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España España · BARCELONA
Críticas de MiquelC
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Críticas 8
Críticas ordenadas por fecha (desc.)
3
13 de marzo de 2019
4 de 5 usuarios han encontrado esta crítica útil
Hay un valor subyacente, indiscutible, en “la realidad” de la Roma del nuevo neorrealismo Cuarón: nos hace hablar del sueño de(l) cine.

Mientras a unos promueve, con aplomo, la ensoñación y una suerte de exploración del paisaje artístico de la película mediante el uso de ricas y -reconozcámoslo- imaginativas y elaboradas hipérboles, que lidian entre sí para explicar el fenómeno, otros caen rendidos al sueño que les provoca, inesperadamente, aturdidos por el sopor, contra todo pronóstico, hundiéndose a plomo e irremisiblemente en su sofá chaise longue.

A partir de ahí, entramos en deriva..., y el debate de la esencia del Cine (André Bazin, con el que pocos se atreven y muchos menos saben interpretar en su contexto).

...No se recuerda tanto a Cesare Zavattini, escritor y guionista italiano que promovió muchos de los filmes neorrealistas italianos más conocidos, hoy día, de la posguerra mundial. Éste decía, y cito: “El neorrealismo no es nada, tan sólo una idea, un punto de vista, una actitud moral" -no es arte, en sí mismo, ni quiere serlo; un método de trabajo que obedece a un objetivo moral, más allá de lo estético-.

Y de ahí, al vacío. Roma, sin objetivo real, ni moral -ni reivindicativo- que rinda homenaje al método de que se sirve. Una película hueca, desarbolada, sin profundidad real más allá de la autocomplacencia estética y la "profundidad de campo" cinematográfica, notablemente orquestada; sin historia realmente desarrollada, pues es excusa pretenciosa, casi de vanagloria, al servicio de recuerdos evocadores de clase alta, mirando con cariño a "la chacha" inanimada, desangelada, que se mueve por el diorama doméstico romano, cual marioneta.

Pero nos queda Cuarón, y su autocomplacencia técnica ¿Vanidad? Hay quien afirma que un artista habría de ser, necesariamente, vanidoso. Aplaudan, por favor.

Para mí es una pena. Me recuerda aquella imagen de las señoras bien, sentadas en fila parapetadas tras una mesa, engalanadas y escandalósamente enjoyadas, que solicitan donativos para causas benéficas: enfermedades, pobreza y medios para los más desfavorecidos...Y un plano secuencia de lo más hermoso, de la primera a la última, de extremo a extremo, con fotografías en B/N en trípticos y folletos, que reposan desmadejados en dicha mesa, apenas visibles, donde abundan imágenes de "esas personas"; mientras, una de las señoras, disimuladamente, se quita una miga del croissant de la comisura de sus labios excelsamente pintados, con un pañuelo de seda bordado.

El traje invisible del emperador está servido. ¿Arte? Por el amor de..., ¡que, además, pretendan acomplejarnos!...Para mí, lo hueco no es arte.

Y, en este sinsentido de aclamación artística experta, de rugiente empacho hiperbólico, me pregunto: ¿A dónde acuden, agrupadas las moscas? ¿A la miel, o a la m...?

Seamos amables. En lo personal, no es una buena película y el Árbol de la Vida está seco, tanto como lo estuviera, en su momento, el de Malick.
MiquelC
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7
8 de octubre de 2018
22 de 32 usuarios han encontrado esta crítica útil
Al fin. Un thriller/drama de producción nacional que recrea con acierto y a buen ritmo la génesis y entresijos del panorama criminal en España, de nuestros días, a través de la historia de la familia Guerrero, sin caer en la tentación de copias anglosajonas importadas, e impostadas, que nos son ajenas. Aquí todo tiene aroma propio: el de la realidad de nuestro lumpen, nuestra marginalidad y nuestro crimen, que hunde sus raíces en el cercano mundo del barrio y de la familia, partiendo de los tan reconocibles mercados de rastrillo nacionales, como base de operaciones; extendiéndose, con el tiempo y la globalización, a ramificaciones nacionales e internacionales, con profundas implicaciones de la corrupción política y de las administraciones, que constituyen nuestro día a día.

Nadie pretende que esta serie sea brillante y elegante, pero la serie de televisión ofrece un juego trepidante y entretenido, y no menos inteligente, a través de un mundo de violencia, robos, tráfico de drogas y estafas, lealtades y deslealtades familiares, y crímenes; un juego con muchas ambivalencias, de trampas a largo plazo y con muchas aristas de drama famíliar, como la vida misma. Un producto ágil, fresco y original, no tanto por lo que cuenta sino por como lo logra.

El realizador Enrique Urbizu, en la línea de la producción de sus últimos años, nos brinda un espectáculo ambicioso, cercano y reconocible; una visión del crimen autóctono, ambicioso, con ecos de bodas de sangre y perros callejeros, con un ángulo noir, original “made in Spain” que no se anda con chiquitas a la hora de mostrarnos la violencia, árida, seca y devastadora; tanto como puedan serlo los sentimientos encontrados de los hermanos Guerrero y la rémora traumática de su herencia familiar. Se percibe aquí, ya asimilado y madurado, la aplicación de lo aprendido, de todo el currículum previo del director: “La caja 507”, “No habrá paz para los malvados”, etc. Y ahí va, lanzándose a la piscina de las series de TV, y guardando la ropa con dignidad; otra vez.

Ahí va un José Coronado que se sale, con otro personaje “malvado”, del lado oscuro, al que debería volver con más regularidad; le va como anillo al dedo. Los hermanos Guerrero, sus hijos, interpretados por Daniel Grao, Isak Férriz y Carlos Librado, magníficos en sus respectivos roles, caracteres y temperamentos. Y unos secundarios que brillan, en sus respectivas réplicas y matices, dentro y fuera de familia.

El ritmo impresionante, que si bien esto lleva en ocasiones a una exposición torpe, las poderosas interpretaciones lo excusan con creces. Una serie de televisión que a pesar de una promesa de objetividad, se atribuye calidez, aún en la frialdad de las escenas más ásperas y dolorosas. Aquí somos así.

Un “Hecho en España” con visos de calidad poco vistos en formato serie para este género, y con la sobriedad del formato británico más inteligente: temporada de seis episodios, ciñéndose al asunto y evitando circunloquios y prolongaciones postizas ¿Se puede pedir más?
MiquelC
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7
20 de marzo de 2010
3 de 6 usuarios han encontrado esta crítica útil
Con la superproducción Acantilado Rojo (Red Cliff), John Woo ha vuelto a abrazar sus raíces chinas con un compromiso brutal, de magnas proporciones. Estrenada en Asia con un metraje de casi 5 horas, servido en 2 partes, la película se basa en los acontecimientos históricos del año 208, durante la era de los Tres Reinos de la historia china.

Viendo Acantilado Rojo uno no puede dejar de preguntarse el valor de lo que se dejó atrás. Quien sabe. Lo cierto es que por las escasas escenas apacibles que circulan en el modo OCCIDENTAL, dan ganas de tomarse un te, pasearse apaciblemente entre rododendros y tumbarse a la bartola para disfrutar las melodías de la flauta.

Con esta película, el director llena de vergüenza a otras producciones recientes que han tratado de aplastar a su público con enormes batallas CGI y rápidos movimientos de cámara, plagados de escenas de acción, tipo cortar y pegar. Imponentes como pueden llegar a ser, eventualmente se vuelven pálidas y repetitivas: Grandes multitudes, un confuso torbellino de lanzas y espadas, un montón de flechas, un valeroso héroe con sus diversas variaciones, todo termina por ser una conocida secuencia del rompelotodo. Acantilado Rojo rompe con este vistoso pero hueco molde.

Fuera de la acción, pura y dura, el filme es una interesante lección de estrategia militar. No hay honor frente a la deshonra, las alianzas se forjan, las razones se cuestionan, prueban, y luego se afianzan. Pero el mayor triunfo de John Woo está en poner a sus personajes - en particular al consejero y estratega militar de Tony Leung, Takeshi Kaneshiro, en este cinético tablero de ajedrez, y darles la dimensión real.

Puede tomar un tiempo para averiguar quién es quién, qué es qué y donde las alianzas (y traiciones) que no son tales -¿o sí lo son?-, pero una vez que lo hace, las relaciones entre los actores clave añade resonancia emocional a este magnífico cuadro de conflictos bélicos.

En un momento dado, El Arte de la Guerra de Sun Tzu es mencionado por uno de los personajes... Acantilado Rojo ofrece, literalmente, una representación de ese ARTE DE LA GUERRA. Nos recuerda aquello de: La guerra es un infierno. Pero también que, en su mejor momento, las películas bélicas pueden ser frescas, estimulantes y hermosas.

Lo Mejor: El espíritu asiático, sereno pero grandioso, presente en una película histórica de guerra realmente espectacular. Las interpretaciones son correctas, contenidas y despojadas de la irrealidad esteticista de filmografías próximas, a lo Zhang Yimou (que también disfruto), en la coherencia interna del director.
Lo Peor: El filme adolece de una cierta frialdad y de una cierta ausencia de resonancia emocional en el desarrollo del perfil de los personajes, aunque puede intuírse como consecuencia de LOS RECORTES de esta versión.

Un filme bélico bello e inteligente y, para que negarlo, rara pieza cinematográfica en estas lides de la épica, tan fácilmente maltratada.
MiquelC
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