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España España · Madrid
Críticas de OsitoF
Críticas 2 100
Críticas ordenadas por fecha (desc.)
5
29 de enero de 2024
1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
Un reparto atractivo, una buena mano en la ejecución y tantas luces como sombras en un thriller de pinta atractiva y sensaciones vulgares. En la parte positiva, “Efectos secundarios” genera la curiosidad suficiente como para captar la atención del espectador y tenerle intrigado como para ver qué pasa hasta el final. En la parte menos positiva, la película recorre un camino muy trillado, el de los profesionales (policías, abogados o, en este caso, doctores) que mezclan el trabajo con el amor y, como es de esperar en un mundillo lleno de gente problemática, la cosa termina siendo una manifestación más del saber popular que acuñó aquello de «Donde tengas la olla».

Como perro viejo que es, Soderbergh tira de recursos de cineasta para lograr revivir varias veces una trama que amenaza con la asistolia prematura por previsibilidad manifiesta, haciendo que los personajes caigan especialmente bien, especialmente mal o astutamente regulares según su rol preasignado o según el momento de la película, pero no le queda más remedio que terminar recurriendo a unos giros esperpénticos de difícil encaje y peor digestión.

No sé, me deja un poco indiferente. No deja mucho poso, ni bueno ni malo. Con tanta sorpresa artificiosa me entretiene, como me entretiene un best-seller del que no esperas una gran calidad, sino sólo que te haga pasar el rato. Pero no es la película que mencionas en una barbacoa con amigos cuando te comentan lo último que han visto y, si surge el tema, es posible que ni recuerdes haberla visto.
OsitoF
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3
26 de enero de 2024
1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
No pinta mal, con un planteamiento shakesperiano de luchas familiares por el poder, hermanos con las manos manchadas con la sangre de parientes y, continuamente, reflexiones y situaciones extremas en torno a sentimientos de culpa, la pena y el remordimiento en un reino indeterminado, de corte medieval. Con menos el bueno de William te hacía tres sonetos y una copla. Pero a las pocas secuencias, tras algún interesante plano de exteriores con paisajes turísticos de fondo, se empieza a ver que “El reino de Dunark” no va sobrado de medios ni de presupuesto. Los encuadres y los juegos de cámara son primitivos y repetitivos y el atrezzo es inaceptable para unos espectadores acostumbrados (desde principios de siglo) a el Señor de los Anillos. No es plan de comparar recursos técnicos o monetarios, pero no tenía sentido, ni siquiera en 2015, tratar de sacar adelante una película de capas y espadas a la que no vas a poder darle un tratamiento visual a la altura, como mínimo, de la serie Vikingos.

Aquí la película nos muestra su otro gran agujero: una fe tan irracional como ciega en las posibilidades de la película o una imperdonable falta de inteligencia a la hora de mantener la producción en los límites de la viabilidad. Coño, si tienes los medios de una asociación de teatro amateur de un barrio, intentas representar una obra de Shakespeare, no de Tolkien. Si sólo tienes dinero para tematizar la plaza de algún castillo restaurado como un mercadillo medieval, si tus aldeanos van de disfraz de chino y su tus arqueros han comprado sus arcos en las ofertas infantiles de Decatlhon, pues trata de escribir las tramas de forma que transcurran en interiores, sin elementos sobrenaturales, con poca luz, con cuchilladas en las sombras, poniendo el foco en las componentes de intrigas y traiciones. Pero no, alguien en “El reino de Dunark” se vino arriba y consideró que la cosa no era creíble a no ser que se metieran dragones en la historia (que no pintan nada salvo dar pena) y se escenificara alguna batalla que otra. Claro, no vaya a ser que Juego de Tronos les quitara audiencia.

El resultado es un confuso batiburrillo de elementos imposibles de conectar en algo con sentido. Una niña con un poder mágico que es, literalmente, un meme. Gente mugrosa corriente de un lado a otro perseguida por soldados de la Cabalgata de Reyes de Aluche, mucha sobreactuación, bastante postureo con las espadas y algún diálogo con ínfulas. Cada vez que la historia tiene algún golpe afortunado y te engancha, sale un dragón de mentira a echarte por tierra la ilusión. Nació obsoleta y nadie tuvo un mínimo de talento para sacar algo salvable.
OsitoF
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6
25 de enero de 2024
1 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
Para mí, con lo poco que entiendo de cine, estamos ante una película que refleja lo bueno y lo menos bueno del estilo de Woody Allen. Lo bueno, una historia enrevesada que está fabulosamente bien contada a un ritmo endiablado, con una realización impecable que mima cada detalle de la escenografía y el sonido. Una película que te traslada a los años treinta y en la que se percibe en el reparto la habitual intensidad y energía de todos los que trabajan con el veterano cineasta, cosa que tiene un mérito especial cuando cuantas en tus filas a gente de sangre reptiliana (pechosfríos) como Stewart o Eisenberg.

¿Lo menos bueno? Pues que es de esas películas de Allen te pasas la película esperando un propósito o una finalidad, que nunca llegan. Siempre crees que tras el siguiente sketch la cosa cogerá forma o que tras un extraordinario y chispeante diálogo, algún personaje dará las claves de hacia dónde se dirige la película. En algunas películas de Allen ha ocurrido y la primera media hora era simplemente de presentación o de contextualización o de crear el tono mental requerido por la obra, para luego desarrollar el tema que fuese por grandioso o banal que fuera. Pero había un tema, no como en otras obras suyas, como esta “Cafe Society”, en las que el argumento gira en espiral sobre sí mismo sin ir a ninguna parte con vidas que se enredan por el mero placer de enredarse. Es romántica, sí, Es dramática, también. Pero no en mayor medida que la vida real.

Sí, Allen logra hacerte sentir durante un rato parte de las vidas de otras personas pero, ¿dónde me deja eso? Sí, el cine es hacerte vivir y sentir cosas, pero yo prefiero que sean cosas y vivencias agradables o novedosas, no trasladar mis penurias a otro formato y revivirlas en blanco y negro. Salvando obviamente las distancias, me pasa como con esos videojuegos de escenas increíbles pero escasa jugabilidad donde todo consiste en darle a la misma tecla todo el rato y disfrutar de las vistas. O como unas gafas de realidad virtual que te hiciesen vivir la experiencia de visitar el garage del Ahorramás de Móstoles. Vale, sí, ya digo que no es lo mismo, pero la sensación que te deja es similar. De haber vivido una experiencia inmersiva pero de escaso bagaje vital.

Tengo en bastante estima el trabajo de Woody Allen, al menos lo suficiente como para acercarme a sus estrenos la mejor de mis predisposiciones y “Cafe Society” es, sin duda una buena película. Probablemente, hasta sea una cinta notable. Pero para ciertos públicos con ciertas demandas artísticas.
OsitoF
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7
24 de enero de 2024
1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
Incluso los que crecimos y disfrutamos con Rambo, Robocop, Van Damme o Cobra tenemos que reconocer que el género de los héroes de acción (superagentes, superpolícías o supersoldados invencibles) quedó obsoleto hace más de veinte años por agotamiento y sobreexplotación. Con independencia de que desde hace una década, el mainstream ideológico actual lo demonice y le achaque muchos males de la sociedad por fomentar valores tóxicos, el género pasó simplemente de moda y nadie paga una entrada o se suscribe a un plataforma por ver rescates imposibles o venganzas sangrientas… salvo ocasionales excepciones que encuentran un resquicio para reciclar la fórmula, ya sea con la elegante ultraviolencia de John Wick, el perfeccionismo táctico de Tyler Rake, el desbarre maximalista de Los Mercenarios o apelando a personajes carismáticos como el último baile de John Rambo.

Gracias a un poco de todo eso, “El agente invisible” se gana un puesto dentro de esa lista de excepciones. Con una historia meramente instrumental de organizaciones secretas, pen-drives comprometedores (siempre hay un pendrive por medio, nadie parece fiarse del cloud para guardar las cosas), persecuciones y venganzas, los hermanos Russo lo fían todo a la puesta en escena y al carisma de sus dos protagonistas: el circunspecto Gosling y el pasadísimo Chris Evans. El ex-Capitán América, conocido de los Russo de su época común en Los Vengadores, sale completamente de sus registros de confort para clavar lo que vendría siendo el villano psicosociopático y bocazas de cualquier entrega de James Bond: un zumbado de altas capacidades que no para de hacer el canelo pero que se gana a la audiencia con cinismo su falta de escrúpulos. Me sobra un poco Ana de Armas, que no me convence manejando un fusil de asalto más grande que ella, pero bueno, es lo que hay.

Entre la verborrea de unos y unas coreografías espectaculares que plantean toda clase de escenarios (sin armas, con armas blancas, con armas de fuego ligeras, armas de fuego pesadas, explosivos…), la película se pasa en un suspiro, todo el rato suceden cosas pero in crescendo, sin sensación de premura o prisas, en un perfecto ejercicio de control de ritmo de los Russo que saben tirar de tramas secundarias y políticas como descanso mental mientras las piezas se recolocan para la siguiente masacre. Combinando el espíritu clásico del género y las técnicas de acción modernas, “El agente invisible” deja un buen rato de espectáculo con algún diálogo y alguna batalla para el recuerdo.
OsitoF
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7
23 de enero de 2024
1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
Últimamente, me echo a temblar cada vez que se habla de adaptaciones, reseteos, revisiones y actualizaciones de series y películas de los ochenta. No me extenderé demasiado ahora con disertaciones sobre las malas influencias del wokismo o sobre la falta de escrúpulos de algunos productores a la hora de alinear las tendencias del siglo pasado con las corrientes de hoy en día para tener contento o evitar ofender a tal o cual target de audiencia. “Spenser: Confidencial” no es inmune a esos fenómenos, pero se agradece que no se vean a simple vista decisiones estrafalarias y el carisma de Mark Wahlberg hace el resto. Creo que he dicho alguna vez que Wahlberg es una especie de termómetro de la película para el espectador medio, un tío con el que conectas y del que te fías para comprarle un coche usado o, en este caso, una película: es incapaz de sentirse cómodo en una obra que no entiende (y lo dice sin paños calientes, como con esa «peli de las putas plantas» del pobre M. Night Shyamalan que aún debe de seguir preguntándose en qué estaría pensando para meter en reparto a alguien con, ciertamente, muchas dotes entre las que no se encuentra la sensibilidad).

Sea como sea, Wahlberg está cómodo en una “Spenser: Confidencial” de, digamos, poco recorrido. Una película televisiva para una Netflix que está dando con la tecla a la hora de dignificar el género de los telefilmes, dándoles un nuevo aire de respetabilidad. Hace algunos años sería impensable ver a Denzel, Jared Leto o el mismo Wahlberg en películas orientadas a la pequeña pantalla (fundamentalmente porque eran productos de bajo coste con gente conocida ganándose la vida en guiones de medio pelo) y que, en estos tiempos, son producciones sin empaque para las grandes salas, pero más que resultonas para un salón de casa.

“Spenser: Confidencial” está bien planteada. Condensa en tres cuartos de hora lo que serían los episodios iniciales de la primera temporada de cualquier serie, recorriendo los hitos habituales de presentación del héroe, la vuelta a casa, su tormentosa vida amorosa, el establecimiento de su conexión con su inseparable amigo Hawk y dedica la segunda parte de la película a desarrollar una intensa trama de mafias, bandas y corrupción realmente compleja pero que, sorprendentemente, se desarrolla con mucha agilidad y la inconfundible ternura ochentera de peleas, tiroteos y chistes de colegas. En ese sentido, la película no es un documental ni una reconstrucción forense, sino una peli de acción y policías que se hace simpática.

¿Es fiel al canon? Bueno, sí y no. Diría que tan fiel como permiten los tiempos. Wahlberg se permite una personalidad dicharachera impensable en el circunspecto Robert Urich y Hawk pasa de ser un elegante púgil a un hiphopero especialista en artes marciales mixtas. No tengo claro si el Spencer de la serie era un expolicía salido de la cárcel, ni recuerdo al padre ni a la exmujer… pero da un poco lo mismo. Las vibraciones son de que respeta el espíritu de la serie y la película hace pasar un rato agradable con humor cuando toca reírse y con estopa cuando toca ponerse serio, compartimentando ambas dimensiones. Probablemente da un rendimiento por encima de su calidad artística. Roza el notable y Netflix es bienvenida cuando quiera retomar al personaje.
OsitoF
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