Por momentos tiene una fotografía escénica muy buena, a la par que por otros es terriblemente lenta, cadenciosa y aburrida. Las dos actrices protagonistas y su director confunden el amor con las miradas heladas y lánguidas, los mohines y las conversaciones insulsas. Ha sido una decepción enorme, ya que el guion podría ocupar apenas dos páginas y esperaba debido a las críticas mucho más.
Al menos los últimos diez minutos tienen un poco más de cine, donde Las Cuatro Estaciones de Antonio Vivaldi hacen el trabajo de emoción que debería haber hecho la película en los 90 minutos anteriores.
Imprescindible para los que critican el cine patrio, así ven que en Francia también siguen las modas y se miran el ombligo constantemente.
Imprescindible para seguidores de la moda lésbica.
Imprescindible para cinéfilos interesados en la vida de la "gente bien" y no de los humildes como el personaje de la cocinera/criada que es a todas luces mucho más interesante, por mucho que la presenten como analfabeta, hetero y pobre.

Creía que iba a ver una película más o menos seria y ajustada a una realidad, o historia que me interesaba, como era la guerra entre China y Japón en los años treinta del siglo pasado.
Sin embargo he asistido a una satanización de los soldados japoneses, y casi una idealización de sus homónimos japoneses. Centrados en los cuatro meses de asedio a Sanghai no aporta nada, más allá de una gran búsqueda de la épica a base de un increíble sonido y escenas bélicas muy buenas.
Le sobran casi 90 minutos, dedicados a la justificación de estilo en búsqueda de la identidad China después de una guerra perdida. El epílogo es demencial ya que confunde a sus héroes con actos suicidas. Esa exageración desvirtúa a las verdaderas víctimas, los soldados que murieron por las ideas políticas de ambos bandos.
China nos intenta colar una lucha antifascista en oriente, pero me da que el comunismo no ha atinado en esta ocasión incluso después de la inversión multimillonaria de la cinta.

Que un director novato, mueva las piezas del thriller a su antojo es una gran noticia para el cine español, anclado por ciertos sectores en repetir una y otra vez sus modos. Raúl Arévalo construye para el espectador un universo inquietante, sórdido, duro y sangriento, pero a la vez cercano e incluso cotidiano.

Una de las mejores películas del año, es quedarse muy corto, porque Tarde para la ira, marcará un antes y un después en el cine español, muy de la mano de La Isla Mínima o No habrá paz para los malvados.

Un guion lleno de locuras mentales sumado a un efecto de tiktok, ósea se gustan tanto así mismos que se pasan el metraje cambiando los fondos y superponiendo la cara de los protagonistas en los diferentes meta versos como si hubieran descubierto la pólvora.
Lo que me da más pena, además de que es cine woke del malo es que a este desastre le han dado varios Oscars, aquel premio que tuvo prestigio...

¿Cómo un corto puede producir más sensaciones que 2 horas de la película que nace de él?.
Esa pregunta tal vez Sorogoyen pueda responderle, porque él solito se vale y se sobra para no llevarnos a ningún lado más que a la contemplación más absoluta de un personaje sin alma. Queda desposeído de pasado, presente y futuro.
Los errores de guión, tan pueril en la construcción de todos los personajes, tan vano en armar una trama que no existe, nos lleva a pensar que buena parte de la culpa la tiene el casting. El actor que interpreta al adolescente Jam puede asegurar que no ha nacido para esta profesión.
Si estos errores fueran pocos, asistiremos a un doblaje terrorífico, no se respetan los susurros ni se intenta acompasar en ningún momento los tempos ni las formas de vocalizar.
Llevo 30 años viendo películas dobladas y muy pocas veces presencié un trabajo tan lamentable.