King Kong

Es tal la exageración, que lo que a priori podría ser más ionteresante (y lo es en sus inicios, como ya se ha dicho) termina saturando y provocando más tedio. Insectos gigantescos que vaya uno a saber con qué se alimentaron todo ese tiempo, encuentran a los protagonistas y de común acuerdo procuran deglutírselos en malvada confabulación; una increíble carrera del elenco entre las patas elefantinas de gigantescos dinosaurios saurópodos que huyen en estampida; la lucha de Kong contra tres tiranosaurios que al parecer son caprichosos y tienen poco apetito, ya que aunque el gran gorila representa sin duda un buen banquete para cualquier carnívoro de buen tamaño, se empeñan una y otra vez en devorar a la chica que lleva en la mano y a nadie más que ella.

Pero el premio mayor a la estupidez corresponde por derecho propio a una escena en la que Kong y uno de los tiranosaurios se balancean, no sobre una tela de una araña como los célebres elefantes de la canción, sino sobre unas lianas en las que han quedado enredados y que deben tener la resistencia cuando menos de las telarañas de Spiderman. Diez puntos a la inteligencia del tiranosaurio, prodigiosa por cierto, que lo lleva a tomar envión, enredado en dichas lianas, en un intento por alcanzar a Naomi Campbell que sigue en la mano de Kong y que, insistimos, debe resultarle especialmente apetitosa.

Y la notabilísima inteligencia de este infortunado animal condenado a seguir hambriento es lo más notable del filme. De más está decir que la de guionistas y director brilla por su ausencia.

EL VIAJE: poco que destacar en la parte quizá más floja técnicamente del film, la que curiosamente, debería haber estado más mimada en lo técnico. Pero el que no sabe, no sabe y nunca sabrá, como decía aquel sabio. Plano y contraplano, plano y contraplano en diálogos sin chispa, haciendo que el tedio se instale cuando todavía quedan más de dos horas de film. Aún estoy de una pieza. Tengo el refresco medio lleno al igual que las palomitas y puedo aguantar bien. De todos modos, me meto la pajita en un ojo cuando aparece el recio capitán del barco en el que van vuestros amigos. Tiene de capitán chungo y varonil lo que yo de Mary Poppins. Y así toda la peli...

LA ISLA: y no es la de Michael Bay, aunque hubiese sido mejor, la verdad. Comienza con los colegas del Neng que llevan una semana de timba poniéndoselo crudo al personal. Luego El pianista se viste de Indiana Jones de siglo XXI y va al rescate de la bella con resultado sonrojante. Ya no tengo palomitas ni cola, y presiento un derrame en breve. No me equivoco. Llegan los sanfermines con colosos de veinte toneladas que esprintan a lo Ben Jonshon. Pocas cornadas en general en un encierro bastante limpio. La parte derecha de mi cerebro se apaga automáticamente para evitar traumas posteriores. Bochornosa esta parte, por no hablar de una supuesta y absurda historia de ¿amor? ¿sueño freudiano?

LA CIUDAD: si no le pongo un uno o un cero a King Kong es porque reconozco que la recreación del Times Square neoyorkino de los años veinte está francamente bien. Comenzamos con un teatro lleno de sin techo con King Kong a la espectativa. Alguién va y cuenta uno de Chiquito y Kong, que no lo pilla, se cabrea. Y la lía como él sabe. Empieza a caerme bien el puto mono. Destrozos y destrozos hasta el vergonzante final dónde una rubia anoréxica sabe que no podrá probar el mayor calibre que haya degustado nunca, y claro, se muere de pena. Es de esas pelis que te deja pensativo. A mí no me queda cerebro y estoy avergonzado por haber mantenido el tipo viendo esta farsa de juego de la play. Me he fumado dos cigarros y me hubiese fumado un cartón allí mismo. Me levanto mareado y desfilo hacia la salida. Voy sonriendo. He pillado el chiste de Chiquito. Te da cuen?