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España España · Cáceres
Críticas de Sinhué
Críticas 1 384
Críticas ordenadas por utilidad
7
13 de octubre de 2022
5 de 10 usuarios han encontrado esta crítica útil
La España que algunos quieren recuperar: la de los funcionarios corruptos, los maltratos, las camaleónicas élites del antiguo régimen posicionándose... ; pero también el país que inicia, al menos en algunos estamentos el difícil camino de la transición. De todo esto, con buen tino, nos habla Alberto Rodríguez en su peregrinaje por la Cárcel Modelo de Barcelona, y aledañas, hace 45 años, que pasaron como un soplo y sin enmienda; hasta el punto de que me atrevería a afirmar que muchos hijos y nietos de aquellos celadores y directivos penitenciarios, nostálgicos del sistema que periclitaba, siguen ejerciendo la autoridad represiva en los distintos centros, aunque ya no en el C:P: de Hombres, en pleno Ensanche, que cerró en el 2017.

La Coordinadora de Presos Sociales en Lucha (COPEL) estaba en pleno apogeo en aquellas fechas, y los responsables de Interior, medrosos por las consecuencias de la presión dentro y fuera, y de las reclamaciones de amnistía y nuevas leyes penales que sustituyeran a las desproporcionados castigos de la dictadura, fueron abriendo la espita. Primero con los más preparados, los presos políticos; para acabar cediendo con astucia y mala gana (fugas consentidas, incluidas), con los más peligrosos para ellos en aquellos momentos: los que podían organizar motines.

El director sevillano, abonado a los sietes (7 vírgenes, Grupo 7, Modelo 77...), aprovecha la tesitura para hacer un retrato de un país que, partiendo del negro, y comparándolo con el de ahora, ha subido pocos peldaños en la escala de grises; al menos en cuanto a calidad democrática en algunas instituciones, poco exigentes con la justicia, los derechos humanos, la prevención de focos de delincuencia y el reparto de culpas.

La denuncia de Alberto hunde su argumentación en la realidad histórica, y así lo atestiguan protagonistas vivos del trullo o de la lucha callejera. Bien arropado el trabajo por el reparto, sobre todo por el que nunca falla [Javier Gutiérrez (Pino)] y Jesús Carroza.
Sinhué
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5
13 de enero de 2010
5 de 10 usuarios han encontrado esta crítica útil
Floja película de Carlos Saura, que en su afán de homenajear a su paisano comunitario Luis Buñuel no deja pasar la oportunidad de experimentar con la imagen virtual y el cine digital con resultados poco apreciables para un cineasta de su envergadura.
Aprovecha la circunstancia del surrealismo y el mundo onírico de los protagonistas (Lorca, Dalí y Buñuel) para colar una historia, medio de aventuras, sobre una juventud que callejea Toledo y sus entrañas, zigzagueando entre las tres religiones monoteístas: cristianismo, islamismo y judaismo.
Lo único realmente apreciable, para mi gusto, son algunos guiños, medianamente resueltos, a las posibilidades de nuevas técnicas cinematográficas: el levantamiento del mar, como si de una alfombra se tratase, es el más logrado.
A los actores se les nota incómodos ante los nuevos retos interpretativos (actuar sobre una pantalla, como las chicas del tiempo); y la recuperación del recuerdo y la amistad de los tres genios es un asunto irrelevante.
Sinhué
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8
17 de mayo de 2016
4 de 8 usuarios han encontrado esta crítica útil
Sé, con el bisturí en la mano, qué partes amputar de esta historia escrita por Paul Laverty para que quede más vistosa, a mi entender; pero no pienso hacer uso de la más mínima poda porque lo que importa es que llegue al mayor número de gentes, y esa rama que a mí no me gusta sé que a otros les encandila; y cuando no se busca la posteridad a través de un relato, si no hacer el retrato de un momento y una situación que tiene más recorrido de lo que su simplicidad parece sugerir, cualquier nueva conciencia es bienvenida a la causa de la honradez y la dignidad.

Icíar Bollaín, y su pareja, no pueden evitar el dejarse contaminar por los días, inciertos y combativos, que nos han tocado vivir en este apestoso arranque del siglo XXI; y en lugar de aislarse en un monasterio griego en medio de la abrupta naturaleza, para pergeñar una obra maestra, deciden mancharse de vida rural, familias en quiebra, pérdidas de memoria (la más ignominiosa no es el alzheimer), jóvenes desorientados y sin futuro, pueblos que sestean al sol como viejos lagartos, multinacionales que te matan dulcemente..... Y todo ello para dejar constancia de cómo se vivía en una época y en un país; cuando empresas energéticas caprichosas trasladaban olivos milenarios a miles de kilómetros, para ayudarse en falsas campañas publicitarias de su estampa auténtica de sabio superviviente. En ningún momento valorarán las consecuencias de sus actos: los capitalistas han ganado la guerra, el botín les pertenece; y ellos además pagan hasta por aquello que no tiene precio.

La relación abuelo-nieta es el eje vehicular de este drama costumbrista y muy español, porque está basado en el sentimiento del amor; y aunque a día de hoy siga sin cotizar en bolsa y tampoco "sulibelle" en exceso a los críticos cinematográficos, afortunadamente es un valor anclado tan profundamente que por más intentos que se realicen por desentrañarlo, siempre quedarán raicillas que lo esparcerán por la tierra cuando el momento sea propicio. Hay que renacer.
Sinhué
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8
26 de febrero de 2014
4 de 8 usuarios han encontrado esta crítica útil
Emociona la road movie de David Trueba y demuestra una vez más que no es preciso disponer de grandes medios para hacer grandes cosas. Tres días en la vida de unos seres anónimos de la España de 1966 dan para mucho. El lápiz ágil del director-guionista, como el de uno de los protagonistas, bosqueja el retrato de unos días negros, abrasados por el sol de Almería, en un "holivud" establecido en el desierto de Tabernas donde el primer Beatle (John Lennon) se ha retirado a rodar una película.

Antonio (Javier Cámara), el profesor de inglés que huye de su triste realidad a lomos de las canciones del grupo británico, es una de esas personas que transmite humanidad, sabe lamer heridas mejor que nadie (como si hubiera nacido para ello) y nos convence a todos de que la suerte no suele caer del lado de los mejores, sino que es una casquivana que la mayor parte de las veces se agarra del brazo del que menos lo merece; pero lo cierto, y esto reconforta, es que algunos tienen suficiente con un guiño de la dama caprichosa.

Es tan buena la interpretación de este simpático logroñés que llegas a dudar de que alguien, por buen actor que sea, pudiera hacerlo tan bien sin ser un buen hombre, en el buen sentido de la palabra (que diría Machado).

Otra obra bonita que se perderán aquellos que están encarcelados en el mantra: "el cine español es malo", "el cine español es malo", "el cine español es malo"....., y que no recuerdan la última vez que vieron una película de esta nacionalidad, ni son capaces de nombrar cinco directores, que no hayan dado el salto a Los Ángeles. ¡Ellos se lo pierden!
Sinhué
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7
12 de marzo de 2024
3 de 6 usuarios han encontrado esta crítica útil
La directora venezolana, Patricia Ortega, se atreve con un tema tabú en la cultura española y no digamos en la latinoamericana, intoxicadas ambas por la influencia religiosa (desde el bautizo), en lo concerniente a todo tipo de sexualidad. El secretismo, la vergüenza, el presunto pecado, el ojo vigilante de Dios, el fuego eterno...
Si ya es un problema, el del goce y disfrute sin complejos, para los jóvenes aleccionados por la iglesia (de cualquier doctrina); hay que imaginarse a los auténticos practicantes, de cierta edad, descubriendo parcelas lúdicas que desconocían y que ni siquiera se habían atrevido a imaginar.

Con un tono amable y hasta cómico, al que no le faltan aristas y reivindicación feminista, la realizadora y guionista nos pone en el camino de la sensatez, del amor a nosotros mismos y a nuestros cuerpos; porque es allí donde también nace el amor a los demás.
Se nos cuenta en Mamacruz, que hasta en las vidas que parecen más anodinas, el orgasmo es un acto supremo, en soledad o compañía, al que nadie debería renunciar. Son estímulos divinos, a cualquier edad. Si se recomendaran desde los púlpitos, mejorarían el amor al prójimo, la comprensión...; y conseguirían que hasta los más ateos nos planteáramos nuestras creencias.

Soberbios Kiti Mánver, Mari Paz Sagayo y el pobre y criogenizado Eduardo (Pepe Quero).
Sinhué
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