Mucho me temo que a menudo cuando decidimos ver películas hechas en España la desgana aparece antes del primer minuto, es un prejuicio insano (como todos en la vida) que puede llegar a cercenar la objetividad sin darnos cuenta y privarnos de ver títulos como "La primera noche de mi vida" y pasarlo bien. No es una obra maestra, no es precisamente Wilder el ideólogo, no es Woody Allen el que está detrás de las cámaras, pero caramba, son menos de ochenta minutos muy bien paridos. Es española, está bien hecha, bien pensada, bien ejecutada y sobre todo con unos personajes muy atractivos. Todos aportan su granito de arena y consiguen llevar la película hacia el tipo de comedia coral, sin protagonistas, que no muere en su propio intento de hacer gracia y no conseguirlo. Con lo triste que es ofrecer humor y no lograrlo.

Son calles pendientes de urbanizar, llenas de farolas, un fin de siglo, una gasolinera, dos Guardias Civiles discutiendo con dos policías locales, dos pallos disfrazados, una chabola... elementos que podemos encontrarnos al salir de casa, desde la persona marginal al adinerado, el yerno y el suegro que se detestan, el taxista... Y no sé cómo, pero libre de esos prejuicios, a mí esta película me ha encantado. Y no pasa nada por decirlo; cine español bueno, comedia española buena. Lamento no haberla visto cuando tocaba.

Supongo que el que es seguidor del director, el que sea seguidor quizás de Adam Sandler también (porque de todo tiene que haber) o el más fiel crítico de sofá dispuesto a tragarse todo lo que se produce en la actualidad, llegará a "The Meyerowitz Stories" con una ilusión que en comparación con la mía debe estar multiplicada por el infinito. Vaya, yo he llegado aquí por Dustin Hoffman y creo que mi disposición era la natural, un espectador átono sin prejuicios, imparcial y con ganas de ver algo diferente. Y lo que he visto es tan olvidable que creo que la semana que viene no recordaré ni cuántos hijos tenía ese escultor ni cuántas mujeres y divorcios.

No es que falte pasión, es que le falta incluso la intención de tenerla, es decir, si a esa gente le pinchas no le sale sangre, son unos tristes reprimidos, con un resentimiento insano hacia el padre en concreto y por la vida en general. Por cierto, he visto en el cine padres mucho más cabrones que Hoffman como para echarle en cara nada. Por poner un ejemplo peripatético señalaré la bronca que tienen los dos hermanastros revolcándose en ese césped recién cortado y haciendo unas croquetas lamentables por el suelo, dos bofetadas mal dadas (acaso ni eso) y tres empujones. Será que son otra generación, tal vez de haber crecido en los suburbios se dan de navajazos, tal vez por eso entran en un restaurante y no les importa pedir solomillo de sesenta dólares, vender una propiedad, hacer arte que sólo entienden alrededor y dentro de su círculo y vivir la vida yankee que tanto despreciamos algunos.

Vaya, he escrito demasiado, el coronavirus ataca en las calles y a fecha de hoy el confinamiento parece estar lejos de su final. Hay que ver cine de todo tipo, incluido el olvidable. Ah, al menos es cine de autor que no mueve y remueve la cámara al estilo 'operario con síntomas de Parkinson avanzado' (ya sabía yo que algo bueno tenía que destacar)...

Dos semanas de aislamiento ya y las que quedan, cuando acabe la pandemia y se levante el estado de alarma todo será diferente ya para nosotros. Pero nos quedará el cine siempre, y el recuerdo de las películas que en esta etapa nos metimos en el cuerpo con una ansiedad incomparable. Cualquier película es buena si sirve para olvidarte de lo que está pasando en las calles, en los hospitales, para no pensar en el futuro a corto plazo, la crisis económica y la madre que parió al sistema capitalista. "Aquel maldito tren blindado" está a años luz de ser una obra maestra, es bochornosa en algún momento, casposa, estúpida y muy larga, pero mucho cuidado: esos defectos se transforman en virtudes por el contexto. Y dado que yo juzgo las películas que veo dependiendo del aire que sopla (creo que como todos), la realidad es que esta cinta bélica me ha dado exactamente lo que necesitaba hoy.

Tal vez no sea objetivo (¿lo somos alguna vez en la vida?) y me dejo llevar por la pasión, porque eso de disparar con metralletas de balas infinitas y sobrevivir a todo tipo de percances próximos a la muerte es ciertamente un exceso, es una película que no llega a ser una parodia, se queda en comedia de acción pero con situaciones muy mal medidas. A su favor, la cantidad de minutos de acción es superior a cualquier otra con la que podamos compararla, es un no parar, una orgía de muertes, disparos y explosiones. Sin caer en el drama cierto de la guerra, sin caer en lo sangriento o en muertes gore. Aunque muere todo Dios por todas partes no hay nada escabroso. Incluso hay mucho romanticismo (el del bigote y la moto...): en definitiva, tiempo de coronavirus, tiempo de ver pelis cutres sin pestañear...

¿Tarantino?; ¿alguien dijo Quentin?; ¿Quentin qué?; no, por favor, el cine no tiene titularidad, no sé de qué me hablan...

Es interesante saber qué hay detrás de una película así, con aspecto de cine claramente comercial pero firmada por un director español. ¿La película es española?; si investigamos un poco sabremos que el dinero fue en buena parte de origen europeo (español, alemán, francés, italiano... cada país puso un poco por lo visto) pero el último empujón económico lo dio la Warner, cuya intervención es lo que explica que veamos los actores que vemos. Su director, Antonio Isasi-Isasmendi, venía de tener cierto éxito con "Estambul 65", algo que le sirvió para llevar a cabo el proyecto de "Las Vegas, 500 millones", una película comercial realizada casi enteramente con planos fijos y unos exteriores maravillosos en Almería. Ya sabemos que en aquella época mientras no se atentara contra la dictadura eran bienvenidas películas de entretenimiento sencillo, tipo spaguetti western o como en este caso, una de atracos y robos.

Sabemos que Las Vegas se levantó en medio de un desierto, lo que no me queda claro es el motivo de que ese camión blindado repleto de pasta no vaya por una de sus buenas autopistas y le dé por ir a San Francisco por en medio de una carreterilla que parece menos que una comarcal. Ahí tenemos al pez gordo, el jefe de seguridad, descapotables, una tía buena y mucha acción. Dos horas de buen entretenimiento, con un montaje notable y un guión a la altura. Para algunos será poco española (se me escapa la risa), a mí eso me da igual, son dos horas perfectas para evadirte de lo que nos está cayendo encima.

No es una más, no es como la mayoría de películas de serie B de la época, no es el típico entretenimiento de la época que para verlo hoy y quedar satisfecho tienes que tener un buen día o ser en esencia muy condescendiente con todo el cine en general. "El monstruo magnético" es una película más seria, con un discurso científico profundo que puede resultar demasiado embrollado a menudo y que es la excusa para hacernos entender que, en esto sí es como las demás, el planeta y la humanidad están en peligro y sólo a través de la intervención del pueblo norteamericano estaremos a salvo todos. No hay monstruo por ninguna parte, no: lo que hay que hacer es tomárselo como un eufemismo orientado a describir un fenómeno físico y químico muy peculiar. Ese fenómeno es el monstruo y de lo que se trata es de descubrir sus causas, sus condiciones e intentar hacer algo para evitar una catástrofe.

No hay efectos especiales de categoría (ni para la época) porque no hacen falta, así que nos ahorramos la aparición del acostumbrado y bochornoso disfraz de serie B que suele aparecer en las últimas escenas de este tipo de películas. Es más seria, intenta serlo, así que probablemente no pudo competir con lo que demandaba el público de los años cincuenta y por ello llega a nosotros con una pizca de mayor interés. No me cuesta admitir que me ha parecido superior, mucho mejor de lo que esperaba y que me ha proporcionado un entretenimiento más que aceptable. Lo de la súper computadora electrónica que desvela datos del "monstruo" es algo que me ha encantado, la tecnología de la época es la que era. Asombroso. Una maravilla.