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España España · Madrid
Críticas de OsitoF
Críticas 2 085
Críticas ordenadas por fecha (desc.)
8
1 de mayo de 2024
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No me considero una persona sensible ni, la verdad, romántica. Realmente es que no lo soy y, por suerte o por desgracia, eso se manifiesta en mis gustos artísticos (cine, TV o literatura). Aún así, reconozco que lloro como un idiota con sólo pensar en el perro de Fry en “Futurama”, me trago las pelis románticas sin excesivos problemas y, de hecho, me gusta que los protagonistas acaben juntos y felices, preferiblemente cuanto antes.

Pero, de vez en cuando (muy de vez en cuando), me encuentro con películas que me dan la sensación, por lo que cuentan o cómo lo cuentan, de que entienden de qué va esto del amor. Obviamente, hablo de cine serio (no de comedias adolescentes) y no me refiero a que hagan vivir intensas historias de enamoramiento, atracción o pasión, sino que plantean ciertas claves que te hacen pensar que quien haya escrito o dirigido la película ha tenido experiencias vitales profundas y ha reflexionado sobre ellas como sacar lecciones y comunicarlas. Vivir, entender y transmitir: parece fácil, pero cuando se trata del amor es casi más complicado que la mecánica cuántica. De hecho, estoy seguro de que se puede huir preventivamente de cualquier obra que aspire a destilar la esencia del amor porque no puede ser otra cosa que un truño pedante que trate de poner palabras e imágenes a lo inabarcable.

Los grandes dramas románticos que perduran, lo hacen porque han encontrado la manera de contar una historia que nadie pueda rebatir, porque reflejan un aspecto del querer con el que el todo universo de espectadores se siente identificado, ya sea por experiencia o por empatía. Y digo ‘un aspecto’ con toda la intención, porque pretender abarcar más es tontería y focalizar la narrativa en el cariño, la pasión, el afecto o la ternura, si se hace bien, es más que suficiente. “Los puentes de Madison” es el ejemplo más claro y esta “Una vida en tres días”, es de las pocas obras que he encontrado del estilo que me hayan llamado la atención. El amor como elemento de redención. Individual, mutua o colectiva. Gente en apariencia normal, pero con almas heridas y condenadas a la miseria interior, que encuentran cuando ya había desaparecido toda esperanza, esa conexión que les cambia la existencia.

“Una vida en tres días” discurre a varios niveles y con formato de drama. No todo en ella gira en torno al amor, pero aquí, allá y en sus desenlaces deja detalles que confirman que entiende y sabe transmitir sentimientos. Me la creo a ella y me creo a sus personajes, por forzadas que puedan estar algunas situaciones.
OsitoF
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7
30 de abril de 2024
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A toro pasado, si piensas en o te preguntan por “Midnight special”, la respuesta es merecidamente positiva: un sorprendente producto que junta el thriller policial más trepidante con la ciencia ficción más desbordante. Pero, si te paras a considerar las sensaciones durante la película, la cinta adolece de cierta falta de fluidez y, reflexionando un poco más, se percibe cierta rigidez en la unión de géneros que, realmente es eso, unión, no integración o mezcla. “Midnight special” tiene una primera parte en la que vemos a un adulto y un niño huyendo de la policía y una especie de secta y, en un momento dado, da la campanada metiéndose de lleno en lo paranormal y volviendo un tanto irrelevante el metraje previo. Por separado son dos buenas películas, pero en el conjunto la parte dramática, la de mayor duración, se queda en una simple introducción a un plot twist genial, pero que sabe a artificioso.

Su guionista y director, Jeff Nichols, vuelve al concepto de meter a gente común que, de pronto, pasa a vivir aventuras de ciencia ficción, como en “Take Shelter”, y hay que reconocerle creatividad y buena mano para hacer pasar por cotidianas y posibles toda clase de situaciones fuera de la realidad. Para mi gusto, le falta la mesura de Villeneuve en “La llegada” o M. Night Shyamalan en “Señales” quienes, cada uno a su manera, proponían con mucho realismo su visión de lo que podrían ser los primeros contactos de la humanidad con extraterrestres, uno en plan enfrentamiento a cara de perro en tu propia casa (con el bicho al otro lado de la puerta) y otro más en rollo técnico (con ingenieros y científicos tratando de comunicarse con seres sin órganos). Ambos concebían el contacto con una discreción (sin el espectáculo de luces y pólvora que hemos visto en otros encuentros) que reforzaba su credibilidad. Y, en ambos casos, la ficción era el centro de la película, el fin último.

En “Midnight Special”, la ficción resulta ser un mero medio para reforzar el drama. Nichols se viene arriba con una propuesta enormemente imaginativa, tremendamente atractiva y llena de posibilidades que, sin embargo, no tiene intención de desarrollar en ningún momento y me deja un poco descolocado como espectador. Y decepcionado, como cuando tras una buena comida en un restaurante, te ofrecen un simple yogurt Danone de postre. El salto a la ciencia ficción termina no siendo otra cosa que el desenlace del thriller que, como fórmula argumental es un desenlace muy original, pero sabe a poco: tras hacer el esfuerzo de entender lo que pasa en una película que suelta sus pistas con cuentagotas y cuando ya, más o menos, ves por dónde va, Nichols te pone los dientes largos con buenas ideas, mejores palabras y grandes imágenes… poco antes de que salgan los títulos de crédito.

No sé, es una de esas películas que se disfrutan más pensando en ellas, una vez vistas, que viéndolas. Curioso.
OsitoF
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9
30 de abril de 2024
1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
Bueno, lo suelto sin paños calientes: nunca he simpatizado demasiado con la saga Mad Max. Mi primer contacto tuvo lugar siendo yo pequeño (no sé si tendría diez años, mediados de los años ochenta) en un mundo de dos cadenas de televisión en la que el cine de acción era casi una leyenda, un mito y los chavales nos tragábamos en la tele casi cualquier cosa siempre que se alejara de los informativos, las obras teatrales, los debates, los programas de variedades y las películas coñazo. Sonará a prehistórico, pero cuando se corría la voz de que iban a echar Conan, Rambo o similares, estábamos una semana que se nos comía el ansia para que llegara el día y esperar a la hora de emisión (tratábamos de reconfirmar por cualquier medio el día y la hora, a ver si no cancelaban a última hora por culpa de un partido o un noticiero). Ls verdad es que Mad Max no era tan conocido como otros héroes, pero iba vestido como un guerrero y se le suponía pocos miramientos a la hora de partir crismas.

Para lo que era la época, con un listón muy bajo para cualquier producto de ficción, no conecté con las propuestas. Visto con mis ojos de chaval sabihondo, el panorama no era muy atractivo: un mundo desolado con gente que se mataba en él sin excesivos miramientos y, a mi juicio, sin un propósito claro. ¿Sobrevivir un día más en ese secarral? ¿De qué vivía aquella gente? ¿Qué ganaban saqueando a otra gente más pobre que ellos? Ni me convenció el argumento ni la forma me pareció espectacular, con vehículos extravagantes destrozándose para nada. Al día siguiente, recuerdo que en general había gustado, pero sin levantar tampoco un gran entusiasmo y sin perdurar en el ambiente escolar más de un par de días. Creo que no llegué a ver la segunda parte y, cuando ya adolescente, vi la entrega de la Cúpula del Trueno, tampoco es que me volviera loco. Es verdad que ya me cogió en una edad como para saber hasta qué punto una película tiene que ser coherente y cuándo se puede tomar licencias como suponer que niños desnutridos puedan sobrevivir en un desierto radiactivo, así que puede sumergirme por primera vez en su mundo, pero, nuevamente, no vi nada que me llamara la atención en sus peleas coreografiadas o persecuciones.

Así que no esperaba gran cosa de “Mad Max: furia en la carretera” y fui a verla sin gran convicción, simplemente porque era una época en la que aún tenía tiempo para ir al cine por el mero hecho de ir al cine. Spoiler: salí fascinado. Y eso que entre mi desmotivación inicial y que la película tiene un arranque de muy pocas palabras que no pone fácil entender qué está pasando y qué reglas rigen ese mundo aún más postapocalíptico, anduve un buen rato desmotivado. Pero también quedaba claro, desde el primer momento, que aquello era otro rollo. que la película no daba un respiro para pararse a pensar si aquellos seres a los que se enfrentaba un señor que seguramente era Mad Max, eran mutantes, orcos o miembros de una secta. Decían cosas raras y andaban raro, pero algo en el ambiente de la película daba sensación de coherencia y de tranquilidad, de que seguro que en un rato se aclaraba todo. Además, en su apariencia visual, en el diseño de las localizaciones y los personajes, se intuían grandes cosas.

Efectivamente, de manera natural y muy intuitiva (no hace falta coger lápiz y papel, ni recurrir a páginas de la deep web), la película va dando las claves para entender cómo y hacia dónde ha degenerado la humanidad, de qué manera se estructura la nueva sociedad y cómo descifrar la curiosa jerga retro. Una vez integrado en la atmósfera, el conjunto se reveló como comprensible, atractivo e inteligente. Y, justo entonces, empezaron las persecuciones en el desierto. A ver, me gustan los tiroteos, las explosiones y las persecuciones, como al que más, pero siempre que tengan un sentido. A estas alturas, la verdad es que pensaba que ya había visto casi todo en esa materia y que todo lo que sea batir el record de pólvora quemada o vehículos saltando por los aires, no iba conmigo. Pero “Mad Max: furia en la carretera” es OTRO PUTO ROLLO. A una fotografía y unas localizaciones majestuosas de por sí, la concepción artística de los vehículos y las coreografías que se han pensado para las persecuciones y peleas son un delirio delicioso. Es como si Kurosawa, las Wachowski y Michael Bay se hubiesen juntado para lograr la película de acción definitiva.

No voy a decir que hay que verlo para creerlo porque la realidad es que hay sentirlo para creerlo. Motos saltando sobre coches que tratan de llevar a tíos con pértigas hacia un camión blindado y que el resultado no sea una cutrez de ninjas taiwaneses tiene muchísimo mérito. Y hacerlo en secuencias de muchos minutos cada una, más. Pero lo más llamativo, sobre todo, es que me puedo creer lo que veo a ciertos niveles de subconsciencia por absurdo que mi mente me pueda decir que es. Y eso que la he visto tres veces… y me sigue pareciendo una peli de ciencia-ficción más que de acción. Si Fast and Furious es una agradable fantasmada, “Mad Max: furia en la carretera” parece un relato serio, una violenta genialidad de George Miller.

El otro ramalazo de inspiración es Miller es la de conceder un notable protagonista a uno de los infrahumanos (Nicholas Hoult) en lo que vendría a ser dar voz a los orcos de El Señor de los Anillos y conocer, de su propia voz y en sus propias palabras, su mitología, sus anhelos y sus motivaciones. Además de cogerle cariño al personaje y ver a su raza con otros ojos, lo hace interesante y da consistencia al resto de elementos que vemos en pantalla. Si Hardy hace un gran papel, a la altura de Gibson, y Theron tiene un rol de alto impacto, es Hoult el que más me fascina y a través del que más información obtengo sobre el contexto.

Sigo en el spoiler que me quedo sin sitio...
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
OsitoF
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7
29 de abril de 2024
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Choca un poco ver a Johnnie Depp en un papel serio y maduro, sin kilos de maquillaje, pero el resultado merece la pena. Bueno, más o menos; más más que menos. Bueno, me explico. Indudablemente la película en general y la interpretación de Depp (como las de todo el reparto) son impecables y la historia es de las que hay que contar, pero es todo tan pesimista, tan decadente y tan poco edificante que te deja en estado depresivo. Supongo que aunque la historia sea de las que pueden ganar premios Pulitzer, nada la obliga a ser agradable o inspiradora. Otra cosa es la duda que te asalta de si, en otras manos y con otro tratamiento, la misma historia podría haber quedado un punto menos triste.

“Black mass: estrictamente confidencial” nos lleva a ese ambiente mafioso de los años setenta, una suerte de transición entre los elegantes y sofisticados señores del crimen Corleone, con sus códigos y estructuras ancestrales, que ponían, quitaban y controlan a políticos, y los horteras en chándal que gestionan trapicheos en clubs de carretera que vemos recientemente protagonizando películas y series y que, como mucho, aspiran a untar a algún concejal de urbanismo. En la recreación y ambientación se ha hecho un gran trabajo y también logra una buena nota en uno de los puntos más importantes en este tipo de películas: la credibilidad en unos hechos que quedan lejos en el tiempo y en el espacio. Con las reservas que siempre supone valorar unos acontecimientos sin referencias, me inclino a pensar que se ha sido riguroso en los puntos más significativos.

Quizá demasiado y por ahí puede venir el problema que comentaba al principio: todo en la película nos lleva a un mundo de trampas y mentiras con desenlaces, muchas veces, letales, en el que no se deja ver ni un ápice de conceptos como la lealtad o el respeto (ya no digo amistad u honor). Sólo hay traiciones entre unos personajes despiadados y corruptos, sin un solo personaje que conserve su brújula moral y al que el espectador pueda aferrarse, como suelen hacer otros directores. Así las cosas, la película resulta notable pero desarraigada, hostil, anticlimática. El precio del rigor, supongo, pero, como consejo: «Scott Cooper, ni tanto ni tan poco».
OsitoF
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8
27 de abril de 2024
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Antes de nada, le debo una disculpa con retraso a esta saga. En alguna ocasión, al hablar del resurgimiento del cine de superhéroes, suelo poner el punto de partida en “Iron man” y el “Spider-man” de Sam Raimi como las películas que demostraron que se podía abordar el género con seriedad y dirigirlo a un target adulto más que, como hasta entonces, orientarlo hacia el público infantil y juvenil. Y, claro, se me olvida que la “X-men” primigenia es dos años anterior a ellas y, por tanto, tiene tanto mérito o más en que el género haya conocido la época de esplendor que ha vivido recientemente (aunque ahora ande un poco de capa caída). Con una duración escasa de, apenas hora y media para las casi tres horas que suelen durar los productos actuales, y unos efectos especiales muy medidos y que apenas tiran de CGI (nuevamente, para lo que son las películas Marvel actuales que parecen hechas por ordenador), “X-men” tenía mucho de thriller, mucho de aventura, mucho de acción… y aún le daba tiempo a presentar a todos los personajes relevantes del grupo, sus personalidades, sus poderes, sus inquietudes y sus debilidades. No voy ahora a glosar las virtudes de la película, pero es una puñetera maravilla lo que hizo Bryan Singer con apenas una fracción de los recursos que hoy en día supone, si quiera, plantear una peli del UCM. Si no es una obra maestra (que yo creo que sí), poco le falta.

La saga prosiguió con más recursos y más ambición, pero sin las ideas tan claras. La segunda parte fue otro peliculón, pero se percibían ciertas intrusiones y concesiones comerciales que le restaban fluidez y la tercera entrega lo apostó todo a la acción, resultando entretenida, pero fuera de lugar. Así que aún no habían llegado Los Vengadores y parecía que el momento de los X-men ya había pasado. Vio la luz una nueva línea de películas con Lobezno, su principal activo, de protagonista pero, si bien por separado eran más que correctas e indudablemente entretenidas, el conjunto carecía de la consistencia como para pensar en un universo con entidad propia. De hecho, que los X-men se utilizaran como mero decorado en la serie de películas del controvertido Deadpool, tampoco ayudaron a recuperar el prestigio.

Pero hete aquí que, sin Singer a los mandos desde la lejana segunda entrega, a alguien se le ocurre una idea poco prometedora: una precuela, el típico recurso de los estudios desesperados por terminar de exprimir un producto, que no suelen acabar bien. Y, en contra de lo que yo esperaba, “X-men: primera generación” resulta ser un peliculón con un guion complejo y profundo, que dibuja los orígenes de los protagonistas (de todos) y todavía le da tiempo a componer una historia enrevesada, atractiva y llena de escenas espectaculares e inspirados golpes de humor. El reparto es de auténtico lujo, a la altura del carisma de sus versiones adultas pero, sobre todo, la historia es inteligente y con muchas capas, varias marchas por encima de los clásicos del UCM. También era de destacar unos efectos especiales y digitales con mucha personalidad, interesantes pero poco recargados, en ese punto exacto que separa la espectacularidad de lo hortera.

Luego vinieron más entregas de los X-men, todas ellas en la misma línea de divertidas, entretenidas e inteligentes, de las que no puedes ver una escena sin quedarte a ver la siguiente, hasta llegar a esta “X-men: Apocalipsis”, nuevamente con Singer al volante, que está a la altura de las expectativas e, incluso, diría que las supera (aunque esto ya será cuestión de gustos). La verdad es que me gusta todo pero, por no repetirme y quedarme con lo más diferente a entregas pasadas, diría que la película logra algo que pocas películas del género logran: un enfrentamiento solvente entre buenos y malos, gracias a uno de los villanos más interesantes de la franquicia con unos poderes muy bien traídos y muy bien utilizados para crear una banda a la altura de sus intenciones. Donde otras películas sufren para estirar las tramas sin dar la sensación de que los héroes podrían haber terminado con el criminal en la segunda escena o donde el villano se vuelve estúpido a pocos minutos, del final, la confrontación de la película está muy bien planteada porque, además de equilibrada, permite un uso justificado de CGI masivo en escenas que ponen los pelos de punta (para bien).

También introduce el origen de algunos personajes míticos y profundiza en la personalidad de otros conocidos, con un enfoque serio y maduro, sin miedo a ser oscuro cuando el personaje lo pide. Pocas cosas que decir en su contra, quizá cierta previsibilidad, algunos personajes innecesarios y la presencia residual pero molesta de un humor de porrazos patosos en una película que no va por esa línea. O sea, prácticamente nada. Deslumbrante y majestuosa. A años luz del pozo en el que se halla metido el UCM apenas unos años más tarde.
OsitoF
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