado rodar una escena de 10 minutos), en su película: La fotografía, además de que aporta efectivos matices emocionales, es de una belleza casi pictórica; la puesta en escena de lo que ocurre dentro del Bounty es de sobra convincente (aunque se noten unos cuantos backprojections) y se consigue con ella significativos efectos dramáticos; los escenarios naturales en Tahití son de una belleza paradisíaca y queda plenamente exaltada la generosidad de los nativos… y, entre otras cosas, la banda sonora de Bronislau Kaper, es impecable en su complementación de las imágenes. Hasta el tema con mucha percusión del entreacto resulta precioso.

Argumentalmente, la película me gusta más ahora que la primera vez que la vi, y aunque la versión que, Frank Lloyd, realizase en 1935, sigue sintiéndose más dramática y potente, en mucho por la poderosa actuación de Charles Laughton, ésta la supera en su estructura visual y, Trevor Howard, tampoco se queda muy atrás en recrear la tiranía del legendario capitán Bligh. También es un mayor acierto en el filme de Lloyd, el oportuno contraste entre lo dramático y la comedia, que aquí escasea bastante, pero, Milestone profundiza bastante en el personaje, Christian Fletcher, hasta plasmar, en forma precisa y creíble, el proceso que habrá de producir su cambio. Y en lo personal, prefiero por mucho a Marlon Brando –quien, a su manera, hace aquí mofa de los marines ingleses- al sobrevalorado, Gable, que siempre ofrecía lo mismo de lo mismo. Además, el amor de Brando por las chicas de ascendencia nativa luce absolutamente sincero, pues, no por nada estuvo casado con Movita Castañeda, la actriz que apareciera en la primera versión de, “Mutiny on the Bounty”; y esta vez, se casaría con la polinesia, Tarita Teriipia, a la que quiso como a ninguna... y de cada una tendría dos hijos.

Aunque tampoco resulta bastante complaciente la particular resolución que, Milestone, da a su filme -de seguro para alejarse de la apreciada película de Lloyd-, éste resulta bastante logrado y deja muy claro el derecho de cualquier grupo o comunidad a unirse contra la tiranía hasta su derrocamiento definitivo.

Título para Latinoamérica: <<MOTÍN A BORDO>>
Luis Guillermo Cardona
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