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Colombia Colombia · Bucaramanga
Críticas de Andres Botero
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Críticas 324
Críticas ordenadas por fecha (desc.)
6
6 de septiembre de 2018
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Vi “Hierro”, también comercializada como “Delirios siniestros” (España, 2009) del director Gabe Ibáñez [1971-], siendo este su primer largometraje. Debo señalar que a inicios del 2015 reseñé su segunda película: “Autómata” (2014). El guion es de Javier Gullón. El reparto está compuesto por Elena Anaya (quien hace un buen papel y a quien recuerdo
por su destacado papel en “La piel que habito”, 2011), Mar Sodupe y Bea Segura, entre otros. Tristemente, la cinta se ofrecía como de terror-suspenso, pero realmente es más de intriga con algún toque de drama psicológico. El filme narra cómo María (Elena Anaya) pierde a su hijo Diego viajando en ferry camino a la isla de Hierro. La búsqueda fue infructuosa, por lo que ella regresa unos meses después a la isla pues han encontrado un cadáver de un niño que podría ser su hijo. Ella se niega a reconocerlo y continúa la búsqueda por su cuenta. Pasemos ahora a mis comentarios. La cinta adolece de un guion simple y plano, pero una buena puesta en escena, que hace que el espectador quede en la mitad entre el aburrimiento y el entretenimiento. Pasemos a algo de la narración. En primer lugar, está lejos de ser de terror y suspenso. Al finalizar se produce una sensación de “cómo fue que no lo vi venir” pero realmente varios espectadores, desde mitad de la cinta, ya preveían un final así. Incluso, yo estuve esperando que el desenlace fuese otro (ver spoiler) para aumentar el drama. Dicho con otras palabras, el final es previsible, aunque no tanto como para destruir la sana expectativa del espectador. En segundo lugar, ante las falencias del guion, la película hace uso de golpes de efecto, como los sonoros, para producir sobresalto en el espectador, y creo que lo logra. Pero de nada sirve si la narración vuelve a caer en sitios comunes. Pasando a otros asuntos, esta película será de mucho interés para campos como la psiquiatría y la psicología, pues representa con claridad el trastorno de una madre por un duelo no superado. Además, con base en ella podría reflexionarse sobre la maternidad y la esperanza, aquella que se niega incluso a aceptar la dura realidad que nos rodea. Pero salvo los aspectos anteriores, no creo que sea tiempo productivo el que se le dedique a salvar la cinta. Lo mejor es dejarla pasar, sin pena y sin gloria. 2018-09-06.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
Andres Botero
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8
5 de septiembre de 2018
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Vi “El Club” (Chile, 2015) dirigida por el cada vez más aclamado Pablo Larraín, de quien tengo una excelente impresión por obras como “No” (2012) y “Jackie” (2016). El guion es de Guillermo Calderón, Daniel Villalobos y del propio Pablo Larraín. El reparto es de lujo: Roberto Farias, Antonia Zegers, Alfredo Castro y Alejandro Goic, entre otros. Debo señalar que las actuaciones me impresionaron significativamente. La cinta narra una “casa de retiro y oración” para sacerdotes que la propia Iglesia esconde por crímenes o conductas inapropiadas, quienes están bajo el cuidado y la observación de una monja igualmente en penitencia. La rutina de esta casa es equilibrada con la crianza de un perro velocista. Pero la rutina se rompe con la llegada de un nuevo sacerdote acusado de pederastia y de otro sacerdote psicólogo que desea clausular la casa. Empecemos señalado que esta obra ha sido muy bien recibida por la crítica y ha recibido importantes premios y nominaciones. Por ejemplo: 2015, Festival de Berlín, Gran Premio del Jurado; 2015, Globos de Oro, Nominada a Mejor película de habla no inglesa; 2015, Festival de San Sebastián, Sección oficial competitiva; 2015, Festival de Mar del Plata, Mejor guion y actor; 2015, Festival de La Habana, Premio Coral - Mejor película; entre otros. Para muchos, incluyéndome, es la obra más poderosa de Larraín. Un aspecto a destacar es que fue una cinta de bajo presupuesto, pero no por ello menor en su calidad técnica y artística. Resalto el buen manejo de cámaras, la fotografía y las actuaciones. Eso sí, su principal “pero” es el propio del cine chileno: acostumbrarse a su acento para poder comprender los diálogos es difícil; exige paciencia y estar preguntando durante los primeros 15 minutos “¿qué dijeron?” hasta que el oído se acostumbre. Por demás, esta dificultad para comprender el español chileno hablado ha sido un obstáculo muy alto para la internacionalización del cine de dicho país. Pasando a los temas de contenido, el filme trata de un asunto muy incómodo para todos. Recordemos que en Chile, más que en otros países latinoamericanos, la Iglesia católica se ha visto inmersa en tremendos escándalos por la conducta lasciva e inapropiada de muchos de sus sacerdotes, en especial los más conservadores. No olvidemos los reproches que tuvo que enfrentar el Papa en su reciente visita (enero del 2018) a dicho país por estos escándalos que salpican hasta las cúpulas más altas de la Iglesia católica chilena. Es por ello que el tema tiene una gran actualidad. Ahora bien, el director buscó incomodar con su temática, tal cual como lo sugirió Sócrates a los filósofos: ser los tábanos de Atenas. El espectador es continuamente retado a soportar ciertos diálogos, como compensación por lo que las víctimas de la Iglesia han soportado. Aquí es crucial los relatos de una de las víctimas de pederastia que termina sirviendo de expiación a los sacerdotes enclaustrados. La atmósfera de ciertas escenas está pensada para transmitir esa pesadez propia de una obra que, a fin de cuentas, nos llama a replantear el valor de la moral externa e interna. La cinta, en cierto modo, es una fábula moral, una cruda e incómoda fábula moral, con moraleja incluida: cargar la cruz por los pecados que hemos cometido o por los que hemos permitido que se cometan. La recomiendo, pero sin olvidar que es una obra dura, compleja; es por ello que hay que saber en qué momento es oportuno verla, según el estado de ánimo. 2018-09-05.
Andres Botero
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7
4 de septiembre de 2018
1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
Vi “Le jeune Karl Marx” (“El joven Karl Marx”, 2017, Francia), dirigida por Raoul Peck [1953-], director y activista político haitiano. La vida de este hombre es bien interesante por su vida pública, además por su filme “Lumumba” (2000) y el documental “I Am Not Your Negro” (2016); este último fue nominado a un Oscar. El guion de la película que ahora reseño es mérito del propio director, junto con Pascal Bonitzer y Pierre Hodgson. El reparto es de lujo: August Diehl (quien logró reconocimiento mundial por su papel como SS-Sturmbannführer Dieter Hellstrom en “Inglourious Basterds”, 2009), Stefan Konarske, Vicky Krieps y Olivier Gourmet, entre otros. Estamos ante un biopic, esto es, cine biográfico. La obra se centra en la amistad desarrollada entre Karl Marx y Friedrich Engels, y la escritura del Manifiesto del Partido Comunista. Empiezo mis comentarios en torno a los temas estéticos. La película está bien hecha: las actuaciones, la fotografía, la dirección artística, etc., son más que correctas. Sin embargo, no puedo perdonarle a la obra que se haya evitado en algunas escenas el multilingüismo europeo que sirvió de trasfondo al pensamiento marxista. El alemán, el francés y el inglés debieron ser más protagonistas de lo que realmente se ve en la cinta. Además, en la versión que vi, no deja de molestar cómo se insertaron varios diálogos en alemán, desde estudio y no desde la escena natural, pues no todos los actores dominaban la lengua. Europa es ante todo una comunidad multilingüe. Pasando a temas de contenido, el filme genera un impacto positivo en el espectador cuando este es historiador o filósofo, especialmente cuando aparecen, aunque sea de manera esporádica, muchos personajes reconocidos de la época: Proudhon, Bauer, Bakunin, Ruge, etc. Sin embargo, esta misma experiencia positiva se puede tornar negativa pues ese tipo de espectadores no queda contento ante una biografía que se queda en las ramas: muchas veces se le pide al biopic que vaya a la exploración de las ideas y no solo la presentación del contexto, pero no olvidemos que ir al cine no es lo mismo que ir a clases, que estamos ante una película dramática y no ante un documental histórico. En alguna medida, las fuertes críticas que ha recibido la cinta giran en torno a lo anteriormente dicho: que no logra transportar la fuerza de las ideas que tenían entre manos Marx y Engels, para quedarse con la enunciación de un contexto general, el cual, sin embargo, para poder comprenderlo cabalmente exige un conocimiento histórico previo que no tiene todo espectador. Frente a la crítica anterior, solo estoy de acuerdo con lo último: esta obra, por las referencias tangenciales que hace, solo puede ser comprendida por quien tenga un conocimiento de los debates de la izquierda europea de mediados del siglo XIX. En fin, un biopic difícil para el público desinformado que tanto abunda, tristemente, en las salas de teatro, pero muy superficial para el experto. Dos cosas para finalizar. La primera que hay una escena que logró odios o amores: aquella en la que Marx y Engels se elogian mutuamente. A mi no me gustó… pareció más una escena seudo-romántica que una declaración intelectual. La segunda es que se reivindica la labor de la mujer en el surgimiento del comunismo, a pesar de que fueron los protagonistas varones los que pasaron a la historia. En conclusión, es una cinta buena, de la que se puede sacar buen provecho. La recomiendo. 2018-09-04.
Andres Botero
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8
27 de julio de 2018
1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
Vi “Jackie” (EEUU, 2016) dirigida por el reconocido director chileno Pablo Larraín [1976- ], a quien en el pasado le reseñé “No” (Chile, 2012). El guion, del que hablaremos algo luego, es de Noah Oppenheim [1978- ], escritor, periodista y presidente de NBC News. El reparto es magnífico: Natalie Portman (aplausos), Peter Sarsgaard y Billy Crudup, entre otros. La película narra los días inmediatamente siguientes al asesinato de J.F.K., y se centra en las reacciones de su esposa-viuda, Jacqueline, quien estuvo en el centro de la mirada mundial en ese momento. Sobre esta cinta tendría muchas cosas que decir y tengo poco espacio, por lo que deberé restringirme. El primer aspecto está en el guion. Resulta que es una obra, en sí misma, magnífica, lo que explica las nominaciones y los premios que ha cosechado (por ejemplo, en el Festival de Venecia); sin embargo, al tratarse de un ícono de la cultura estadounidense, estuvo en los cajones de los productores durante un buen tiempo, hasta que alguien se decidió, por fin, llevarla al cine: Darren Aronofsky, quien la iba a dirigir inicialmente. El segundo aspecto es que esta es la primera cinta en la industria estadounidense de Larraín (escogido por el propio Aronofsky); esperemos que siga una deslumbrante carrera como otros directores latinoamericanos en dicha industria tan competitiva. El tercer aspecto, es la actuación de Natalie Portman: brillante (nominada en aquel año a mejor actriz, en los Premios Oscar). Esta es una de sus mejores interpretaciones pues logra imprimir un carácter complejo a la vez que necesario al personaje. Obviamente los demás actores quedan silenciados, ante soberbia interpretación, pero no hay nada que hacer, todas las escenas se concentran en ella. El cuarto aspecto, es el tema del vestuario, lo que le valió otra nominación a la película en los Oscar así como en otros eventos, todo mérito de Madeline Fontaine); todos los vestidos que usa Portman son réplicas del vestuario original de Jacqueline Kennedy, ícono del glamour y del buen gusto en su época. Igualmente, los colores de los vestidos corresponden con el estado de ánimo del personaje. El quinto aspecto, está en los hermosos diálogos de Jackie con el sacerdote, donde salen consejos para cualquiera: i) la oscuridad tal vez nunca se vaya, pero hay un momento donde deja de ser tan pesada, y ii) Dios en su infinita misericordia permitió que la cotidianidad nos fuese suficiente. Sintetizando, estamos ante un buen Biopic que no cae en cursilerías o sensiblerías, ni hace concesiones indebidas a la biografiada. Esta obra hace un retrato crudo y justo de Jackie, para dejarle en claro al espectador que estamos ante un ser humano y no ante un ángel o un demonio. Igualmente, al humanizar al ícono, permite que entre el drama trágico; para nadie es un secreto que el apellido Kennedy pasó a ser sinónimo de tragedia, pero no solo en el sentido de infortunio, sino especialmente en el de drama, el que toca la esencia de lo que es ser humano. En esta tragedia aparece la utopía, representada por la canción central del musical Camelot, que tanto le gustaba a J.F.K. La tensión dramática está en la continua disyuntiva de una mujer que está en el límite entre dejarse llevar por el dolor de la pérdida de su esposo (lo privado) y el tener que asumir con la altura del caso su rol de primera dama de un jefe de estado asesinado (lo público). Solo pensar en cómo se manejó la dicotomía privado/público ya da para mil reflexiones. Gran filme. Vale la pena. 2018-07-27.
Andres Botero
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4
26 de julio de 2018
1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
Vi “The Space Between Us” (“Un espacio entre nosotros”, EEUU, 2017), dirigida y coescrita por Peter Chelsom, con una amplia carrera de largometrajes flojos, pero con un reparto interesante: Asa Butterfield, Britt Robertson, Carla Gugino y el gran Gary Oldman, entre otros. La película narra la llegada a la tierra de Gardner (Butterfield), un adolescente que ha crecido en Marte, quien se enamora de una incomprendida estudiante de secundaria (Robertson). Debo decir que tuve muchas dudas iniciales. No soy muy del género romance, pero es bueno, de vez en cuando, salirse de los gustos tradicionales para ver lo que está pasando en otros campos. Además, viendo el protagónico de Gary Oldman, terminé por decidirme, muy a pesar mío. Sí, lo digo de entrada: dos horas perdidas que exigen una gran disciplina del espectador para no dejar empezada la cinta. Como dijo irónicamente el crítico Peter Debruge aludiendo al título del filme: "Si los espectadores que buscan romances saben lo que es mejor para ellos, dejarán algo de espacio entre ellos y esta película". Es que el desenlace es obvio, la trama está llena de clichés y lugares comunes que, tal vez, solo puedan interesar a los adolescentes, aunque la cinta recrea un amor tan idílico y sensiblero que raya con lo ridículo. No entiendo cómo Oldman, e incluso cómo Butterfield quien está haciendo cosas interesantes (por ejemplo en el filme, que ya reseñé, Journey's End, 2017), se prestaron para protagonizar esto. Leyendo algo más sobre la obra, veo información de que la productora estaba pasando por un mal momento económico y, tal vez por ello, el guion terminó siendo lo que fue, creyendo que esto podría reportar un éxito. No le daré más vueltas al asunto: es una mala película. Sin embargo, me estoy convenciendo que no perdí el tiempo, pues hay que ver qué pasa en otros géneros y eso supone aceptar que no todo gustará. Además, este tipo de cine, de cierta manera, afina los gustos del espectador, por lo menos por vía negativa. Finalmente, asumí un ejercicio muy productivo sobre cómo pudo haberse hecho una mejor cinta con los elementos ofrecidos. Se me ocurrió pensar que pudo haberse ahondado más en el drama de la imposibilidad del amor que se cree perfecto, o el dolor de una persona buena, que no ha conocido la maldad del mundo, al encontrarse de lleno, sin preparación, con él. Volvería la cinta un drama, algo personalista pero con un fuerte toque de crítica social, al estilo de Los Miserables, pero con naves espaciales. Pensar en cómo podría reconstruirse la obra me gustó más que verla. 2018-07-26.
Andres Botero
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