Subproducto de 1980 surgido a rebufo de producciones como Mundo Caníbal (1977) y Holocausto Caníbal (1980), ambas dirigidas por el también italiano Ruggero Deodato y en las que se explotaba el canibalismo de tribus indígenas de países tropicales, aisladas del mundo exterior, como argumento para películas del género de terror. Simplemente el título de la película ya nos da una idea de cuál es la estela que quiere seguir. Se agradece, al menos, que Girolami no replique a Deodato empleando la deleznable práctica de matar animales para rodar escenas de relleno del film.
El director de Zombi Holocausto tiene una extensa filmografía, con varias producciones de Jaimito (Álvaro Vitali) en su haber, y parece ser que lo suyo no era la templanza, el tomarse uno su tiempo, a la hora de planificar y rodar. En este film eso se nota y, como suele pasar, para mal.
Si la dirección es desmañada, el guion es para mear y no echar gota. La aparición de casos de amputación de miembros y extracción de órganos de cadáveres de un centro médico de enseñanza e investigación en Nueva York lleva a los investigadores de la policía y a una doctora a las islas Molucas en busca de los orígenes de una especie de secta que rinde culto a un dios local. ¿Qué pinta la doctora allí? Pues parece ser que vivió su infancia allí (ya es casualidad, ya). Además, se llevan con ellos a una reporterilla, que causalmente es la novia del segundo detective, para que éste no se aburra cuando el protagonista se trinque a la doctora (que, en realidad, es su verdadero plan). En fin, todo muy lógico…
Si la primera parte del film se desarrolla en Nueva York y se deja ver, en la segunda parte, en Las Molucas, cuando comienzan las hostilidades, se corrobora la torpeza del director. Y es que da la impresión de que el objetivo era acabar rápido con el encargo.
Entretenida, pese a todo. Y llena de disecciones y vísceras.
Es de agradecer el corto metraje del film. Floja.

La tortura hasta la muerte de jóvenes turistas americanos en Europa del Este para regocijo de adinerados dementes fue una idea explotada por la saga Hostel y otras películas similares en los primeros años de este siglo, que sin una gran factura artística pero mucha hemoglobina, despertaron el interés de algunos aficionados al género de terror.
Es intención de este film seguir la estela de ese tipo de producciones, pero era difícil hacerlo de manera tan torpe, fundamentalmente por partir de un guión inverosímil y una dirección desmañada. Lugares comunes con sus antecesoras son, por ejemplo, dibujar un perfil psicopático de todo europeo del este: revisores violentos, empleados del tren sucios y esquizofrénicos, médica psicópata, viajeros ausentes e insensibles, soldados violadores... por no hablar del torturador/matarife.
Y es que el guión no es capaz en la primera parte de la película de describirnos cómo son los protagonistas y de acercarnos a ellos, de manera que cuando comienzan las hostilidades no nos importa lo que les pueda pasar. Sus reacciones ante las desapariciones de los compañeros de viaje son ridículas y, además, tratándose de deportistas de lucha de nivel internacional, es de suponer que deberían saber defenderse bastante mejor de lo que lo hacen.
Te das cuenta de que vas a padecer una mala dirección cuando ves al inicio de la película la escena del campeonato de lucha, mal contada y peor montada.
Decir que es un remake de la gran "El tren del terror" (1980) es un insulto a la inteligencia.
Mala.
(Sigo en Spoiler)

La versión que yo he visionado es la DIrector's Cut, que no deja de tener su gracia dada la escasez de medios de esta producción. Esta película, o mejor dicho mediometraje -su duración es de 68 minutos, de los cuales aproximadamente 7 minutos se invierten en los títulos de inicio y de crédito-, es una producción de vídeo casero de ínfima calidad técnica que requiere de cierta complicidad del espectador para visionarla en su totalidad, más que por su morbosa temática, por su escaso guion y sus ridículas interpretaciones.

Se agradece que el director no haya perdido tiempo en introducir los personajes al inicio del film y comiencen sin dilación las hostilidades del protagonista. Los forcejeos del demente protagonista con sus víctimas son sonrojantes. A destacar la escena de Lucker con la víctima prostituta varias semanas después de matarla, únicamente apta para incondicionales del género y admiradores de Jörg Buttgereit.

Mala de solemnidad.