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Críticas de Chris Jiménez
Críticas 2 236
Críticas ordenadas por fecha (desc.)
1
13 de julio de 2024
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Los truenos en el cielo, otro paraje cubierto por la niebla, otro bosque aislado y otra vez el maldito Jeron Criswell saliendo de su tumba para espetar una serie de estupideces que se olvidan mientras las va diciendo.
Esto no es cualquier cosa, es el "freak show" de Ed Wood. Lo nunca visto, otra vez.

Y hay que dar las gracias por ello, o desear que arda en el Infierno para toda la eternidad, al empresario y coleccionista Wade Williams, quien descubrió las latas de película de "Revenge of the Dead" olvidadas en un laboratorio, y se empeñó (¿pero por qué motivo?...) en comprarlas. Y es que resulta que el pobre Wood no pudo hacerse cargo de la posproducción tras filmarla en 1.957, aunque parece ser que se estrenó pero él quiso volver a editarla y cambiarle el nombre; no vería la luz hasta casi tres décadas después. ¿Para bien o para mal?
En esta producción ya no podía contar con la presencia del querido Béla Lugosi, aunque está claro que escribió la historia pensando en él. Una historia con un prólogo inexplicable sobre cosas que no tienen nada que ver con nada (un análisis sensacionalista sobre la violencia social) y que sólo son materiales de archivo de otros proyectos inacabados, para pasar inmediatamente a lo que podría ser la continuación de "Bride of the Monster", rescatando algunos personajes como el sirviente-bestia Lobo o la troupe de policías imbéciles que tomaron parte en el caso de los experimentos del chiflado Vornoff...

Pero antes de empezar el show de criaturas extrañas de precaria apariencia habitual, nos deleitamos con esas otras señas de identidad del imaginario "woodiano": sus guiones terribles, llenos de diálogos sarcásticos que pretenden sonar graciosos pero acaban siendo tediosos, unilaterales y repetitivos, y la interacción tan incomprensible de unos personajes (algunos aparecen y desaparecen sin razón) que lo único que saben hacer es discutir todo el tiempo o aprovechar cualquier instante para soltar algún comentario supuestamente divertido. Y no son simpáticos, sino aborrecibles (pobres actores, las cosas que este hombre les hacía decir y hacer).
¿Es la parodia la intención de esta trama (y del cine en general de Wood)? Si es así la jugada le sale fatal de todas formas, si su intención es lograr una película de horror seria le sale todavía peor. A las apariciones patéticas de dos mujeres por un pantano cerca de la casa destruida (uno esperaba encontrar monstruos horrendos y sin embargo se trata de dos jovencitas de muy buen ver que ni asustan ni nada) se une un cazador de fantasmas de la policía (Bradford) que va a investigar a los bosques vestido de frac (esto pasa, en serio); hasta aquí lo ocurrido es muy malo, pero más o menos aceptable por ser quien es el que está detrás de la cámara...

Pero de repente este cuento de fantasmas sin sentido se eleva a otro nivel de abstracción y tortura emocional al trasladarse la acción al interior de una casa (en realidad la de Vornoff) donde un idiota practica sesiones de espiritismo. Y se puede afirmar sin temor a equivocación que las escenas de dichas sesiones son las más raras de la Historia, un indescriptible espectáculo de esqueletos falsos, caras horribles que salen de la oscuridad, sonidos chirriantes y trompetas que flotan, que no puede compararse con nada que se haya visto, ni antes ni después, en una película.
Esto pertenece a los abismos de una dimensión única de la extrañeza que ni William Castle se ha atrevió a visitar...pero por raro no quiere decir que resulte fascinante; está todo filmado con la intención de ser divertido de alguna manera enfermiza y cutre, y Bradford ha pasado a este lugar grimoso donde se desarrolla una película diferente de la que estábamos viendo, una especie de farsa que dudo que le importe a nadie a estas alturas, mientras se intercalan otras escenas horrorosas de Paul Marco como el asustado Kelton "enfrentándose" al espíritu del bosque (uno, más no hay).

Pero de la historia de dichos espíritus no sabemos nada ni se resuelve nada porque a partir de la 2.ª mitad el desastroso guión se centra en los engaños de ese dr. Acula que debía haber interpretado Lugosi (al menos con él la película sería sólo mala). Redondeado con un clímax también imposible todo es un desperdicio horrendo, un vacío sin propósito, ni siquiera el de entretener o provocar la mínima gracia. Lo peor de lo peor que pudo rodar jamás el director, que ya es decir...
El remate lo da la narración de Criswell, dramática y pesada hasta el vómito, sobre los acontecimientos sucedidos, los que están sucediendo y los que van a suceder, y sobre las emociones, pensamientos, reacciones y datos personales de los personajes, con pelos y señales (¿pero por qué Wood escribía estas cosas?). Al final uno agradece su gesto de volver a meterse en el ataúd; ojalá alguien apareciera y vertiera dos toneladas de cemento para que no saliera de nuevo.
Chris Jiménez
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3
12 de julio de 2024
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Era sin duda un sueño ambicioso y de formación lenta, porque la idea de "Sangre de Héroes" le surgió al tan afamado David Peoples durante su época de editor, tal vez después de ver "La Carrera de la Muerte del Año 2.000". Sin embargo él, en lugar de tomar un evento ya existente, se lo inventó de la nada.
Podríamos creer que se inspiró en "Rollerball", realizada en 1.975, pero su juego mortal donde dos equipos armados con palos y cadenas deben clavar en una pica la calavera de un perro nació unos años antes. Claro que él ni tenía dinero, ni influencias ni nada de nada.

Incluso cuando, en mitad del rodaje de "Blade Runner", habló de ello al recién llegado Rutger Hauer, todo parecía imposible. Pero siete años más tarde pudo hacerse realidad y el tipo incluso se situó, por primera y última vez, detrás de la cámara, en una producción, de nuevo, demasiado ambiciosa para el presupuesto sólo moderado con el que contaban, y la decisión más importante fue llevarla a cabo en Australia; por desgracia, como también podemos ver durante el desarrollo de la historia que aquél nos tiene preparada, esa ambición no abarca más de los mismos términos de producción.
Las tierras del Sur del país nos regalan un ambiente misterioso y exótico, en especial las de Cooper Pedy; este paisaje bellamente fotografiado por David Eggby nos traslada al clásico escenario post-apocalíptico de la ciencia-ficción de los '80: un mundo hundido en la barbarie después de un supuesto desastre o guerra nuclear. Futuro "madmaxiano" que no vemos por enésima vez plagado de coches, bandas armadas y batallas por el combustible o el agua; la premisa, igual que las tierras donde tiene lugar es atractiva, ya que la violencia sólo se expresa a través de ese deporte, el "jugger"...y eso es todo lo que nos da la película.

Peoples, que siempre ha detestado su experimento de cineasta, dirige más o menos bien, su modo de escenificar la acción huye de lo "comiquero" y se presenta cruda y desagradable en pantalla, y su atención al diseño de producción, pese a lo cutre que pueda resultar, lo considero por encima de la media de lo que este género solía ofrecer en los '80. Más allá de eso: el vacío. Es inconcebible que el guión lo firme el responsable de "Sin Perdón" y que colaboró en la escritura de "Blade Runner", porque sus habilidades brillan por su ausencia.
Tenemos al personaje de Joan Chen, Kidda, fascinada por este deporte salvaje y que decide seguir al grupo "estrella" liderado por Sallow (Hauer), abandonando a sus padres; Peoples podría haber añadido algún incentivo, que dicho juego reportarse dinero y ella lo usara para ayudar a su familia, es decir, que se uniera a los "juggers" por necesidad. En una escena clave la madre pregunta a la chica por qué está empeñada en jugar a ese deporte, y ella sólo habla de ganar, a lo que la madre vuelve a preguntar "¿Pero ganar qué?". Y así se pone de manifiesto el sinsentido de este argumento.

El sinsentido de ver a personajes tan carismáticos horriblemente desdibujados, sin misión, sin un propósito, sin nada que decir y que hacer salvo ir a una siguiente ciudad y romperse los huesos por algo que no tenemos muy claro lo que es. ¿Qué busca esta gente?, ¿es la excitación por la violencia?, ¿la fama y el respeto?, ¿la oportunidad de vivir grandes emociones en un mundo que desapareció hace mucho tiempo? Únicamente queda la especulación, pero mientras en otro tipo de películas resulta adecuado aquí acaba siendo confuso y deprimente. Es aún peor ver el modo en que Peoples describe a todos estos personajes.
¿Para qué jugar a construir un pasado para Sallow si sólo se menciona de soslayo?, ¿para qué hacer de Kidda el interés romántico de Gar (un perdido y sobreactuadísimo Vincent D'Onofrio) si no va a ir a ningún sitio?, ¿qué pintan Delroy Lindo, Gandhi MacIntyre y Anna Katarina en este lío? ¿Por qué Peoples no nos puede regalar, ni una sola vez, una maldita conversación entre los protagonistas donde sobresalga su espíritu de equipo?, porque de lo que menos goza este equipo es de relación y de espíritu. ¿Qué ata a estos individuos y por qué se unieron en este juego cuyas reglas son otro misterio insondable?

Y el clímax, que transcurre en una ciudad subterránea (imaginativa concepción la del director artístico John Wingrove) liderada por una clase alta, nos presenta a su jefe (Hugh Keays-Byrne), que mantiene un gran resentimiento con Sallow; ¿para qué seguir con la subtrama sobre el protagonista e introducir a un potencial gran villano si no va a desarrollarse nada, ni se va a profundizar en eso que les convierte en enemigos ni siquiera van a cruzar palabra el uno con el otro? Todos esos elementos tan interesantes quedan en un infame desperdicio.
Después uno se entera de que Peoples estuvo muy restringido por los productores, que desecharon parte de su guión, descartaron muchas escenas ya filmadas y decidieron centrar la película en la acción y la violencia sin sentido. Y así se queda: en un sinsentido. Y lo que más sigue despertando mi curiosidad es: ¿por qué una cabeza de perro? ¿Quizás en el pasado los perros desencadenaron una pandemia global y por eso se les considera animales vilipendiados?

Como nadie nos explica nada de nada, por teorizar...
Chris Jiménez
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6
11 de julio de 2024
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La juventud es como una cesta llena de flores. Sus diversos colores transmiten la sensación de la vida eterna, sin embargo esas flores no van a vivir por siempre, de hecho su destino es marchitarse rápidamente.
Eso ocurre con las brillantes luces de la juventud, con sus colores y alegría, que se apagan, dando paso a la oscuridad...

Ese es el tan profundo significado tras el título "Hana-gatami", la primera gran obra que Kazuo Dan publicó después de ganarse una tremenda popularidad gracias a sus relatos cortos, colecciones de poemas e incluso mangas. Con tan sólo 25 años trata algo que dominaba, consumía y aterrorizaba a la sociedad de su tiempo: el miedo a la guerra, y desde la perspectiva de la juventud; lo hace empleando una imaginación desbordante, a través de descripciones y metáforas que se pierden en detalles ricos y minuciosos, lo que contrasta con esa urgencia y peligro que acorrala a su amplio marco de personajes, cuyas vidas se hayan en pleno florecimiento.
Reclutado para combatir en la Guerra Sino-Japonesa poco después de publicar la novela, Dan refleja ese ansia de querer aprovechar la felicidad y las experiencias antes de que sea tarde; tanto la vida como la muerte se sienten de cerca en el día a día de Toshihiko, Ukai y Kira, compañeros de clase, y de todos los amigos y familiares que les rodean. Nobuhiko Obayashi, que tenía 7 años cuando cayó la bomba en Hiroshima, cerca de su Onomichi natal, comprendía perfectamente a Dan, su deseo y miedo, sus palabras, sus emociones a través de las aventuras de sus protagonistas...

Por eso se enamoró de su novela, hasta el punto de escribir una adaptación cinematográfica; el problema es que fue rechazada en Toho, y en aquella época, finales de los '70, cuando aún ni había llegado el enorme proyecto de "House", él no contaba con medios ni poder para hacerla realidad. Así que la pospuso y pospuso, y quedó enterrada en el olvido hasta el momento en que, terminada su epopeya en Ashibetsu, "7 Weeks", le diagnostican un cáncer terminal de pulmón y pocos meses de vida; ese miedo a morir y esa urgencia por aprovechar sus últimos días le retrotrae a "Hana-gatami".
Y decide que, si ha de realizar un último trabajo será su soñada adaptación, el sueño de toda una vida que tomó forma en 2.016, al fin. Los versos de Dan resuenan en el alma, Obayashi le recuerda, recuerda a toda una generación, la que abandonó su hogar y murió en aquellas guerras lejanas. El tema que lleva tratando en sus recientes películas vuelve con fuerza en la que considera la última parte de su Trilogía Anti-bélica, al menos en apariencia, pues el guión sigue de cerca la novela; sobresale así de nuevo la vena más experimental y delirante y la esencia más ensoñadora y poética que lleva explotando en cámara digital desde "Casting Blossoms to the Sky".

O, en un término más amplio, la misma que ya expresaba 50 años antes en sus primeros cortometrajes. El protagonista, Toshihiko, se precipita al borde de un barranco de Karatsu, prefectura de Saga, y esta primera acción, este intento de salto que nunca sucede, habla del impulso, el coraje y el miedo a la muerte que retrataba Dan; mientras tanto fondos negros y blancos, figuras de relieve, cortes abruptos y superposición de imágenes en una estética posmoderna y tan artificial que cuesta discernir entre sueño y realidad, un delirio de color, perspectiva y forma de tal potencia onírica que acaba apropiándose del sentido de lo tangible...
Y esto es vital para entender el primer aspecto en el que falla el director: abandonarse demasiado al arte visual, restando así sensación de realidad y credibilidad al drama humano. Tal vez porque este mundo es observado a través de los ojos de Toshihiko, interpretado por Shunsuke Kubozuka de tal manera que le convierte en un joven álter-ego nada disimulado, igual de risueño, ensoñador, inocente y romántico que él, un joven que a simple vista es incapaz de llevar sobre sus hombros el protagonismo de esta historia. Y en efecto, absolutamente incapaz.

(CONTINÚA LA CRÍTICA EN ZONA SPOILER)

En el drama de los supervivientes de Nagaoka en "Casting Blossoms to the Sky" y en las almas de las decenas de personajes de "7 Weeks" era muy fácil entrar, formar parte de ellos, comprenderlos de un modo transparente aun con la dificultad de encarar un gigantesco mosaico humano. Sin embargo "Hana-gatami" se encierra en un hermético e inaccesible universo, casi imposible de penetrar, de descifrar.
Una lástima ya que su discurso e intención son relevantes, su riesgo visual digno de admiración y el esfuerzo del director, de su equipo y de todos los habitantes de la ciudad de Karatsu, en cuyos bellos paisajes se filmó la película, fue enorme...
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
Chris Jiménez
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8
10 de julio de 2024
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La selección natural. Ni incidentes estrafalarios ni experimentos grotescos de organizaciones secretas. Algunos sólo nacieron distintos, les tocó ser lo que son por derecho propio.
Hay malos y buenos pero todos bajo un estigma: el gen mutante. Nace una nueva generación de seres.

Quizás eso hizo tan particular a la legendaria Patrulla "X", o X-Men: el ser superior a la raza humana, a causa de la simple evolución. Stan Lee y Jack Kirby no pudieron dar mejor en el clavo después de haber creado ya a un grupo heroico tan increíble como "Los Cuatro Fantásticos"; pero estos protegidos, alumnos o secuaces si se prefiere del profesor Charles Francis Xavier no eran tan heroicos, sino que poco a poco consiguieron ser más humanos que muchos de sus coetáneos. Lástima que sus aventuras no empezaran con buen pie en aquellos principios de los años '60 y necesitaran más de una década para madurar, crecer y expandirse.
De hecho, releyendo aquel primer cómic que dio origen a tan gigantesco universo, con aquellos colores tan chillones, ocurrencias ridículas y un esbozo de personajes vergonzoso (la presentación de Jean Grey, por ejemplo...), dudo que nadie pensase que pudiera tener futuro alguno, aun tratando importantes temas como el miedo de la sociedad a lo desconocido, la alienación o el racismo. Gracias a Dios luego llegaron los genios Dave Cockrum, Len Wein, Chris Claremont y John Byrne y los mutantes lograron salir a flote, reorganizarse y protagonizar la importante saga que hoy día conocemos junto a sus múltiples historias alternativas y "spin-offs", y que ya despertó el interés de ser llevada al cine desde hace mucho tiempo.

Desde los tiempos en que Orion y Carolco aún existían, nada menos, y James Cameron postulaba para productor. Pero como siempre ocurre con este tipo de proyectos, "X-Men" tardaría en convertirse en realidad incluso más de lo que tardó en despegar el cómic; cientos de reescrituras después y señores de la talla de Andrew Kevin Walker, Ed Solomon, Christopher McQuarrie o Joss Whedon aportando su granito de arena, mientras el hábil Bryan Singer, que de cómics sabía poco (y menos del de Lee y Kirby), era elegido para ocupar el puesto tras la cámara, se llegó a algo coherente.
Para entonces el nuevo milenio estaba muy cerca, y quiso el destino que empezase dando la bienvenida a una nueva generación de superhéroes que iba a cambiarlo todo. Es vital el enfoque conseguido entre el director y el productor, asistente y guionista por pura casualidad David Hayter, que nos sacude las tripas desde el principio a través del llanto de un joven que ve cómo los nazis le separan de sus padres en un campo de concentración. Los hierros de la verja crujen, estamos asistiendo al origen del odio y la cruzada de Max Eisenhardt, luego "Magneto", un inicio que añade esa oscuridad y violencia que tanto le faltaba al cine de superhéroes anterior.

Aunque, de nuevo, aquí no se habla de superhéroes, sino de seres diferentes. Un debate en el Congreso donde la mismísima Jean defiende la aceptación de los mutantes contra un tal senador Kelly y su radical intolerancia recuerda a los días en que el Comité de Actividades Anti-americanas buscaba comunistas infatigablemente y se desataba el terror entre los ciudadanos por su supuesta infiltración en la sociedad; este es el triste, agitado y asfixiante clima que presentan Singer y Hayter antes de enfrentar en pantalla a las dos posturas sobre la situación de los mutantes, encarnadas en "Magneto" y Xavier (dos grandes del cine: Ian McKellen y Patrick Stewart).
Dos posturas que son las dos caras de una misma moneda, siendo el profesor un pacificador en busca de una posible vía de coexistencia entre ambas especies y "Magneto" su versión más radical, pero no por ello realmente malvada. Él es el ejemplo perfecto de que el odio engendra odio; su medio es el sometimiento, su actitud la de un supremacista rozando el alzamiento dictatorial, pero no por ello es un villano plano, porque McKellen da a su personaje tanta fuerza como fragilidad, y es que aquí malos y buenos son ambiguos, complejos, ambos humanizados para poder empatizar con ellos.

(CONTINÚA LA CRÍTICA EN ZONA SPOILER)

Lo peor de la película se encuentra en la Hermandad de los Mutantes. "Sabretooth" y "Toad" resultan ridículos al lado de alguien como "Magneto" (se supone que es un hombre inteligente...¿qué hace con ellos?), provocando que el clímax, que debiera ser épico, pase por instantes de vergüenza ajena por culpa de esos inútiles sin carisma ni atractivo ni nada de nada, que se meten en la pantalla sólo para molestar...
Pese a dichos defectos y la falta de fidelidad, "X-Men" está bien construida y narrada y es un entretenimiento de intriga y fantasía de primera clase. Así arrasó en su paso por la taquilla, deslumbró a la crítica y estableció un modelo a seguir para el futuro cine de superhéroes que estaba a punto de explotar gracias al "Spider-man" de Sam Raimi.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
Chris Jiménez
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4
9 de julio de 2024
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Esta es una de esas duras aventuras que muchos, sobre todo los implicados, prefieren olvidar para siempre. Tanto que se halla casi sumida en la oscuridad total.
¿Qué pudo pasar entre esos picos helados de los Pirineos para que nadie desee recordarlo?

Título improbable donde los haya, desde su misma concepción en el marco histórico de la supremacía nazi imaginado por Bruce Nicolaysen, el mismo autor que luego se desempeñaría mejor narrando las grandes peripecias de la familia Kuyper en la América de las conquistas y el nacimiento de las grandes ciudades empezando desde "From Distant Shores". En "Perilous Passage", publicada en tapa dura por Playboy en 1.976, también había una familia sometida a las más duras experiencias a través de esas montañas que bordean España y Francia.
El libro, que suma aventura, acción y una trama reciclada con persecuciones nazis y algunos momentos particularmente horribles, era difícil de concebir para el cine. Y sin embargo sucedió. El productor asociado experto en diseño de títulos Maurice Binder se une a este proyecto un tanto descabellado que no me interesa saber cómo pudo obtener luz verde en el que, por extraño que parezca, nos presenta a Anthony Quinn dando vida a un pastor vasco (...porque seguramente no había actores españoles que pudieran hacer el papel; Paco Rabal, sin ir más lejos). Y sin que tome mucho tiempo este señor acepta una misión nada atractiva.

La misma que en el libro, porque el autor ejerce de guionista: ayudar al sr. Bergson (originalmente Bergman), su esposa y sus hijos a evadir al enemigo alemán. Hay muchas cosas que podrían funcionar aquí, de hecho un primer tramo bastante sobrio en el que el anónimo pastor se dirige a Francia para recoger a la familia está bien desarrollado, pero algo empieza a torcerse cuando ese enemigo del que quieren huir es un oficial de la SS al que interpreta Malcolm McDowell (...porque seguramente no había actores alemanes que pudieran hacer el papel).
J. Lee Thompson, un director eficaz para la acción y la aventura, se deja llevar por eso a los niveles más básicos posibles. El guión no aprovecha a los personajes como es debido, la relación dramática entre los miembros de la familia y con el extraño del que dependen sus vidas se trata de forma pobre, y pronto pasarán a convertirse en caricaturas sometidas a escenas desagradables y en las que el director se regodea en exceso, del mismo modo que McDowell. La violencia de la que hace gala su oficial Von Berkow pasa de intensa a repulsiva y su locura psicótica lleva la historia a un nivel cuasisurrealista.

No sólo él contribuye a ello. El protagonista, pese a sus más de 60 años, demuestra unas habilidades para resolver situaciones límite que ya quisiera James Bond; Quinn deja de ser un simple pastor para convertirse en la versión campestre de Sean Connery, y la historia empieza a ahogarse en su propia demencia. Thompson combina secuencias de acción brutales con momentos dramáticos centrándose en los actores, pero no atina al intentar que nos creamos lo que está sucediendo, tanto más cuanto que McDowell se tomó su papel a broma a sabiendas del fracaso de la película y así nos lo hace ver cada vez que tiene la más mínima oportunidad.
Mientras Patricia Neal padecía de problemas de salud, James Mason, un hombre muy sabio, tenía muy claro que la película no iba a llegar muy lejos (tan claro como lo tenemos nosotros con respecto al personaje de la anterior). ¿Qué se puede hacer para compensar el vacío y la crueldad que se nos sirve durante tanto tiempo? Pues el director vuelve a la acción rutinaria en paisajes bellos; sorprende por su impactante crudeza más que por su importancia dentro del argumento, que es ninguna (hace tiempo que los protagonistas dejaron de importarnos...).

Y aparte de no haber sorpresas ni giros satisfactorios nos podemos quedar, si así lo deseamos, patidifusos con el extrañísimo clímax que tenía reservado el guión, y donde McDowell termina de lucirse, cuya existencia aún intento averiguar cual es. Uno se puede dejar arrastrar por el exceso, el salvajismo y la alocada aventura y tal vez se soporte mejor el visionado. O no.
Éste, Mason, la pobre Kay Lenz (que no vivió un rodaje muy agradable) y casi todos acertaron de pleno: "El Pasaje" se estampó en la taquilla, pasó inadvertida debido a su mínima publicidad y eso fue todo.
Chris Jiménez
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