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Colombia Colombia · Bucaramanga
Críticas de Andres Botero
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Críticas 324
Críticas ordenadas por fecha (desc.)
8
1 de febrero de 2024
1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
Vi “La ciociara”, distribuida en español como “Dos mujeres”, (Italia, 1960), dirigida por nada más y nada menos que Vittorio De Sica [1901- 1974], quien cuenta en su haber con cuatro premios Óscar por sus cintas. El guion de esta película en concreto es mérito de Cesare Zavattini y del director, quienes se basaron, a su vez, en la novela homónima de Alberto Moravia. El reparto lo encabeza Sophia Loren (aplausos) y la acompañan Jean-Paul Belmondo, Eleonora Brown y Carlo Ninchi, entre los más importantes. Estamos ante un melodrama ambientado en la Segunda Guerra Mundial, específicamente en la lucha librada entre el Eje y los Aliados por las tierras italianas en 1943. La trama, en el fondo, es sencilla, pero el drama, muy complejo. Cesira (Sophia Loren) es una mujer que vive en Roma con su hija Rosetta, pero ante los bombardeos aéreos continuos a dicha ciudad, huyen al campo, justo al lugar donde Cesira creció: los montes de Ciociaria. Ver "zona spoiler". Esta película es, para muchos, un filme de culto, una obra cumbre de De Sica; sin embargo, para los ojos habituados al cine del siglo XXI esta cinta parecerá muy extraña, pues se enfoca, con muchos primeros planos e, incluso, planos subjetivos, en que el espectador pueda sentir las emociones de la protagonista, especialmente cómo ella, siempre tan fuerte, se derrumba cuando su hija es violentada por los soldados aliados. No obstante, a pesar de una centralidad del drama en torno a Cesira, se pasa revista al horror de la guerra, donde nadie, absolutamente nadie, sale bien librado. La guerra no es juego de niños, sino sepultura de los valores civilizados. En este caso, italianos, alemanes, aliados, etcétera, todos contribuyen por igual a enrarecer el contexto en el que Cesira se mueve, esperando darle un mejor-estar a su hija. Estamos entonces ante un cine que busca algo más allá del entretenimiento: vehiculizar las emociones, y sí que lo sabe hacer, pues Sophia está a la altura del reto que se le asigna, tanto que casi todos los premios recibidos fueron a “mejor actriz” (incluyendo un Óscar).
Me llama la atención del filme la dualidad que se plantea entre citadinos y campesinos, donde los primeros, con su forma de vestir y refinación en las palabras y sus historias, se contrapone a una cultura antes menospreciada, pero que ahora es la salvación de quienes huyen de la guerra. Esta dualidad queda clara en muchos diálogos de la obra donde se plantea las bondades de ser campesino en momentos así. Pero tal vez haya sido que los citadinos compartieron la angustia fruto de las deficiencias a las que ya se habituaron los campesinos, es decir, no es que los campesinos siempre hayan vivido mejor, sino que, en plena guerra, todos los civiles quedaron nivelados por lo bajo, con la ventaja de que el campesino tenía acceso a ciertos alimentos, que no es poca cosa en estado de guerra.
También se dan cita en la película personajes de todo tipo, desde el idealista filósofo, amante de la Biblia y cercano a las ideas partisanas (la guerrilla italiana antifascista y antinazista), que muere en manos de los alemanes, así como los padres de familia más mesurados en sus opiniones y acciones, que solo quieren que la guerra acabe para seguir sus vidas citadinas como si nada hubiese pasado. Seguir en los diálogos a los personajes, y mediante la imaginación propia llenar los silencios en torno a cada uno, permite que el espectador concluya la cinta al hacer un desarrollo propio de varias personas tan distintas unas de otras, pero que conviven, como pueden, mientras la guerra pasa alrededor de ellos.
Ahora, algunos críticos se centran en si este filme es antibélico. Claramente lo es, pero no creo que la guerra sea una protagonista, sino más bien un ambiente que propicia el drama, el cual emerge de la relación madre-hija y las emociones que dominan a la primera en torno a cómo sobrevivir de la mejor forma. La madre quiere reflejar que puede con todo, pero su hija, como es de esperarse, sería su punto débil. Esta es, a mi modo de ver, más una obra dramática que una bélica.
Agrego que esta obra inspiró en parte la que dos años luego dirigirá Nanni Loy denominada “Le quattro giornate di Napoli” y “La pelle” (1981, Dir. Liliana Cavani), donde se narra, como en esta De Sica, un tema álgido: las violaciones y el comportamiento perverso de muchos soldados aliados, específicamente marroquíes, que combatieron en Italia contra el fascismo y el nazismo. Este es un tema tabú pues removerlo implicaría cuestionar el nuevo orden mundial occidental, liderado por los vencedores de la Segunda Guerra Mundial. Recordar esos exabruptos podría ser confundido con simpatizar con el fascismo y el nazismo, de manera tal que solo el cine, gracias a su aire de inmunidad que tiene por ser arte y por la actitud crítica de De Sica, asume la tarea, aprovechando que ya ha pasado algún tiempo de los hechos, de ser memoria para sus conciudadanos. Eso sí, queda para el debate si esta denuncia de su momento al comportamiento de los soldados norafricanos es parte de un racismo que debe ser denunciado o, por el contrario, es un legítimo acto estético para un “nunca más”. No estoy en condiciones de zanjar esta disputa. Finalizo con una reflexión sencilla: el gusto por el cine debe ser alimentado. ¿Cómo? Viendo cine de culto, los clásicos y comparar para poder distinguir. Cuando se notan las diferencias entre épocas, entre escuelas, entre directores, etcétera, es cuando se puede apreciar por qué hay mejores cintas que otras. Incluso, solo por este motivo, es que sugeriría al lector ver esta película, emocionarse y entristecerse con Cesira, para deleitar una obra bien construida y que quedará como un recordatorio del buen cine. 2024-01-30.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
Andres Botero
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6
11 de febrero de 2023
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Vi “Operación Causa Justa” (2019, Panamá), dirigida por Luis Franco Brantley y Luis Pacheco, con guion hecho por varias manos: Carlos Carrasco, Joaquin Horna Dolande y Manolito Rodríguez. Estamos ante una cinta que pivotea entre los géneros dramático y bélico, que narra, con base en diferentes líneas de vida de personas del común, la invasión del ejército de EE. UU. a Panamá el 19 de diciembre de 1989, durante el gobierno de George H. W. Bush, con miras a terminar con el gobierno dictatorial del general Manuel Noriega (que antes estuvo respaldado por el país invasor). Al respecto, sugiero ver el documental “Invasión” (2014, Panamá) escrito y dirigido por Abner Benaim.
Como lo mencioné con anterioridad, la película gira en torno a dos ejes. El primero de ello, el dramático. Aquí se expone con elocuencia el drama que implicó para algunos soldados (que estaban entre dos fuegos y una pasión, el fuego de los defensores de la dictadura y los del ejército yanqui, y la fuerza del patriotismo que los llenaba de dudas sobre qué hacer) y de varios civiles (que suelen ser las víctimas injustas, desde todo punto de vista, de la guerra, algo que va más allá del frío concepto de “daño colateral”). El problema de la obra cinematográfica está en el segundo eje: el bélico.
El filme intenta exponer escenas bélicas, pero tristemente el resultado es malo, lo que tiene una explicación. El género bélico es de los más complejos y costosos que puede haber. Incluso, el cine comercial poco ahonda en este género por los costos de sus escenas, sumado a la dificultad de transmitir las emociones de una batalla al auditorio; sin embargo, cuando lo hace, es con muchos recursos lo que ha sentado un estándar muy alto. Por ese estándar es que al cine independiente, que suele adolecer de recursos, le queda muy difícil hacer cine bélico, pues su espectador está habituado a escenas de guerra muy bien logradas. Aquí, en esta cinta, las escenas bélicas dejan mucho que desear y se notan las dificultades de mostrar con realismo la acción y las emociones de los combates.
En este sentido, si las escenas bélicas hubiesen sido secundarias, si la película se hubiera centrado en el drama humano y la guerra estuviera presente solo como telón de fondo, la cinta habría sido mucho mejor de lo que fue.
Otra escena que me pareció terrible está en la supuesta fiesta organizada por uno de los protagonistas, la misma noche en la que se produjo la invasión, en la que solo se pone una canción (¿una fiesta que supuestamente duró toda una noche con una sola canción?).
Llama la atención lo que implica al ciudadano de a pie, así como para el soldado panameño, el dilema de qué hacer: defender al país del invasor (y por ahí derecho al dictador) o no luchar contra el invasor (lo que supondría una traición, pero, tal vez, más democrática). ¿Qué hacer?
Igualmente, esta obra sirve de excusa para reflexionar sobre la legalidad y la legitimidad de las acciones militares no autorizadas por el Consejo de Seguridad de la ONU en el mundo, ya sea para sacar a un dictador del poder o por motivos humanitarios.
Entonces, el filme da motivos para reflexiones importantes, a la vez que muestra dramas tan genuinos como hondos. Lástima los errores de producción y las escenas de acción tan poco convincentes. (2023-02-09).
Andres Botero
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9
25 de julio de 2022
3 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
Vi “Jojo Rabbit” (2019, Nueva Zelanda), dirigida, escrita y protagonizada por Taika Waititi [1975-], quien a su vez se basó en la novela “Caging Skies” (2008) de Christine Leunens [1964-]. Taika no ha tenido una gran carrera en el cine, ni antes ni después de esta cinta, pero logró, como lo dejaré claro más adelante, sentar un hito en la industria cinematográfica con esta película. La música es de Michael Giacchino (aplausos) y la fotografía de Mihai Malaimare Jr. (aplausos). El reparto es de lujo: Roman Griffin Davis (aplausos), Scarlett Johansson (aplausos), Thomasin McKenzie (nada mal), Taika Waititi (aplausos) y Sam Rockwell (aplausos con ovación), entre los más importantes.
Se trata de un filme que mezcla la comedia ligera con el drama psicológico e histórico, en la que Jojo “Rabbit” Betzler (Roman Griffin Davis), un niño alemán de las juventudes hitlerianas, que tiene como mejor amigo imaginario al propio Hitler, debe afrontar su nacionalismo con su humanismo, cuando descubre que su madre (Scarlett Johansson) esconde a una adolescente judía (Thomasin McKenzie).
Ahora bien, iniciando, como suelo hacerlo, con lo estético, la obra está muy bien lograda. Podríamos decir que es más que correcta. La música y la fotografía vehiculizan las emociones del público. Las actuaciones son espléndidas dentro del límite del género (comedia y drama) y, finalmente, el guion, por su rareza y excentricidad, logra descollar frente a otras cintas de su momento. Por lo anterior, no nos sorprende que haya sido nominada en muchos festivales y premios (por ejemplo, ganó en los Premios Oscar la estatuilla por “Mejor guion adaptado”). Sin embargo, hay algo que ha generado una fuerte polémica en relación con el género. Resulta que el director le apostó a un producto que fuese la síntesis de dos géneros que rara vez se la llevan bien: la comedia ligera y el drama histórico. De un lado, la cinta está cargada de humor ligero (que por las circunstancias que narra parecería que se desliza al humor negro), que tiene sus propias reglas; del otro, al drama histórico, que convoca a la reflexión sobre la xenofobia y la dictadura, que tiene, a su vez, otras normas. ¿Cómo conciliar la risa con la criticidad? ¿Cómo ofrecer un producto ligero a la vez que profundo? Equilibrar ambas cosas es extremadamente difícil, sumado a que la narración apuesta a algo que, de entrada, prende las alarmas de un rotundo fracaso (¿una historia donde un niño tiene como mejor amigo imaginario al propio Hitler? ¿No se sentirán ofendidas las víctimas del nazismo con una cinta de humor sobre dicho período?). Muchos críticos han considerado que en la mezcla de géneros está el gran error de la película. En cambio, pienso que Waititi, a pesar de los pronósticos, logró lo impensable, algo que solo pocos pueden hacer, como Wes Anderson [1969-], ayudado, en este caso, a que ya ha pasado un buen tiempo de la barbarie nazi lo que permite nuevas miradas sobre ese período. Entonces, estamos ante un filme sólido tanto para el entretenimiento ligero como para la reflexión crítica de lo que aconteció en la Alemania nazi. Es muy raro, es demasiado excepcional, pero lo hizo. Tal vez, y en esto cedo a los críticos que han minimizado la obra, el final es algo cursi y no está a la altura del resto de la narración, pero Waititi necesitaba que el público quedase bien, con una buena sensación al momento de salir del teatro.
Pasemos a temas de contenido. La cinta hace reír y no en pocas oportunidades, pero lo que más me llamó la atención es que pone el arte y la comedia al servicio de la reflexión crítica. En este sentido, rompe el marco de comprensión y de presentación tradicional de los horrores del nazismo, para llevarnos al mismo sitio común (la exposición de la maldad absoluta) por medio de la comedia y sí que lo hace, al hacernos visible la miseria de los “nadie”, los que no eran considerados dignos ni siquiera de duelo, todo al confrontar la mirada de un niño, a quien le han lavado el cerebro, con su propia humanidad. El niño, a pesar de ser parte del engranaje asesino, sigue siendo un niño, y esta ingenuidad de la corta edad catapulta su encuentro originario (poniendo en cuestionamiento los prejuicios) con el otro, mediado, y quien lo iba a creer, por Hitler, quien aquí es representado no como el sanguinario dictador, sino como un divertido amigo imaginario que, a pesar de su oposición a ese encuentro originario del niño con el “enemigo”, lo termina posibilitando. El espectador se ve así inundado de sentimientos, los mismos que pasan por la cabeza y el corazón del niño. El espectador, por la genialidad del director, logra sentir lo que siente Jojo, su alegría, sus miedos, su tristeza, etcétera. Y justo en ese vaivén de emociones, en especial cuando el sistema hegemónico se ensaña con su madre, es que se oye una frase que revienta todo: "deja que todo te pase, la belleza y el terror, solo sigue adelante, ningún sentimiento es definitivo”. No hay sentimiento que detenga ni deba detener el (ni mi) mundo… todo pasa, sigue adelante, vive, aprende del dolor, maximiza la alegría, vive lo mejor que puedas en la tragedia, que el dolor y el miedo pasarán cuando los veas a la cara. VER SPOILER.
Por todo lo anterior creo que esta película se volverá (si es que ya no lo es) un filme de culto y su director entró en las grandes ligas, emulando a un cineasta que sabe contar historias equilibrando la alegría, el entretenimiento y la ligereza, con la profundidad de la reflexión sobre el drama humano, como lo es Wes Anderson.
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Andres Botero
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7
23 de julio de 2022
1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
Vi “Family Romance, LLC” (EEUU, 2019) dirigida y escrita por el muy reconocido cineasta alemán Werner Herzog [1942-], tan enigmático como controversial. La música es mérito de Ernst Reijseger y el reparto está integrado por Mahiro Tanimoto y Ishii Yuichi.
El guion es algo extraño: una empresa japonesa ofrece el servicio de actores para todos aquellos que requieren que alguien se haga pasar por un amigo, un familiar, etc., en la vida real. Casi siempre, los trabajos contratados son para ofrecer un reemplazo afectivo en la cotidianidad del contratante. Así, se actúa no para un escenario, sino en y para la vida cotidiana.
En relación con los aspectos de forma, las obras de Herzog se caracterizan por romper con los moldes preestablecidos de la industria. Estamos ante lo que la crítica suele denominar cine de autor, pues las formas son tan personales que solo se comprenden y se aceptan si se ha habituado el ojo a su propuesta cinematográfica. En este caso en concreto, el filme (por su tema tan extraño, así como por sus cambios de ritmo y las particularidades que le imprime el director) parecería, a primera vista, como cine experimental. Solo quisiera agregar en este punto que la cinta no descuella por sus elementos técnicos ni estéticos, por lo que es considerada esta película como una menor en la filmografía del director. Pero incluso en obras menores como esta, él arroja un producto que requiere una observación diferente, más concienzuda, un filme que se debe juzgar desde el propio sistema que le dio origen.
Pasando a temas de contenido, esta cinta, hecha con ciertos elementos similares a los del falso documental sin llegar a serlo, desnuda varios temas para propiciar la reflexión del espectador juicioso. Pero me centraré en dos. El primero tiene que ver con la exposición de oriente desde los ojos de un occidental. Se muestra una cultura que nos es muy extraña, pero siempre bajo el guion y el lente de alguien occidental. Esto provoca cierto caos que enriquece de alguna manera la película, como el que surge cuando las aguas ligeras y calientes del mar se encuentran con las aguas densas y frías de un río. Sin embargo, a pesar de ello, la exhibición de una cultura tan desconocida como inquietante siempre enriquece, en tanto nos permite caer en cuenta la diversidad del mundo, una que enriquece en vez de empobrecer.
El segundo elemento, es cómo se exhibe, con cierta naturalidad, la mercantilización del mundo de la vida, una mercantilización que lleva no solo a crear una empresa que explota económicamente hasta los espacios más recónditos de la vida (la afectividad, la familia, la privacidad, etc.), sino también una sociedad llena de sujet(ad)os económicos (homo oeconomicus) que prefieren la apariencia a afrontar la realidad. Se prefiere contratar a alguien que se haga pasar por un pariente o un amigo para que la vida transcurra en su productividad, que afrontar el vacío que supone su no presencia, su inexistencia. Este homo oeconomicus parte de que lo privado es igualmente un campo para explotar (económicamente) y la exhibición de los sentimientos y las emociones puede ser fingida con tal de lograr que el mundo siga su camino de rendimiento. VER AQUÍ EL SPOLER.
Para finalizar, sí es posible distinguir dos momentos en el filme en lo que atañe con la fuerza de la narración. La primera parte empieza muy bien, hasta convence a pesar del quid tan extraño y lejano de la trama. La segunda parte, poco antes de cumplirse la primera hora, empieza a decaer, con un ritmo más acelerado y muchas escenas pequeñas (tal vez recortadas en la edición) que el espectador no sabe bien a qué van. Este cambio de ritmo no ha pasado desapercibido por la crítica especializada pero no al punto de invalidar por completo la cinta.
En conclusión, es una película extraña, diferente, como las de este director, a lo que se le suele ofrecer al espectador. No es una obra que constituya un hito en el género, pero, de todas maneras, rara vez algo de este director no vale la pena, pues sus formas excéntricas de narrar perfeccionan los gustos del espectador. 2022-07-23.
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Andres Botero
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8
30 de junio de 2022
1 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
Vi “Jusqu'à la garde” (“Custodia compartida”, Francia, 2017), dirigida y escrita por Xavier Legrand [1979-], siendo esta su ópera prima. Estamos en espera de más cintas de este joven director. La fotografía es mérito de Nathalie Durand (aplausos) y el reparto lo hace muy bien: Denis Menochet (aplausos), Léa Drucker (aplausos), Thomas Gioria (aplausos) y Mathilde Auneveux, entre otros. La película narra los problemas entre Myriam (Drucker) y Antoine (Menochet) tras su divorcio. Al principio parecía que el drama giraba en torno al proceso judicial sobre la custodia compartida de los hijos, pero con el tiempo el filme da un giro para evidenciar serios problemas de violencia doméstica. En ese momento se abandona lo “público-jurídico” y se pasa a lo “privado-cultural”.
Antes que nada, hay que señalar que esta obra ha logrado muy buenos comentarios de la crítica y ha recibido varios premios, donde se resaltan los otorgados con ocasión del guion y de la actuación de Drucker. Dicho con otras palabras, estamos ante una cinta que ha pasado con gloria en la mayoría de los festivales en los que se ha presentado.
Iniciemos, como suelo hacerlo, con los temas estéticos. Empecemos con las buenas actuaciones protagónicas que logran vehiculizar las emociones entre el auditorio, en especial el miedo ante las escenas de violencia doméstica. Son verosímiles y con una fuerte carga dramática, por lo que no me extraña las buenas críticas que ha recibido la película. Pasemos ahora a la fotografía y la pulcritud de los detalles en el paso de las escenas: estamos ante un filme cuidado, bien abonado, por lo que el resultado no es extraño al cinéfilo.
Ya en relación con la historia, no puedo dejar de advertir que tiene buen ritmo y el drama fluye con naturalidad, permitiendo que el espectador, al darle credibilidad a lo que ve, se deje trastocar con las emociones que plantea la obra. Exploremos mejor esto último: la violencia doméstica (¡que no es solo física!) es un problema central en las sociedades contemporáneas (bueno, en toda época y lugar). Hoy día, se ha dejado de invisibilizar esta violencia con la esperanza de que la luz pública pueda corregir las maltrechas relaciones familiares surgidas del miedo y el dolor. En este caso, el miedo, es la emoción base del drama que ahora reseño y que muy bien saben transmitir los actores protagónicos. Dicho con otras palabras, la cinta permite de muy buena manera el cumplimiento de uno de sus fines primarios: la correcta exposición y transmisión de emociones. Aquí, la exposición del miedo permitirá al espectador repudiar el drama cotidiano, el dolor latente y a veces silenciado de la violencia doméstica. Por todo lo anterior es que la película bien puede catalogarse como un drama psicológico, por ese énfasis en la exposición de las emociones que padecen las víctimas de dicho tipo de violencia.
Sin embargo, el director conscientemente concentra el drama solo en la violencia intrafamiliar, dejando de lado hilos narrativos que son expuestos, pero no desarrollados, a lo largo del filme. Esto puede ser evaluado como positivo, pues así el director se centra en lo esencial. Para otros suena algo reduccionista, pues la violencia doméstica no nace ni se reproduce sola. Agrego, pues yo me ubico en esta última postura, que no entiendo para qué el director expone otros asuntos para luego abandonarlos (por ejemplo, la relación entre la hija mayor y su novio, etc.).
Otro aspecto problemático de la obra cinematográfica tiene que ver con el juego de blancos y negros que propone. Resulta que, al inicio de la cinta, se deja en duda quien es el bueno o el malo entre los padres, pero, con el paso del tiempo, el espectador descubre que uno de ellos es un maltratador y, justo cuando se devela la espiral de violencia doméstica, el guion se va con todo y cae en un maniqueísmo que tiene algo de bueno a la vez que de malo. Creer que hay blancos y negros, buenos y malos en una trama como esta, sirve para denunciar estas prácticas que, durante mucho tiempo, se camuflaron bajo la excusa de que son parte de la vida privada. Lo malo es que, en el mundo real, aquel del que el cine busca ser reflejo, las cosas no son tan simples, y los maltratadores varias veces se comportan como personas buenas (lo que aumenta la confusión de la víctima) a la vez que ellos han sido, casi siempre, víctimas de violencia en el pasado. Esa complejidad en torno al abusador no se logra percibir en la película.
Pero, a pesar de todo, el filme es magnífico y posiblemente quede en el recuerdo de quien lo vea. La recomiendo sin chistar. 2022-06-29.
Andres Botero
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