Bajo el mismo techo

Película que desaprovecha el enorme talento cómico de Silvia Abril entregada sin demasiada convicción a un guión plano y cargado de tópicos. La química con Jordi Sánchez es mínima y los gags no llegan a esbozar ni una media sonrisa. El único que parece sentirse cómodo en su papel en Dani Guzmán, un uno fijo en la quiniela cuando el personaje no necesita de alto contenido dramático. Poco más puedo decir de una peli tan mala como esta.

La película no parece otra cosa que un "remake" español de la celebrada ácida comedia "La guerra de los Rose" (Dani de Vito, 1989), protagonizada por Michael Douglas y Kathleen Turner. Esto no tiene nada de casual y, de hecho se nombra la obra, en un momento dado de los diálogos. Está claro que sirvió de inspiración para el argumento y el guion. Se añaden elementos actualizados y algún guiño surrealista. La parodia, normalita en principio, se desbarata hasta límites exagerados cuando llega la necesaria separación patrimonial. Evidentemente, no hay que tomarse en serio una acción que sólo persigue el puro disparate sarcástico dentro del marco de una relación de amor - odio entre los dos protagonistas y con su entorno. Estas sutilezas no han sido bien percibidas o apreciadas por una buena parte de la crítica y espectadores. El film no es que sea para tirar cohetes pero ciertos detalles y el trabajo de sus intérpretes merecen su visionado.

Irregular comedia, que sí tiene un punto de partido gracioso (no original, véase: "La guerra de los Rose").
Sucede que, en líneas generales entretiene, sin duda por la indudable eficacia de sus dos protagonistas, que están excelentes.
Sin embargo el guión alterna escenas en verdad chistosas (casi todas en su primer tercio) que cuando el caos reina en el hogar.
Los apuntes costumbristas de los dos amigotes superan a veces a los dos los dos protagonistas, cuando debería suceder al revés.
No obstante, no aburre y se sigue bien, aunque al final hay un poso de cierta decepción por la oportunidad perdida al haber podido, digo yo, ir más allá y no quedarse en tierra de no ofender a nadie para gustar a todos.
Bien hecha técnicamente cumple con su función de pasatiempo, pero podría haber sido mejor.

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Ya vimos esos chistes, ya vimos esas historias y ya vimos, hasta en la sopa, a esos actores. Juntarlos todos de nuevo es ver la versión larga de un capítulo de "la que se avecina" y, claro, se hace laaaaaaaaaaaargo, un rato te ríes, 90 minutos, no. Te cansa. Y ese final, ¿qué pretende, decir que habrá segunda parte con una hipoteca a la inversa? Cuando crees que se termina viendo marchar al camión de mudanzas, zas, te plantan ese final.
El argumento a priori era muy bueno, pero los actores, lo siento, no están tan bien. Abril y Sánchez en versión seria no se lo creen ni en sueños (y en versión cómica, que la tienen, hartan). Los demás, lo mismo, quizás salvo de la quema a Malena Alterio. Ah, y claro, la protagonista no podía ser una comercial de productos lácteos, o una gestora, o una hostelera, yo qué sé, no, tenía que tener un sexshop. Claro.
Quizás hubiera funcionado en serio, una crítica a la miseria de las hipotecas, pero así quedó como la guerra de los rose pero a la española, es decir, sin profundidad y sin sangre.

¡Quién diría que la sierra eléctrica de Silvia Abril en “Bajo el mismo techo” daría 1,1 millones de euros en la semana de estreno!! Después de una singular puesta en escena para los Goya, que la actriz presentó en Sevilla junto a su marido, Andreu Buenafuente, el público ha premiado a la intérprete con este tirón tan impresionante. ¡Felicidades, Silvia!

Y ahora, vayamos al grano:

Nadie le dijo a Jeff Bezos que viera Bajo el mismo techo antes de lanzarse en su idilio con la news anchor Lauren Sanchez. El planeta entero está pendiente del divorcio entre MacKenzie y el fundador de Amazon y propietario del Washington Post, y el enemigo del tupé rubio que filtró el romance ríe desde Washington DC mientras construye el muro entre los cónyuges.

Pero somos como el inquilino de la Casa Blanca: creemos que la inversión en ladrillo es más segura y que los chinos nos salvarán la economía, sin embargo, son las peores leyendas urbanas que se escuchan en la barra de un bar, y su aplicación es letal al combinarlas en la coctelera emocional de una parejita con el nido vacío y en pleno divorcio.

Lo más pavoroso de esta comedia es que, al contrario de Mr. & Mrs. Smith o La guerra de los Rose, nacidas de la imaginación, Bajo el mismo techo está inspirada en la realidad: una pareja en los cincuenta con visiones sobre el mundo totalmente opuestas.

Por un lado, un marido calvo y fofo, vendedor de coches que sueña con ver el fútbol en un televisor de plasma; por otro, una esposa fundadora del primer sexshop para mujeres en España y nieta de la primera divorciada durante la República, de actitud más transgresora. Definiéndolos en dos palabras a cada uno, el casposo ordinario y la activista soñadora. El marido se mueve en piloto automático hasta que ella le presenta el divorcio por su dejadez, desidia, abandono, apatía, flojedad e inercia en su vida conyugal. “Sólo ves lo que hay delante”, le recrimina ella. “Eres la Steve Jobs de los consoladores”, le acusa él, y dado que el estatismo le conviene, sus idas y venidas para que su esposa reconsidere la ruptura serán las típicas, pero al final se ve obligado a abrazar el cambio: “Los años que me quedan no los quiero pasar contigo”.

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