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Críticas de Filiûs de Fructüs
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Críticas 37
Críticas ordenadas por utilidad
3
21 de septiembre de 2010
42 de 66 usuarios han encontrado esta crítica útil
Winterbottom es un director terriblemente prolífico. Los datos lo corroboran. Ha dirigido 16 películas desde su debut en 1994 con 'Besos de mariposa'. Haciendo balance son la nada despreciable suma de una película al año, sin contar que hay años en que ha acabado dirigiendo dos. Esta información me es necesaria para, de alguna manera, excusar al director por la irregularidad de su filmografía. Y no porque sea él, ni mucho menos. Ni siquiera los ya consagrados genios como nuestro amigo Woody Allen pueden aguantar semejante ritmo de producción y salir del todo indemnes.

Desgraciadamente, 'The killer inside me' no deja de ser una película irregular. Y digo desgraciadamente porque el tema de partida es interesante, jugoso. Partiendo de la novela homónima de Jim Thompson publicada en 1952, la adaptación prometía ser enfermiza, durísima. Y es que en palabras de, ni más ni menos, Stanley Kubrick, la novela de Thompson era "la historia más escalofriante que haya leído jamás sobre una mente deformada por el crimen". Es normal que cualquiera salivara más de la cuenta al saber que Winterbottom iba a adaptarla al formato cinematográfico.

La atmósfera enfermiza la consigue. Técnicamente es una película notable, la puesta en escena está conseguida y la ambientación cincuentera convence. Es una lástima que todo lo demás sea mediocre, empezando por la elección del protagonista. Si a vosotros os acojona un tío con voz de mariquita que no ha roto un plato en su vida me parece perfecto. A mí me parece ridículo. Además, tampoco le haría ningún daño al espectador ver algun movimiento facial por su parte. Si Nicolas Cage es un carapalo, Casey Affleck es un caraladrillo. Qué insoportable se me hace ver una cara tan estática. Seguro que muchos dirán que clava el papel de asesino frío, inteligente, metódico. Yo os diré que no os engañéis. Lo que pasa es que no sabe actuar. Los demás que forman parte del coro actoral cumplen sin más.

Por otro lado hay algo que me molesta mucho en una película, y es el uso de los flashbacks y la voz en off. Lo habéis adivinado, ambas sobran en esta película. Y es que estorban. Y no tiene continuidad en la historia, así que, ¿para qué meterlas? De verdad que aún no le veo el sentido. ¿Trauma infantil? Muy bien, chato. Qué facilón.

El final es, sencillamente, ridículo. Si aún restaba alguna esperanza de ver una película decentilla acaba derrumbándose en su escena final. Hay que verla.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
Filiûs de Fructüs
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El ilusionista
Francia2010
7,3
10 859
Animación
7
16 de febrero de 2011
28 de 39 usuarios han encontrado esta crítica útil
Siete años después de la notable y refrescante reinvención del género animado llamada -por estos lares- 'Bienvenidos a Belleville', Sylvain Chomet (también autor de un agudísimo cortometraje satírico llamado 'La anciana y las palomas') vuelve con su segundo largometraje, apoyado además, por un guión inacabado de otro gabacho más célebre si cabe: Jacques Tati.

Eso sí, en esta ocasión Chomet no sorprende al espectador, pues usa las mismas cartas que ya dejó entrever en su anterior largometraje. 'El ilusionista' no es una película novedosa (menos habiendo visto la lacónica filmografía del director), ni mucho menos, cosa que puede apreciarse a lo largo de sus 72 minutos de metraje, dónde vuelve, sin apenas diálogos, a contarnos una historia melancólica, hermosa, triste.

La animación, en cierta manera una mezcla de elegancia y caricaturización, sigue siendo el pilar principal sobre el que se sustenta el cine del animador francés. Trazos delicados, sinuosos. Paisajes que dan una sensación de dejadez. Personajes grotescos, como la ex diva, ya entrada en años, que parece andar con los hombros o como los ridículos personajes que componen un grupo de rock. Chomet sigue exprimiendo su particular universo, en una historia que demuestra que los estilos de Tati y del propio director de este film son, a su manera, muy afines. Los protagonistas, dotados de ese halo de misterio de aquél parco en palabras, se relacionan mediante un lenguaje analítico, sugerente y sobretodo, dinámico. Porque lo que no se le puede negar al cine de Chomet es de que, a pesar de carecer casi por completo de diálogos, sus filmes no se hacen en absoluto aburridos: siempre está pasando algo, siempre hay algún detalle que merece ser observado.

No me olvido de la historia, aunque la dejo para el final, ya que, en las anteriores ocasiones en que entré en contacto con el trabajo de Chomet, apenas me fijé en sus historias. Me fijé en el modo que tenía de contarlas, en cómo evolucionaban sus personajes o si los momentos de clímax estaban conseguidos. La historia de 'El ilusionista' es también sencilla, una suerte de dualidad que, por un lado nos muestra el deterioro de aquellos espectáculos houdinieros en pos de la evolución y, por otro lado, sacándolo del concepto ilusión, personalizado en la muchachita ilusa que acompaña a nuestro protagonista y que vemos como, al final, creer es un acto terriblemente dificultoso.

Como apunte final, mención especial el homenaje, totalmente explícito, a Jacques Tati, tanto por los carteles de un cine de ‘Mi tío’, como por la propia película que se expone dentro de esos cines, dónde Chomet rescata, con imagen real, la emblemática y entrañable figura de monsieur Hulot (al que no tiene nada que envidiar el aspecto y los movimientos del protagonista). Dicho lo cual, si os gusta el cine de Tati y os gustó el anterior largometraje de Chomet, ‘El ilusionista’ no os defraudará en absoluto.
Filiûs de Fructüs
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8
8 de abril de 2020
18 de 19 usuarios han encontrado esta crítica útil
En uno de los pasajes del segundo largometraje de L. J. Mosese, This Is Not a Burial, It’s a Resurrection (2019), Mantoa, la anciana viuda que protagoniza la historia, explica un cuento a un pequeño crío sobre cómo la muerte forma parte del legado cultural de su pueblo. Podríamos decir, a grandes rasgos, que ése es el aparato discursivo del film, una poética y pausada reflexión sobre el rol que juega la muerte en la sociedad, entendido como un elemento contextual y propio de una comunidad concreta.

La película nos emplaza en un pequeño pueblo en las montañas de Lesoto, un país geográficamente enclavado dentro de Sudáfrica. Mosese dota el inicio del film de un halo entre alucinado y folclórico, con una decisión formal bellísima que recuerda al mejor de los Béla Tarr. En un lento travelling circular nos describe una especie de antro oscuro, un no-lugar decadente que nos descubre, semi-escondido, a un hombre tocando un extraño instrumento y dispuesto a contarnos una parábola.

Es una historia triste, de montañas que lloran y soledad. Mantoa lo ha perdido todo. Cualquier ser querido que la enraizara a la tierra ha fallecido, incluso un hijo minero al que lleva esperando desde hace años y que nunca aparecerá. Llegado este momento, su único alivio parece ser la muerte, a la que espera pacientemente cada noche en las penumbras de su hogar.

Hay en el momento en que Mantoa descubre el fallecimiento de su último ser querido, una buena muestra de lo que hace This Is Not a Burial, It’s a Resurrection un film memorable. Mientras Mantoa permanece sentada en una silla en el exterior de su casa, la cámara empieza a elevarse muy lentamente hacia el cielo, de un azul ocre bellísimo. Una vez alcanzado el cielo, la cámara vuelve con la misma parsimonia hacia el suelo, ahora con una Mantoa rodeada de gente en una suerte de ceremonia para recordar a su difunto hijo, que completa una elipsis temporal elegante y muy eficaz narrativamente.

La obra de Mosese es una película de cámara y puesta en escena. Todo en ella retrotrae a la eterna lucha entre lo viejo y lo nuevo, desde su formato cuadrado en 4:3 hasta sus elecciones cromáticas de gran contraste, pasando por la textura arenosa de la imagen. Por suerte, su radicalidad formal no es contraproducente con el tacto narrativo con el que Mosese adereza a su obra. Porque al final es un film lleno de sensibilidad, romanticismo y humanismo. Comprendemos y nos emocionamos por las decisiones que toma Mantoa, aún cuando estemos muy alejados culturalmente de sus convicciones o ideas sobre la vida, la fe o la muerte.

Y aunque desolada y sintiendo en sus carnes el flagelo de la soledad y el desamparo, Mantoa descubre una nueva voluntad para seguir viviendo, ya que los planes gubernamentales se interponen en su deseo de ser enterrada y descansar en paz junto a sus seres queridos. Desde la capital se está modernizando el país y en el pueblo de Mantoa se pretende construir una presa que anegará toda su orografía, incluido el cementerio y los restos de sus seres queridos. Empieza entonces la cruzada de Mantoa contra unos planes que atentan contra sus creencias más profundas. Y, en la secuencia final de la película, entenderemos porqué Mosese no considera su historia como la narración de un enterramiento, sino de una resurrección.

Retened el nombre, aunque reconozco que sea difícil, de Lemohang Jeremiah Mosese, porque es una de las voces más refrescantes e interesantes de la actualidad cinematográfica y aún es prácticamente desconocido más allá de los circuitos festivaleros (con este film ganó el Premio Especial del Jurado en Sundance). Recordadlo también para empezar a reivindicar un cine, el africano, que no está enterrado, sino que está resucitando.
Filiûs de Fructüs
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3
24 de agosto de 2010
32 de 49 usuarios han encontrado esta crítica útil
Siempre son bienvenidas iniciativas como las que ha tomado Mahou con la denominada Wikipeli, un proyecto financiado por la propia compañía, dónde se ha reclutado -almenos en esta segunda edición- un reparto conocido por la mayoría de telespectadores españoles. Exacto, esos de la nueva hornada de guaperas-que-suelen-trabajar-en-zurullos-del-nivel-de-mentiras-y-gordas. Aún así, se agradece el esfuerzo. Tras las cámaras, otro director de renombre en nuestro cine actual, Jaume Balagueró. Exacto, un director que se marca una gran película como fue la primera parte de '[•REC]' pero que entre su corta filmografía uno puede encontrar trabajos que nunca merecieron ver la luz, como 'OT La película'. Aún así, se agradece el esfuerzo.

Porque Balagueró domina el género. Si ya nos aterrorizó con su co-dirección en el documental con los triunfitos de turno, a punto estuvo de repetir la hazaña de provocar un terror tan visceral con películas correctas como son 'Darkness' o 'Frágiles' o la archiconocida '[•REC]'. Si alguien debía hacer este cortometraje, éste era Jaume Balagueró.

La trama se sitúa en cualquier piso imaginable. La típica -que al final no lo es tanto- pareja, envuelta en discusiones e insultos varios. Ella -Macarena Gómez- se va con los amigotes, él -Mario Casas- no tiene más remedio que quedarse solo en casa. Para no pasarse la noche entera dándole calor al manubrio, decide salir a despejarse a un pub, dónde conoce a Martina -María Castro-. Sí chavales, en dos minutos ya la tiene en el saco, algo inexplicable con esa cara de palo que pasea. Hasta ahí de puta madre, es decir, una mierda como una catedral.

Directos para el spoiler:
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
Filiûs de Fructüs
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10
19 de mayo de 2010
14 de 14 usuarios han encontrado esta crítica útil
'La pasión de Juana de Arco' de Carl Theodor Dreyer ('Ordet' 1955) es una nueva interpretación de la historia acontecida a esta santa, hija de Francia. Dreyer no nos muestra a la dama de armas que sí quiso mostrarnos el inclasificable Luc Besson ('Jeanne d'Arc (de Luc Besson)' 1999), sino que nos conduce por otros derroteros y quiere mostrarnos a una Juana de carne y hueso, humana, una joven de tan solo diecinueve años, débil, asustada, ante un jurado formado por poderosos ortodoxos y jueces que no tendrán ningún tipo de piedad para con ella. La película de Dreyer se centra en la lucha interior de esta muchacha, en su fe en el Dios que le encomendó la salvación y liberación francesa, una fe sometida al vilipendio y a la repugna del jurado de la Inquisición. Y qué mejor manera de captar esa lucha, esa tensión acumulada, esa fe desmesurada, que con la cara de la protagonista, el espejo del alma.

La fotografía de 'La pasión de Juana de Arco' es su principal baza y uno de los motivos primordiales por el que ser tildada de obra maestra del cine mudo -y de la Historia del Cine en general-. Esa sucesión de primeros planos, contraplanos, esos travellings mostrándonos a los miembros del jurado, mostrándonos sus muecas de intransigencia, las miradas de odio, que no harán más que firmar un final poco digno de la malograda Juana. Céntrandonos de nuevo en la fotografía, ella es la que hace que una película de 1928 parezca 30 años más joven, es un verdadero prodigio, un regalo para la vista, unas imágenes tan poderosas que ya son imposibles de olvidar. Un sentido del ritmo prodigioso, pocas veces visto antes. Al acabar el visionado de ésta película le queda al espectador una sensación difícil de describir, pocos films me han dejado tan anonadado como éste, y eso que no le tenía especial simpatía a Dreyer por sus trabajos -prácticamente sólo encontraba interesante 'Dies Irae'-.

La lección de Dreyer pasará a los anales de la Historia, y con todo merecimiento. El cineasta danés huye de cualquier tono épico que bien pudiera haberle dado el material con el que jugaba, pero Dreyer quiso mostrarnos a un personaje auténtico, con sus miedos y sus debilidades, con esa mirada de la incommensurable Falconetti -en su primer y último papel en el cine- mezcla entre la desesperación del juicio y la búsqueda de las palabras de Dios, un personaje desnudo ante las cámaras, obligado a retractarse ante los jueces o a morir en la hoguera. En un principio el miedo a la muerte es más fuerte que la pasión ante su divinidad, pero acaba retractándose y muriendo a fuego lento. 'La pasión de Juana de Arco' es más que un drama psicológico, con un ritmo terriblemente tenso y una puesta en escena avanzadísima en su tiempo, 'La pasión...' es una lección bestial de cine, un paradigma del cine como arte, una oda a los sentimientos mediante el impacto de las imágenes, un recuerdo imborrable en la memoria, por los tiempos de los tiempos, amén.
Filiûs de Fructüs
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