"Tesis" y "Abre los Ojos" avanzaban con respiración entrecortada, en unal mezcla de precisión y ligereza. El sentido del espectáculo de la secuencia americana no escondía una concepción del plano cortante y audaz. Una capacidad atmosférica única, personal, se desprendía de sus imágenes.

Todo eso se esfumó en "Los Otros". El travelling se volvió blando, la imagen tornó a vaga y la secuencia se cubrió de la resbaladiza capa de la fluidez spielbergiana. El infantilismo se adueñó de los diálogos y la intensidad desapareció.

Tal vez en el futuro la mitad kubrickiana de su cerebro vuelva a provocar el equilibrio. Entonces recuperaremos a un autor.

"Planet 9 from outer space" está considerada popularmente como la peor película de la historia.

¿Qué es más bajo...: lo cutre o lo imbécil?
¿Qué repele más...: lo insignificante o lo insultante?
¿Qué mierda es más mierda...:la de una mosca o la de un dinosaurio?

¿Qué es lo que hace que una película no sea buena ni mala... sino sólo otra cosa?

¿Cómo se logra que en una obra desaparezca el autor... engullido por la voracidad insaciable de su creación?

¿Qué es lo que provoca la fascinación en el arte? ¿Acaso es la belleza..., la perfección?


Dime, Hitch... ¿De dónde viene ese "algo más" que tienen las imágenes de "Psicosis"?
¿Por qué... no se pueden COPIAR?

El terror en el cine suele estar buscado a través del temor o la angustia.

Yo lo vinculo más a una sensación de vacío. Al horror intangible de las pesadillas.

Las pesadillas suelen imponer una deformación perversa de lo cotidiano. No es el miedo a lo desconocido, sino la mueca enferma en lo "nuestro". Y estos monstruos nacen en uno. No vienen del exterior.

La traslación a la pantalla del ambiente asfixiante de las pesadillas es el ejercicio más difícil del cine. Kobayashi echa mano de la ilusión nítida y el desfase entre imagen y sonido para conseguirlo.

En el primer cuento.

Llegó como un soplo de aire fresco. Y propuso el cambio de "qualité" por calidad.

Traía ideas bajo el brazo. Pero eran visuales, y huían de la vaguedad.

Era un profesional del cine. Tenía nervio, tenía chispa. Y no le tembló el pulso al clavar la estaca.

Por una vez había alma en las imágenes. Y una increíble coherencia tonal. Había sentido del espectáculo y del tempo narrativo, con un ejemplar aumento progresivo de la densidad... la película avanzaba y cada vez cubría más...

Pero muy pocos siguieron su ejemplo. Y la quinta de la "mediocridad bienpensante" sigue moviendo los hilos.