Unos jóvenes intentan hacer un documental sobre la caza furtiva de osos, y se encuentra con un cazador de Trolls. El cazador está descontento con su trabajo, o más bien con el salario, pues no le pagan lo suficiente el plus de peligrosidad, y para solucionarlo decide llevarse a los jóvenes a grabar un día de caza y denunciar la situación. Con toda naturalidad, ahí van los chavales con la cámara, grabando a los trolls, a la gente del gobierno que trabaja en la operación, a la veterinaria… y todos hablan sin tapujos del tema, como si nada. Muy coherente todo, teniendo en cuenta que están grabando una operación secreta del gobierno que no debe salir a la luz y nadie guarda silencio y mucho menos les impide continuar, ni a ellos ni al cazador.
Los trolls se pasean por donde les da la real gana, corren destrozando arboleda al lado de los pueblos, acampan en la montaña o el campo y los hay incluso del tamaño de una montaña, pero nadie de la población sabe de su existencia gracias a las elaboradas explicaciones del gobierno: 'son tornados que pasan por ahí de vez en cuando' y 'son osos que ni siquiera viven en esta zona'. Es de suponer que por los alrededores todo hombre, mujer y niño es ciego, sordo y sin olfato o, en defecto, completamente idiota, por eso los que dirigen la red eléctrica cerrada que mantiene aislados a los pobres monstruos nunca se han parado a pensar por qué la red está electrificada y es cerrada.

También nos podemos preguntar por qué el gobierno no mata directamente a todos los trolls y soluciona el problema de raíz. Es un secreto en el cual gasta parte del presupuesto para mantenerlos a ralla y esfuerzo en ocultar la verdad, pero al mismo tiempo no le importa nada matarlos para conseguirlo y, de hecho, tienen contratado a un tío que mata a todos los que se encuentra. Es crearse problemas innecesarios. Si al menos la película intentase transmitir algún mensaje de carácter ético relacionado con la caza furtiva de animales o algo similar… pero no, es un cuento sin trasfondo ni moraleja.