No soy aficionado a las peliculas de animación, pero el destino quiso que acompañara a mi nieto a ver el último estreno de Walt Disney y, mira por donde, me encuentro con esta joya que no venía anunciada en el programa.
Destaca ante todo el ingenio de sus creadores, ese guión mudo expresado a traves de dibujos que te atrapa desde el principio y cuando finaliza te entristece porque deseas más minutos.
Una pequeña gran pelicula.

Fui con interés a ver esta película de la que había leído muy buenas críticas y el tema que trata se me antojaba sugerente en esta época de desencuentros entre fanatismos religiosos. Mi gozo en un pozo.
Comenzó mi mosqueo ya antes de comenzar la proyección al ver la sala abarrotada de ancianas y religiosas que imaginé acudían al cine más por prescripción sacerdotal del sermón dominical.
Es una película pesada y aburrida, reiterativa en sus escenas de maitines y misas que, eso si logra, nos muestra la tediosa vida de los monjes. Peca de inverosímil en algunos momentos, y desaprovecha una ocasión perfecta para mostrarnos las contradicciones humanas, las dudas, los temores de quienes ven peligrar su vida y padecen las amenazas de terrorismo por un lado y de un ejército corrupto por el otro.
Más que una historia nos narra un panegírico para consumo de creyentes acríticos. Falta realismo y sobran glorificaciones.
En definitiva una película de héroes y villanos muy mal contada.

Una joya cinematográfica. Quizás uno de los guiones más sólidos y difíciles de conseguir de toda la historia del cine. Enclaustrar entre las veinticuatros horas de un solo día tan dispares historias y que todas ellas estén sutilmente hilvanadas, ha dado su fruto: un merecido “Oscar” al mejor guión del año.

Espero que a Terry Rossio, Bill Marsilii —guionistas del flim— no les hayan pagado mucho. El guión no se sostiene, se esfuerzan en encajar pequeños detalles del presente y pasado y dejan deslavazado el meollo de la cuestión.
La película en sus comienzos atrapa la atención del espectador, pero según va transcurriendo, aburre y luego, a pesar de lo inverosímil de su desenlace, el final está cantado.

Debo de ser un ingenuo al pensar que una historia debe tener principio y desenlace, pero sobre todo, debe ser verosímil y que al salir del cine uno pueda relatar a sus amigos de qué va la película.
Y de este film puedo decir que me ha mantenido atento, que su estética es buena, que el trabajo de los actores me ha gustado, pero lo cierto es que al terminar he salido con cara de tonto.
Los enteradillos nos dirán que bla, bla, bla, pero sinceramente creo que, una de dos, o le ha salido mal la historia o David Lynch se ríe de todos nosotros.