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Eden: Lost in Music

Drama En la década de los 90, la música electrónica se desarrolla a gran velocidad. En la excitante vida nocturna parisina, el joven Paul da sus primeros pasos como DJ. (FILMAFFINITY)
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Críticas 25
Críticas ordenadas por utilidad
7 de octubre de 2015
1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
La directora francesa Mia Hansen-Love se confirma como una de las fuertes promesas del cine europeo con este nostálgico viaje nocturno a los 90 y a la música de una generación.

Tras su valoradísima Un amour de jeneusse, Hansen-Love nos propone un viaje generacional a los 90 con los inicios de la música House, sobretodo la vertiente del garage que tanto marcó las noches de los noventa.

Seguimos la juventud de un DJ de esos años, de sus relaciones y de los cambios que el mundo a su alrededor producirá; siendo más un retrato sobre esa caída en la triste realidad de la madurez que de la melancolía de una época.

Una película particular, visualmente acertada y autoconsciente, subrayado por aquella inolvidable banda sonora de la década (especial presencia de los Daft Punk) y por unos personajes en los que es fácil identificarse, redondean esta notable y poética mirada a la vida juvenil y a la decepción de la madurez y el inexorable paso del tiempo.
JasenV19
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14 de octubre de 2015
1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
‘Eden’ es el cuarto largometraje como directora de la francesa de origen danés Mia Hansen-Løve, que empezó su andadura en el cine como actriz de la mano de Olivier Assayas (que se convertiría en su pareja) en ‘Finales de agosto, principios de septiembre’ y ‘Los destinos sentimentales’. Tras unos años escribiendo críticas en Cahiers du Cinéma dio el salto tras las cámaras en ‘Todo está perdonado’, para continuar con ‘El padre de mis hijos’ y ‘Un amour de jeunesse’. Si en ‘Un amour de jeunesse’ se inspiraba en sus propias vivencias como adolescente, en ‘Eden’ Hansen-Løve recurre a la experiencia de su hermano mayor Sven como DJ para una crónica que hace bueno aquello de que la vida es lo que sucede mientras hacemos planes.

Cuenta Hansen-Løve que le costó bastante encontrar financiación para ‘Eden’, pues muchos productores arrugaban el ceño cuando veían esa historia de un DJ de perfil bajo, que nunca alcanza las mieles del éxito y que tampoco protagoniza grandes momentos de catarsis. Porque el que espere grandes fiestas discotequeras llenas de gente hasta arriba de drogas y música machacona y luces de neón a tope ya se puede ir olvidando de ver esta película, ya que el enfoque de su directora es mucho más minimalista. La acción abarca dos décadas, entre 1992 y 2013, en las que asistimos a los avatares vitales de Paul (Félix De Givry), un joven que quiere buscar su hueco en el mundillo de la música electrónica cuando esta empieza a bullir. Sin embargo, muchos son los llamados y pocos son los elegidos y Paul verá como su sueño se estanca mientras un par de chavalines tímidos que empiezan al tiempo que él acaban logrando el toque definitivo. Ellos son Thomas Bangalter y Guy-Manuel de Homem-Christo o, como se les conoce artísticamente, Daft Punk. Muchos conocen a Daft Punk por canciones que han sido emitidas mil veces por las radiofórmulas, tipo “One More Time” o “Get Lucky”, pero los músicos (ocultos tras unos cascos robóticos) han hecho grandes composiciones, influidos por el funk, el house y la música disco. Y para el cine han compuesto la estupenda banda sonora de ‘Tron: Legacy’.

Pero mientras aparecen unos Daft Punk muchos otros se quedan por el camino y eso es lo que le sucedió a Sven Hansen-Løve en la realidad y a su álter ego Paul en ‘Eden’. A lo largo de las dos horas de metraje asistimos a sus evoluciones como DJ y su apuesta por el garage house en fiestas no demasiado concurridas. Entretanto, va distrayéndose con numerosas relaciones amorosas que no llegan a buen puerto (como la que mantiene con el personaje interpretado por la estadounidense Greta Gerwig, en una aparición especial), coquetea con las drogas, asiste a la suerte dispar de sus compañeros y amigos (con los que llega a mantener un debate sobre la importancia cultural de ‘Showgirls’) y aguanta los reproches de su madre, que le insta a tener un trabajo “normal”, en el que pueda ganar un dinero que no le está dando la música.

El final de la película no puede ser más descorazonador, cuando en la sencillez de unos pocos planos que no necesitan de mayor explicación está resumida la situación en la que se ha quedado el personaje después de dos décadas de ilusiones. Paul ha querido cumplir esa máxima de mantenerse fiel a los propios principios para triunfar, pero el resultado no ha sido precisamente el esperado. Mia Hansen-Løve no comparte los mismos intereses creativos que los hermanos Coen, pero viendo ‘Eden’ no pude dejar de pensar en el paralelismo que tenía con ‘A propósito de Llewyn Davis’, en su retrato de un muchacho empeñado en hacerse un hueco en el género musical que ama y encontrándose con un panorama en el que su talento no es tomado muy en serio. Si en la cinta de los Coen Llewyn Davis veía de refilón a un debutante Bob Dylan, aquí a Paul le pasa lo mismo con unos Daft Punk que llegarán a donde él ansía.

Eden’ es una destacable muestra de la carrera de una directora que se está especializando en hacer cine sobre la decepción en sus diversas facetas, así como sobre el poder del amor, ya sea a otras personas, a un modo de ver la vida o a una profesión. Todo ello retratado de forma impresionista, con cierto distanciamiento pero entendiendo a todos sus personajes. Del mismo modo que entendía la difícil relación entre el padre y la hija de ‘Todo está perdonado’, al productor cinematográfico de ‘El padre de mis hijos’ (que pasaba dificultades para estar con su familia, a pesar de que nunca estaba en compañía de grandes estrellas ni asistía a grandes estrenos) y a la Camille de ‘Un amour de jeunesse’, lejos de ser protagonista de espectaculares amores sin fin. Por eso sus personajes no dejan ser una extensión de la propia realizadora. Porque Hansen-Løve entiende que en la vida no suelen tener lugar los prodigios del cine y así lo quiere retratar con su cámara, a través de sensaciones, aún a costa de que esa visión anticlimática le pueda aburrir a alguno o le ponga a ella misma en dificultades para lograr financiación.
travis braddock
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1 de enero de 2016
1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
EDEN: LOST IN MUSIC

UNA CRÍTICA DIFERENTE.
Una mirada al cine desde el punto de vista de sus personajes.

1992

CYRIL: "Escucha."
PAUL: "¿Qué?"
CYRIL: "El silencio."

Amanece. La mañana es lo único que puede acallar el sonido de los altavoces. El ritmo aún golpea el tímpano, lo hace vibrar. La noche queda atrás para Paul. El club ha cerrado sus puertas. La oscuridad se diluye entonces bajo los primeros rayos de luz. El sudor se evapora y deja la piel fría. Regresar a casa andando está bien. El sonido de los pasos. También ahí. El ritmo.

Sábado es un lugar en París. Al llegar la noche, alguien ha organizado una rave en el margen legal que desborda una juventud excitada por el consumo. Paul busca las coordenadas en Radio FG. El extrarradio de París. Allí comienza el Edén para Paul.

A la mañana siguiente, de regreso en el vagón de metro, el ritmo continúa en los oídos, acallando la realidad, el respirar metálico de la máquina que les lleva de vuelta a casa. Sentado justo enfrente de él, Cyril dibuja en su bloc el bosquejo de ese instante. El bosquejo es un silencio contenido y, de igual manera, un espejo de papel.

PAUL: "Nos encanta la mezcla de máquinas con voz. Lo robótico de la música electrónica con el calor del soul."

1995

Los sentimientos repletos de generosidad y los desencuentros afectivos se suceden en el giradiscos, el plato da vueltas y vueltas, y allí van sirviéndose los vinilos. Uno detrás de otro. Nada pude girar eternamente. Ni siquiera el sentimiento más profundo. Julia, la amante de Paul, no es expulsada de París. Su carta de despedida, en manos de Paul, es la negación de un futuro juntos. Julia se convierte así en una novela que nunca será escrita. Ella es el papel en blanco de lo que pudo ser. Una excusa más para dejar a un lado el sueño de Paul de ser escritor.

Las amantes se suceden en el giradiscos. Una detrás de otra. En un ‘tal vez’ tan suave como un ‘fade out’ infinito.

1997

PAUL: "Es el tipo de música que nos gusta, entre la euforia y la melancolía."

Y mientras Cyril profundiza en su arte, Paul gira en la superficialidad de los surcos de un vinilo, dentro de la cabina del DJ.

1999

Arquitectura del sonido. Un negocio. La música mueve más cosas. Las copas, sí. Y luego, también, bajo la barra…

La fiesta es una larga fila de gente haciendo cola a la entrada de un club. ‘Paris is in the house’, sí. Por eso Cyril dice lo que hay que decir. “Me aburres”. Eso dice Cyril.

París es un estado de excitación. Un surco en un vinilo de polvo blanco. Paul lo sabe. Reconoce en el camino artístico de Cyril la senda que él debería haber intentado transitar. “Me gusta. Es menos realista, más emocional”. Eso afirma del trabajo de Cyril. Una emoción nacida del pensamiento. Cyril ha quedado atrapado en su propio espacio creativo, en los recuadros de cada uno de sus dibujos, mientras Paul continúa renunciando al suyo.

El destino trágico de Cyril acelerará en Paul el ritmo de su giradiscos. Una raya de cocaína sin fin convertida en una espiral blanca de vinilo. Un aguja de diamante que pulverizará todo sentimiento. Sin embargo, lo que la droga deja atrás no es una tierra quemada, es un estado de euforia. La melancolía como una caja de ritmos; sólo hay que encontrar el adecuado.

2003-2006

El negocio sigue siendo una mesa llena de billetes al final de la fiesta, cuando ya la música ha terminado.

MARGOT: "Necesito seguridad. Tú no me la das."

2008

LOUISE: "No creo que quiera un DJ desfasado."

Un DJ desfasado. ¿Hay algo peor que uno pueda decirle a un DJ? Esta es la historia de amor entre Paul y Louise. Dos corazones desfasados. Cuando ella decide finalmente desconectar el giradiscos de esta historia, le revela algo a Paul. Tras la revelación, ha llegado el momento de la redención. “Tal vez sea mejor no ser nadie”, piensa Paul.

2013

“Todo es ritmo. / Desde la puerta cerrada / a la ventana abierta. / Las estaciones, la luz del sol / la luna, los océanos / el crecimiento de las cosas / (…) El ritmo que proyecta su misma continuidad / sometiendo todo a su fuerza. / De la ventana a la puerta /del techo al suelo. / La luz con la que se abre. / La oscuridad con la que se cierra.” EL RITMO, Robert Creeley (1926-2005)

Más críticas diferentes en:
https://unacriticadiferente.wordpress.com/
Una Crítica Diferente
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31 de octubre de 2016
1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
El relato de la vida de DJ en el París de los noventa y los albores del nuevo siglo adolece de aspectos colaterales y falta de profundidad: hasta en el contexto de cualquier ciudad de provincias se podrían contar historias más jugosas que lo narrado en esta película. Y no sólo eso: el protagonista, presuntamente, se debate entre la literatura y la música, sin que se manifieste en ningún momento un conflicto interno en su propio ego a la hora de establecer prioridades. La narración economiza al máximo cuestiones colaterales de alguien que desarrolla su actividad en el ámbito nocturno: rivalidades con otros dj’s, inseguridades “artísticas”, tentaciones de dejarlo todo, conflictos con camellos, mayores problemas con las drogas, conflictos con promotores de conciertos… Se citan ciertos “problemas” familiares y sentimentales, pero con una frialdad que distancia irrevocablemente al espectador de la película. A pesar de ello, hay una paradójica sombra de verdad en torno a esa narración aparentemente insustancial (y, por supuesto, alejada de todo tono “amarillista”); un verismo en algunos apuntes de la historia que puede provocar una desazón en quienes, en alguna medida, se sientan cercanos a esta historia. Ahora bien, como podrán comprobar en El porvenir , Mia Hansen-Løve es una directora maravillosa.
mayor_tom
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16 de abril de 2017
1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
Probablemente porque está escrita junto a su hermano, Sven Hansen-Løve, un DJ cuyas experiencias sirvieron para esta película, situada en plena eclosión de la música electrónica francesa (donde Daft Punk y su ascenso ofrecen una cronología espaciotemporal mítica)-, Mia Hansen-Løve no fracasa del todo.

Porque su hermano vivió la época y hay un afecto tremendo en la mirada al antihéroe al que da vida Félix de Givry. Pero la tonalidad es edificante: hay que madurar, pasa el tiempo, no puede uno quedarse atrás. Y esa tonalidad edificante no es el relato de una rehabilitación, ni siquiera de las prácticas o promesas de la juventud
Alvy Singer
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