Sigo con mi mala costumbre de leer todas las críticas antes de escribir una. Mala porque quizás me deje influenciar, pero irresistible porque todas ellas son información. Y yo sólo sé que no sé nada. Todo lo aprendo. Y solo estoy dispuesto a escribir críticas de aquello que me produzca emociones especiales.
Esta película es única. Creo que otros realizadores lo han intentado antes, pero nadie como Anderson ha conseguido emocionar a tanta velocidad. Las críticas positivas me parecen acertadas, ya que el guión, el ritmo y las interpretaciones son fabulosos. La cámara, como si de la mente del espectador se tratara, trabaja vertiginosamente. Una dirección artística impecable.
Las críticas negativas se escapan a mi entendimiento. Es posible que estas historias las hayamos visto antes. Y mucho mejores que estas!! Es posible que González Iñárritu lo intente desesperadamente. Es posible que Anderson beba de la fuente de Hitchcock. Pero conjugarlo todo en una película emocionante... no recuerdo ninguna experiencia cinematográfica semejante. A quien afirma que esta película nada le dice le envidio, por una parte, y le compadezco por otra. ¿Qué necesitas para emocionarte?
La mácula en la conciencia, la presión de la culpa, la insatisfacción, el agonizante arrepentimiento y el alma apesadumbrada y mancillada por los recuerdos y por los fantasmas. Claro que ya lo hemos visto antes, en nuestras vidas, sin ir más lejos. Todo ello lleva a la perversidad, a la nostalgia, al autodesprecio, a la depresión. En pocas películas se interpreta tan fielmente a la humanidad de nuestros días como en esta.
W.H. Macy, Seymour, Moore, Cruise (incluso este)... todos están sobresalientes, excelentes, matriculados con honores.
Banda sonora apropiadísima de Aimée Mann.
Verla te somete a constantes vaivenes, vértigos y bofetones adecuados a cada mareo y a cada herida que sufren los personajes. Puede no gustar, pero no debe dejar a nadie indiferente. No somos de piedra.
Gracias

John Ford en estado puro. Cada vez que veo una de sus películas se me tambalea mi escala cinematográfica y me resulta cada vez más difícil decidir cual de ellas me gusta más. Lo que no alberga ninguna duda para mí es que Ford, en conjunto, es el más grande.
Me parece fascinante cómo utiliza la cámara, colocándola a veces en ángulos imposibles, con la voluntad de mostrarnos más que imágenes, gestos, emociones. Ford ha bebido de la fuente del cine mudo de Griffith y Murnau, y ha aprendido maravillosamente el arte cinematográfico de insinuar más que hablar, de sentir más que mostrar.
Y de qué manera coloca los elementos en la "maqueta" global del film. Elementos simbólicos que por sí solos narran más que el guión entero y que ahorran unos cuantos cientos de metro de película. Esos elementos unidos a esa rabiosas y magistrales expresiones de emociones logran el genial cometido de permitir a Ford realizar películas con un ritmo ideal y matemáticamente exacto. Esa maestría no solo logra que no te aburras, sino también que el film alcance constantemente, de principio a fin, una temperatura y un clímax inigualables.
¡¡Caray, cómo me gusta el cine!!!

Ya se ha dicho todo acerca de esta película, y se hace muy difícil dar un punto de vista sin caer en la repetición.
He leído alguna relacionada con cierto supuesto vacío que deja el director tras aumentar la tensión argumental y visual. Lo siento, pero no estoy de acuerdo.
Hay muchos tipos de cine, muchas categorías, quizás tantas como espectadores. Tras ver esta película a todo el mundo le debería quedar claro cómo clasificarla, y no esperar, sencillamente, a que nos lo den todo mascadito, como hacen en USA.
Hay un cine para entretener, otro para asustar, otro para informar, otro para denunciar, y otro para susurrar. Esta película pertenece a esta última categoría. Esta película es, en el total sentido de la palabra, Arte.
El Arte de narrar, sin apenas palabras, toda una historia de amor y de desamor, que a su vez describe dos vidas, la de los protagonistas. Es exquisito el mimo con que el director trata las escenas ralentizadas, así como extraordinarios son los medios de que se vale para situarnos en espacio y tiempo, mediante las comidas y los vestidos y trajes de los protas.
Si lo que se espera es un desenlace sexual o agresivo, resultará decepcionante. Pero es que la cinta pretende elaborar una historia artisticamente, es decir, insinuándola, de modo que se implante en nuestro cerebro como foco de reflexión, o dicho de otra manera, la película pretende emocionarnos en lo más profundo. Remover nuestro interior de la manera más contundente posible, es decir, dejando que seamos nosotros los que descubramos la historia, o las múltiples historias, como si camináramos por la calle cruzándonos con rostros de los que nos imaginamos una vida determinada, guiados por su aspecto y por sus maneras.
Y guiados por el aspecto y la manera de esta película sólo podemos concluir con que nos hallamos ante una obra maestra del 7º Arte.
Destaca muchísimo la elegancia de la protagonista femenina. En muchas películas han dotado de elegancias supremas a la actrices protagonistas, y si no fijémonos en Hitchcock, pero este, el interpretado por Maggie Cheung, es el personaje más elegante que he visto jamás en el cine, y uno de los más bellos.
Y Kar-Wai, junto a Terrence Malick, el director más virtuoso.

Bueno, esta es mi primera crítica en Filmaffinity, y he escogido la más fácil. Y digo la más fácil porque la película no alberga ninguna laguna en lo que a su magistralidad se refiere.
Sí, en efecto, tiene un aire teatral, pero es precisamente esa atmósfera la que saca lo mejor de tan formidable guión y tan supremas interpretaciones. La dirección es soberbia, porque exprime a los doce protagonistas hasta sacarles, además de toneladas de sudor, las más formidables muestras del contradictorio espíritu humano. Se trata de un maravilloso muestrario del carácter de los hombres, que recorre toda su gama como si de un estuche de lápices, ordenados por la dureza de su grafito, se tratara: del 6H al 6B, del más duro al más blando, del más impermeable al más moldeable, del más sabio al más zoquete, y del más vitalista al más inmovilista. Doce lápices, doce espíritus, doce personalidades, doce mundos en un mismo mundo.
Y digo doce protagonistas porque ninguno destaca sobre los demás. Todos y cada uno de ellos son eslabones imprescindibles de esta cadena de espiritualidad, bondad y maldad. Todos y cada uno de ellos abren la puerta al siguiente sin cerrar la del anterior. Eso sí, con un majestuoso Henry Fonda como hilo conductor, y con un sobresaliente Lee J. Cobb como colofón de esta cinta casi bélica que narra como ninguna otra la eterna, aunque infructuosa, lucha del Hombre contra la injusticia.
Apología de la Justicia entre los Hombres, es esta cinta un grito de guerra contra el desigual y arbitrario sistema judicial del mundo, en especial, el de los EEUU, donde año tras año son ejecutadas decenas de personas, en su mayoría de etnias minoritarias.
La he puntuado con un 10 porque no se podía haber realizado mejor. Y porque me encanta. Como me ha encantado estrenarme como "crítico".
Gracias.

La película está lejos de ser un icono cinematográfico, pero tiene elementos que la hacen especial. Las interpretaciones, en especial la de Fassbender, son excelentes. El protagonista borda su papel, lo hace real, plasma idealmente el calvario de un adicto al sexo.
El título me parece genial, porque en esa sencilla palabra, "vergüenza", se resume el sentimiento constante de un adicto. De un adicto a lo que sea.
Me ha parecido fantástico que McQueen aborde un tema tan tabú, tan poco tratado, y que afecta a tantísima gente. Aquel bodrio mediático titulado "Instinto Básico" lo roza, lo acaricia, y fue maternalista con el problema de fondo. McQueen no escatima imágenes, ni ritmos, ni velocidades. No deja nada en el tintero, y me parece magistral la forma de resumir en una película un problema tan devastador, que abarca una vida entera. La película llega a su clímax, a su apoteosis, a la máxima expresión de la angustia, en esa escena final del trio. La cocaína, la violenta relación familiar, la imposibilidad de relacionarse con normalidad, son elementos estandard en este trastorno.
Repito, el guión, la puesta en escena y la interpretación requieren de una valentía poco frecuente en el cine.
¡¡ Olé sus cojones, Sr. McQueen !!!