Victoria Galardi aborda en su tercera película el reto de transmitir la realidad interior de una actriz que sufre desarraigo físico y emocional.

Su apuesta evitará golpes de efecto o sonidos impostados. Presenciaremos hechos cotidianos, cuya finalidad será empatizar con las emociones de una persona que sufre en silencio.

Quien logre conectar con la vida interior del personaje que interpreta magníficamente la magnética y bellísima Elena Anaya saldrá de la sala oscura con la sensación de que se hizo corto el trayecto y con el deseo de socorrerla, conocerla y hasta enamorarse de ella.

A cambio, el riesgo es llegar al cine con prisa, no permitir que el argumento tome poso y quedarse sin comprender a alguien más de alrededor.

«Princesas» es la mejor película de Fernando León por la creación de personajes contradictorios y veraces a los que acompaña sin juzgar y por la elaboración de una trama que permite al espectador terminar de construirla.

Por la excelente interpretación de Candela Peña, justificadísimo Goya a la mejor actriz, quien sufre profusamente y nos agracia con un personaje maravillosamente real. Alguien que padece un afán autodestructivo sólo ligeramente contenido, instalado en la mentira y a punto de despeñarse. A quien uno desea dar el calor y el amor que se le niegan.

¡Qué bonito es así el cine de amistad! Una amistad que surge entre dos personajes que no estaban predestinados a conocerse sino muy alejados de ser media naranja el uno del otro. ¡Y cómo puede la generosidad transformar la inmundicia del dinero en un valor positivo!

Fernando León se confirma como el gran director del compromiso social. En su cuarta película, nos sitúa ante la persona que es inmigrante ilegal perseguido por la amenaza de la expulsión. Ante el rechazo, la soledad y el silencio soportados por la prostituta. Ante la vía de rehabilitación y esperanza que ofrecen los voluntarios o la metadona. Ante la degeneración acelerada del cuerpo con que castiga la heroína.

Pura sensibilidad. La misma de la que carecen quienes toman las decisiones en nuestra sociedad.

“Chicogrande” ofrece la cara íntima de un personaje épico que vive intensamente un momento histórico por su cercanía al jefe revolucionario mexicano Pancho Villa, en el México de 1916.

Contrariamente a la habitual atención que el cine depara al héroe renombrado (Che Guevara, Alejandro Magno,…) aquí el objetivo es un secundario de ficción que no ofrece el carisma del líder ni arrastra masas, ni tiene el don de la palabra. Alguien cuyas principales virtudes son la fidelidad y la capacidad de compromiso. Nada menos.

El propósito del film no es loar los triunfos de ningún ídolo, sino escenificar las condiciones vitales de los diferentes bandos sobre el terreno. Una población mexicana oprimida e inculta que simpatiza con la revolución. Un ejército del gobierno debilitado, en manos de un apoyo exterior del que recela tanto como lo necesita. Un invasor que declara su fervor democrático al tiempo que impone durísimos sistemas de coacción para el control del país.

Quedan en la memoria muchas de las duras escenas exhibidas y una frase repetida permanentemente con una cadencia que refleja el apasionamiento violento, el hastío, la perplejidad y el esfuerzo de persuasión de un oficial americano que nada tiene de caballero. Where is Villa? Como casi un siglo después deben de estar preguntando otros uniformados en tierra extraña y desafecta, cambiando sólo el nombre propio por otro de resonancias árabes.

El relato sigue un ritmo vivo, inquietante al tiempo que contenido. La fotografía, el escenario y la ambientación visual y sonora sitúan con precisión e inmediatez al espectador en un lugar que antes le era espacial y temporalmente ajeno. Los actores aportan credibilidad. Es cine: una historia que emociona plasmada en imágenes.

En su séptima película de ficción, Montxo Armendáriz da el salto desde el buen al gran cine. Partiendo del conjunto de relatos “Obabakoak” de Bernardo Atxaga, el director navarro transciende la anécdota del guión para hacer una reflexión sobre el sentido del cine y convertirla en un canto enamorado a su profesión y vocación.

Si el conocimiento en profundidad de una tarea suele conducir a su descrédito y pérdida de la idealización inicial, en este caso el film muestra un apego realmente bello por el oficio del captador y exhibidor de imágenes.

“Obaba” sigue una línea argumental fluida, a medio camino entre realidad, intuición y fantasía, alejada de la ortodoxia habitual de Armendáriz. Los diferentes argumentos confluyen admirablemente en una excelente conclusión que provoca emoción y la euforia de haber contemplado un gran espectáculo.

Un trabajo magnífico en el que el arte de la búsqueda de la mejor toma se identifica con el encuentro del propio lugar en el mundo.

Lourdes sale de su ciudad para realizar un trabajo de filmación en Obaba, siguiendo un camino paralelo al recorrido años atrás por la maestra rural recién llegada al pueblo. A medida que ambas van reconociendo a sus habitantes, se ven atrapadas por el apego de estos hacia su terruño. La maestra pasa de enseñar a desterrar su soledad. Lourdes, de buscar la imagen que capte la esencia a encontrarla para su propia existencia.

Obaba muestra vidas y ayuda a vivir mejor, es gozo para los sentidos y transmite la sabiduría de un autor mayor.

Un grupo de rambitos brasileños limpian de maleza las favelas de Rio. Entrando a sangre y fuego, creen que resolverán la pobreza o la falta de expectativas de los pobladores, la autocomplacencia de los miembros de las ONG, la corrupción de los policías.

¿Puede aducir el director José Padilla que su film condena la violencia cuando se sirve de ella para atraer al público? ¿Es Brasil como la pinta este film? ¿Conoce de primera mano un ciudadano que no reside en favela a alguien que haya vivido una situación como la relatada?. ¿Sólo hay en aquel país dos mundos, el de la violencia nacida de la pobreza extrema y el de los corruptos que los someten y se sirven de ellos? ¿No hay gente que va al cine y escribe o lee en blogs como estos? ¿Los que lo hacen son sólo unos inconscientes porreros que merecen morir?

Con “Tropa de élite” el cine brasileño se contagió de las historias de marines. Bajo mi punto de vista, se aferra al tópico y se aleja de la realidad. No es buen camino.

Inaki Lancelot