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Diplomacia

Drama París, agosto 1944. El cónsul sueco Raoul Nordling (Dussollier) irrumpe en el hotel Meurice para hablar con Dietrich von Choltitz (Arestrup), gobernador militar alemán de París durante los últimos días del dominio alemán en la capital francesa. La misión del cónsul consiste en convencer al general para que no ejecute la orden de activar los explosivos que harían volar los principales monumentos de la capital francesa: el Louvre, ... [+]
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Críticas 25
Críticas ordenadas por utilidad
15 de noviembre de 2014
8 de 15 usuarios han encontrado esta crítica útil
Hueca, esférica, banal. Para verla en un gran salón de una gran mansión con un gran puro y un gran whisky. A ser posible, vestido con uniforme y grandes botas. Si eres marqués, mejor.
Pomposa, recargada y simplona. Ni avanza ni retrocede (un diálogo con las cartas marcadas, ya sabes cómo va acabar; no hay verdadero intercambio, es solo esgrima huera, estirada, sin fuerza ni verdad; un amaneramiento ilustrado que no pasa de pose). Detenida en grandes ideas, como si la realidad, tan vulgar ella, quedara lejos (ay, esas lamentables escenas de "exteriores"; pobres, forzadas y artificiales). La guerra tratada como si fuera una partida de Risk, algo infantil y puramente teórico; cháchara pasarratos. Se habla con la misma alegría (y la misma tontería y frivolidad) de millones de vidas que de cuadros valiosos. Se sobrevuela sobre varios temas sin rozar ninguno. No se incide en nada.
Cine añejo, anquilosado y aparatoso. Dando vueltas sobre sí mismo.
Ferdydurke
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23 de noviembre de 2014
2 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
Diplomacia es una película bella, con cierta tendencia a no sobrepasar las barreras diplomáticas en su mensaje.

Pongámonos en situación: dos personalidades se encuentran en un hotel y el fruto de su discusión será la destrucción (o no) de París, el planteamiento da juego ¿no? Pues bien, el problema del film, es que en todo momento no llega a explotar la premisa del todo, siempre parece ser algo superficial y no escarba en los dilemas que probablemente se le plantearían al gobernador nazi de París en semejante situación. Es más, al salir del cine, he tenido la sensación de que el director ha narrado la historia de manera que, en cierto modo, pareciera una anécdota adornada, y al no haber visto la obra de teatro en que se basa no puedo saber si esto ocurre tan solo en la adaptación o también se da en la obra original.

Esta falta de profundidad en el guión, se ve compensada con una genial interpretación de André Dussolier y Niels Arestrup, juntamente con la buena dirección de la cinta que consigue enamorarte durante la proyección de la ciudad que está apunto de ser destruida y por lo tanto hacerte sufrir por lo que pudiera acontecer. Es por eso, que el balance es positivo y que realmente sales de la sala con la sensación de haber disfrutado de buen cine.

En conclusión, si lo que andáis buscando es una película con abundancia de dilemas, discusiones eléctricas y realismo, aquí no la vais a encontrar. Pero, lo que si que veréis es una bonita película que exalta el poder de la democracia con actuaciones realmente soberbias.
luisjimeno
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16 de noviembre de 2014
2 de 4 usuarios han encontrado esta crítica útil
Dicen que más allá del mar, debajo del cielo claro, existe una ciudad encantada. Toda mi esperanza se va ahí, cada noche, bajo sus árboles negros. Mi corazón está partido, entre mi país y París... lástima que la ciudad de los mil amores esté a punto de desaparecer por siempre jamás. Nos remontamos a una de las épocas más oscuras no sólo de la historia de la capital francesa, sino también de toda la humanidad. La fecha exacta oscila entre el 24 y el 25 de agosto de 1944. Empieza a verse, por fin, el fin al horror de la Segunda Guerra Mundial, pero para alcanzarlo, todavía es necesario salvar unos cuantos escollos. Uno de ellos, quizás el más importante, se materializa en cada acera, ladrillo, farola, monumento y museo de París. Con el ejército nazi invasor pensando más en la retirada que no en una victoria que, a cada segundo que pasa, se aleja a zancadas más y más agigantadas, está por ver si los altos mandos alemanes van a cumplir con la última orden que se les ha encomendado antes de que abandonen sus puestos.

Ésta proviene directamente que de Adolf Hitler, y consiste en la destrucción total de la urbe que tiempo atrás se les encomendó proteger, la que fuera también una de las conquistas militares más preciadas del Tercer Reich. Sin concesiones ni planes B que valgan. Los equipos de ingenieros se pusieron manos a la obra varios días atrás, convirtiendo cada puente que cruza el Sena en puro material explosivo. La intención es que, llegado el momento, y con sólo un insignificante impulso eléctrico, todas las cargas detonen al mismo tiempo, llevado así a las estructuras a un colapso que hará que el río se suma en el mismo proceso. En cuestión de minutos, lo que antes fue la gloriosa París se convertirá en una ruina irrecuperable. Todo dispuesto pues para la decisión más crítica. Las tropas Aliadas están a la vuelta de la esquina y no hay ni una centésima que perder. Los generales ya no saben dónde mirar. El aire se ha vuelto completamente irrespirable; se ha solidificado. Toda la atención puesta en el hombre que tendrá la ultimísima palabra... Hasta que éste, que responde al nombre de Dietrich von Choltitz, se harta.

Se sienta, y sin pensarlo dos veces... canta. Con la voz de la mismísima Josephine Baker. El gobernador sufre, efectivamente, de mal de amores. ''Dicen que más allá del mar, debajo del cielo claro, existe una ciudad encantada. Toda mi esperanza se va ahí, cada noche, bajo sus árboles negros. Mi corazón está partido, entre mi país y París.'' Al otro lado de la línea telefónica el Führer pregunta insistentemente: ''¿Arde París? ¿¡Arde París!?'' Pero nadie contesta. Ya es demasiado tarde. Así resolvió Alain Resnais (junto a al dúo ''Jacri''), en 'On connaît la chanson', el que a día de hoy sigue siendo un enigma histórico indescifrable. La solución vino en aquella ocasión acompañada de un aire naif ideal para presentar todo lo que vendría a continuación... y quizás también para de algún modo insinuar que hay preguntas que jamás hallarán una respuesta 100% acorde con los hechos reales. ¿Qué fue lo que frenó a von Choltitz? ¿Qué pasó por su cabeza? ¿Qué o quién le hizo entrar en razón?

Misterio sobre el que el clásico bélico de René Clément '¿Arde París?' pasó mucho más de puntillas, pues no olvidemos que su guión (firmado por Gore Vidal y Francis Ford Coppola) tenía muchos más frentes que cubrir (ligeramente en la línea de Gillo Pontecorvo en la imprescindible 'La batalla de Argel'), y que debía prestar más atención a aquellos que mejor plasmaran la gloria de la victoria de la guerra. En las antípodas encontramos a Volker Schlöndorff, quien con 'Diplomacia' centra su acción, que prácticamente es única, en casi un solo escenario, y en un tiempo que, si bien su transcurrir ha sido deliberadamente comprimido, podría considerarse como real. En otras palabras, tenemos las tres unidades del teatro clásico (no olvidar que venimos directamente de la obra de Cyril Gely) para un ejercicio de artes escénicas cruzadas presentado a modo de batalla dialéctica, que ofrecerá a París una última oportunidad de hablar, antes de arder.

La primera tarea de Schlöndorff es obvia: impregnar el material original con la cantidad necesaria de cine para que el salto a la gran pantalla no se antoje excesivamente acartonado. Sin excesivo brillo pero con una corrección que roza lo impecable, el director aporta las gotas necesarias (más bien las justas) para que sus dos principales activos (un André Dussollier y sobre todo un Niels Arestrup que rinden a gran nivel) se muevan con la libertad suficiente para que el plano no agobie, y para poder así desarrollar la infinidad de temas puestos sobre la mesa. La batalla empieza. En un rincón del cuadrilátero (ubicado en una lujosa suite del mítico Hotel Meurice), el hombre del dedo sobre el botón, el mencionado Dietrich von Choltitz, sobre cuyas espaldas (y conciencia) recae la ejecución (o cancelación) del acto más atroz; en el otro lado, la conciencia de marras, el cónsul sueco Raoul Nordling, cuya mediación diplomática puede ser crucial. Los argumentos usados sólo podrán defenderse a través del diálogo, y el premio será París... y mucho más.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
reporter
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17 de noviembre de 2014
1 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
"París rompiendo sus cadenas"
"Arde París" de 1966, dirigida por René Clément, con Jean-Paul Belmondo de protagonista y guión de un joven Francis Ford Coppola, que se centra en los hechos de la noche del 44 cuando la hermosa capital cuya estirpe se vive en los campos Elíseos, de carta de presentación La Torre Eiffel y destino de todo romance soñado fue salvada de las llamas; basada en una novela histórica de Larry Collins y Dominique Lapierre publicada en el 64 donde se relatan las horas previas a la liberación de París durante la segunda guerra mundial desde diferentes puntos de vista gracias a la negación del gobernador alemán, Von Choltitz, de seguir las órdenes de Hitler, renonocida actualmente de forma curiosa con su mención en una grabación que se pone en marcha en el autobús turístico que recorre la ciudad donde se detalla explícitamente que los monumentos que se están viendo es gracias a la valentía, coraje y desobediencia del susodicho alemán.
No, no me he equivocado de película, sólo quería detallar que esta obra de teatro de Cyril Gely llevada a la gran pantalla por Volker Schlöndorff no es ningún original y que tiene antecedentes mucho más sabrosos y suculentos que su versión actual, en la cual hubiera bastado con poner una cámara en las tablas del escenario y mostrar dicha secuencia en formato de película porque, es lo que se presenta aquí, teatro por la pantalla, ni más ni menos, ni mejor ni peor.
Y sí, André Dussollier, como diplomático sueco lleva la batuta, se explaya en su interpretación, en su paciente dedicación y angustia ansiosa y mantiene la atención y mirada del público con sublime facilidad, delicadeza y estilo pero, es una historia de resolución conocida por poco o nada que sepas de historia, el diálogo centro y propósito único de todo el filme no alcanza grandes cotas de tensión y suspense, la ambientación recogida y solemne del despacho es intenso habitáculo de conversación interesante por la importancia de los hechos históricos, atractiva por la relevancia de las consecuencias, por lo mucho que se juega en esa partida de dominó de dos enemigos formales que acaban siendo cómplices en secreto silencio y donde se intenta derrumbar una a una las fichas y piezas que impiden una resolución que hasta el mismo encargado de su ejecución quiere anular hasta que, el demandante tropieza con la salvación de la familia, con el sacrificio de Abraham cuya lealtad hacia su Dios fue puesta a prueba con la petición de asesinar a su propio hijo y donde la estrategia cambia de súplica para no llevar a cabo tal atrocidad a táctica de huida, protección y escondite ante la respuesta posible del Führer por tal desobediencia y desprecio.
No hay más ni menos, ni mejor ni peor que, el breve tiempo solicito para informar y reportar a la audiencia sobre un hecho histórico, diálogo que se sigue con afán, cuidado y dedicación pero que no tiene mayor aliciente que escucharles llegar a puerto sabido sin elucubración o polémica posible a la vista.
Bocado suficiente de apreciado sabor y fuerza impositiva consistente, de sabiduría selectiva y excelencia sutil en las formas, de apetencia considerada en su presentación ofrecida y diestramente matizada en su perfección de conjunto servido al público pero, un poco exagerado en la trascendente nota otorgada -prácticamente un siete-, elevada condescendencia donde sí, hay gusto y arte, sutileza y compromiso en sus sentencias sinceras, firmes, duras y arraigadas por siempre en la historia pero..., ¡tampoco sacia tanto!
Complace, ¡que no es poco!

http://lulupalomitasrojas.blogspot.com.es/
lourdes lulu lou
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4 de diciembre de 2014
1 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
Tan importante es saber expresarte y ser convincente como tener el don de escuchar, algo tan valorable hoy día como un diamante multiquilático. ‘Diplomacia’ es una película muy disfrutable, una teatral representación de un momento tan crucial como simbólico dentro de la reciente historia europea. ‘Diplomacia’ es en manos de Schlöndlorff una pieza de orfebrería dialéctica que plano contraplano te imbuyen en esa majestuosa habitación del lujoso Hotel Meurice de la capital parisina.

El veterano director alemán Volker Schlöndorff (autor de la oscarizada ‘El tambor de hojalata’), otrora estandarte del denominado nuevo cine alemán y que fuera chico de los recados en los rodajes de Louis Malle o Alain Resnais, arriesga recreando la adaptación teatral de la obra de Cyril Gely que narra el hecho histórico que aconteció la noche del 24 al 25 de Agosto de 1944 en París. Una impoluta y austera puesta en escena que potencia a través del ejercicio diplomático que el cónsul sueco Raoul Nordling (interpretado por André Dussolier) realiza sosegadamente y con una enorme inteligencia al General y Gobernador militar alemán de París Dietrich von Choltitz (Niels Arestrup). Y digo arriesgada ya que la película ni posee un sorprendente final –la historia ya se conoce- ni tampoco una potente realización visual, aspectos muy relevantes a la hora de la estimación por parte del espectador. ‘Diplomacia’ se sustenta en la empatía que traslada la historia, en cómo está narrada y esa lucha entre el cumplir las órdenes o dejarse llevar por el sentido común, en pensar en el bien global o en el bien individual, una lucha tan presente como interesante. Si algo queda claro viendo la película es que la fuerza de las imágenes puede quedar obsoleta si se tiene una potente historia entre manos, algo que depende y mucho de la habilidad del realizador en mantener el interés en una historia de sabido desenlace.

Schlöndorff es experto en revisar con mirada crítica la historia de su Alemania natal y asumir el riesgo de filmar complejos originales literarios (Robert Musil, Günther Grass, Michel Tournier), poniendo en esta caso la ficción al servicio de un relato histórico tan trascendente. En la película se desmenuzan los asuntos y conversaciones supuestas que pudieron ocurrir la noche de la entrada de los aliados en la capital francesa, y en cómo Choltitz rehusó cumplir las órdenes de su decrépito führer, una ordenes a través de las cuales debía de ejecutar una estudiada destrucción de lugares emblemáticos de la ciudad con un único fin: Equiparar la ciudad que tanta admiración había despertado en Hitler, con la decrépita y semiderruida capital del imperio alemán (Berlín). Una demencial orden que causaría la muerte de aproximadamente dos millones de franceses.

La interesante temática, la corta duración, la capacidad para captar el drama en esas cuatro paredes gracias a la ubicación de la cámara, los diálogos y la extraordinaria interpretación de los teatrales Dussolier y Arestrup (representaban la obra también en teatro) son aspectos positivos que contiene la película, sin embargo y como es normal, la película tiene sus deficiencias. La aparición de escenas reales en blanco y negro chocan con la línea mostrada en su desarrollo y además le hecho en falta un poco más de énfasis y perdida de papeles en alguno de los personajes, quizás Schlöndorff los eleva a la categoría de eruditos y muy capaces cuando quizás las conversaciones no fueron tanto por lo divino y mucho más por lo humano.

Con todo lo mencionado, recomiendo su visionado sobre todo a aquellas personas que disfruten de dilemas bélicos no tan necesarios de la acción adrenalítica, y con la que Bucearán en aspectos como la persuasión y las consecuencias de los actos.

Lo mejor: Sus intérpretes, Dussolier y Arestrup. Como capta la atención del espectador.
Lo peor: Le falta algo de intensidad.

Valoración:
Banda sonora: 6
Fotografía: 6
Interpretaciones: 8
Guion: 6
Dirección: 6
Satisfacción: 6
NOTA FINAL: 6,3

@hilodeseda - www.habladecine.com
Hilodeseda
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