El director recoge premios y reconocimiento populachero a la misma velocidad que se rebaja como creador; plasma hermosas imagenes en la pantalla, pero no en la retina. Aquí nos detalla una atiborrada colección de clichés, desamores ya vistos e injusticias de folletín, con protagonista de mirada bovina. Tiempo atrás, a R. Scott le visitaban las musas; ahora lo hace su asesor financiero.

Una sospechosa justicia divina premia o castiga los actos de los protagonistas en esta ópera interracial. El choque cultural genera desatino, fermenta el odio y cuando el espacio se reduce, el desencuentro es inevitable. Sólo el altruismo y el impulso noble permiten respirar sin robar oxígeno a los demás. Moralina, pero de la buena. 7

Obra mínima de un director de gran talento. Su mirada sesgada esta vez no asombra y su rebeldía ya no es punzante. El enfoque conceptual aburre, la historia es plana y los actores discretos. Película alternativa pero superficial.

La pandilla basura toma las calles. Entre cahondeo y pillerías, Kusturica desparrama una prole de personajillos de chabola y escribe un manual cutre de cómo buscarse la vida entre las sobras. Hay que verla para darnos cuenta de cómo está el mundo: lleno de friquis. Divertida.

¡Toma ya pedazo de película sobre la vida de J. Holmes! Tan grandiosa como su rabo. Los actores están escogidos con lupa. El guión escarba en los rincones más costrosos del porno americano mientras las escenas se hilvanan en un cachondeo continuo. Todo está aderezado con un sentido del humor cutre tan pegajoso como algo que yo me sé. Buenísima.