Un guión esquemático, como un cuadro pintado en un día, lamentables actuaciones excepto de Verdú que se salva por los pelos. La dirección es tan de parvulario que raya lo canallesco por vaga.
El mensaje o enseñanza de la cinta , afición tan arraigada en alguno de nuestro cineastas, es maniqueo, clasista, racista, pueril y contraproducente.
Eso si tiene un uso, absorbe con firmeza tu estado de buen humor, se lo lleva lejos de tu sillón, tal vez a la taquilla de un director que no te llame tonto tantas veces en 90 minutos.

Y seguimos monotemáticamente sin avanzar, contando hasta la saciedad la misma historia, que cambiando algunos actores y formas puede que hasta parezca distinta.
Si concebimos el cine como un arte visual e intelectual, la película no aporta absolutamente nada nuevo, no hay un sólo plano donde el director justifique su presencia, dónde puedas recrearte o transmitir la vivencia del protagonista, el trabajo de Belén Cuesta es lo único notable de la cinta, ya que realiza el trabajo de una actriz en mayúsculas.
Otra decepción de 2019, por más que la crítica y la popularidad la encumbren.

Desde hace algún tiempo el cine francés busca su santo grial a base de construir películas de realidad equidistante entre lo vacío y lo irreal. La película dibuja una realidad falsa, histérica y especulativa. La sociedad francesa es presentada como un canto a la multiculturalidad con escenas de ciencia ficción tales como que mujer abogada es compañera de correrías de musulmanes franceses veinteañeros en un Audi a5 descapotable, ni George Lucas en sus mejores días...
En cada plano busca ser sublime, y lo que consigue es que no poseas empatía alguna por ninguno de los personajes que pululan por su metraje.
Una pérdida horrible de tiempo y de neuronas.

Un guión cimentado en una base almodovariana sólida, se desmigaja por la falta de ritmo y sobre todo por un error de casting de bulto. Se coloca con honores en la parte baja de la lista de películas del genio manchego, una oportunidad desaprovechada de lucimiento.

Repetitiva, soporífera, reiterativa, infantil, y descalabrada.
Los buenos siempre los mismos, qué bonita y paradisiaca debió ser la segunda República, todo seres de luz. Películas aleccionadoras sobran en nuestro cine, necesitamos películas adultas que se atrevan a presentar personas, no ideólogos con piernas.
La directora es una mera rodadora sin aportar ni un solo plano que la justifique, la interpretación principal es sobreactuada y las secundarias demasiado contenidas.
El guion me pareció una oda al panfleto político anti católico.
Es mi opinión claro, no me gusta ser rebaño.