El canibalismo es un tema bastante morboso que ha regalado grandes títulos en la historia del cine. Sin embargo, siempre ha sido más apacible de presenciar cuando a este se le ha tratado con cierta distancia, preservando una zona de confort donde el espectador no establece un vínculo afectivo con el caníbal, evitando así juzgar de este modo la atrocidad de sus actos sin privarle de su disfrute. 'Bones and All' rompe esa barrera y se adentra hasta los huesos -nunca mejor dicho- para ofrecer una road movie al puro estilo 'Badlands' (Terrence Malick, 1973) que unifica géneros para luego romperlos y formar su propio amalgama estilístico.

Guadagnino se adentra en el drama familiar y el romanticismo teen para crear una mitología caníbal donde esta condición se adquiere de manera hereditaria, mostrando un universo propio en el que conviven en sociedad como pseudrogadictos en búsqueda de droga usando su agudo olfato como guía. Un extraño filme que respira tensión, asco y emoción a partes iguales, donde el director italiano se sirve de sus trabajos anteriores con el fin de asentar ciertos elementos a modo de sello autoral: trágicos sueños a lo 'Suspiria', un baile con vinilo al puro estilo de Ralph Fiennes en 'Cegados por el sol' o unas coreografías sensoriales muy 'Call me by your name' sirven para componer un relato de soberbio poderío visual que escandila en su belleza.

Mención aparte merece mi personal descubrimiento con Taylor Russell, que no solo no se achanta frente al siempre sugerente Timothée Chalamet o un aterrador Mark Rylance, sino que además sustenta de manera magistral un papel de ambigüedad dramática plagado de aristas emocionales y suma contención. Sin duda, una revelación a seguir con detenimiento.

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Los biopic son sin duda uno de los géneros cinematográficomás controversia causan. En su mayoría de veces debido a una popular confusión sobre la cuál, éstos, son entendidos como un acontecimiento de culto absoluto para los fanáticos del artista, limitando de esa forma la creatividad y visión subjetiva que cada creador pueda tener del mismo. Sin embargo, hay algunos realizadores que logran desquitarse asumiendo riesgos, impregnando su huella autoral y logrando así verdaderas obras que trascienden más allá de ensalzar o mitificar una figura, algo que desde luego, no es del agrado de todos. 'Blonde', es el claro ejemplo de ello.

La cinta, oscura e incómoda, así como explícita en algunos momentos, recopila de una forma brillantemente cruda acontecimientos que marcan un punto de inflexión en la vida de Norma Jeane, abarcando desde su cruda infancia hasta su prematura muerte, y que mantiene presente el ninguneo hacia una actriz que fue utilizada como objeto más que como persona, víctima del machismo borreguil e incesante.

Barnizada sobre un lienzo estilístico que combina junto al despliegue técnico de cambios de formato, color o vertiginosos movimientos de cámara, un barroquismo estético de excelso poderío visual, posee como incuestionable virtud la presencia de esa magnética intérprete llamada Ana de Armas encarnando un papel donde los mundanos elogios no tienen cabida.

En cuanto a la relativa importancia sobre saber en todo momento si lo que se muestra en pantalla es verídico o no, se debe tener en cuenta que el guión adapta la novela homónima de Joyce Carol Oates, que reinventa a modo de retrato ficticio la vida de Marilyn Monroe, algo que quizás nuble la mente de algunos, pero que desde luego nada resta a la que desde ya se postula como una de las grandes películas del año.

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Por lo general, la temporada de verano no suele ofrecer grandes estrenos. Priman las comedias familiares, alguna nueva entrega de la franquicia de turno e incluso este año se han atrevido en plena ola de calor a ofreceremos una historia navideña -¡grande Santiago!-. Pero menos mal que ha llegado Alex Garland ('Ex Machina', 'Aniquilación') para salvar el cotarro con la que personalmente es la mejor y más delirante película en lo que llevamos de año.

'Men' parte de una tragedia para adentrarnos en el duelo de una Jessie Buckley que decide retirarse a la campiña inglesa para encontrar la paz y la reconciliación personal. Atormentada por el reciente suceso, la cinta contrasta a través del naturalismo más esteta la sanación del personaje en un asombroso juego de imágenes y sonido, para posteriormente desembocar hacia una catarsis enardecida por el fantástico más aberrante, convirtiendo así a la cinta en toda una experiencia sensorial impregnada de enigmas e ideas radiantes acerca de conceptos como la violencia machista o la toxicidad masculina.

Garland demuestra que las palabras no son tan necesarias cuando las imágenes hablan, consiguiendo la trascendentalidad por medio de largas secuencias donde una prácticamente ausencia de diálogos despierta la verdadera razón de ser de un filme absolutamente brillante en sus formas, y que además exige al espectador una visión abierta para su disfrute. Una combinación tan importante como necesaria en estos tiempo donde las plataformas nos avasallan de contenidos tan mecanizados como vacuos.


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Cuando una nueva adaptación pop llega a la 'pequeña pantalla' parece inevitable que el fanatismo la siga como si de una plaga peor que el cordyceps se tratase. Hordas de gente se crea perfiles con el único fin de calificar de manera sobrevalorada y bajo su aparente inapelable criterio devoto, producciones a las que llevan rezando por su estreno durante años mientras el resto de mortales, posiblemente con una visión más imparcial, parecemos contemplar de forma esclarecedora la verdadera realidad que, con cierta decepción, no resulta ser esa ansiada panacea que venden.

Dicho lo cual, este episodio piloto posee sus virtudes, concretamente en ese arranque hacia el apocalipsis. Un brillante prólogo donde, si bien se sirve de sus precedentes para crear el más apoteósico de los escenarios, también posee una narrativa inteligentemente atractiva que logra combinar una atmosfera de incertidumbre con tour de force mientras nos vincula de manera afectiva con el personaje de Nico Parker y cultiva algunas de las aristas de personalidad de Pedro Pascal.

Por esto mismo, es frustrante cuando su segunda mitad no consigue estar a la altura, donde desde su fotografía, más cruda y menos inspirada, a su lenta presentación de personajes o su abrupta forma de revelar acontecimientos importantes lastran un poco esas ganas de continuar con la historia dentro de una semana.

Sin duda habrá que darle tiempo y pausa para ver si de verdad termina por llegar aquello que muchos ya intentan dilucidar.

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Nos encontramos ante el fenómeno streaming de la temporada, aunque tal y como avanzan las cosas a día de hoy igual ya llego hasta tarde para hablar de ella.

Un comienzo costumbrista nos adentra de forma brillante en su contexto que, si bien es cierto sufrirá de ciertos cambios en forma de unos plot twist bastante bien hilados, es más clásico de lo que realmente puede parecer. Con ecos de 'Psicosis' o incluso 'Parasitos', una cinta que ante todo establece claros paralelismos con otra obra de terror del presente año que nos dejó con el culo torcido, como lo fue 'Fresh' de Mimi Cave. En este caso nos encontramos con una versión algo más bastarda, aderezada con algunas dosis satíricas que acompasan perfectamente a los típicos personajes que actúan de forma estúpida frente a los estímulos ya conocidos del género. 'Barbarian' es, entre otras, la crítica más simple hecha de manera efectiva sobre un contexto tan actual como son los casos de abusos dentro de la industria cinematográfica.

Punto y aparte merece su puesta en escena, un derroche estilístico por momentos tan desconcertante como brillante en sus formas. Planos aberrantes, gran angulares, cambios de formato, colores lisérgicos o fueras de campo se combinan entre sí, componiendo una dualidad que emana desde el minimalismo para turbar a través de los excesos.

Bien es cierto, que quizás sus cotas de terror visceral no estén a la altura del genial suspense que consigue crear durante su macerado planteamiento, pero no es de desmerecer la colaboración especial de la prima de la Niña de Medeiros de 'Rec' como un antivillano desagradablemente tierno.

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