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Críticas de Imagomundisblog
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Críticas 120
Críticas ordenadas por utilidad
8
27 de marzo de 2019
5 de 5 usuarios han encontrado esta crítica útil
De todas las películas del tandem Bogart /Bacall, siempre me he quedado con ésta aunque sé que las de Huston o Hawks están más valoradas. ¿El porqué? Bien, no es por Delmer Daves, que es un maravillosos director de westerns entre otras cosas, ni tampoco por lo intrincado de la historia (el habitual embrollo lioso de la serie negra). Tampoco, el carisma de la pareja que es indiscutible, aunque la química en ambos la vislumbro más en la admirada Bacall que llega a robarle unos cuantos planos a Boggie (siempre en su papel). A ésta se le llegan a saltar las lágrimas hablando de amor, algo que a Bogart excepto con una copa de más le costaba.
Hay algo que me fascina de esta película, para empezar el experimento de la cámara subjetiva ya había sido realizado un año antes con "La dama del lago de Robert Montgomery y no fue bien recibido por el público pero aquí sí funciona porque no abusa de el recurso. En este caso casi una hora estamos sin ver el verdadero rostro de Bogart. Tienen su sentido a medias.
El primer tercio del fim es casi en un tono semidocumental o de serie b de bajo presupuesto. Calidad que se repite en la toma de los exteriores de San Francisco. Pero hay algo que cambia todo, la llegada al apartamento de Irene Jansen (Lauren Bacall) lo cambia todo. Para mí la dirección del set artístico es impresionante porque el verdadero protagonista de la película es ese apartamento duplex donde una chica vive, duerme y fuma sola. Ademas recibe llamadas de hombres (el tal George) y viste elegantemente. Los exteriores del apartamento son bastante humildes, pero el interior es curiosísimo, no falta el gramófono ni elelemento central esa escalera quebrada de hierro que domina desde abajo a arriba la vivienda. Cada detalle es una pista. Igual que la localización del vagón cafetería y la escena del detective.
Irene es pintora y va a ayudar a un convicto de San Quintin acusado de asesinar a su mujer que se ha fugado y que tratará de demostrar su inocencia (Vincent Parry).
No va a ser fácil. Hasta la cara habrá de cambiarse. Y llegar hasta el Perú (exotismo absurdo, ¿es que nadie investigó cómo era Perú antes de filmar?).
Pero Vincent dará con el culpable, que no voy a contar quien es.
No se inquieten. Solo la recomendación de dejarse llevar por el embrollo, estar atento y contemplar la lluvia desde afuera y una cena interior de una de las parejas más carismáticas que ha parido Hollywood en su esplendor. Cuando Lauren se llevó a Boggie a su apartamento y nos dejó ver cómo eran cómplices.
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9
21 de junio de 2019
4 de 4 usuarios han encontrado esta crítica útil
Scarlett Street es otra callle sin salida del cine negro. Año siguiente de "La mujer del cuadro", misma producción y protagonistas, casi en una continuación si cabe más perversa y enrevesada. Se trata de un remake de "La Chienne de Renoir.
La maldad humana no es patrimonio del genero femenino ni las femmes fatales, de hecho nuestra Kitty (Joan Bennet) de la historia es una enamorada abnegada, dispuesta a todo con tal de conseguir agradar su Johnny (Danny Duyrea). La burla atroz y consentida, la va a sufrir el bueno de Criss Cross (E. G. Robinson). Un empleado de banca fiel, invisible y casado con una déspota viuda decide dejarse llevar por lo inalcanzable: ejercer en secreto el amor por una bella mujer y su pasión la pintura. Él sabe mejor que nadie que no es hermoso para la conquista, ni tiene talento para el arte. Pero el destino azaroso le ha dado la moneda para jugar la apuesta y a los hombres con nada que perder toda tentación resulta demasiado hermosa como para no jugarse. Una serpiente anda detrás de una farola de Brooklyn, es el let motiv de uno de los cuadros que aparecen en la película (Lang quería ser pintor)...de nuevo una noche lluviosa y la oportunidad de "ser" alguien defendiendo a Bennet de un indeseable. Pero el "indeseable" es "el deseado". Voy a darle todo, lo que incluso no tengo, voy a vender mi reputación con tal de ponerle un apartamento a Kitty. Voy a volar. El azar sigue creando un mostruo perverso y así asistimos a que se revalorice la pintura que Cross en secreto lleva al apartamento. Sin escrúpulos actúa Johnny que es capaz de vender hasta su alma por unos dólares. No vamos a desvelar ni crímenes ni culpables, pero cuentan que el final fue un gol a la censura de la época.
La culpa la tiene que pagar el culpable, pero también el cómplice. Aquí los malos son los malos y los buenos no llegan a ser tan buenos. En el nazismo había muchos tipos de culpa y no sé si a Lang (de ascendencía judía) a pesar del éxito también le perseguían los fanstasmas. Hay que estar loco y vagar por los parques del mundo para ver que en tus peores pesadillas se cumplen también los mejores sueños...
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7
12 de abril de 2019
4 de 4 usuarios han encontrado esta crítica útil
Desde 1940, década prodigiosa del cine negro, Bogart se convierte en el icono fundamental con un personaje y arquetipo ("El halcón maltés", "High Sierra", "Cayo largo", "Tener y no tener", "La senda tenebrosa",...). Sus partenaires serán diversas (Mary Astor, Ida Lupino...) hasta la llegada de Bacall, que encarnaría desde entonces el tándem perfecto, también en la vida real. Delgada, esbelta y rubia. Ondulada de ojos felinos y pómulos salientes, "La flaca" entallada en sus trajes de chaqueta, también había marcado un punto y a parte de quién y cómo, debía ser la rubia que acompañaba a su marido en la industria. Así, Lisabeth Scott "hace" de Bacall, en Callejón sin salida, en su papel de Coral Chandler.
Que criticado (¿porqué?), no menos efectivo que la original.
Scott, con una carrera corta marcada por el género negro ( "Pitfall", " Ciudad en sombras") se desquita bien en beso, cigarro, y tono grave de voz, tal y cómo lo hacía la contrincante.
Cromwell, director de oficio y melodrama de los treinta, había dirigido a las estrellas de entonces y aquí saca pulmón y bocanada del cigarro noir influido por la demanda y el éxito de Hawks y Huston.
Quien tenga dudas que se pase por esta sesión de hipnosis.
Todo está según los cánones: un principio de posguerra, dos soldados de la segunda (Rip Murdock -Bogart y Johnny Drake, inadaptados como los de "Los mejores años de nuestra vida") en el regreso (¿a qué y adónde?). Paracaidistas con su código de honor, se separan jurándose preocupación mutua. Uno de ellos es acusado de un crimen. Boggie, ahora hay que buscar el arma y ve a descubrir quién fue el culpable. Esto es solo la excusa para partir: encontrar la verdad. Y la verdad no es otra que llegar a un club y conocer a otra flaca cantando, ver que está liada con el Gran Jefe y que los secuaces van a intentar matarte. Esa la aventura.
Aquí nadie sabe nada, ni tampoco nos enteramos – el guión, cuentan, se improvisaba- lo que más se trabajaba es que no nos importe demasiado.
Algo va mal, llueve afuera y es de noche siempre, los coches esperan que huyamos para siempre y ya intuyes quien tiene la culpa. Haré lo que sea para estrellarme. Siempre que tú no lo hagas en una escena final, memorable. Y que con un poético "Gerónimo" valiente y acerado desembarques eternamente en la playa de Omaha sin miedo.
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4
8 de abril de 2019
4 de 4 usuarios han encontrado esta crítica útil
La tal Silvia Ashton escribiría un novelón voluminoso y sentimental en la época. Como si lo viera. Quisieron llevarlo al cine y el del guión adaptado no estuvo muy inspirado. Pero los otros tampoco lo estuvieron. Aquí solo se salva Shirley MacLaine que mantuvo una larga carrera de fondo demostrando en toda época como Bette Davis que se puede ser inmensa actriz siempre.

Cine de los sesenta haciendo ya una mezcla de caducos ideales con colores y pasiones del Douglas Sirk de la Universal de los cincuenta.
Cine "descolocado" , ya sin sentido, y realizado más para maduros soñadores de entonces que para la juventud del momento. Llegaba a contracultura que iba a aplastar como una apisonadora.

La historia de una maestra (nada que ver con Aldecoa) en Nueva Zelanda solitaria, bondadosa y atractiva en un colegio de nativos. Un chiflado profesor que la acosa, por cierto deleznable personaje que raya en lo incomprensible. Hoy día tendría una orden de alejamiento. Y un maduro y casado inspector que elegantemente la corteja con la sabiduría de la edad y la imposibilidad de su divorcio.
Visiones colonialistas de los blancos amables y respetuosos con los vencidos aborígenes del protectorado. La ingenuidad y belleza del "buen salvaje" encarnado esta vez en una bella ayudante polinésica de la maestra. Los dramas morales que ya eran pasto de las llamas de los hippies. Los sistemas de estudios caían, otro cine llegaba.
Para siesta cinéfila sin pretensiones.
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6
2 de abril de 2019
4 de 4 usuarios han encontrado esta crítica útil
Sin ser una película extraordinaria, tampoco tiene porqué serlo, tiene un guión de lo más delicioso e ingenioso. En los diez primeros minutos ansiosas parejas enamoradas quieren casarse lo más rápido posible. El que lo hace es el juez Melvin Bush pero no tiene validez. Años después, de la convivencia el juez y su esposa mandan una carta a cada pareja advirtiendo que no estan legalmente casados. ¿Qué hará cada pareja cuando reciba la noticia? Están los enamorados, los que se llevan mal, los maridos que anhelan tener relaciones con otras mujeres, las mujeres que solo quieren divorciarse y el dinero del marido, los que tienen ya un hijo o van a tenerlo...en fin una serie de situaciones que tejen una orfebrería en cuanto a guión.
La figura del guionista Nunnally Johnson da caché al guión, al igual que el empaque de Edmund Goulding (un todoterreno con una filmografía poderosa en la que destacan sus obras con Bette Daves o conTyrone Power). En ningún caso se puede hablar de que este film está la altura de las grandes películas de ambos. Es un film divertido de guión, con un equívoco curioso para la época y que pone en cuestión asuntos morales difíciles de resolver, al menos, entonces.
Entre lo destacable se encuentra una primeriza Marilyn que es la que vende hoy día la desapercibida película en la portada de la reedición del dvd. Y para mí lo mejor, Ginger Rogers, una de mis predilectas, su gran desgracia es haber bailado tan tan bien, porque todos han olvidado lo buena que era como actriz.
1952 (no lo olviden), 82 minutos, para amantes del clásico. Una liviana y breve delicia.
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