Un thriller fallido más. La intriga utiliza unos recursos muy manidos y no consigue enganchar al espectador en ningún momento. El papel del protagonista no es creíble, más bien es para llorar. Ni siquiera Michel Caine, que para mí es un buen actor, puede sacar adelante su personaje sin provocar lástima. En fin, lo que se dice un pastiche total. Lástima del dinero que haya costado el rodaje.

Con su lenguaje claro y rotundo, Eastwood nos traslada una preocupación real que, seguro, él mismo se está planteando; es la pregunta del millón: "¿Qué hay después de la muerte?". Y lo hace desde su mirada americana, un punto de vista que puede parecer vulgar o superficial, pero que es el que podemos tener un importante sector de la población occidental.
No deja de lado ningún aspecto del tema: 
- la existencia de una investigación científica sobre las experiencias cercanas a la muerte
- la trascendencia emocional que tiene sobre todo para los que acaban de sufrir una pérdida
- el negocio que supone el asunto, ya sea la literatura o la videncia
- la manipulación y superchería que campan por sus respetos
- la "conspiración de silencio" a la que está sometida la cuestión, aprisionada entre el lobby religioso y el agnosticismo que se deriva del chato racionalismo imperante en la ciencia en general.
Todo ello está barajado en la película con una estructura dinámica de historias cruzadas, unos actores muy bien dirigidos, resultando un producto entretenido y a la vez honesto.
Sólo echamos de menos la mirada introspectiva, ya sea en el ámbito de la investigación o de la experiencia interior. Pero esta dimensión es difícil de manejar y ha de encajar perfectamente en la película, a riesgo de derivar en un cine pretencioso al que Clint Eastwood jamás se ha aproximado, porque esa no es su visión.

Una sólida historia de superación personal basada en hechos históricos, la del rey Jorge VI, encarnado por un magnífico Colin Firth, acompañado por otros dos actores que no le van a la zaga, Geoffrey Rush y Helena Bonham Carter. Recuerda bastante a "The Queen", por su acercamiento plenamente humano y realista al personaje.
La tartamudez es tratada como la cristalización del miedo y la inseguridad, en un sujeto muy contrariado y ninguneado en su primera infancia, y con una figura paterna muy poderosa.

La película toca un tema de candente actualidad: la "vacuidad" de la economía financiera, metida en una espiral cada vez más alejada de los valores económicos reales. Aún estamos sufriendo el último crack provocado por los "activos tóxicos" que ha habido que "sanear" inyectando miles de millones en el sistema financiero. Lo que vemos en la película no parece menos real que el reciente fraude de Bernard Madoff: ¡es así como funcionan en la realidad los tiburones de las finanzas!.
Sobre esta interesante base, se contrasta la insaciable codicia, que ha reemplazado a los valores morales en las mentes de los sacerdotes de la nueva economía, con las condiciones humanas de los personajes que se ven confrontados con esta situación, como hacen las antecesoras de esta película Glengarry Glen Ross y Wall Street. A falta de un análisis psicológico más detallado, lo que parece que no es el objetivo principal del film, se consigue resaltar muy bien la inmoralidad de este sistema de cosas.
El ritmo es muy adecuado y no decae en ningún momento. El mensaje es claro y rotundo. El film se queda en tu memoria nítidamente dibujado. Para no perdérsela.

Sin poder despreciar su entidad, la película la considero fallida, precisamente por pretenciosa, porque no se limita a contar con naturalidad una historia (como por ejemplo "Antes del amanecer"), sino que es un intento premeditado de investigar a fondo grandes cuestiones: la posición humana frente a la vida, el rol del hombre y la mujer en la pareja, el destino del amor ante el paso del tiempo, el significado del arte, etc. Conseguir esto es francamente difícil.
No cabe duda de que el intento es honrado, de que viene de un director con grandes recursos fílmicos, y que cuenta con diálogos profundos (¿quizá demasiado profundos?) y sobre todo, con una gran interpretación de la Binoche, auténtica savia vital de la narración y tabla de salvación de la atención del espectador (aunque a algunos no haya conseguido salvarles...). Pero a pesar de todo resulta fallido, porque la aproximación es excesivamente intelectual, como el propio personaje central masculino, y la parte ideológica es una losa que desequilibra la película. A su lenguaje fílmico le falta el "élan vital", esa delgada línea roja que separa la película genial del bodrio filosófico.
Hay pensamientos cuya transmisión requiere la escritura (algo que pueda ser releído y repensado). No se puede meter un ensayo en una pantalla, sencillamente porque no funciona, porque el lenguaje de las imágenes no es el apropiado.
Al espectador inocente le queda la sensación de haber asistido a algo de envergadura, pues no se pueden negar los momentos felices de algunos diálogos, y su tendencia, si es "políticamente correcto" y dado que hablamos de un director de culto, es a puntuar muy alto esta película. Pero por muchas críticas favorables que pueda recibir, le doy un 5, pues es innegable que la pretendida universalidad no está conseguida, los caracteres resultan un punto caricaturescos, la situación de los personajes es artificiosa, los hombres y las mujeres no son necesariamente así... La "mirada del espectador" no es suficiente para caracterizar una obra de arte, hay algo más, precisamente lo que le falta a Copia certificada.