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España España · Barcelona
Críticas de Maximillian
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Críticas 126
Críticas ordenadas por utilidad
9
18 de octubre de 2020
35 de 44 usuarios han encontrado esta crítica útil
Han pasado más de 34 siglos y la historia de los amores ilícitos de Helena y Paris, del coraje de Aquiles, de la nobleza de Héctor, del ingenio de Odiseo, del trágico destino de Casandra y Andrómaca, de la dignidad de los reyes Príamo y Hécuba, del odio de Menelao, de la ambición de Agamenón, así como del aciago destino de la ciudad maldita de Troya y de la leyenda de la belleza de una mujer que hizo que una flota de 1000 navíos cruzase el mar para rescatarla, sigue siendo contada desde distintos ángulos, pero manteniendo la capacidad de fascinar a cada generación.

El mito ha sido abordado por el cine y la televisón en diversas épocas, reproduciendo con mayor o menor fortuna, los hechos narrados por Homero en la "Ilíada", sobre el último año de la guerra, y en la "Odisea", centrado en el regreso del héroe Ulises u Odiseo a su hogar en Ítaca.

Los hitos más representativos son:

- "Ulises" (Mario Camerini, 1954) es la primera aproximación del cine sonoro al mito de Homero en una destacada coproducción italo-franco-estadounidense, producida por Dino de Laurentis con Kirk Douglas en el papel principal.

- "Helena de Troya" (Robert Wise,1956), es la espectacular apuesta de la Warner por el cine épico y monumental de los años 50 que, con una gran superproducción en CinemaScope, pretendía competir con la naciente televisión.

- También el peplum italiano de los 60, con la inevitable presencia del musculoso Steve Reeves, abordó el mito en los siguientes films que prácticamente forman un ciclo: "La guerra de Troya" (Giorgio Ferroni, 1961), "La leyenda de Eneas" (Giorgio Venturini, 1962), y "La ira de Aquiles" (Mario Girolami, 1962),

- La televisión abordó el mito desde una óptica naturalista, en el formato de las típicas mini-series históricas de los 70 con " Las aventuras de Ulises" (Francesco Rosi, 1968)

- También en los 70 se difundió el teatro griego clásico filmado que adaptaba tragedias de Sófocles y Eurípides. De este período destacamos "Las troyanas" (Mihalis Kakogiannis, 1971), con una inconmensurable Katharine Hepburn en el papel de Hécuba, e Iphigenia (Mihalis Kakogiannis, 1977).

- El cambio de milenio nos proporcionó dos destacables mini-series de televisión que abordaban el ciclo homérico completo en toda su amplitud y sin renunciar a la intervención de los dioses en sus argumentos. Nos referimos a ""La Odisea" (Andrei Konchalovsky, 1997) para Hallmark, y "Helena de Troya" (John Kent Harrison, 2003) para las cadenas de televisión por cable.

- "Troya" (Wolfgang Petersen, 2004) fue un gran espectáculo, a la sombra del éxito de "Gladiator" (Ridley Scott, 2000), que supo alternar la épica de las grandes batallas con emocionantes escenas intimistas en las que el multiespectacular reparto supo plegarse a las necesidades expresivas de la propia narración en un destacable producto final al nivel de las grandes películas épico-históricas de Hollywood.

El relato en esta nueva mini-serie de BBC One y Netflix, se aborda desde la óptica de la fidelidad al original literario, de forma que presenciamos la participación de dioses y diosas interviniendo a favor de sus favoritos en este conficto inmortal.

La serie ha sido muy criticada por su reparto multiracial y es cierto que resulta chocante que, en aras de una pretendida multiculturalidad, se rompa la verosimilitud histórica para representar a todas las razas en un contexto helénico con un resultado claramente incoherente. Resulta muy chocante contemplar a Aquiles, Eneas y al mismísimo Zeus, encarnados por actores de raza negra.

Superando este prejuicio, sintomático de nuestro tiempo y de la ciega servidumbre a lo políticamente correcto, hay que reconocer que David Gyasi compone un Aquiles muy convincente, que no duda en mostrar su lado más humano y honorable, sin perjuicio de que también sepa mostrarse arrebatado por la ira en dos momentos cruciales: cuando Briseida le es arrabatada y cuando le comunican la muerte de su amigo Patroclo.

El resto del reparto se adapta adecuadamente a sus personajes, destacando la interpretación de Tom Weston-Jones, que brilla en el papel del noble Héctor, de Joseph Mawle, como el ingenioso Odiseo y de Johnny Harris, que crea convincentemente, un cruel y torturado Agamenón.

La pareja protagonista, siendo correctas sus interpretaciones, no brilla al mismo nivel, ni Louis Hunter consigue dotar a Paris de los suficientes matices que requiere su difícil personaje, ni Bella Dayne, transmite el magnetismo que se le supone a una de las mujeres más fascinantes de la historia.

La fotografía destaca muy favorablemente sobre unos bellísimos paisajes sudafricanos.

En definitiva, la serie aporta verosimilitud y respeto al original literario y los inmortales personajes están suficientemente bien dibujados para que sigan disfrutando de la gloria eterna con el homenaje del recuerdo de una nueva generación.
Maximillian
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10
8 de noviembre de 2020
28 de 30 usuarios han encontrado esta crítica útil
A este film maldito le costó 30 años ser reconocido como la obra maestra que es, hasta que se recuperaron diversos cortes desestimados en el montaje final del film y se brindaron al espectador 241 minutos, sobre los 180 que tenía el montaje original de su exhibición en salas, que está en las antípodas de la pretensión de su director Joseph L. Mankiewicz, que imaginó dos films de 180 minutos cada uno, el primero basado en la historia de César y Cleopatra, inspirado en George Bernard Shaw, y el segundo, basado en la historia de Antonio y Cleopatra, que se inspiraría en la tragedia de Shakespeare.

El resultado que nos llega tras este nuevo montaje es un gran fresco histórico con una sólida estructura dramática que narra la historia de los amores, pasiones y ambición de tres personalidades históricas, singulares y fascinantes en una historia intimista envuelta en el colosalismo de las grandes superproducciones del Hollywood de la época.

La historia del rodaje es conocida, descrita por su director, Joseph L.Mankiewcz como “concebida en situación de emergencia, rodada en estado de histeria y terminada con un pánico ciego” fue una producción muy accidentada de dos años de duración, con un presupuesto disparatado que nunca se ajustaba, con notables injerencias de productores y medios de comunicación y con una historia sentimental desenfrenada y escandalosa por parte de la pareja protagonista formada por Taylor y Burton.

Por eso sorprende tanto que en un entorno tan caótico, se gestase una obra tan equilibrada entre intimismo y espectacularidad al gusto de los años 60.

Desde el punto de vista del colosalismo, visto con mirada actual, no cabe duda de que la idea de una macroproducción ha cambiado. El desfile de Cleopatra atravesando anacrónicamente el arco de Constantino, con sus elefantes, danzarinas, guerreros watusis, enanos, magos mercuriales, ninfas bañadas en oro, caballos árabes, la esfinge tirada por tres centenares de esclavos nubios, la pirámide de la que surgen cientos de palomas, aún resultando espectacular, forma parte una estética pasada y superada. Hoy en día, la imagen perfecta generada por ordenador de cualquier 'blockbuster' nos brindaría unas recreaciones algo más oscuras, pero impresionantes y realistas, de Roma o Alejandría.

Por esa razón, la obra de Mankiewicz destaca hoy en la construcción de personajes y sus motivaciones descritos a través de sus vibrantes diálogos, constituyéndose en un buen ejemplo de cine literario.

Tanto la reina de Egipto, interpretada por Elizabeth Taylor, en un registro que presenta por primera vez a una Cleopatra madre, restituyéndole su categoría como intelectual y mujer de estado, como el César de Rex Harrison, que dio una auténtica lección de interpretación, ajustada a su personalidad y Richard Burton como el confuso y apasionado Antonio, son personalidades humanas, vivas y perfectamente definidas, gracias a sus excelentes intérpretes.

También se aprecia la solidez en la construcción de caracteres en la interpretación de casi todos los actores secundarios de auténtico lujo, tanto Martin Landau que interpreta a Rufius, Roddy McDowall como Octavio, Hume Cronyn como Sosígenes, Andrew Keir como Agripa, Cesare Danova como Apollodorus, o un jovencísimo Richard O'Sullivan como el joven faraón Ptolomeo XIII, contribuyen notablemente a afianzar la solidez de la obra.

Alex North, que había triunfado el año anterior con el "Spartacus" de Kubrick, compuso para Cleopatra una partitura magistral que denominó "epopeya íntima", un esfuerzo monumental, no sólo en términos de longitud y tamaño de la orquesta, sino también en la instrumentación, que requirió flautas, cañas e instrumentos de punteo de muchas variedades para representar la música egipcia, metales para representar a Roma y percusión africana para enlazar con los dos mundos de Egipto y Roma.

Cleopatra ha perdurado en el recuerdo del imaginario colectivo y, a pesar de las notables aportaciones que hicieron del personaje otras famosas Cleopatras, entre las que destacan Theda Bara en 1917, Claudette Colbert en 1934, Vivien Leigh en 1945, Hildegard Neil en 1972, Leonor Varela en 1999 y con el permiso de Gal Gadot y Zendaya, candidatas actuales a interpretar próximamente el icónico personaje de la última reina de Egipto, Cleopatra conservará para siempre en la retina del espectador, las bellas facciones de Elizabeth Taylor y en su memoria, un sueño, el sueño de Cleopatra, el sueño de que la luz de Alejandría iluminase el mundo.
Maximillian
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10
29 de marzo de 2007
57 de 89 usuarios han encontrado esta crítica útil
Modélico drama histórico acerca de los primeros años del reinado de Elizabeth I, con una magistral Cate Blanchet, que interpreta con pasión y verosimilitud a un personaje fascinante de la historia de Inglaterra, que ya inspirase a actrices tan renombradas como Bette Davis, Flora Robson, Glenda Jackson, Jean Simmons, Judi Dench y, recientemente, a la oscarizada Helen Mirren, las tres primeras llegaron a interpretar a la legendaria y carismática reina en dos ocasiones cada una.

El film, dirigido con nervio por el hindú Shekhar Kapur, rompe con la frialdad habitual del cine histórico británico, para desarrollar un apasionante relato de intrigas palaciegas, amores y traiciones, que suponen una brillante novedad por su desusado apasionamiento, tanto en el sentido estético, como argumental.
Maximillian
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6
9 de noviembre de 2020
29 de 33 usuarios han encontrado esta crítica útil
A Sherlock Holmes no dejan de aparecerle hermanos no concebidos por la mente de su creador, Arthur Conan Doyle.

En 1975 Gene Wilder nos presentó en formato de comedia bufa, las aventuras astracanadas del "hermano más listo de Sherlock Holmes".

Y ahora llega el momento de "Enola Holmes", film que adapta el primer libro de la serie de aventuras del personaje escrito por Nancy Springer, pretendiendo emular otras sagas literarias juveniles de éxito.

Enola es una adolescente independiente, culta, valiente y aguerrida, siempre proclive a meterse en líos, que fue educada por una madre fuera de lo común, interpretada por Helena Bonham-Carter en otra divertida interpretación a las que ya nos tiene acostumbrados.

El film viene a ser una comedia de aventuras interpretada por mujeres, que se inspira en la genial "El secreto de la pirámide" (Young Sherlock Holmes", Barry Levinson, 1986), presentando las novedades de que el personaje de Enola formule sus pensamientos en voz alta mirando a cámara y que la acción vaya punteada por rótulos explicativos, en homenaje a la estética del cine mudo.

Destaca en el apartado interpretativo, aparte de la mencionada Helena Bonham-Carter, la joven Millie Bobby Brown, alejada momentáneamente de sus "Stranger Things", que compone un dinámico y simpático personaje.

También destaca un camaleónico Henry Cavill. encarnando a un nuevo héroe de la cultura popular, tras ser Clark Kent, Napoleón Solo, el héroe griego Teseo y el barón de Mondego, ahora se calza las botas de un inadecuado Sherlock Holmes, sin aportar nada más que su encarnadura al genio de Baker Street.

Esperemos que el destino pronto le depare encarnar al héroe de la saga de acción más longeva de la historia, la saga del agente 007, ya que no parece que la saga de los hermanos Holmes vaya a tener mucha continuidad.
Maximillian
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10
9 de diciembre de 2020
28 de 31 usuarios han encontrado esta crítica útil
Hay dos géneros cinematográficos que son genuinamente norteamericanos, el western y el musical, el primero nace con el cine y el segundo, por motivos obvios, con el cine sonoro.

A todos los que se les ocurre tildar al western de violento, misógino y racista, les diría que toda tradición épica de cualquier cultura adolece de los mismos epítetos, porque el western no es más que la épica de un país nuevo, un país sin historia, que crea sus tradiciones sustentándolas en hechos y personajes míticos o históricos de dudosa verosimilitud que el cine ha conseguido llegar a mitificar.

A esta tradición épica corresponden las leyendas de El Álamo, de los héroes y batallas de la Guerra de Secesión y de las guerras indias, de la construcción del ferrocarril costa a costa, de las matanzas de Little Big Horn o del O.K. Corral y de personajes tan carismáticos como Daniel Boone, Davy Crockett, Buffalo Bill, Calamity Jane, Will Bill Hickok, Wyatt Earp y Doc Holliday o los pistoleros Billy the Kid, Jesse James, Butch Cassidy o Sundance Kid.

Muchos son los filmes que, con una calidad cinematográfica sobresaliente, han contribuido a la creación de esta épica, uno de ellos es indiscutiblemente “Horizontes de grandeza” (“The Big Country”), dirigida por William Wyler en 1958, un año antes de ponerse al frente de la superproducción de Ben-Hur.

El filme nos cuenta la historia de James McKay (Gregory Peck), un excapitán de barco tranquilo, pacífico, educado y culto, que viaja desde el Este de Estados Unidos hasta Texas para contraer matrimonio con Patt (Carrol Baker), la hija del mayor Terrill (Charles Bickford), un adinerado ganadero enfrentado a muerte con el clan de los Hannassey (Burl Ives y Chuck Connors), por el control del agua para abrevar al ganado que proviene de los pozos que se hallan en las tierras de la profesora Julie Maragon (Jean Simmons).

McKay intentará contribuir a solucionar el conflicto aplicando sus propios principios del Este, dialogantes y moderados, para lo que deberá enfrentarse al cerval odio entre clanes y a la violencia, como forma recurrente de resolver los conflictos, utilizada por los duros vaqueros tejanos, representados por Steve Leach (Charlton Heston), el fiel y leal capataz del mayor Terrill, enamorado en secreto de la hija de su patrón.

Más allá de las cuestiones argumentales, la estructura dramática del filme se basa en la presentación de varios juegos de opuestos que se presentan como espejos deformantes de una misma realidad entre los que podríamos citar las siguientes dicotomías:

- El mar, representado por la antigua vida marítima del capitán McKay, frente a las vastas llanuras de Texas, en las que pretende emprender una nueva vida.

- El Este civilizado y cortés, que prefigura el futuro, representado por el propio capitán McKay, frente a la dureza de la vida de los ganaderos del salvaje Oeste, un presente a punto de fenecer, representado por el rudo vaquero Steve Leach.

- La vida acomodada y lujosa que se disfruta en el rancho de los Terrill, simbolizando el éxito social y aparente de un ganadero triunfador, frente a la austeridad miserable con que vive el clan de los Hannasay, que simbolizan el esfuerzo y espíritu de sacrificio de los pioneros.

- El honor, entendido como compromiso interior, “Hay cosas que un hombre debe demostrarse a si mismo”, frente al orgullo desmedido y la soberbia con que ambos clanes pretenden imponer sus criterios y demostrar su preeminencia sobre el rival.

- La vanidad, representada por la evolución del personaje de Pat Terrill, frente a sobriedad de la profesora Julie Maragon.

- La lealtad representada por el rudo Steve Leech hacia su idolatrado patrón, frente a la vileza miserable de Buck, el heredero del clan de los Hannassey.

Wyler enfatiza estos contrastes, consiguiendo trascender los códigos habituales del Western y enriquecer la trama argumental, pero también hace uso de grandes movimientos de cámara y de grúas, para mostrar espléndidas panorámicas y grandes planos generales, debidos a la espléndida fotografía de Franz Planner, que dotan al filme de un tono épico y espectacular.

Mención especial merece la épica e inolvidable banda sonora compuesta por Jerome Moross, que se convirtió en la quintaesencia de la música western, honor que comparte con la banda sonora de “Los 7 magníficos” de Elmer Bernstein y de los westerns mediterráneos de Ennio Morricone.

En definitiva, “Horizontes de grandeza” brinda al espectador un espectáculo integral, épico e intimista, que, no únicamente se permite mirar de frente a las obras maestras del western dirigidas por John Ford, Howard Hawks o Raoul Walsh, indiscutibles especialistas del género, sino que debería formar parte de la galería donde se exponen las obras maestras de la historia del cine.
Maximillian
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