Haz click aquí para copiar la URL
España España · Granada
Críticas de Kikivall
Críticas 2 114
Críticas ordenadas por utilidad
8
7 de marzo de 2017
2 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
Tiene el film una gran dirección de George Lucas, en ese entonces desconocido, y que es ya considerado un mito de la cinematografía, sobre todo por su colección de Guerras de las Galaxias. Esta cinta es muy distinta a la ciencia ficción. Es más bien una película donde Lucas sabe contar historias paralelas de un pueblo de la América profunda, con sentido del humor a veces, otros con una veta nostálgica, y las más reflejando bien pero sin mal gusto, el mundo juvenil de los sesenta, conectando a los personajes por la emisión a lo largo de la historia de un programa de radio conducido por un misterioso locutor del que todos especulan y al que nadie ha visto y que además deus mensajes directos, pone una música rock de los sesenta maravillosa.

Además de la dirección, tiene un magnífico guión del propio George Lucas junto a Gloria Katz y Willard Huyck. Genial música rock de principios de los sesenta, y gran fotografía de muchas escenas nocturnas que se pueden visualizar sin dificultad de Ron Eveslage y Jan D'Alquen; y para más, un excelente montaje y puesta en escena, así como una muy buena ambientación de la época: autos, vestuario, etc.

El reparto es variado y muy interesante, destacando un joven Richard Dreyfuss que hace con brillantez el papel de futuro universitario del pueblo. Y le acompañan un reparto de actores y actrices por lo común jóvenes y muy buenos como Ron Howard, Charles Martin Smith, Paul Le Mat (estupendísimo), Candy Clark (que está muy bien), MacKenzie Phillips, Cindy Williams, el mismísimo ¡Harrison Ford!, Wolfman Jack, Bo Hopkins, Kathleen Quinlan o Suzane Somers: todos y todas .

Gran radiografía de la juventud americana de los sesenta; muchachos y muchachas que se han de enfrentar a un futuro cargado de esperanza y angustia, todo lo cual se muestra en este gran film de George Lucas, una película alegre y también nostálgica, llena de vida y de verdad, un film que a algunos nos conduce por el retrospectivo camino del recuerdo.

Al final del film, y a modo de compendio existencial y de mensaje, se cuenta la desigual fortuna que con el pasar del tiempo han corrido los diversos jóvenes que conforman la historia. Es un final que puede parecer triste, e incluso dramático en alguno de las historias de vida que expone, pero la vida siempre es así: unos triunfan, otros mueren, otros fracasan, otros se quedan en el limbo por el camino. Y mientras, en los créditos finales, suena la canción de los Beach Boys: "We've been having fun all summer long..."
Kikivall
¿Te ha resultado interesante y/o útil esta crítica?
6
28 de febrero de 2017
2 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
Película rodada por un interesante José Antonio de la Loma, con guión del propio J.A. de la Loma, y una fotografía bastante regular de Francisco Sánchez. En el reparto hay actores aficionados, algunos delincuentes reales, y otros profesionales que alternan en un desigual equipo actoral donde destacan Ángel Fernández Franco (alias El Torete), Frank Braña, Xabier Elorriaga (padre Ignacio), Miguel Hugal, Lyn May y Víctor Petit. Las interpretaciones son mediocres pero cargadas de naturalidad, pues son chicos de la calle, y desde luego, al hilo de su “cultura” están impregnadas de chulería macarra y machismo barato. Aunque esto no sea lo sustancial de esta película como ahora diré.
Se trata de una especie de drama y película de quinquis con atracos y robos por doquier. En esta película una pandilla de chorizos adolescentes provenientes de los suburbios de Barcelona, se dedica al robo de coches a discreción. Igualmente se emplean en el robo de bolsos por el método del tirón, a atracar tiendas para vender el producto del robo a precios baratos, y también asaltan a parejas en lugares alejados para robarles y lamentablemente violar a la chica. Hay persecuciones en coche a gogó, de las que suelen zafar saltando los controles o conduciendo temerariamente por lugares prohibidos o en dirección contraria. Así, De la Loma nos introduce de lleno en la vida y obra de jóvenes como "El Torete", "El Pijo", "El Corneta" o "El Fitipaldi".
Vi entero este film un poco cutre, porque es un testimonio de lo que fueron aquellos años setenta y principios de los ochenta en lo que a robos, delincuencia, etc., se refiere. De hecho, en su momento esta película arrasó porque pintaba una época convulsa, tanto en Cataluña como en España en general, donde se produjo una importante oleada de robos, atracos a mano armada, asesinatos y otros muchos delitos que tenían a la población desconcertada. De la Loma arrojó algo de luz a ese fenómeno postfranquista de delincuentes temerarios y criminales que no pasaban los 20 años de edad y dispuestos a arriesgar el todo por el todo. Un fenómeno nada extraño tras la caída de la dictadura, las limitaciones de una policía silvestre hasta entonces y por lo tanto el repunte del latrocinio y la criminalidad, como consecuencia del advenimiento de la Democracia al país.
Así, De la Loma perfila el lamentable estilo de vida de jóvenes marginales sin oficio ni beneficio, cuya única alternativa era delinquir, pues en barrios como La Mina no existían vías de inserción; antes bien, estos jóvenes eran considerados una lacra social que había que poco menos que exterminar. Es decir, no había una opción educativa, de trabajo digno, ni gente preparada para abordar la compleja problemática de aquellos muchachos; además, muchos de ellos estaban metidos en la droga.
Y quiero cerrar diciendo que es también y mucho, una película social que refleja cómo la delincuencia de las grandes ciudades de nuestro país en aquella época, era fruto del éxodo rural, de los miles de pobre gente que aterrizaron en los años sesenta, setenta y ochenta en las grandes urbes, con muchas quimeras y esperanzas, pero sin preparación ni amistades ni dinero. Y para colmar el vaso, eran mal vistos, insultados por los ciudadanos locales que los llamaban con apelativos como “charnegos” u otras lindezas. Aquella pobre inmigración veía cómo los oriundos vivían a todo tren en su propia cara, consumían, salían con lindas chicas o alternaban en fiestas “pijas” que a ellos les estaban vetadas.
Pues bien, este film también habla de esta realidad social, cierto es que sin tomar partido por los "quinquis", tampoco por la policía, meramente presentando la urbe como una especie de campo de batalla donde sobreviven los más curtidos y despiadados.
Kikivall
¿Te ha resultado interesante y/o útil esta crítica?
9
28 de febrero de 2017
2 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
“Niños del paraíso” es una maravillosa película, una perla del cine iraní, un cine mal conocido en España y que, empero, goza de títulos y directores de renombre internacional.

Estamos ante una película magistralmente dirigida por Majid Majidi, con un gran guión del propio Majidi. Majidi se declara en este film como un excelente director, uno de esos cineastas capaces de emocionarte con una historia sencilla, casi minimalista, con una dirección brillante y lúcida. Tiene la película además una música bellísima de Keivan Jahanshahi, amén de una fotografía de lujo de Parviz Malekzade. En el reparto hay niños, también adultos, con actuaciones de sorprendentes de parte de Amir Naji, Amir Farrokh Hashemian y Bahare Sediqui.

El film trata un drama infantil en el que dos hermanos en edad escolar pasan por un trago amargo, para las precarias condiciones que viven. La pequeña Zhore, la hermana pequeña de la familia, ha perdido sus zapatos porque su hermano mayor Ali los ha extraviado, como luego contaré mejor.

Es una película de escasísimos medios, lo que se hace evidente en su planificación, fotografía, actores prácticamente aficionados y los escenarios de las mismas calles en los barrios pobres de Teherán. Pero algunas elipsis y escenas de singular encanto compensan con creces estas dificultades de producción. "Niños del paraíso" muestra de manera patente que se puede realizar un cine hermoso sin muchos medios técnicos ni económicos. Lo que hace falta es una buena historia que contar, una historia humana, y la elección de los actores adecuados (niños maravillosos en este caso). Con estos sencillos ingredientes Majidi ha creado una película exquisita cargada de sentimiento. A uno se le remueven las entrañas cuando ve los llorosos ojos de del niño o la triste cara de la pobre niñita que ha perdido sus zapatos. Película triste, sí, pero humana, cargada de esperanza y muy bella. Majadi nos da una lección: en el cine lo importante no es el dinero, sino la historia que quieres contar y las ganas de contarla bien.

Como decía y ahora explico mejor, la historia cuenta las vivencias de una familia muy humilde de los barrios bajos de Teherán, y más concretamente las experiencias de dos niños hermanos, Alí de 10 años y Zahra de 9. El relato gira alrededor de la pérdida de unos viejos zapatos de Zahra, recién reparados, y que justo al recogerlos Alí extravía en una verdulería mientras compra unas humildes patatas. Sin estos zapatos su hermana no podrá acudir a la escuela. Como quiera que haya serios problemas económicos y de salud en la familia, los dos hermanos deciden no contar el hecho a su padre, para evitar su enojo, y porque además el progenitor no tiene dinero para comprar otros zapatos nuevos. Los niños entonces acuerdan que Zahra, que estudia por la mañana, utilice las zapatillas de Alí, y éste las utilice en la tarde que es cuando él va a la escuela.

Hay escenas memorables, como cuando Zahra termina sus clases y corre agitada y veloz por las laberínticas y angostas callejuelas llenas de dificultades y charcos, calles de una gran pobreza, que son las que rodean la escuela. Y así, hasta llegar al punto de encuentro con su angustiado hermano, que la espera impaciente para ponerse él los zapatos y no llegar tarde. Así que en un momento intercambian las zapatillas por las chancletas, y entonces es Alí quien emprende una frenética carrera hacia su escuela. Lamentablemente, en varias ocasiones llega tarde con la consiguiente reprimenda del Director de la escuela; incluso en una ocasión le impide la entrada a clase, lo que finalmente evita su maestro que lo reconoce como un excelente y estudiosos alumno.

En esta joya, como digo de escasos recursos técnicos, y un Majidi entonces desconocido se sustenta en un soberbio guión del que también él es autor. La fuerza de la historia es tan avasalladora que nos empuja a seguir a sus personajes e involucrarnos en sus peripecias. Nos angustiamos y sonreímos al compás que nos marca su director, hasta que nos conduce a un final apoteósico, soberbio y efectivo.

Los niños inundan la pantalla y nos hacen olvidar los absurdos problemas en los que nos vemos involucrados los occidentales. Sus carreras por las angostas calles nos mantienen en vilo, lo cual se aleja del tópico que definía el cine iraní de lento. Es destacable una gran música muy bien utilizada que acentúa la tensión del film.

Esta joya iraní testimonial y necesaria para las personas que trabajan en la comunicación y sobre todo la educación infantil, evidencia cómo los problemas de los adultos cruzan y modifican la vida de los niños de forma muy importante, sobre todo cuando se trata de la pobreza y las desigualdades sociales.

Y no hay que perderse el emocionante final, en el que Ali tratará por todos los medios de conseguir unas nuevas zapatillas para su hermana, en una competición deportiva.

Pura poesía, cine bello y emotivo, una película que no es comercial, que no tiene efectos especiales, pero un film que deja huella.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
Kikivall
¿Te ha resultado interesante y/o útil esta crítica?
6
28 de febrero de 2017
2 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
Rebecca (Juliette Binoche) es una importante y arriesgada reportera de guerra. Estando en Kabul (Afganistan) fotografiando todo el proceso de un atentado suicida islamista, resulta gravemente herida, lo cual que su marido va a buscarla y la lleva a Irlanda para que se recupere de las graves heridas sufridas. En este punto, su marido y sus dos hijas le ponen un ultimátum: debe decidir entre su arriesgado trabajo o su familia.
Bien dirigida por Erik Poppe quien conduce el film sobre un guión del propio Poppe junto a Harald Rosenløw-Eeg que tiene, según mi opinión, lagunas importantes. Buena música de Armand Amar, con una excelente fotografía de John Christian Rosenlund.
El reparto está compuesto por una exclusiva Juliette Binoche, junto a Juliette Binoche (a la que repito porque el noventa por ciento de la película es ella más ella). Creo que he visto mejores cintas de la Binoche, siendo que en esta lo que aparece reiteradamente es la cara ensimismada y apenada de la actriz, un rostro que en esta película no parece poder con un lenguaje de calado como en otras ocasiones, sino que más bien se deja llevar por sus contracciones, espasmos e inercias gestuales que parecen ensayadas específicamente para esta película. Junto a la Binoche y con cara de iracundo tenemos a un sobrio Nikolai Coster-Waldau, del que nadie va a dudar que efectivamente sea un actor del norte de Europa. Luego está Maria Doyle Kennedy, actriz y cantante ya veterana que sale poco, pero correcta; Larry Mullen Jr., baterista de la banda irlandesa U2, bien; Mireille Darc, la joven Laury Canny, hija de la protagonista, de mirada acusadora e irascible que parece llevar dentro el germen rabioso de su madre (pues vale); Adrianna Cramer Curtis (en su sitio); y Mads Ousdal (en pocos minutos, OK).
Se trata de una coproducción Noruega-Irlanda-Suecia; Zentropa International Sweden / Film i Väst, y esto se nota.
La película merece la pena verse, así lo digo de entrada. Pero concurren en el film varias envolturas que querría comentar.
La Binoche y su excesivo protagonismo, pues en esta película es ella y el resto. A mí me gusta mucho esta actriz, pero creo que esta película está pensada para su protagonismo casi exclusivo.
Familia. Erik Poppe y su guión evaporan por una mala gestión de la historia, muchos matices y angulaciones sobre el tema del periodismo de guerra, en aras al terreno previsible del drama familiar. Simplón.
Género. Aspectos de género, de lo que tanto se habla hoy. Es decir, un marido e hijas deciden que su esposa y madre debe decidir entre una profesión de evidente riesgo y ellos.
Una profesión de riesgo libremente elegida. Ser reportero de guerra es ejercer un oficio de riesgo al que se opta por propia voluntad. Y eso parece ser un pecado de la protagonista, siendo que este trabajo es casi tan antiguo como las primeras guerras ilustradas de la humanidad.
Thanatos-Eros. También está el asunto de la dimensión thanática de la vida y las inclinaciones de la protagonista. Ya los refranes y proverbios de antañazo dejan claro que “quien ama el peligro, en él perece”.
Ingenuidad y política. No querría acabar sin apuntar dos ideas. La primera es que un reportero de guerra no es un buen samaritano ni un filántropo. Lo segundo es la convicción de que las imágenes de los reporteros gráficos, sobre todo si son en exceso impactantes, suelen ser inconvenientes y nada aleccionadoras por la resistencia que remueve en quien las ve.
En resumen, una película que merece la pena ver. Sobre todo atendiendo al final, es decir, cuando el film plantea de forma seria si merece la pena ser un mero retratista de una realidad intolerable, tal cuando la fotógrafa Binoche toma “insight”, o sea, se da cabal cuenta, "capta", "internaliza" o comprende la "verdad" revelada por su experiencia inmediata ante los acontecimientos que se van a suceder. De que ella, más que tomar una fotografía de la preparación de un atentado suicida de parte de una adolescente dispuesta a inmolarse por Alá, lo que en realidad debería hacer es obviarlo y lamentarse profundamente de lo que está viendo. Pues esa muchacha podría ser su hija, sólo que la joven suicida es con toda probabilidad pobre, explotada, inculta y le han lavado el cerebro.
Kikivall
¿Te ha resultado interesante y/o útil esta crítica?
10
28 de febrero de 2017
2 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
Película dirigida con absoluta maestría por Stanley Donen y Gene Kelly, que abordaron y tradujeron en imágenes inolvidables y de manera inigualable, el espléndido libreto escrito por Betty Comden y Adolph Green. Nada que decir de la archiconocida, alabada mil veces y genial música de Nacio Herb Brown y Arthur Freed, amén de la gran fotografía de Harold Rosson y John Alton.

En cuanto al reparto resalta la figura épica de uno de los mejores bailarines y actores del siglo XX, el genial Gene Kelly, que además de bailar y cantar como los dioses, interpreta de forma destacada. Le acompañan un Donald O´Connor, su perfecto y simpático compañero que está magistral. Debbie Reynolds maravillosa, Jean Hagen magnífica como actriz de reparto, y así hasta completar un elenco de lujo con Milard Mitchel, Cyd Charisse (maravillosa en el doble papel de ángel y demonio en el número "Broadway Melody"), Rita Moreno y Douglas Fowley.

Este musical, a la vez que comedia romántica de cine dentro del cine, y del cine mudo al sonoro, incluye una sátira sobre este proceso y está considerado uno de los mejores musicales de todos los tiempos.

En él se cuenta cómo Don Lockwood (Gene Kelly), un ídolo del cine mudo que cree tener el mundo a sus pies, además de dinero, fama, éxito, etc., cuando conoce a una aspirante a actriz, Kathy Selden (Debbie Reynolds), se le iluminan las entendederas y cae en la cuenta de que es justamente ella lo que verdaderamente falta en su vida: el amor. Así, con el nacimiento del cine sonoro, Don quiere a toda costa filmar obras musicales con Kathy. Mas ocurre que la reina del cine mudo, Lina Lamont (Jean Hagen), se va a interponer entre ellos, lo que desencadena una historia emotiva y alegre como ahora diré.

Esta joya de título original "Singin' in the Rain" tiene su sitio en el Olimpo del cine, amén de memorables escenas de los más maravillosos bailes y música de la cinematografía del siglo XX. Mencionaré sólo dos, por un lado la gloriosa interpretación por parte de Donald O´Connor de la pieza "Make'em Laugh", en la que literalmente se sube por las paredes en uno de los números musicales más dinámicos y divertidos del cine. Y por supuesto, nadie que haya visto este film podrá olvidar el célebre baile, mientras canta, de Gene Kelly, enamorado él, todo ello bajo una lluvia torrencial que ni siquiera inquieta al espectador de tan bonita como resulta la secuencia.

Gene Kelly no tiene parangón, está vital, alegre, suelto cual “pluma al viento”, haciendo una interpretación para la posteridad. Son unas escenas que nos empapan, no de lluvia, sino de embeleso y nostalgia. Por eso y por sus maravillosos 102 minutos de metraje, esta obra resiste con total solvencia el paso de los años, por su perfección, por su consistencia interna como obra genial, por su fluidez y alegría (un calificativo que le va como anillo al dedo), todo eso la convierte en una obra maestra.
Kikivall
¿Te ha resultado interesante y/o útil esta crítica?
Cancelar
Limpiar
Aplicar
  • Filters & Sorts
    You can change filter options and sorts from here
    arrow