Que Bradley Cooper es un cineasta excepcional es algo incuestionable.
Su versión de Ha nacido una estrella tenía todos los números para ser una película del montón, y el protagonista de El lado bueno de las cosas consiguió convertirla en una maravillosa experiencia emocional para el espectador, combinando una banda sonora antológica, una realización excepcional, una relación amorosa entre los personajes que llegaba al alma, y una química inolvidable con la protagonista femenina, una soberbia Lady Gaga.
En Maestro, un biopic sobre Leonard Bernstein que pone el foco, sobre todo, en su relación con su mujer, Felicia Montealegre, Cooper sigue demostrando que tiene un talento enorme también tras la cámara. Su técnica es innegable y fabulosa, sobre todo en la primera parte de la cinta, rodada en blanco y negro y con un estilo claramente deudor del cine clásico. Se nota a la legua que el protagonista de Resacón en Las Vegas ha visto mucho, muchísimo cine de la Época Dorada de Hollywood, y quiere rendirle homenaje en una historia sobre otra leyenda, Bernstein, compositor de West Side Story, entre muchas otras obras magnas de la música del siglo XX. Además, dirige a los actores con acierto, especialmente a una excepcional Carey Mulligan, con la que forma una pareja entrañable y que rexuma amor y dedicación mutua.
No obstante, hay que admitir también que la película peca de un ritmo demasiado lento, sobre todo en su segundo acto, y hay una dura verdad que admitir, y es que puede que la vida de Leonard Bernstein no sea tan interesante como a simple vista podría parecer, por lo menos para una buena parte de los espectadores.
Notable, muy importante para confirmar que lo de su director en Ha nacido una estrella no fue flor de un día, pero sin duda inferior a lo que se esperaba de ella.

Lo mejor: La realización de Bradley Cooper, excelente, y su química con Carey Mulligan delante de la cámara.
Lo peor: El ritmo es irregular, y el interés también.

Spider-Man: Un nuevo universo fue una de las grandes sorpresas del cine general en 2018. Más que merecido Oscar a la mejor cinta de animación.
Ahora, con Cruzando el Multiverso, sus responsables dan un paso más y se marcan, de nuevo, una de las mejores películas del año, un derroche de imaginación y, sobre todo, un estilo de animación sorprendente y maravilloso, que mezcla diferentes influencias y parece un cuadro de acuarela. Es verdaderamente impresionante el efecto que se crea y la originalidad que se alcanza, especialmente cuando la animación actual suele ser sota, caballo y rey. Fabuloso trabajo del equipo de animación de la cinta. Además, la trama es entretenidísima, muy divertida, y los personajes resultan encantadores.
Sin embargo, el problema principal de su antecesora se mantiene e incluso incrementa en esta secuela, y es que es casi imposible entenderlo todo salvo que se sea un experto en esta línea argumental del personaje y en los diferentes multiversos del trepamuros y Marvel. De verdad, ¡qué lío! Entre personajes que se llaman casi igual, versiones alternativas y universos paralelos, coger al vuelo todo lo que está pasando es prácticamente imposible si no se es, repetimos, un fan del Spider-Verse.
Con todo, es una cinta excelente que se disfruta muchísimo y que tiene más valores cinematográficos y artísticos que la inmensa mayoría del cine que se estrena anualmente. Una gozada.

Lo mejor: Es un torrente de creatividad, y la animación es simplemente excelsa.
Lo peor: Resulta aún más liosa que la primera.

Poker face es un poco desastre, la verdad.
Más que nada porque no se sabe qué ha querido hacer Russell Crowe con esta película. ¿Un drama de secretos entre amigos? ¿Un thriller? ¿Una de invasiones de casa con los pobres personajes dentro? No se sabe. Es un poco todo eso y nada en concreto.
Se puede decir que el resultado es más o menos entretenido, pero el guion no es nada del otro mundo y, la verdad, el reparto tampoco. RZA ya trabajó con Crowe en El hombre de los puños de hierro, pero la verdad es que no es ningún superdotado de la actuación, y los cuñadísimos Liam Hemsworth y Elsa Pataky sencillamente pasaban por allí a cobrar el cheque, parece.
Una película confusa y sin mucho interés que demuestra que el excelente actor neozelandés todavía tiene que encontrar su personalidad y estilo como cineasta.

Lo mejor: Es entretenida. Como para no serlo, cuando dura menos de 90 minutos. Hubiera sido grave.
Lo peor: No tiene personalidad ni una historia verdaderamente interesante que contar.

Indiana Jones es historia viva del cine. De eso no hay duda.
El género de aventuras no sería lo que es sin el más famoso arqueólogo del cine, y el combo que hicieron Steven Spielberg y George Lucas para crear tan icónico personaje es parte de los mayores logros del Séptimo Arte.
Sin embargo, hay que aceptar una triste realidad, que es que al público ya no le interesan las aventuras del octogenario aventurero. El dial del destino ha sido uno de los fracasos taquilleros más sonados de 2023, teniendo en cuenta su presupuesto. No será, desde luego, por el entusiasmo de Harrison Ford, que está más entregado y animado que nunca. Desde luego, mucho más que en El reino de la calavera de cristal, película muy inferior a la que aquí nos ocupa.
Pero es verdad que, mientras algunas sagas ochenteras o noventeras, como Jurassic Park, siguen gozando del apoyo del público, otras como Alien, Terminator o Indy sencillamente han dejado de interesar al público como antaño lo hicieron, sea justo o injusto. Y la verdad es que El dial del destino es una cinta entrañable, con alma, muy entretenida y simpática, pero obviamente palidece en comparación con sus hermanas mayores. El estilo, pese a que se ha mantenido vivo en otras sagas como La momia, no ha envejecido tan bien como se podría haber esperado, y además esta vez Indy está más solo que la una, y no se ve rodeado de buenos personajes secundarios. De hecho, se hubiera agradecido que el personaje de Antonio Banderas fuera más importante, porque se intuye que podría haber sido un buen compañero de aventuras para el héroe.
En definitiva, una entrega más, previsiblemente la última, de una saga absolutamente imprescindible, pero que ha perdido su gancho. Una lástima.

Lo mejor: Harrison Ford, totalmente entregado a su personaje más icónico (con permiso de Han Solo), y lo entretenida y simpática que resulta.
Lo peor: Le falta el gancho de las primeras cintas de la saga, y está claro que el público ha pasado página.

Van tres TV movies de Los misterios de Laura, y son tres clamores de los fans para TVE: Laura Lebrel tiene que regresar a la parrilla televisiva con una temporada completa, que nos permita ver más de Cuevas y Lydia, por ejemplo, o por supuesto conocer todo lo que ha ocurrido entre la última temporada de la serie y estos capítulos especiales.
En esta ocasión, Laura vuelve con muchísimo más humor (se agradece, después de lo serios que han sido los dos episodios anteriores) y con un misterio más completo que el de La novia que esperó demasiado, donde todo era bastante evidente a poco que se estuviera un poco atento. En esta ocasión, es imposible adivinar quién o quiénes son los asesinos, y la narración vuelve a ser una antología para los más fans de la inspectora y sus compañeros. Es verdad que hay mucho "fan service", sobre todo en lo relativo a la relación entre Laura y Martín (veremos qué pasa con esta trama si hay nueva temporada de la serie) y poco tiempo en pantalla para los personajes históricos o para Héctor, pero sin duda es un regalo para los seguidores de una de las mejores series españolas.
Ojalá volvamos a tener pronto más misterios con nuestra detective favorita.