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España España · Santiago de Compostela
Críticas de Magui Paredes
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Críticas 7
Críticas ordenadas por utilidad
8
7 de noviembre de 2013
1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
Del mismo modo que el fuego se apaga con fuego o que la mancha de mora con otra verde se saca, Álex de la Iglesia afronta la situación a la que se vieron sometidas muchas mujeres sabias, poderosas, influyentes o dotadas de una gran inteligencia en la sociedad que a cada una le tocó vivir. Todas ellas fueron atacadas por considerarse peligrosas al creerse que podían invadir un territorio reservado en su totalidad para el varón y entrar en las competencias del rol masculino.

Por todo ello, los personajes de Carmen Maura y Terele Pávez encabezan un séquito de adoratrices de Satanás que muestran todo su poder sin dudar ni por un solo momento en acudir a los más bajos recursos para llegar a su fin. Vuelve así a surgir el elemento tradicional que así fue considerado a lo largo de varios siglos de nuestra historia como purificador y que inicia este texto: el fuego. Vuelven, pues, a alumbrar las piras para llevar a cabo los sacrificios necesarios y, así, satisfacer los deseos de sus deidades sedientas de morbo y sangre pero con novedades que el espectador no debe perderse para aprender a ver la vida en los zapatos del prójimo. Ahora las víctimas se tornan en verdugos.

A todo ello hay que sumarle una sagaz ironía junto con la fantasía extrovertida, diabólica y brutal que el director ya nos había mostrado en trabajos anteriores como El día de la bestia (1995), Perdita Durango (1997) o incluso en La comunidad (2000). A mi modo de ver, esta estética particular se completa con nuevos rasgos que le confieren una personalidad propia a este trabajo. Por un lado, ciertos momentos de fantasía naif que vinculan estas brujas con las de El mago de Oz (1939) por sus escobas y su capacidad de volar. Por otra parte, considero que las pinturas negras de Goya son una fuente de inspiración destacable a la hora de transmitir el ambiente que se podía respirar en un aquelarre dentro de las cuevas de Zugarramurdi: la luz, las miradas de pánico, las sombras, la oscuridad,…

Todos estos complementos se conjugan entre si para dar vida a esta pieza única en la que Álex de la Iglesia nos vuelve a sorprender con su fina ironía para transmitir una realidad de la que no debemos escapar para mejorarla, intentar aprender de ella y evitar que viejos y trágicos errores del pasado queden en el y evitar que no se vuelvan a repetir.

A la par de todo esto hay que destacar la habilidad que el director muestra para hacer brillar con luz propia a las dos brujas mátrix de este film, dos actrices veteranas que todavía tienen mucho que ofrecer en la gran pantalla pero que necesitan sus oportunidades para poder demostrarlo. Qué grandes estáis, Carmen y Terele!

Bajo mi punto de vista, hay una intervención del personaje que defiende Terele Pávez que resume perfectamente tanto el espíritu de esta historia llevada al cine como la idea que pretendo transmitir bajo esta crítica: “Yo no le tengo miedo a las brujas, yo solo le tengo miedo a los hijos de puta”.
Magui Paredes
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9
17 de diciembre de 2015
1 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
Se podría calificar como machista, frívola o incluso como llena de tópicos absurdos trasladados al universo femenino pero Sexo en Nueva York es una ficción que supera todas estas definiciones con absoluta libertad.
Ya Judith Butler en El género en disputa se plantea cuestiones del tipo: “[…] el género se construye culturalmente: por esa razón, el género no es el resultado casual del sexo ni tampoco es tan aparentemente rígido como el sexo […] ¿Podemos hacer referencia a un sexo ‘dado’ o a un género ‘dado’ sin aclarar primero como se dan uno y otro a través de los medios? ¿y al fin y al cabo qué es el sexo?”
Cuatro hermanas de amistad con edades comprendidas entre los treinta y cinco y los cincuenta años (Carrie Bradshaw, Charlotte York, Miranda Hobbes y Samantha Jones) al lado de la madre que las cuida y las une (la ciudad de Nueva York) bombardean esta dicotomía sexo-género y superan el Test de Bechdel por sus actitudes atrevidas, emotivas, descaradas, frescas, sexis y cargadas de ironía. Todo ello porque hablan de sus inquietudes, sus deseos, sus miedos, sus éxitos o sus pasiones sin condenar al ostracismo al lado masculino necesario para construir una sociedad equilibrada.
A lo largo de seis temporadas convivimos con los caprichos y éxitos de Carrie, el sacrificio personal y la humanidad de Miranda, el convencionalismo y la delicadeza de Charlotte o la exuberancia y sentido del humor de Samantha junto con la iniciativa empresarial y personal de cualquiera de ellas.
Si algún día conozco Manhattan me gustaría visitar algún museo acompañado de Charlotte, ir de tiendas con Carrie, tomar unas copas con Samantha y dar un largo paseo por el Jefferson Market Garden con Miranda (lugar especialmente emotivo para ella y para Steve Brady) para al final, junto con ellas y con mi amado barítono, compartir mesa y mantel en algún conocido restaurante de la ciudad y asistir a alguna de sus ácidas reflexiones sobre Mr. Pilón, Mr. Big, las bolsas de té, las ladillas y los Hamptons, la relación entre las criadas y los vibradores, el drama de una cana inoportuna, las desventajas de compartir calle con prostitutas travestis o comunidades de vecinos con señoras clasistas, el consumo de sustancias alucinógenas para sobrellevar mejor determinados tamaños desproporcionados, los peligros de abrir una ventana en una noche de nevada, etc.
¿Y al fin y al cabo qué es el sexo? Sexo es Sexo en Nueva York, la ficción de estas cuatro mujeres que asustarían y dejarían sin argumentos a cualquier hombre heterosexual de mentalidad tradicional. De ellas solo me falta por decir que no sé cómo he podido vivir hasta el momento sin conocerlas.
Magui Paredes
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