Ésta es una de esas pelis que hay que ver una vez hayamos apagado nuestro cerebro. Y así lo debemos mantener en reposo durante dos horas; sólo con la orden básica de respirar y meter la mano en el paquete de palomitas, poco más.
Para el que conozca otras obras apocalípticas del director, ya sabe lo que le espera; para el que no, pues eso. Personajes de cartón-piedra, profundidad dramática de una piscina infantil y argumento que no tolera muchas preguntas razonables.
Eso sí, da espectáculo y entretenimiento estilo Hollywood durante todo el metraje, excesivo pero no aburrido. Los efectos especiales son un personaje más, tanto o más importante que los de verdad (a juzgar por el tiempo que le habrán dedicado a la preparación de unos y otros), y rinden bien.
Y el final...pues se puede pensar que da pie a una improbable secuela, la cual estará en los puestos bajos de mi lista de "pendientes de ver". Baja, sí, pero estará.

Entretenida pero poco memorable revisitación del clásico de Shelley, esta vez dando casi más importancia al ayudante Igor que al propio Víctor. Tiene aciertos, pero ese final en plan "buddie movie" de polis desentona con lo demás.

Entretenida e imaginativa aventura juvenil, más madura de lo que se podría esperar. Con el toque de Luc Besson sin abusar de rarezas, pero que con un casting más carismático hubiera resultado mucho mejor.
Lo mejor sin duda es su magnífico prólogo, más aún si lo acompañamos del gran David Bowie y su SPACE ODDITY.

Peligrosamente más cercana a la autoparodia que al universo marveliano. No parece tomarse en serio a sí misma y eso contagia al espectador. No la salvan ni los cameos, ni las referencias, ni la novedosa actitud guasona de Thor.

Película amable y entrañable sobre un niño peculiar que emprende un viaje en solitario para recoger un premio científico. Al final la historia se torna demasiado inverosímil, pero tiene buenas intenciones ante todo. Clásico producto para la sobremesa.