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España España · Barcelona
Críticas de Eduardo
Críticas 1 293
Críticas ordenadas por utilidad
7
25 de octubre de 2016
8 de 8 usuarios han encontrado esta crítica útil
Decepcionado saldrá el espectador que busque en este notable documental una plasmación de la carrera de Ingrid Bergman, puesto que la cinta se ciñe en todo momento a su vida privada, que ella iba recogiendo tanto en notas como con su inseparable cámara, que documentaba sus hijos, sus amores, sus idas y venidas a lo largo y ancho del mundo, ya fuera para reunirse con sus hijos, para aparecer en un teatro o para rodar una película. En este sentido, se trata de una obra íntima, necesariamente hagiográfica (¿quién osaría hablar mal de la mítica estrella?), y centrada en lo que había detrás de la celebridad. Ni siquiera Rossellini sale mal parado, a pesar de que había material para dejarlo de vuelta y media. Tal vez peque de excesivamente largo y reiterativo, pero no deja de arrojar una nueva luz sobre la que fue una de las grandes divas de la Edad de Oro de Hollywood.
Eduardo
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6
2 de diciembre de 2014
8 de 8 usuarios han encontrado esta crítica útil
Un spaghetti western casi minimalista, con escasos personajes reunidos alrededor de lo que se ha venido en llamar "La fiebre del oro". Un film seco y conciso, con escasas concesiones, una sorpresa en el panorama barroco y exuberante del género. Dos actores en decadencia especializados en la temática, Van Heflin (Raíces profundas, El tren de las 3:10, El salario de la violencia) y Gilbert Roland (Las furias, El tesoro de Pancho Villa, Bandido), confrontados al villano psicótico por excelencia del cine europeo, Klaus Kinski, y al blando George Hilton (éste formando pareja homosexual con el anterior, una rareza más). Capitani reprime los bajos instintos del zoom lo máximo que puede, y Rustichelli firma una banda sonora bonita y expresiva. Siempre se encuentran perlas entre el estercolero.
Eduardo
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1
25 de mayo de 2014
8 de 8 usuarios han encontrado esta crítica útil
Un horror, en efecto. Por motivos que no alcanzo a comprender a día de hoy, durante los años 70 el cine filipino de terror gozó de un cierto prestigio comercial, y Eddie Romero fue su principal exponente. Supongo que alguna deidad bondadosa se compadeció de los fans del género y se encargó de que la gran mayoría permanecieran inéditas en nuestro país. No obstante, como la carne es débil y el espíritu pronto, no pude resistir la tentación de echar mano de esta mamarrachada, en la cual un soldado norteamericano (abismal John Ashley) come algo venenosísimo, pero en el último instante es arrebatado a la muerte por un filipino calvo y obeso (Satanás, nada menos), que le otorga la vida eterna al tiempo que le convierte en un desastre de maquillaje (la bestia, quiero decir). Tiempo después le encontramos amancebado con una rubia con cara de tragasables (Mary Charlotte Wilcox, a saber qué haría en sus ratos libres), pero cada vez que empieza a desnudarla se debate entre arrancarle el suje y arrancarle las entrañas, momento en que se convierte en gilimonstruo y se va a matar por ahí. Tampoco hay para tanto, la chica no se lo merece. Al final, policía y ejército se ponen de acuerdo, hartos de ver aquella máscara insufrible, y deciden acabar con él. Lo cual es un alivio para el espectador, porque lo peor de este bodrio es que no divierte, y en lugar de disfrutarla a carcajada limpia el sopor se va apoderando de ti. La carátula del DVD habla de "una cult movie cargada de violencia y erotismo". No hagáis caso, el que escribió esas líneas no la había visto. Como detalle psicotrónico, Roger Corman ofició de productor ejecutivo a través de su compañía New World Pictures. Otro sujeto inasequible al desaliento. Basura en estado puro.
Eduardo
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6
23 de julio de 2013
8 de 8 usuarios han encontrado esta crítica útil
El vidente es una película rara, una de las primeras protagonizadas por Claude Rains, que había saltado a la fama con El hombre invisible..., a pesar de que no se le veía. Ironías de la vida. En ésta, obra de Maurice Elvey, otro artífice de rarezas (volveremos a él) encarna a un charlatán que prepara trucos de clarividencia con su esposa, la fastuosa Fay Wray, la reina del chillido, la novia de King Kong, etc., no muy buena actriz pero poseedora de un raro magnetismo sexual. Quiere la cosa que este hombre empiece a ver cosas de verdad, pero sólo cuando está en presencia de determinada dama, Christine (Jane Baxter), con la cual establece una química ineludible que se propaga más allá del escenario, aunque el amor matrimonial triunfe al fin, pero siempre quedará la duda. El vidente es un pequeño clásico por derecho propio, muy poco vista, y se agradece una vez más que la magia del DVD la haya recuperado.
Maurice Elvey fue un tipo notable. Huido de casa en la infancia, se ganaba la vida en las calles de Londres, pero un afortunado encuentro con una millonaria norteamericana cambió su vida. Dirigió más de 300 películas y cortos (se dice pronto). Dirigió la pimera película británica sonora (High Treason) y la primera película británica en color (Sons of the Sea), los primeros Sherlock Holmes mudos (El perro de los Baskerville y La marca de los cuatro) y montones de otras que jamás se estrenaron en nuestro país (para variar). Vale la pena echar un vistazo a El vidente.
Eduardo
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6
19 de febrero de 2013
8 de 8 usuarios han encontrado esta crítica útil
Villa cabalga es un western de acción, y punto. Pese al guión de Peckinpah (y Robert Towne, que tampoco era moco de pavo), la película no indaga en los intrincados misterios de la revolución mexicana, sino que pasa sobre ellos más o menos de puntillas. Hay unos actores sólidos (Mitchum en plan sobrado, Bronson en plan hierático, Lom en plan pérfido, Brynner... jejeje... En algunas secuencias, parece acordarse del rey de Siam y repetir el acto), unas fanfarrias animosas de Maurice Jarre, esos ojos como fogonazos azules de Grazia Buccella, una mujer desaprovechada, y tiroteos a mansalva, bombardeos aéreos desde una avioneta destartalada, muchos extras, y hasta sale Fernando Rey, oigan, y José María Prada, pobrecito, y las dos horas se pasan volando. Kulik era eso que llaman un probo artesano, y no hay que pedir peras al olmo. Simple distracción sin coartadas.
Eduardo
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