La peli está bien, pero no llega al nivel de los anteriores musicales de Demy ("Las señoritas de Rochefort" y "Los paraguas de Cherburgo").

Es curioso: al tratarse de un cuento, el estilo “festivo-colorido-pasteloso” de Demy es el adecuado, y sin embargo prefiero ese estilo aplicado a sus otras historias, que no son cuentos y por tanto no pedirían en principio ese estilo.

Naturalmente, Catherine Deneuve está ideal como la princesa más bella de todos los reinos. Tan hermosa que incluso incita a su padre al incesto (bastante inaudito este oscuro elemento, y bastante bien eludido en el guión).
En cambio, Jacques Perrin da risa como príncipe azul (¡igualito a Fernando Tejero! con eso lo digo todo).
He leído que Demy quería a Anthony Perkins para el papel, y la verdad es que me habría gustado ver a Norman Bates como dulce príncipe que canta al amor más puro e inocente...

Los decorados y el vestuario son, nunca mejor dicho, de fábula. Una preciosidad para la vista incluso hoy, tan acostumbrados como estamos al “más suntuoso todavía”.

Interesante peli argentina sobre la adopción ilegal de niños, tráfico de lo más espinoso porque nadie garantiza las buenas intenciones del “comprador” (al que no se le hacen demasiadas preguntas cuando desembolsa la friolera de 20 o 30.000 euros por un niño), de manera que pueden acabar siendo pasto de la prostitución infantil o la venta de órganos.
Al otro lado de la moneda está la más pura y absoluta miseria, que es lo que lleva a que toda esa maquinaria (la amable y la terrible) se ponga en funcionamiento.

La película se beneficia de un tono cercano al documental que le confiere un enorme verismo (si bien poco esteticismo visual), y me ha recordado en ese sentido a otra buena peli sudamericana reciente: “María, llena eres de gracia”.

Es muy interesante el choque entre el “perfume francés” de la fina protagonista (inmensa e intensa Carole Bouquet) y toda esa sórdida miseria que la rodea en su viaje a las entrañas menos amables de Argentina en su búsqueda a cualquier precio de ese hijo que no puede tener.
Gran actuación también de Aymará Rovera como la otra cara de la historia (la mujer pobre como las ratas, al borde del desahucio, que no puede asumir un hijo más).

Lo que menos me ha gustado es que el final queda demasiado abierto, pero me parece necesaria y creo que merece mucho la pena.

Finalmente hay que hablar del doblaje: es IMPRESCINDIBLE verla en V.O. para escuchar a la Bouquet hablar convenientemente mal el castellano. Puse por curiosidad algunas escenas dobladas y era terrible: la protagonista parecía una mujer estúpida no enterándose bien de las cosas que le decían, hablando con lentitud, y reforzando con gestos lo que decía (en la versión original esa gesticulación tiene sentido porque ella sólo chapurrea el castellano, pero no tiene sentido cuando lo habla perfectamente, quedando la interpretación seriamente dañada en la versión doblada).

La película empieza muy bien con una larga escena de acción aérea realmente trepidante e impactante, luego vienen unos créditos magníficos, sensuales, pausados, con una canción romántica inolvidable.
Pero después el nivel no se mantiene: el guión es ciertamente pobre, trabajado lo justito para hilvanar los verdaderos puntos fuertes del producto, que son las numerosas escenas de acción, muy bien rodadas (sobre todo la persecución en la nieve con esquís).
Por otro lado el globo resulta demasiado inflado (pasa de las dos horas)

Roger Moore compone un James Bond que me gusta más que Pierce Brosnan, pero menos que Sean Connery.
CAROLE BOUQUET está para enmarcar: qué ojos, qué pelo de anuncio, qué carita de porcelana…
Es lo mejor de la película y tiene a su cargo los momentos más bonitos y cautivadores: ese plano en el que bucea por algún mar de Grecia entre las ruinas sumergidas de un atiguo templo helénico, con esa música envolvente… “Dios mío, dije, no es un ser humano, es Tetis, la diosa griega del mar”
Y como en la peli se dedica a disparar flechas con una mortífera ballesta, encandilando a Bond, también se le pueden ver paralelismos con el dios Cupido.
Lo dicho: UNA DIVINIDAD.

Una rica mujer venida de una gran urbe llega a un pueblo para llevarse a la hija que tuvo que abandonar hace 18 años, para consternación de la humilde profesora de piano que la ha criado.
Cuesta reconocer a Bergman en esta primera película salvo en una escena onírica: la explosión de angustia existencial que sufre la madre adoptiva a bordo de un tren (escenario típicamente bergmaniano para representar toda suerte de "crisis" y desequilibrios). Este personaje es el más interesante y el que más recovecos presenta: su aflicción se debe no sólo a la pérdida de esa joven que ha criado, sino a la preocupación de que pueda caer en la mala vida al marcharse a la ciudad (dicotomía "campo como remanso de paz/ciudad como nido de víboras"). Pero también experimenta una cierta envidia hacia la verdadera madre por ser más joven que ella. Para más INRI, le diagnostican una grave enfermedad que seguramente acabará pronto con su vida. En esa tesitura, la chica debe quedarse a su lado o no podrá soportarlo. ¿Hasta dónde hay amor, y dónde empieza el egoísmo?
La verdadera madre, aunque todavía joven, empieza a sentirse vieja y es entonces cuando decide recuperar a su hija (alegando que es lo mejor para la chica), y hacerse con un amante más joven (alegando que es un pobre desgraciado que la necesita). ¿Amor hacia los demás o amor propio? El dibujo del personaje no está tan conseguido como el anterior y no resulta tan sugerente en su ambigüedad.
En definitiva, Bergman trenza un relato sobre LA TURBIEDAD DE LAS VERDADERAS MOTIVACIONES cuando el tiempo inclemente empieza a hacer mella en nosotros. Pero tampoco los jóvenes se libran de actuar conforme a causas discutibles: la jovencita decide marcharse con su madre biológica sólo para rehuir al hombre que la pretende, formal pero bastante mayor que ella (una vez más encontramos la antítesis de la edad).
Y moverse por las razones equivocadas termina pasando factura.

Magnífica partitura de Erland Von Koch (de hecho es la música escogida para el anuncio de la colección de Bergman).

Acaba de salir a la venta esta peli de André Téchiné (“Las hermanas Brontë”, “Los ladrones”, “Alice y Martin”, “Fugitivos”…), premio al mejor director en Cannes 1985.
No es de mis favoritas, pero me ha parecido de indudable interés.

Como es habitual en el cine de Téchiné, hay un oscuro y tormentoso personaje que actúa como desestabilizador de la tranquilidad de los demás, pero también como estímulo para que evolucionen y salgan de sus mediocridades y apatías.

En este caso se trata de un casi primerizo Lambert Wilson, que recrea un personaje cínico, duro, misterioso y fantasmagórico que, movido por un terrible sentimiento de culpa, busca su destrucción tanto por sus propios medios como induciendo a los demás a que lo destruyan, convulsionando así las banales vidas de los personajes “normales”, en especial el que encarna con pasmosa hondura y desparpajo una jovencita Juliette Binoche (me ha hecho recordar a Sandrine Bonnaire, Sophie Marceau y tantas actrices francesas que con 20 años o menos actuaban con la sabiduría de actrices de 40)

La película muestra la cara más perniciosa del amor extremo y del éxito profesional (pues indica que son cosas que pueden llevar a la locura y a la muerte), y habla de la necesidad del dolor como elemento necesario a la hora de crear arte y de crecer como persona.

Me ha parecido además una película muy erótica.