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Piso de soltero

Comedia. Romance. Drama C.C. Baxter (Jack Lemmon) es un modesto pero ambicioso empleado de una compañía de seguros de Manhattan. Está soltero y vive solo en un discreto apartamento que presta ocasionalmente a sus superiores para sus citas amorosas. Tiene la esperanza de que estos favores le sirvan para mejorar su posición en la empresa. Pero la situación cambia cuando se enamora de una ascensorista (Shirley MacLaine) que resulta ser la amante de uno de los ... [+]
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Críticas 252
Críticas ordenadas por utilidad
1 de julio de 2014
51 de 87 usuarios han encontrado esta crítica útil
Banal, como todo el cine de Billy Wilder, “El apartamento” es probablemente un buen material de estudio para investigar los mecanismos que pueden llevar a convertir, en el imaginario de la cinefilia, una obra intrascendente en una de las supuestas cimas del llamado “séptimo arte”.

La identificación del espectador con el personaje, que es en este caso condición básica del éxito, requiere, sin duda, una construcción cuidadosa, capaz de reflejar, sublimándola —y sin ponerla en evidencia, claro—, la complaciente y justificadora visión que el espectador medio quiere tener de sí mismo, alimentando al tiempo sus aspiraciones de felicidad: un hombre ruin, mediocre, servil con el poder y dispuesto a renunciar en todo momento a su propia dignidad, se nos presenta como un alma bondadosa, víctima de las circunstancias y merecedora de un mejor destino. Ya se sabe: nada como ensalzar los defectos del prójimo para ganar amigos; si, además, se le sabe convencer —no es difícil— de que la felicidad es el merecido premio a sus pecados, se puede tener la certeza de contar con un hueco en sus altares. El mundo, por otra parte, no es tan malo: en el fondo, el orden imperante —es decir, el orden; faltaría más— es justo, y cada cual obtiene al final su merecido: los buenos siempre ganan, se casan con la chica de sus sueños y culminan todas sus aspiraciones de dicha.

Billy Wilder, emblemático epítome del cine hollywoodense, tiene una luciferina capacidad para dar al espectador medio lo que éste quiere exactamente que le ofrezcan. Verdadero genio en la manipulación masiva de las conciencias (indisociable del cine en tanto que industria-espectáculo), Wilder no era inteligente, por supuesto, pero sí era listo, y conocía su oficio, es decir, sabía hacer películas que encandilaban al personal. La película “gusta”, naturalmente (pues halaga con suficiente habilidad nuestro vapuleado y amado ego). Pero con frecuencia olvidamos que nuestros gustos dicen mucho menos del objeto que los suscita que de nosotros mismos. Y como pocos están dispuestos a distanciarse de sus “gustos”, de esas reacciones reflejas y epidérmicas que constituyen el aspecto más enajenado y enajenante de uno mismo, para proceder a una indagación más honda, que implicaría el riesgo de contemplarse en la constitutiva mediocridad que nos caracteriza al común de los humanos, la película triunfa, y ahí la tenemos, encaramada en los puestos más altos de los “tops” de Filmaffinity.

Naturalmente, uno puede ponerse a buscarle méritos y expresarlos de forma muy seria, perfectamente razonada y convincente. Hasta se podrá justificar esa insufrible media hora inicial con Lemmon gesticulando de forma histriónica. No es difícil. Simple cuestión de retórica; dicho de otro modo, de habilidad en el manejo del lenguaje. (Otro tanto ocurre, claro está, con la crítica agria; concedido). En todo caso, más allá del poco interesante dilema “buena”-“mala”/“me gusta”-“no me gusta”, se podría tratar de observar los mecanismos que hacen que uno se sienta satisfecho al acabar de ver una película como esta. En definitiva, la reflexión más fructífera que el espectador podría hacerse al terminar de ver el film probablemente no es tanto sobre lo que aparecía en la pantalla, cuanto sobre el propio diálogo interno que uno mantiene de forma tácita, incluso más o menos inconsciente (¿voluntariamente inconsciente?), con lo que se ha desplegado ante sus ojos. Pensar, decía Cioran (y de un modo u otro lo han dicho casi todos los que en la historia humana se han dedicado a esa actividad), debería ser siempre pensar contra uno mismo. No se trata de autoflagelación, sino de mera higiene mental. (Que tal cosa sea ontológicamente posible no está del todo claro, pero eso no excluye la necesidad de intentarlo).

Vale, cada cual es muy libre de engañarse como más le guste, pero el cine puede ser (a veces —no muchas— lo es) otra cosa. Y uno se acuerda de aquella frase, tan directa y tan poco diplomática en su exceso, que dijo una vez Angelopoulos: “Los americanos hacen cine para idiotas”.
Ludovico
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6 de junio de 2009
19 de 23 usuarios han encontrado esta crítica útil
En El apartamento casi todo es bueno. Es una lástima que los personajes no tengan la hondura necesaria para que sea una película redonda. La historia es buena, el ritmo muy vivo, la dirección artística es magnífica, pero los personajes tienen mucho de fachada.
Los temas que se tratan en esta película: el mundo empresarial, sus relaciones de poder, y cómo encaja la mujer en este, han sido objeto de una fuerte revisión social desde los años en que se rodó. Por lo tanto, en mi opinión, un espectador actual demanda que los personajes de una historia en la que se aborden estas cuestiones, y más en caso de que los sucesos que se narran contravengan la corrección moral al uso, se nos abran revelando parte de su alma. Sin embargo he tenido la sensación de que el peso de la narración era sostenido por autómatas; echaba en falta carne y hueso. Si en una película aparece un canalla, me quedo más tranquilo si entiendo por qué lo es. Si no existe esa comprensión del personaje su interpretación se convierte en un tópico. El resultado fue que no reí cuando debía, me indigné cuando tuve que sentir simpatía, y reí cuando debía sentir lástima. Y la sensación última es la de haber asistido a una historia inverosimil y un poco artificial.
Ahora, en el “spoiler” un detalle que me alivió un instante esta sensación de artificialidad…
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
Pabpab
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17 de julio de 2012
16 de 17 usuarios han encontrado esta crítica útil
A pesar de ser autor de títulos míticos como “Perdición”, “El crepúsculo de los dioses” o “Testigo de cargo”, el nombre de Billy Wilder figurará siempre asociado al de los grandes maestros de la comedia, lo que nos da una idea de su enorme capacidad como cineasta. Su cine es excepcional porque prescinde de lo divino y se centra en lo humano. A través de la sonrisa aborda de forma amable nuestras miserias, pero aún así su mirada cínica resulta demoledora. Precisamente por ello Wilder nos ayuda en la máxima socrática de “conócete a ti mismo”. Sus películas funcionan como espejos que reflejan nuestro ordinario devenir, de ahí que con cada nuevo visionado percibamos como sus películas cambian, maduran, en definitiva, crecen con nosotros. Y también su cine es único porque a su admirable clarividencia como director hay que unir en él a un extraordinario guionista, lo que le permitió ser un arquitecto cinematográfico. Su planificación de la historia proporciona una firme cimentación y los diálogos fortaleza a todo el entramado. Si muchos actores contribuyen a engrandecer determinadas películas, grandes actores como Jack Lemmon, Walter Matthau, James Cagney, Charles Laughton, Shirley MacLaine, Barbara Stanwyck, Marilyn Monroe,… han brillado como nunca gracias a la solidez del edificio que Wilder les proporciona.

“El apartamento” es la obra cumbre de Wilder y la sublimación de lo anteriormente expuesto. La humanidad lo envuelve todo en esta agridulce película, de tal modo que hasta una simple raqueta de tenis puede competir en melancolía con la mirada de una ascensorista, por no hablar de esa asoladora metáfora visual que constituye el espejo roto de una polvera. Como la vida misma, la película solo es posible seguirla entre la lágrima y la sonrisa.

Curiosamente (síntoma de falta de autocrítica o puede que en el fondo no sea más que una inconsciente penitencia redentora) esta película, que pone de manifiesto la hipocresía, el arribismo y la amoralidad que hay detrás del sueño americano, propició que Wilder tuviera que subir al escenario de los Oscar tres veces en una sola noche, para recoger la estatuilla a la mejor película, al mejor director y al mejor guión original (compartido con su inseparable I.A.L. Diamond)
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
The Quiet Man
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27 de diciembre de 2017
16 de 17 usuarios han encontrado esta crítica útil
Tierna y ácida comedia romántica del inigualable Wilder. El director estadounidense, de origen austriaco, compone una crítica sátira social donde expone la superficialidad dominante en las relaciones sentimentales y examina, de manera pesimista, la vida y situaciones amorosas de los Estados Unidos de finales de los años 50.

Los dos personajes principales están desarrollados con destreza. Baxter (Lemmon) es un empleado solitario, desafortunado, ambicioso, pero de buen corazón. Fran (MacLaine) es una mujer encantadora, infeliz, y desarraigada. Son dos almas sensibles que están doloridas, y todo por anhelar en sus vidas el dinero antes que el amor.

Con un excelso ritmo narrativo, la preciosa fotografía en blanco y negro, la magnífica puesta en escena y sus magníficos planos son algunos ejemplos de la formidable fuerza visual que posee el filme. El uso de la profundidad de campo que hace Wilder en las escenas de la enorme y deshumanizada oficina es fascinante.

Wilder, alumno de Ernst Lubitsch, el maestro de la "comedia refinada", reelabora para siempre la comedia estadounidense tradicional de Frank Capra en esta entretenida historia donde vemos a un hombre redimirse tras entregar su dignidad representada en ese apartamento.
José Manuel Barba Márquez
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17 de marzo de 2006
23 de 33 usuarios han encontrado esta crítica útil
Esta comedia-dramática del mejor Wilder es una de las cimas del 7º arte. Todo en ella fue precursor en su género y época, desde la visión del típico urbanita-oficinista americano como elemento depresivo en la sociedad occidental, el mundo de los ascensos por "méritos" profesionales. En fin, un retrato fabuloso de la sociedad trabajadora capitalista, donde el trabajador tiene tan poco poder e influencia que no tiene la posibilidad de ejercer los derechos que por ley tiene derecho, está continuamente dando tumbos por la vida, ya que su inestabilidad y vergüenza no le permite formar una familia estable. La película muestra de forma impresionante "la soledad" y desamparo en las grandes ciudades.
Ha quedado en la historia por sus grandes gags cómicos, pasando un poco por encima de la crítica social y del drama humano que refleja la película.
I m feeling good
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