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House of Cards (Serie de TV)

Serie de TV. Drama. Thriller Serie de TV (2013-2018). 6 temporadas. 73 episodios. El implacable y manipulador congresista Francis Underwood (Kevin Spacey), con la complicidad de su calculadora mujer (Robin Wright), maneja con gran destreza los hilos de poder en Washington. Su intención es ocupar la Secretaría de Estado del nuevo gobierno. Sabe muy bien que los medios de comunicación son vitales para conseguir su propósito, por lo que decide convertirse en la ... [+]
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Críticas 82
Críticas ordenadas por utilidad
9 de marzo de 2018
10 de 11 usuarios han encontrado esta crítica útil
–Kevin Spacey (interpreta a un congresista de los EE.UU) está soberbio haciendo de una suerte de Maquiavelo del Siglo XXI. La serie política por excelencia, en la que no dejará de sorprenderte la capacidad de los personajes de ser retorcidos hasta la extenuación.

-Retrato del funcionamiento de la política en EE.UU, la manipulación y el poder.

-Es la primera serie en la historia que se hizo usando el Big Data de los abonados de Netflix. Una serie hecha a la medida de los gustos del público. Algo que será lo normal en el futuro más próximo

-La T1 y la T2 son, sin lugar a dudas, dos de las mejores que se han producido en los últimos tiempos. A partir de entonces la serie se va convirtiendo en un culebrón que poco a poco nada tiene que ver con sus principios.

-A partir de la T3 los personajes terminan siendo una caricatura de si mismos. Lo mejor que podría pasar es que Netflix deje de estirar este chicle que ya no da más de sí para que nos quedemos con el gusto de los orígenes de esta serie.

Soy elbuscadordeseries.wordpress.com
El Buscador de Series
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17 de enero de 2019
10 de 11 usuarios han encontrado esta crítica útil
He visto todas las temporadas. He repetido algunos capítulos. Me he enamorado de los monólogos a cámara del Sr. Spacey. La he puntuado con un 10, hasta que, vista la 6a Temporada he entendido que esto se acabe. Bajo a un 7 por todo lo que se ha hecho hasta esta ridícula 6a Temporada. Lástima.
AEPR
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8 de junio de 2013
10 de 12 usuarios han encontrado esta crítica útil
Con House of Cards podemos afirmar definitivamente que el cine de calidad se exilió a la televisión. Las salas quedaron para el empacho de fuegos artificiales, donde el drama, el guión y el actors studio no tienen sitio.

Basta con mirar de reojo los títulos de crédito: Kevin Spacey, Robin Wright, Kate Mara, David Fincher, Joel Schumacher, Carl Franklin, actores y cineastas de primer nivel, para darnos cuenta de que esto no es una serie más.

Comienza la serie como los mejores thrillers políticos. El resultado es puro cine. Spacey tiene un personaje hecho a su medida. Una suerte de Lester Burnham en el traje del congresista cínico Frank Underwood. Un político ambicioso sin escrúpulos, mano derecha del recién electo presidente demócrata de los Estados Unidos, cuyo trabajo en sus propias palabras es "desatascar de mierda las tuberías del congreso". En su propio beneficio, claro. Su objetivo, gobernar en la sombra y sobrevivir en la política, haciendo alianzas con escorpiones y destruyendo a sus enemigos. Los distintos presidentes irán desfilando por el despacho oval mientras que el puesto de Frank perdurará en el tiempo. Frank no vive de la ideología, sólo sabe de política, es decir, que el fin justifica los medios para conseguir votos. Y nos hace sus cómplices, manipulándonos como al resto de sus colegas cuando se dirige a nosotros usando su exorbitante carisma. Estamos vendidos desde el principio.

A su vera, una esposa interpretada por Robin Wright (excelente, por cierto), tan fría y cínica como su marido y con las mismas aspiraciones. Ambos componen un acorazado indestructible. No los querría tener ni a un millón de kilómetros de mí.

Con una duración de menos de una hora, los capítulos son elegantes tanto en imágenes, como las interpretaciones, secundarios de lujo (me sorprende mucho Kate Mara en un papel muy complicado) y un ritmo Allegro Ma Non Troppo delicioso.

Y al finalizar cada uno, queda el regusto de "qué va a ser de nosotros" si estamos en manos de semejantes víboras pero una reflexión con más calma nos lleva a la conclusión de que Dog Eats Dog y que el ser humano está lejos de la nobleza y generosidad. Pero como decía el economista Adam Smith, la "mano invisible" mueve el mundo, es decir, que gracias al egoísmo de todos los individuos, "yo te ayudo si tú me ayudas", progresamos. Eso sí, los débiles, por muy buen corazón que tengan, quedan abandonados en las cunetas.

Bienvenidos a la selva.
Iñigo Doblaje No Gracias
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17 de marzo de 2016
8 de 10 usuarios han encontrado esta crítica útil
House of Cards tiene dos almas. La primera es atractiva, morbosa y definitivamente más comercial. Supone acercarnos al abismo moral del juego político de élite. La carencia de escrúpulos, la manipulación sistemática, la ausencia de cualquier afecto sincero (siempre una debilidad), vivir en un juego de espejos continuo en el que cada decisión y cada comentario pueden impulsar tu carrera o terminar con ella y, en suma, el reguero de dolor, vidas destruidas y corrupción que pavimentan el camino al poder.

Es innegable que este no deja de ser el cebo que vende la serie y es lógico que ocupe un lugar destacado del tiempo en pantalla. El problema es que de este modo la serie se ve obligada a subir continuamente las apuestas para evitar que el espectador pierda interés. No te preocupas por Frank Underwood como personaje, solo quieres ver hasta donde será capaz de llegar, qué nuevas cotas de villanía alcanzará, con qué maquiavélico plan superará el próximo obstáculo que se le presente, cuál será el próximo rival a batir y cuán escaldado saldrá tras cruzar su camino con el malvado protagonista. Es como un videojuego, en el que cada temporada supusiese nuevas misiones y nuevos jefes finales, cada vez más difíciles. Esto redunda, a mi entender, en una pérdida de verosimilitud que hace descender varios enteros la calidad global de la serie. Con cada giro, cada nuevo escenario cargado de problemas, cada enemigo batido, cada peligro evitado, cada escándalo que acaba salpicando a todos menos al protagonista... Cada vez se fuerza más la capacidad del espectador de suspender su incredulidad y se cae más en el atajo narrativo, el recurso facilón y el deux-ex-machina.

Con todo, mi principal problema con House of Cards no es si es más o menos creíble. La principal razón por la que no termino de conectar con ella es que uno acaba saturado de tanta maldad, de tanto cinismo. No soy ningún santurrón, también es para mí un placer perverso ver como Underwood trama sus planes y se sale con la suya. Pero llega un momento en el que te hastía sumergirte en tanta podredumbre, tanta inmoralidad, tanta desesperanza. Acabas harto de escuchar que la democracia es una mentira, que nuestras vidas no son más que juguetes de la ambición de la minoría que realmente cuenta, que somos todos unos imbéciles que bailamos al son que nos marcan. Es muy difícil empatizar con el protagonista, hasta tal punto que te acaba dando lo mismo incluso que termine siendo derrotado y reciba su merecido. Porque sabes que si pierde lo hará a manos de alguien igual de pérfido y corrupto, alguien que -con buenas o malas intenciones de partida- ha tenido que rebajarse a jugar el mismo juego de Underwood, solo que por una vez ha jugado mejor.

¿Y por qué sigo viendo House of Cards entonces? Porque tiene un segundo alma, que ocupa menos tiempo y a la que se le da menos importancia, pero que es muchísimo más rica e interesante que la anterior. Son aquellos momentos en los que se muestra algo complejidad emocional, en los que los personajes ganan matices. Cuando dudan, cuando sufren, cuando muestran remordimientos, cuando recuerdan con nostalgia momentos más felices, cuando se lamentan de no haber tomado otro camino… Cuando muestran, en suma, algo de tridimensionalidad. Esos momentos son tan brillantes y están tan bien contados que hacen que no termines nunca de tirar la toalla.

Es por eso que prefiero a Claire Underwood mucho antes que a su marido, y me hubiese gustado que la serie pivotase más sobre ella que sobre él. Claire, soberbiamente interpretada por una Robin Wright consciente de estar ante el papel de su vida, es un personaje más interesante, duda más, soporta peor el peso de los sacrificios, le duelen más las renuncias, manifiesta sentimientos más auténticos. Eso no significa que no esté tan cegada por la ambición como su marido, o que no sea capaz de actos igual de inmorales. Claire es más interesante que Frank porque es corrupta y cruel a pesar de tener también sentimientos contrarios. Frank nunca duda, o lo hace muy levemente. Claire no es el contrapunto buenista de Frank, simplemente es un personaje más complejo y sugerente.

House of Cards habría sido una obra maestra si hubiese querido ser sobre todo un retrato realista de los habitantes de la cúspide del sistema político, con sus grandezas y miserias, sus cloacas pero también sus gotitas de humanidad. Porque cuando lo es, cuando es más de Claire, de Jacqueline Sharp y hasta de Doug Stamper o Remy Danton, la serie alcanza cimas muy altas, comparables a lo mejor de esta edad de oro de la televisión. Pero casi siempre es más sobre Frank, sobre Petrov, Raymond Tusk, Seth Grayson y demás desalmados, con los que se disfruta un culebrón, pero no se viaja a las alturas del mejor drama.
Lemmytico
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11 de enero de 2014
7 de 8 usuarios han encontrado esta crítica útil
Es complejo hacer la crítica de algo incompleto y “House of Cards” es una serie aun incompleta, una serie que tiene mucho para ofrecer aunque también muchos más errores que cometer, una serie abierta que debería evolucionar significativamente. La primera pregunta sería “¿Es buena la primera temporada de “House of Cards”? Solo hay una respuesta: si. Es un “si” indiscutible basado en la calidad de la serie en todos sus aspectos, desde el guión a un buen ritmo en la narración televisiva pasando por unos magníficos intérpretes. La segunda pregunta sería: “¿Es tan buena como parece?”. La segunda respuesta es “no”. La serie tiene que mejorar, desde unas historias paralelas innecesarias a un mejor tratamiento del ritmo narrativo pero sobre todo uno de los principales problemas que alejan a “House of Cards” de la genialidad es que se le ven demasiado las trampas de guión. Si a eso sumamos un magnífico Kevin Spacey sobre el que recae todo el peso de la serie entonces tenemos un problema. Esta es una serie creada para el lucimiento de Spacey pero lo que no puedes pretender es hacer una serie política con decenas de personajes y que Spacey siga siendo el dueño de la función. Lo mejor y también lo peor de “House of Cards” es Kevin Spacey. Es improbable, imposible e ilógico que alguien pidiese mi opinión sobre cómo enfocar los guiones de la segunda temporada de “House of Cards” pero si eso sucediese, mi respuesta sería que introdujesen nuevos personajes con más peso específico para contrarrestar al personaje de Spacey y que estos personajes le pusiesen en serios problemas. Un one man show solo funciona si el espectador empatiza con el líder y este líder magníficamente encarnado por Kevin Spacey debe tener debilidades para que el espectador simpatice con él y no le acabe odiando como sucede en la primera temporada donde parece que nada puede dañar al congresista Underwood. Si “House of Cards” pretende ser una nueva versión de “El ala oeste de la casa blanca” pasada por el tamiz del sexo, drogas y rock n’roll, deberían echar toda la carne en el asador y no quedarse a medias ni centrar toda su atención en un egocéntrico Kevin Spacey que acaba resultando demasiado sobrio. ¿El resto? El resto ni tocarlo, la serie es esplendida y está a escasos pasos de la genialidad.
Lo mejor: Kevin Spacey. Los diálogos. El diseño de producción.
Lo peor: Kevin Spacey. Las trampas de guión. Unos secundarios sin peso especifico.
El Criticón
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