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España España · Madrid
Críticas de Charles
Críticas 1 065
Críticas ordenadas por utilidad
6
14 de noviembre de 2017
3 de 9 usuarios han encontrado esta crítica útil
Creo que uno de los mejores momentos para cualquier aficionado al género son esos primeros minutos en los que no sabemos "de qué va" una película.
En esta en concreto, el inicio se alarga en un ambiente inusualmente cálido: una habitación llena de bártulos infantiles, con una serie de marionetas y cartón-piedra en televisión, que ni siquiera la apariencia demasiado mayor de su único espectador puede privar de encanto.
Entonces lo entendemos, claro, él es superviviente de un futuro apocalíptico junto a sus padres, donde no pueden salir fuera ni relacionarse con otros seres vivos, de ahí su poca madurez y aislamiento.

Pero entonces una separación en el hogar familiar nos revela que, efectivamente, él era superviviente de un apocalipsis, pero uno más cotidiano que de vez en cuando se asoma a las noticias: romper convenciones y apariencias, eso se le da muy bien a 'Brigsby Bear'.
Lo más importante, y relevante para James, es que a partir de entonces se queda sin el programa de su oso favorito, y el mundo no puede parecer más distinto en su ausencia: demasiado grande y ruidoso, con miles de personas solicitando una atención que antes no se veía obligado a ceder, insatisfecho con miles de programas y listas interminables de cosas que hacer (no disfrutar, ojo).
Entonces, James se propone continuar, y a la vez poner un punto y final, a "Brigsby Bear Adventures": una tarea necesaria, que tiene mucho de inocente, pero a la vez representa un primer paso a esa madurez que todos hemos de concedernos, sellando una infancia que, lo sabemos, pese a todo tuvo mucho de bueno.

Con ayuda de nuevos amigos y compañeros, James se embarca en un viaje de auto-descubrimiento, aunque el perverso Sun Snatcher le aceche en el horizonte recordándole todo lo que ha perdido, porque muchas veces el miedo es sólo desconocimiento de lo que no se ha vivido, y excesiva dependencia de lo único que se ha tenido.
Tal vez lo más difícil de aceptar es que, por motivos que no conviene desvelar, el oso Brigsby es un símbolo de mal: pese a que fue amable y valiente en el recuerdo de James, detrás ocultaba una verdad jodida, de esas que una serie infantil no puede ayudar a comprender tan bien como lavarse los dientes después de comer.
El nuevo entorno de James lo repudia y condena, hablan de él en susurros e intentan aceptarlo con "expertos de la mente"... pero, al final, todo se reduce a una verdad tan elemental como que un niño criado con cariño no conoce el mal, y mucho menos la mentira, los puntos de vista o los sacrificios que se hacen por querer o esperar un hijo.

El incansable optimismo de James frente a la más jodida desgracia es lo que da alas a la gente que le rodea: personas que no se habían parado a preguntarse qué les hace felices, hasta que por fin se les aparece alguien que tiene muy claro lo que necesita.
Porque a veces nos pasa, que censuramos lo que no consideramos apropiado, o callamos lo que parece necesario hablar en otro momento, y nuestra experiencia vital se construye en mayores simplezas que eso: debemos permitirnos ser felices, aunque dicha felicidad tenga la forma cutre de un oso que luchaba más allá de la galaxia conocida.
No todo es idílico, pues James se encuentra en las ruinas de su fantasía perfecta, casi superado por las circunstancias mundanas de seres inmutables en su cabeza... pero, ante todo eso, contesta: "estaba locamente enamorado de ti".
Poco más se necesita para arrastrar a los demás a la propia, maravillosa, galaxia particular.

En esencia, 'Brigsby Bear' cuenta que somos nosotros quienes construimos nuestros sueños, nuestros mundos increíbles, nuestras mentiras si se quiere, y estas acaban formando tan parte de nosotros como de los que queremos.
Y algún día habrá que dejar de creerlas, pero eso no significa que no vayan a ser un bonito recuerdo.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
Charles
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6
15 de julio de 2018
2 de 7 usuarios han encontrado esta crítica útil
La chicharra canta, y el sol ciega.
El calor es asfixiante, pero se tolera.
Quién no ha pasado un verano así, de los que de la nada surge todo.

'El Relevo', entre sus moderadas virtudes que más bien parecen fruto de la casualidad, consigue canalizar un sentir concreto, y a veces eso basta para sostener todo lo demás.
Porque no me interesa la pandilla de Dave, tan fanfarrona y despreocupada como todos los chicos de su edad. Tampoco me importa la enésima obsesión romántica que no pasa de la cara bonita, ni todas las locuras que hace para ganarse su atención, yendo un poco más allá de lo que la chica ve habitualmente.
Durante un buen rato, la película juega con tu paciencia, y te preguntarás si merece la pena quedarse por algo.

Entonces viene, de la nada, el toque de gracia al inacabable optimismo de Dave.
Y a ti, que se te empezaba a hacer tan insoportable como a su padre, con su obsesión italiana y ridículas expresiones, te asalta la pregunta "¿por qué me da tanta pena este niñato?".
Porque ha saltado esa barrera.

La que te reveló que todo el mundo hace trampas, aunque tú no quieras.
La que te enseñó que el mundo no es tan bonito como creías, y que todo dios tiene sus problemas.
Y, finalmente, la que te quita esa venda de la cara, mostrándote como el estúpido que no sabías que eras.
Probablemente Peter Yates debió de pensar que si se acercaba demasiado a la tontería adolescente encontraría el momento de la verdad, y dió en el clavo.

A partir de entonces, la competición ya no es solo una carrera en bicicleta, sino una prueba de que Dave y su pandilla pueden aspirar a más, cuando por primera vez se sienten pequeños y no saben si llegarán.
Incluso él puede llegar a darse cuenta de que su padre, eso que hasta entonces solo había sido una figura cómica para tomarse a broma, es una persona con sus propias preocupaciones, y una sacrificada filosofía de lo lejos que su hijo puede llegar.

Todos hemos llegado a ese momento en el que hay que dejar de mirar todo bonito, para poder asumirlo como es y crecer sobre lo que nos ha estado reteniendo, por fin.
Y cuando lo ves así de sencillamente representado, tocando las teclas adecuadas de nostalgia, es que algo se habrá hecho bien.
Charles
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5
15 de marzo de 2020
1 de 5 usuarios han encontrado esta crítica útil
Vin Diesel, cómo lo peta, er nene.
Ni un vacile se pierde.

Vin Diesel, cómo se mueve.
Ningún terrorista sin disparar se queda, y folla a las velas en camas de satén y seda.

Vin Diesel, cómo reparte.
No puedes controlarle pavo, tan pronto se levanta en la madrugada como viaja a donde sea para reventar al infeliz que le jorobó su vida perfecta. Eh, y la nueva también pasa a estar hechizada por sus músculos de piedra.

Vin Diesel, pavo, que tienes los cincuenta y sigues pensando que a alguien debes demostrarle que molas.
No es guay lo que haces, no es molón ni competente: es aburrido, y si entretiene es porque me río de lo ridículo que resultas.
Pobre y triste película has pergeñado, a mayor gloria de tu "talento", a peor gloria del cómic que supuestamente adaptas, con escenas tan pobres que la dirección era "pegaos mucho y muy seguido, que nadie tiene que notar que rodamos con cuatro duros".

¿Nadie puede controlarte, verdad? ¿Ese es el mantra que te mola dar?
La pregunta sería para qué, si ya diseñas tú muy bien tu propio numerito del perrito.
Charles
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6
29 de noviembre de 2018
2 de 8 usuarios han encontrado esta crítica útil
¿A nadie nunca le da yuyu ver cómo el vídeo de una cámara imita todos tus movimientos de manera invertida?
Te sientes como si estuvieras reaccionando “mal”, por tantas veces que nos han dicho que ahí se captura la verdadera realidad.
Como si la persona que ves lo estuviera “haciendo bien” y tú fueras un impostor.

‘Cam’ probablemente tenga su germen en esta idea.
Tú puedes grabarte, puedes retransmitir tu imagen a mil pantallas, y al final dejará de pertenecerte.
Es algo que Alice seguro tuvo levemente presente, pero que ha desechado en favor de que su avatar de fantasías masculinas, Lola, consiga el puesto más alto en la lista de cam girls: cuando no puedes esconderte tras lo que ofreces solo queda todo lo contrario, y ella no tiene reparo en mutar continuamente para un público entregado.
Porque, de fondo, inmutable, omnipresente en los chats, constante en el oído, ese “piticlín” del dinero que se gana es el simple estímulo psicológico que justifica hacer cualquier cosa.

Sin embargo, pronto queda claro que Alice/Lola no persigue la simple paga, sino la placentera sensación de estar por encima de muchas más.
Un puesto le sigue a otro, a otro, y al siguiente, porque el límite lo pone la imaginación de los demás, no sus propios escrúpulos, ya insensibilizados por tanta exposición a sus clientes: es curioso como simples frases de chat pueden configurar un cosmos temible de hombres ocultos, desesperados por cargar su frustración sobre muñecas de carne.
Todo hasta el día en que Lola aparece conectada en riguroso directo… y Alice la observa aterrorizada desde su cama, tras una noche dura.

Es bien cierto que esta historia es bastante modesta: la premisa es en sí el argumento, sin más.
Pero dentro de ese recuperar su identidad que emprende Alice caben muchos buenos comentarios, generalmente conectados a que ella sea una trabajadora sexual oculta a ojos de su familia, y claramente desfavorecida a la hora de pedir ayuda. Miradas de “tú te lo has buscado”, comentarios por lo bajini y “tengo mis propios problemas” de sus compañeras lanzan una mirada cínica, profundamente inquietante, a una industria invisible donde lo que más cuesta reconciliar es el secretismo personal con el reconocimiento profesional.
Entonces, no extraña que Alice haya dado a luz a su propio doble a través de un orgasmo, provocado con saña por sus admiradores, extirpando así toda la monstruosidad que tenía reprimida en su personaje de Lola, para poder darse cuenta de que su obsesión por ser la primera estaba destruyendo su vida.

Se suele pensar que no corremos peligro sobrenatural en la era digital, y muy al contrario nos enfrentamos a la posesión, día sí, día también, de esa versión perfecta de nosotros mismos que retransmitimos en directo para todos los seguidores que nos quieran ver.
Así que lo más duro, si ya no queda imagen que comerciar, sea armarse de valor y desconectar la sesión de una vez por todas.

Todo sea porque los “piticlín” de miles de amigos a los que importamos una mierda no acaben siendo las rejas de nuestra prisión social.
Quizá, como aprende Alice, no haga falta ser validada por desconocidos en un primer puesto para disfrutar realmente lo que haces.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
Charles
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1
18 de diciembre de 2016
19 de 43 usuarios han encontrado esta crítica útil
Mira que es triste que el terror de bajo presupuesto no te logre sorprender con una interesante premisa, una fascinante imagen, o un curioso desarrollo.
Pues bien, 'The Eyes of my Mother', en su ajustada duración de hora y cuarto que parecen cinco, no consigue ninguna de las tres cosas.

¿El motivo?
El que se le ocurra a cada quién, pero yo creo que es porque a su director le da absolutamente igual que sus fotogramas te perturben, te emocionen o sencillamente te entretengan: la historia, pobremente contada entre susurros y planos largos hasta el dolor, parece solo una excusa para acumular truculencias que te acaban pasando sin pena ni gloria a poco que hayas visto algunas películas de género.
El resultado es un desarrollo moroso, que tiene más de exhibición que de implicación en algo, y alguien debería decirle al director que una película que no te implique, o ni te pida implicarte, nace muerta.

Pero lo insultante, lo realmente asqueroso del asunto, es que puedes ver que sus responsables creían que estaban filmando algo acojonante: planos mal hechos supuestamente "originales", recreación en estupideces, elipsis pobremente señaladas... un festival de muletillas de principiante que pensaba que todo eso "iba a dar mazo de miedo, tío".
Como no, como pone muchos silencios y está en blanco y negro (que no es valentía de nada... solo es más sencillo rodar así), ya están los cuatro de siempre aplaudiendo y proclamando que esto es "alquimia de terror" o algo así, cuando no deja de ser una tomadura de pelo para que esos mismos cuatro piensen que han encontrado la piedra filosofal del terror indie (y se lo digan a todo el mundo, que ver cosas guachis sin que nadie se entere no vale para nada).

A mí lo que me parece esto es más bien un "ojo a lo que he cagado. Mira a ver si te sirve algo."
Y, pues no, gracias.
Charles
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