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Chile Chile · Santiago
Críticas de wambo
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Críticas 23
Críticas ordenadas por fecha (desc.)
10
5 de julio de 2016
4 de 5 usuarios han encontrado esta crítica útil
Un enigmático hombre de anteojos viaja a toda velocidad en un Chevy Malibú. Un policía lo detiene. Lo interroga y le pide las llaves para revisar el maletero.

La siguiente escena: ni rastros del oficial, más que sus botas humeando… Así comienza (y engancha de inmediato) Repo man.

El auto en cuestión posee algo tan preciado en el maletero que una organización del gobierno y una extraña mujer, harán lo que sea para recuperarlo; mientras esto sucede, se le ha puesto una recompensa tan alta en dinero, que una banda de antisociales, así como otras compañías de confiscaciones automovilísticas, intentaran lo mismo: adjudicarse el Malibú.


Repo Man está compuesta más que de una gran historia, de varias subtramas las cuales tienen en común precisamente el Chevy como elemento de convergencia, que motiva a los personajes a la acción, y consigue el desarrollo de la historia.

La genialidad de Repo man recae en cómo estas diversas historias van entretejiéndose con acción y suspenso de gran octanaje hasta lograr un cauce lo suficientemente torrentoso para desembocar en el gran desenlace.

La fascinación de Cox por la contracultura punk es sabida. Dentro de su filmografía destaca Sid & Nancy, la historia del bajista de los Sex Pistols y su novia.

Tiempo después hace una película que quedaría en el olvido llamada Straight to Hell, con Joe Strummer como actor principal y en donde también actuaron Elvis Costello, Courtney Love y Grace Jones.

En Repo Man, Cox logra plasmar con éxito la estética punk imperante de la época tanto visual como intelectualmente; jóvenes vestidos de cuero y peinados extravagantes, poseídos por un fuerte nihilísmo autodestructivo que lleva a delinquir y a la violencia extrema.

Este film de Alex Cox recuerda por varios motivos a la posterior joyita de John Carpenter They live, en donde un obrero descubre por medio de unos lentes de sol que los humanos no están solos en la tierra. En Repo Man el objeto es otro. El gran elemento de suspenso y motor de acción con el cual confluyen todas las historias, es un auto Chevy Malibú.

Ambas películas se desarrollan desde la vereda callejera. La clase media y la desmitificación del consumismo mediante una apuesta visual ciertamente innovadora.

Estamos frente a un peliculón. De esos de culto: lleno de frases y diálogos memorables, escenas más que absorbentes, personajes con carácter, una banda sonora que realza la acción. Todo en Repo Man es digno de elogio. Es Ciencia Ficción pura y con sello ochentero. Con acción y un suspenso exquisitamente trabajado bajo un Macguffin digno de Alfred Hitchcock.
wambo
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10
1 de julio de 2016
3 de 5 usuarios han encontrado esta crítica útil
Pese a todo pronóstico, una nave extraterrestre se posó arriba de Johannesburgo. No ocurrió en el Área 51, ni en Moscú, China, o en alguna de las grandes potencias espaciales. No. Ocurrió en Johannesburgo, la ciudad más poblada de Sudáfrica, y permaneció allí varada y flotando por meses hasta que el ejército decidió intervenir.

¿El resultado? Más de 1 millón de alienígenas con aspecto de langostas se les permitió asentarse y vivir en un territorio precario y reducido; verdaderas favelas que denotan la poca intención por integrarlos a la sociedad. También tenemos una organización empeñada en el estudio de estos organismos, una banda criminal nigeriana que busca aprovecharse de ellos, un sanguinario ejército que anhela un pronto exterminio, y como guinda de la torta: un ineficiente, algo imbécil, aunque muy bien intencionado funcionario llamado Wikus Van De Merwe al que se le asignará como jefe de la misión de desalojo alienígena. Por aquí es que viene el motor de acción de la trama.

Sector 9 tiene muchas cosas interesantes. Una de ellas, el cómo aborda de una manera disfrazada, la gran sombra del pasado que arrastra Sudáfrica: el Apartheid. Y es que no hay que ser brillante para darse cuenta en que el gran trasfondo de esta historia recae en las desconfianzas, temor al diferente, aires de superioridad, falsas intenciones de integración…

La película en sí es deliciosa por donde se le vea. Desde sus efectos especiales, el guión mismo, la evolución de los personajes; que sorprende, enternece, emociona. Es sagaz, es tonta. Cruel y divertida.

Al verla, uno entiende el porqué a Peter Jackson le interesó producirla. Sector 9 recuerda quién fue Peter Jackson antes de toda la fantasía comercial de la saga del Señor de los Anillos; me refiero a esa esencia bizarra de sus inicios que puede apreciarse en Bad Taste, su primera película por allá en 1987, o en Braindead, en donde el terror y la comedia parecieran naufragar en un mar muy agitado.


Buen ojo, Peter Jackson

Jackson apuesta por apadrinar una película gore, de serie B y las temáticas que le gustan a él, pero con la genialidad que le puso en bandeja Neill Blomkamp: hagamos una película barata pero de muy alto presupuesto.

A lo que voy es a lo siguiente: por muy costosa y rimbombante en efectos especiales, Sector 9 es una película de Serie B. Pero B con mayúscula y escrita con la más fina caligrafía; tiene ese sabor exquisito del primer cine de John Carpenter y David Cronenberg (pensando por ejemplo en La mosca).

Me quedo con la sensación de haber visto una muy buena película de Ciencia ficción; de esas rarezas que el tiempo les dará la razón.

Espero que venga un Distrito 10 (y que sea pronto)
wambo
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8
28 de junio de 2016
1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
Fallen Angels es de ese tipo de exquisitas películas que te transportan a latitudes impensadas. Te hacen creer que has estado miles de veces en esas calles y que a ratos ciertas escenas tienen demasiado olor a nicotina.

El resultado del sublime trabajo creativo de Wong Kar-Wai tanto como director y guionista, en conjunto con la brillante, pero brillante apuesta de fotografía de Christopher Doyle, dan como resultado un film sinestésico a la vez de onírico, que comunica a través de planos imposibles, cóncavos, flexibles, cercanos y a la vez proyectados a hipnóticos puntos de fuga. Escenas en blanco y negro, de silencios, de reflexión. Otras relentizadas y confusas. La apuesta visual en esta película es un lujo solo apreciable en el cine de Raúl Ruiz, y no tan sólo por lo atrapante y que invita a la contemplación, sino además por ese toque elegante que lleva a los sentidos a proyectarse y envolverse uno dentro de otro construyendo el motor mismo de la acción: una atmósfera sombría y que no descansa. De ese Hong Kong acelerado, nauseabundo, que no conoce la luz del día. Un Hong Kong de neón.

Se transmite un ambiente repugnante. De lugares turbios con murallas que transpiran grasa y mafiosos que se reúnen a jugar Mahjong esperando ser interrumpidos por un loco disparando a quemarropa.

Es aquí, en los bajos fondos de la ex-colonia británica, en donde Wong Kar-Wai desarrolla sus historias. La primera, un asesino a sueldo sin carácter que sigue los encargos de una mujer a la cual no conoce personalmente. Lo genial de este personaje es que no cae en el burdo estereotipo del sicario sádico. Éste mantiene las apariencias y resulta hasta agradable; la mujer (Michelle Reis) resulta ser una suerte de famme fatale que encuentra en su incógnito socio, su complemento a la soledad.

La segunda es realmente irritante. Recae en un hombre algo oligofrénico que vive con su padre, poseedor de comportamientos muy extraños, que no habla y que comparte demasiado sus pensamientos. A estas historias se suman más personajes interesantes que funcionan como conectores entre ambas historias.

Fallen Angels gira en torno a la temática de la Soledad. He aquí la parafina argumental que permite el desenvolvimiento de cada uno de sus personajes (que son en definitiva seres anónimos sin nombres ni apodos que deambulan por la noche) y de cómo salir de ésta cuando solo se respira penumbra y desolación en una ciudad que no conoce límites y cuando además no hay nada muy alentador bajo las luces de neón.

Sin duda que Wong Kar-Wai se ha consagrado como uno de los grandes exponentes del cine asiático contemporáneo junto con otros directores como Takeshi Kitano, Kim Ki-Duk, Chan-wook Park, Johnnie To, Apichatpong Weerasethakul, entre otros.

*Extraído de wambollywood.com
wambo
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8
24 de junio de 2016
4 de 4 usuarios han encontrado esta crítica útil
1990. La Unión Soviética está en crisis. A un año de desaparecer, en parte por la Perestroika y el Glasnot (reformas de todo el sistema comunista impulsadas por Gorvachov), Taxi blues expone de manera brillante el surgimiento de un nuevo estado de ánimo en la enigmática sociedad detrás de la cortina de acero. Un nuevo estado de ánimo a consecuencia de la decadencia del modelo que se ve como el gran perdedor de la Guerra Fría el que viene a ser encarnado en la generación del momento. De los jóvenes. Y es allí donde Taxi blues toma su genial premisa: la coexistencia de dos maneras de ser rusos: la dogmática, en donde el ciudadano vive por y para la comunidad; y la actual, que muy por el contrario se basa en la individualidad y el escape a desenfrenado al hedonismo.

La historia aborda de manera brillante esta dicotomía enfermiza. De una superpotencia que se desmoronará al año siguiente de su estreno. Porque la película sin lugar a dudas una radiografía en su máximo estado de pureza de la incertidumbre total. En donde los viejos ven en los jóvenes cáncer. Y en donde estos a su vez ven la podredumbre de lo que no funcionó en las manos y en los ojos de los viejos.

Un taxista soviético

Shlykov es un taxista soviético. Sí. Soviético. Porque él se niega a considerarse ruso. El modelo existe. Y El modelo con el que creció y por el que vive funciona. Con sus reparos pero ahí está: hijo de una revolución.

Maneja un taxi, es parte de un sindicato de taxistas. Ama a una mujer. Vive con lo justo.

Una noche conoce a Lyosha cuando éste no le paga la carrera. Se obsesiona por encontrarlo. Le debe dinero. Y cuando finalmente lo logra, le roba su saxofón. Ahí comienza esta historia de contrastes en donde a ratos pareciera que nada vale la pena. En donde se respira un ambiente hostil.

El taxista ve en el músico decadencia y se siente con el deber de enderezarlo. Así, va construyéndose una relación de padre e hijo que raya en lo enfermiza. De un padre que no es tal pero ve como su deber hacerse cargo de un compañero en problemas. Imponerle el deber ser que la sociedad exige. Y por otro lado tenemos a un músico que todo le importa un carajo.



Un músico ruso

Lyosha en cambio es ruso. Nada tiene que ver con Shykov. Nada. A diferencia del taxista, Lyosha disfruta cada instante como si fuera el último. Él improvisa en todas las esferas de su vida (Y en ello recae su virtuosismo como músico). Bebe vodka como si se tratase de agua y son más las veces en que se encuentra ebrio que sobrio.

Lyosha es músico. Pero músico de blues. Y aquí lo paradójico ya que el blues es por antonomasia un estilo norteamericano. Una forma de expresarse del artista si se le quiere “del otro bando”. Un comunista que toca el saxo como un capitalista. Por ahí va el chiste. Este encantamiento por lo externo. Aún más: por la contraparte. Y comportarse como uno de ellos. Libertinaje absoluto. Individualismo total.



Notas bluseras

Cada que aparece en escena el bronce del saxofón la pantalla inmediatamente se empapa del más exquisito grito de frenesí. Transmite de manera casi eléctrica la pasión de un músico decadente que quiere escapar. Mandar todo a la mierda. Porque cada nota que el instrumento vomita convence y entusiasma. La sociedad está podrida. Para qué seguir con la farsa.

Mediante el desarrollo de la historia, la música va construyendo una atmósfera y generando en el espectador un estado de ánimo que termina por explotar al final de la película. Porque el final es notable. De ese tipo de desenlaces inesperados que te deja atónito. Sin saber qué pensar. Porque el final de esta película es brillante. Y en el cual queda de manifiesto que estamos frente a una obra maestra que nunca fue reconocida.

*Extraído de Wambollywood.com
wambo
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9
21 de junio de 2016
1 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
Un drama post-bélico acerca de Nelly, una sobreviviente al holocausto y lo que conlleva su liberación. Temáticas como la Identidad y Aceptación son trabajadas de manera genial en una historia que persigue ser considerada creíble, posible, empática y testimonial pero que en definitiva, por una serie de motivos, no se logra. Aún así, estamos frente a una película de ficción interesante y que genera expectación. Con un buen desarrollo de la trama y un final que cumple con creces.

El alma de la historia tiene que ver con la idea arquetípica del regreso de la guerra. Con una ciudad hecha cenizas y una sobreviviente que renace de las mismas tal como el Ave Fénix en ese antiquísimo mito de la antigüedad, es que la película consigue construir una metáfora que de enseguida hace gracia: la resiliencia humana luego de salir del calvario más extremo: Auschwitz. Y si bien es más que esperable que las adversidades siempre serán más amargas que saladas, la película propone un elemento psicológico notable que entra a crear un juego casi esquizoide en el que cae la protagonista que tiene que ver con su identidad; en definitiva ponerse a prueba para reafirmar si sigue siendo la misma mujer que fue antes de la guerra a ojos de su ser más amado, y aquí precisamente lo brillante: las secuelas la guerra le desfiguraron el rostro hasta el punto de quedar irreconocible por lo que tendrá que recurrir a una cirugía reconstructiva de rostro dejándola irreconocible. Pues bien. De eso se trata. De una mujer traumatizada que quiere volver a ser ella. Que logra dar con su marido y que sin embargo éste no la reconoce y la cautiva haciéndole parte de una gran mentira.

¿Será el amor un sentimiento ciego que persiste en otros niveles; un amor correspondido; una nueva oportunidad para amar? Ante la conducta violenta y desesperada de su marido, ella abnegará sus deseos de confesarle quién es lo que conllevará a fingir ser otra persona y así caer en un engaño que le permitirá ser ella (y a la vez no serlo), lo que podría ser la única salida a la felicidad para su mente trastornada.

Ave Fénix funciona y cumple con entretener. Además de tener un fuerte sabor a Vértigo, ese magistral peliculón de Alfred Hitchcook, lo que la hace poseedora de un suspenso y una maraña intrigante de primera aunque claro, menos sofisticada.

En todo caso estamos frente a esas rarezas cinematográficas que te gustaría que durasen más pese a que el metraje breve le hace justicia a ese magistral final.

*Extraído de http://wambollywood.com
wambo
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