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Argentina Argentina · Buenos Aires
Críticas de Obdulio
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Críticas 21
Críticas ordenadas por utilidad
El último vals
Concierto
Estados Unidos1978
7,9
4 737
Documental, Intervenciones de: Bob Dylan, Van Morrison, Neil Young, Joni Mitchell ...
8
28 de mayo de 2016
1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
¿Debemos considerar a El último vals una película o un documental? Como documental, posiblemente se llevaría el diez. Pero tiene tantas cualidades de una película que, por más irracional que sea, es tentador calificarla como un híbrido, hacer un balance. Es injusto, lo sé, y por escribo esta reseña. Ya quisiera que todos los documentales fueran así. Una maravilla.
Obdulio
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8
3 de febrero de 2016
1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
Un idioma, un mundo propio, hecho de pequeños gestos, de pequeños ruidos. Para eso existe el cine, amigos. Bien ganado tiene su diez. Una película sublime y, como decían por ahí, hermética. Bienvenido a la tierra de Jim Jarmusch.
Obdulio
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6
2 de febrero de 2016
1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
Hudsucker Proxy comienza promisoriamente. Tiene todas las cualidades de una película de los Coen, bien desarrolladas, en un principio, y tan sólo eso la hace absolutamente atrapante. Cada personaje parece ser en sí mismo fascinante, el ritmo es vertiginoso, el humor no consiste en sólo chistes sino que es parte de un mundo mucho más amplio, en el que la fotografía cobra un papel fundamental. Pero pronto esos personajes en principio fascinantes, esa historia desde un principio frágil pero suficiente, van perdiéndose, enredándose (incluso a propósito) hasta deshacerse. Los personajes, como la trama, se estancan. En un punto, la película es puro tecnicismo, lo cual es admirable, de todas formas, pero la película, como pieza integral, pierde el sentido. En cuanto al humor, queda trunco. No llega a completarse, a hacerse una, como sí sucede con otras películas de los Coen. Y aun así, vale la pena verla, porque las impresiones pueden variar tranquilamente: no me sorprendería que a alguien le pareciera una maravilla; es de las películas que se encuentran en esa fina línea. Más allá de todo esto, ¡qué directores sublimes! ¡Qué obra impresionante, siempre a la altura, siempre nueva y atractiva! Véanla, si les gustan estos directores. Pero si todavía no los conocen, no es la película ideal para comenzar.
Obdulio
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5
27 de febrero de 2016
1 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
Esta película quedó vieja, pero desde la frialdad casi pura (muy tristemente) puede advertirse el virtuosismo de Argento. El mundo que crea no es demasiado original comparado con el resto de su obra, pero no por eso deja de ser maravilloso. Valioso cine de autor que hoy, lamentablemente, ha perdido vigencia.

Es verdad lo que dicen acá: narrativamente es definitivamente mala. Si en Suspiria ya la trama no parecía mucho más que una imposición de la que el autor se había despachado expeditivamente y con sencillez, en este caso el resultado es mucho peor. No hay un enlace interesante entre escena y escena; no hay una historia que atrape. Se trata de una sucesión de episodios cinematográficamente dignos y en ciertos casos muy buenos, pero no de una película consistente e integral.

Aquí, y en su obsolescencia, falla. En cierto sentido, más de lo mismo, y de peor calidad. Pero el mundo de Argento es tan genial y original que todavía vale la pena.
Obdulio
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4
2 de febrero de 2016
1 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
David Lynch debe ser una de esas personas que se dan los gustos en vida. Su filmografía es variada y experimental como pocas. La libertad con la que encara sus películas ha tenido resultados que, más allá de cualquier preferencia personal, siempre han sido interesantes. Dune es la película que estrena en 1984 entre la hermosísima The Elephant Man, de 1980, y la genialidad que es Blue Velvet, de 1986.
En definitiva, Dune no parece alejarse demasiado de los preceptos de la ciencia ficción (la comparación con Star Wars es inevitable), por lo que es sencillo imaginar la decepción de aquellos fanáticos del género que asistieron a su estreno, además del desconcierto que traen aparejadas las primeras visualizaciones de Lynch. Pero al contrario de otras películas, en Dune el desconcierto difícilmente fascine a alguien. Es que como película, Dune es inconsistente y por momentos bizarra, y los elementos lyncheanos que se hallan dispersos no sólo no arraigan en el espectador sino que, en cambio, recortan el sentido general de la obra. Porque este film es el más ordinario de la filmografía de su autor (aun con sus cosas), porque los rasgos que distinguen al director no llegan a fusionarse con la trama, y porque es la única película en la que Lynch actúa, Dune da la sensación de haber sido concebida como un capricho. Lo más probable es que no lo fuera: era recién la tercera película del cineasta y había firmado para su producción con De Laurentiis. Según Foster Wallace, la película requirió sumas de dinero inauditas para entonces. De modo que, más que un capricho, parece que el film sólo fue un fracaso.
Todas estas cuestiones revisten a Dune más del atractivo de la curiosidad que del de buena película. Cualquier aficionado medianamente avezado habrá alcanzado a distinguir las peculiaridades lyncheanas que por momentos captan la atención del espectador. Aunque a diferencia de otras películas el desarrollo progresivo de una atmósfera onírica y misteriosa que lo encubre todo no está presente en este universo distópico, los sueños y las imágenes premonitorias que se le aparecen obsesivamente al protagonista son una característica típica de Lynch. Aunque no me han encantado, la visión del “Water of Life” o de las terribles arenas de Dune tiene su mérito.
Otra muestra lyncheana se da en la elección de los actores: no sólo nos encontramos con Lynch mismo interpretando unas pocas escenas; también aparece su primer fetiche, Jack Nance, quien había protagonizado años antes Eraserhead y que, con papeles secundarios, aparecería en muchas obras posteriores del autor; protagonizando Dune nos encontramos con un joven Kyle Maclachlan (trabajando por primera vez con Lynch), tan tierno y heroico como en todos los papeles que le seguirían; por último, la presencia de Everett McGill, el mecánico de Twin Peaks. Pero, nuevamente, el efecto de los actores es ínfimo con respecto al efecto que producirían en otras películas: la inocencia de Kyle Maclachlan no significa nada si no hay un submundo intentando corromperlo; la neurosis de Jack Nance pasa por alto en una participación tan reducida (muy similar a la que tendría en Blue Velvet, por cierto).
Sin embargo, hay ciertos elementos destacables dentro de un film deslucido. Lo que más me atrajo fue, por mucho, el aspecto general del lado malvado del universo: la Casa Harkonnen. Las extravagantes escenas dentro de esa sala verde chillón, las actuaciones especialmente repugnantes de los malvados y en especial del gordinflón flotante (sic de mis subtítulos) cuya cutis adolescente es adorada por su médico, el secuaz apático de onda new wave interpretado por ¡Sting!, los cuerpos susceptibles de ser desinflados y, en fin, toda la caracterización de la Casa, son, en mi opinión, el punto álgido del film. Son de remarcar, dicho sea de paso, otro par de imágenes imponentes, a pesar del desperdicio general de las posibilidades que ofrecía per se la trama interplanetaria: el suntuoso recinto del Emperador, la escena en la cual vemos alistado en contraluz al ejército de Paul Modiba y, especialmente, los discursos multitudinarios de Paul en ese escenario gigantesco.
Un último grupo de componentes lyncheanos, acaso algo más sutiles, está conformado por ese sonido espacial que de a ratos recuerda a Eraserhead. Al bebé de Eraserhead también nos recuerda el monstruo repulsivo que aparece ante el Emperador en las primeras escenas. Por último, y aunque quizás sea una pura alucinación mía, creí encontrar ciertas reminiscencias de espiritualismo budista en el poder sobrenatural que ostentan Paul y su madre, especialmente en la energía que encarna la sonoridad de ciertas palabras, como en un mantra. Es conocido el interés de Lynch por el budismo y la meditación trascendental, sobre la cual escribió en su libro Atrapa al pez dorado.
En conclusión, Dune es una película atractiva para cualquier fanático de David Lynch, pero ni está dentro de sus mejores creaciones, ni es en sí misma una buena película. Es uno más de los tantos experimentos que llevó a cabo el director estadounidense, a quien, por suerte, no le interesan en lo más mínimo opiniones como ésta.
Obdulio
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