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España España · Shangri-la. Andalucía
Críticas de Maggie Smee
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Críticas 381
Críticas ordenadas por utilidad
7
13 de julio de 2019
22 de 24 usuarios han encontrado esta crítica útil
En pleno boom de “biopics” de cantantes o musicales de distinta calidad, se estrena “Wild Rose”, cuya duración en cartelera ya aseguramos que será mínima, tanto como su repercusión, al menos hasta que pase un tiempo. Las razones son varias: su promoción ha sido muy discreta, la música “country” no tiene muchos adeptos por estas latitudes, y, además de no contar nada nuevo, la historia ya nos la han contado antes con menor acierto, como en las genialmente interpretadas por Meryl Streep, sean “Postales desde el filo” o “Ricki”, o con mayor acierto, como podían ser los casos de, por ejemplo “Georgia” de Ulu Grosbard o sobre todo “Alicia ya no vive aquí”, que supuso el “Oscar” para una estupenda Ellen Burstyn y que dirigió un emergente por aquel entonces Martin Scorsese. Los puntos en común con esta última son bastantes, desde ciertas situaciones a parecidos con el personaje central.

El guión de Nicole Taylor está bien construido. Quizás su mayor acierto ha sido no inclinarse demasiado en su lado dramático, y adornar con mucha moderación, el punto dulce o de humor que pudiera tener. “Wild Rose” en ese sentido es correcta, se ajusta bastante a la realidad, con su crítica social incluida como buen film británico (escocés para más exactos), aunque tenga sus dosis de escape y humor. El personaje central de Rose- Lynn se mueve entre la atmósfera de Marion, que es su madre, el barrio y sus hijos, y el mundo casi idílico de Susannah, la mujer para la que trabaja en tareas del hogar. Todo esto supongo que sonará exótico en Estados Unidos, sobre todo en Nashville, ciudad por la que su protagonista está obsesionada y uno de los bastiones del "country", pero este gusto por el estilo musical más americano se puede dar en cualquier país, y como ejemplo ahí está el tema que Alemania envió a Eurovisión en 2006, el "No No Never" de Texas Lightning.

Tom Harper dirige de manera correcta. Puede que en los créditos iniciales nos dé una falsa imagen y una primer contacto algo impostado a través de su protagonista, pero nada comenzar el film, eso queda en el olvido, centrándose hasta el final, con algunas escenas “musicales” logradas y hasta con el sentimiento requerido.

Sus factores técnicos, desde su montaje a la fotografía también son correctos y cuentan en todo momento con una ambientación que parece “real”, que en ningún momento se estiliza ni cae en el estereotipo.

El punto fuerte es el trabajo interpretativo, gracias, una vez más, a un “casting” bien elaborado y que incluye a los niños, porque hasta ellos están bien. Por supuesto Julie Walters demuestra, una vez más, que con un personaje bien trazado esta gran actriz es capaz de hacer un trabajo fabuloso. Y la bomba es su protagonista, Jessie Buckley, físicamente un cruce entre Lola Dueñas y Holly Hunter, que sin hacer demasiados “numeritos” a cámara, saca su personaje a flote gracias a su verismo dramático y a su espléndida voz, ya que nadie la dobla, cantando los temas sin "play back". Parece mentira que ni Walters y sobre todo Buckley, no hayan aparecido hasta la fecha nominadas por su labor. No sé si tendrán opción para el año que viene, pero si no se sumarán a la larga lista de injusticias cometidas en la tómbola de los premios. También, por ejemplo, hubiera sido “nominable” el tema “No Place Like Home”, compuesto tres chicas: C. Smith, K. York y la oscarizada actriz Mary Steenburgen.

Soy consciente que “Wild Rose” no tiene el tirón popular que tenía, por ejemplo “Full Monty” o “Billy Elliot (Quiero bailar)”, aunque también cuente en su reparto con una de sus protagonistas, Julie Walters, si bien en un cometido muy diferente. Ni tampoco tiene esa habilidad de taladrar el corazón que tenía la notable y olvidada por muchos “Little Voice”. Pero es un “musical” hecho con amor y complicidad en los que en ella han colaborado, con más dignidad que otros subproductos más famosos y en apariencia más relucientes. Lo dicho, nada nuevo en el horizonte, pero lo que hay está bien hecho. Que no es poco.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
Maggie Smee
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4
24 de marzo de 2023
36 de 53 usuarios han encontrado esta crítica útil
Son varias las razones que hacen de “Ellas hablan” (Women Talking) un film fallido. Precisamente, el año pasado la prefirieron para los Oscars, aunque en dos apartados nada más (película y guión adaptado) antes que “Al descubierto” (cuyo título original era “Ella dijo”). En ambas, tras el movimiento “Me Too”, surgen estas producciones donde sus títulos dejan claro que la mujer se manifiesta, pero mientras la película de Maria Schrader se desenvuelve con cierto interés, esta de Sarah Polley, “Ellas hablan”, se convierte en un film más reiterativo y tedioso, cuyo Oscar al mejor guion adaptado se justifica solamente por intentar premiar el “bienbuenismo” obligado de la Academia de cara a la galería. En todo caso hubiera sido mejor la elección la de Maria Schrader porque “Ellas hablan”, como decíamos al principio, es fallido, con errores de base que impiden que sea ni siquiera un film correcto.

Su adaptación es bastante mediocre, deja mucho que desear y el “aire teatral” (en el peor sentido del concepto) está presente todo el metraje, plagado de diálogos en los que se notan los momentos de réplica: ahora es el turno de esta, luego le toca a la otra... todo eso intercalado con algunas imágenes del resto de compañeras, como muy interesadas en lo que una y otra vez se dice. Su directora ha decidido revestirla con una fotografía de Luc Montpellier “retocada”, con unos tonos oscuros, grises y ocres, como en plan “dogma” para darle una atmósfera falsamente realista que subraye aún más el drama que se nos cuenta y que no solamente es innecesario, si no que acaba restando verosimilitud y hartando, incapaz de sacar matices de la campiña donde se ha rodada, con contados momentos de atardeceres que pretenden evocar el cine de Malick, pero que se convierten en escenas irrelevantes de escasa belleza.

La estupenda banda sonora de Hildur Guonadóttir (que no alcanzó ser nominada al Oscar por ninguno sus trabajos este año) fue injustamente ignorada, cuando realmente es casi de lo mejor de la película.

El capítulo interpretativo puede llegar a ser el más doloroso, porque el ramillete de actrices en su elenco es muy atrayente, pero finalmente carece de atractivo porque no terminan de poder dar el callo. La mayoría van vestidas de negro con sus pañuelos en la cabeza, que parecen emular a Irene Papas en una tragedia griega o un rollo pseudo lorquiano, pero se estancan en su apariencia, delatando sus limitados personajes. Resalta quizás Rooney Mara por ser algo diferente del resto y haber imprimido cierta dulzura a la relación con Ben Whishaw. El caso contrario, las más desafortunadas son Jessie Buckley, actriz que nunca había visto tan forzada como aquí, y su coproductora (junto a Brad Pitt entre otros), Frances McDormand, muy desaprovechada, la que menos aparece, y es como una Doña Rogelia paródica de la tragedia de Puerto Hurraco, que también poco nos importa.

Y lo que son las cosas. Aunque la autora Miriam Toews, se crió en una colonia menonita canadiense, y en teoría ha vivido mucho de lo que cuenta, todo se queda en intenciones, en denuncias que hoy se producen tras muchos silencios, pero no es contundente. Si se pone mucha voluntad se sigue, porque realmente es una tragedia lo que se cuenta, pero no arrastra al espectador. Falta engancharnos a las vísceras, precisamente a su guionista y su directora, que eso era fundamental, y se queda en un film que no deja ninguna huella, que no plantea ninguna diatriba porque todos/as estamos con ellas, no hay tensión y ni siquiera numeritos de actrices en estado de gracia. Quizás al ser una producción de la “resucitada” Orion Pictures, se encuentren las razones del posible apoyo de la industria, porque hay poco donde rascar.
Maggie Smee
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7
2 de octubre de 2022
32 de 45 usuarios han encontrado esta crítica útil
Al menos para mí, Costa- Gavras, es uno de los pocos y grandes directores que nos queda. El próximo febrero cumplirá 90 años, ojalá que pueda ser así, y sus tres hijos se dedican a la industria audiovisual: su hija Julie es directora, aunque no muy prolífica, Alexander, que hasta ahora parece estar únicamente volcado en la producción, y Romain, que tras rodar algún largometraje y documentales, estaba más relacionado con videoclips y haciendo trabajos promocionales para Dior, Yves Saint Laurent o Adidas. Ahora, de la mano de Netflix, nos llega “Atenea”, en la que Ladj Ly, con el que colaboró en su exitosa “Los miserables”, ahora se une a Romain en el guion y la producción.

Sin duda hay mucho de “Los miserables” de Ly en esta “Atenea”, pero siendo “Atenea” mucho más barroca desde el punto de vista visual, llegando a ser casi un redoble de tambores en un intento válido de superar el “plano secuencia” ya célebre de la oscarizada “1017” de Mendes.

Hay quien hace referencia, y no muy descabellada, a posibles influencias de “Asalto a la comisaría del distrito 13” y “1997: Rescate en Nueva York”, de Carpenter. Exceptuando un momento del metraje en que parece que se va a convertir en la reseñable “71” de Yann Demange, cosa que no ocurre, a mí me parece más inspirado en la línea marcada por el muy interesante Cédric Jimenez en su “BAC Nord: Brigada de investigación criminal” (también distribuida por Netflix) o “Conexión Marsella”, dos buenos recientes thrillers franceses que merecerían ser más conocidos por el público nacional.

Puede que la simiente, en este caso, provenga de “The Warriors (Los amos de la noche)”, de Hill, polémico film en su día, con problemas de censura en varios países y acusado de exceso de violencia gratuita. No es el caso de “Atenea”, cuya violencia es parte fundamental de la historia y totalmente creíble.

Desde el arranque, que deja en estado de estupefacción, a su final, el dinamismo (gracias también a un notable montaje) es incontestable y por supuesto, la mejor baza del film es el trabajo de fotografía, una coreografía absolutamente apabullante que pocos directores hubieran sido capaces de plantear y, mucho nos tememos, en un futuro no muy lejano tendrá sus imitadores, aunque no con la misma justificación dramática.

Para contrarrestar la balanza, la banda sonora corre a cargo de Surkin, un joven compositor francés de música electrónica, DJ y productor musical, que ya había trabajado con Romain Gavras y cuya influencia de la música planeadora es notoria.

A pesar de que en el reparto no haya nombres conocidos su nivel es muy bueno, lo cual demuestra una vez más que para un buen resultado nada más que hace falta buscar a los actores que puedan dar el personaje, no “famositos” que en este caso, hubieran dado al traste con la verosimilitud que se buscaba.

Hay quien le achaca a “Atenea” es que no cuenta con detalles los antecedentes que suceden y que es un “no parar”. Falso, En base a la propuesta no hay lugar para entretenerse en vaguedades, el tiempo va comprimido y todo está perfectamente explicado. Que es un “no parar” es cierto. No hacía falta más, al menos en esta ocasión, donde Gavras hace un buen trabajo en todas sus facetas, especialmente en la de director.

No es un videoclip, aunque haya quien que lo quiera ver así. Es un buen ejercicio de intentar dar una óptica diferente el cine de acción en el que Francia parece tomar la delantera, aunque no se le quiera reconocer los méritos que tiene, tanto por parte de la crítica como de ciertos espectadores, que luego alucinan con cualquier basura que les planten.

No tengo duda de que si no fuera distribuida por Netflix y fuera, por ejemplo, española, aquí nos hubiéramos locos ensanzándola y sería la más firme candidata a arrasar en la próxima edición de los Goya. Así que quien carezca de prejuicios y quiera pasar un rato "ojiplático" no tiene nada más que verla y dejarse llevar.
Maggie Smee
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8
19 de julio de 2013
28 de 37 usuarios han encontrado esta crítica útil
El gran Jack Lemmon llegó a declarar que lo mejor para disfrutar de un viaje no se trata de llegar al punto de destino, sino que el trayecto en sí hasta llegar a ese destino puede llegar a ser más interesante que las propias vacaciones. Lo cual es aplicable tanto como explicación para un proceso de construcción de un personaje o como para definir toda buena película, y más dentro del género de terror y suspense, ya que, una vez desvelada toda su intriga, siguen permitiendo que se vuelvan a ver, ya que su punto fuerte no es simplemente, por ejemplo que te sorprendan con quién es el malo de la película o un despampanante final venga o no a cuento, sino el recorrido que nos ha mantenido en vilo durante toda la proyección. Y para mayor mérito, Wan ha utilizado recursos y elementos de sobra utilizados en el género de terror, pero sabiamente administrados, dándole su propia personalidad, sin abusar en ningún momento de evidentes trucos digitales y como volviendo a esa fórmula de cine de los 70 y parte de la década de los 80. De hecho hay ciertos paralelismos tanto en algunas circunstancias como en personajes con “Poltergeist”, aunque también haya relación con otros títulos. Pero poco importa. Ha supuesto una sorpresa (como soy fan del género diré que grata) este “Expediente Warren: The Conjuring” por haber hecho algo que hacía tiempo que en el cine no veía, una película realizada a la antigua usanza donde inquietar era más importante que mostrar gratuitamente, donde jugar con el miedo del espectador no es un vertiginoso combate de videojuego, sino que conlleva un tira y afloja en base a las circunstancias que se van desarrollando. No quiero decir que sea a trancas y a barrancas, su ritmo, nunca mejor dicho, es endiablado, pero nunca se centra en golpes de efecto, sino en su guión, que está muy bien llevado por Wan, y cuenta con eficaces actuaciones, sobre todo por parte de Farmiga y Taylor. Su atmósfera y su interés están logrados, en los que los efectos de sonido, su sonido, montaje y efectos especiales son fundamentales, pero insisto en que no les ha dado prioridad, son puntos de apoyo, cosa que hoy día pocos se atreven a hacer. Ojalá imponga moda y el cine de terror recupere un nivel que con el tiempo parece que se ha devaluado. Así que, a pasarlo de miedo si se animan a verla y por supuesto, salvas de aplausos o mejor, unas sonoras palmadas.
Maggie Smee
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5
24 de julio de 2015
26 de 33 usuarios han encontrado esta crítica útil
No sé cómo lo he hecho, pero me he mantenido al margen de la promoción de “Inside Out” (no me parece acertada la traducción española de “Del revés”). Tras visionarla, me enteré que había mantenido un duelo titánico en la taquilla americana con “Jurassic World”, que hoy ya es, y por ahora, la tercera más taquillera de la historia del cine americano. Una semana consiguió arrebatarle el primer puesto, lo que da idea también de las fabulosas recaudaciones de este film dirigido por Pete Docter, junto a Ronaldo Del Carmen, y cuyo guión de Michael Arndt, se basa en una historia del mismo Pete Docter. El mismo de “Up”, y eso se nota.
Desde miles de sketchs de humoristas para la televisión o el cine, como Woody Allen en “Todo lo que usted siempre quiso saber sobre el sexo pero temía preguntar”, a “Cómo ser John Malkovich”, por ejemplo, muchos han indagado en las interioridades de la mente o el cuerpo humano, cada uno bajo su particular perspectiva. Incluso recuerdo también a Albert Barillé, que a finales de los 70, que inició una serie de dibujos animados para la televisión, “Érase una vez…”, que fue todo un éxito, entre otras razones, por su carácter divulgativo. De hecho, hasta hace relativamente poco, han proseguido sus trabajos con éxito. Todo lo digo porque también me ha sorprendido que con una semana de exhibición en estas páginas ya existan más de ciento treinta comentarios, la mayoría calificándola de excelente y destacando su originalidad. No es que no la recomiende, pero no creo que sea ni tan genial ni tan original.
“Inside Out” para mí, dista muchas millas de la notable trilogía de “Toy Story”, que tenía mensajes más sanos y universales, (mejor obviar otros trabajos de animación de otros estudios que también la superan), asemejándose al mundo de “Up”, un film para nada desdeñable pero que tampoco me parece que sea de alto nivel. El corto que precede el film, “Lava”, entra también en este conjunto apreciable pero sobrevalorado, sobre todo el corto, del estilo de los que hacía la compañía Disney en la década de los cuarenta del siglo pasado y que despide, a pesar de su moderna factura, un cierto olor a naftalina.
No creo que sea un film para niños pequeños, que se pueden aburrir fácilmente. Está pensado para los jóvenes y los que sobre todo sean padres. Pero no con un punto de nostalgia sano, ya que me parece que está destinada a familias convencionales, estructuradas y adineradas, aunque con cierta “conciencia social”. De los que recuerdan como detalle entrañable, por ejemplo, una noticia que suelen dar todos los veinticinco de diciembre en todos los noticiarios: “Hoy en todos los hogares Papá Noel ha dejado regalos a los niños.” O noticia que se da también en el día de Reyes, da igual. Sin llegar a ese punto tan obsceno en el que no se tiene en cuenta a los más desfavorecidos, el film destila unos convencionalismos que no me atraen. Sirva de ejemplo, el que pueda existir, cuando se madura, una isla interior destinada a las “marcas”, como si fuera un pilar interior, y aunque algunos lo posean, no sería un valor a destacar.
Maggie Smee
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