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Ático sin ascensor

Drama Ruth y Alex (Diane Keaton & Morgan Freeman), un veterano matrimonio de Nueva York, llevan viviendo más de 40 años en el mismo apartamento; un precioso ático en el barrio de Brooklyn. Cuando planean mudarse a otro lugar debido a que la falta de ascensor del edificio comienza a suponer un problema, ambos recuerdan todos los momentos que han vivido allí, mientras esperan que lleguen las ofertas de posibles compradores. (FILMAFFINITY)
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Críticas 26
Críticas ordenadas por utilidad
7 de febrero de 2016
6 de 7 usuarios han encontrado esta crítica útil
Que es a donde llevaría esta insípida, anodina y por completo innecesaria obrita menor con intentos de comedia y pretensiones de reflejar lo cotidiano y la buena química entre dos monstruos de Hollywood.
Me pasé casi los 92 minutos que dura preguntándome qué lleva a nadie a escribir y rodar una historia tan sosa e inútil. De nada sirve el esfuerzo del señor Freeman (impecable), ni la ironía que intenta imprimir la adorable Keaton para evitarnos el bostezo. Solo por respeto y cariño ellos no cedes a las ansias de sacarla del reproductor y poner algo más estimulante. Todo lo mejor que se puede decir de ella, aparte de los monstruos citados, es que tiene bonitos colores. Lo demás no te engancha ni aunque estés pasando el momento más aburrido de tu vida. Ni siquiera te queda la esperanza de un desenlace chocante, pues a los diez minutos ya sabes con exactitud cuál será su decisión final.
A evitar con todo cuidado.
Mister Rough
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4 de septiembre de 2015
3 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
"¿Por qué quieres vender? Es una buena pregunta", pues en torno a dicha cuestión gira toda la película, una sucesión de ofertas y contra-ofertas al mejor postor, cálculos de beneficios y posibilidades como excusa para darte a conocer la complicidad de un matrimonio adulto, entrado en la vejez, de años de convivencia y superación de problemas cuyas adversidades resuelven juntos, en esa armonía y comunión de amor, amistad y respeto que claramente evidencian.
La edad y las escaleras, dificultad máxima a superar y motivo de cambio de vivienda, reticencias de uno/mayor fervor del otro como base que permite el acceso a sus queridos y entrañables recuerdos, ternura, calidez y elegancia como distintivo de esa comprensión y entendimiento de aquellas parejas que llevan toda una vida juntos, con decisión, valentía y ni un minuto de arrepentimiento.
La historia penetra por sus protagonistas, se la quiere y aprecia exclusivamente por ellos, un robusto y sereno Morgan Freeman y, Diane Keaton como ideal pilar de apoyo y réplica para un argumento sencillo, cauto y moderado que narra, la montaña rusa en que se convierte sus existencias al considerar, un cambio de lugar y costumbres, supuestamente a mejor.
Observas la noria, de diálogo y habla incesante que se mueve y transita a su alrededor, únicamente por ellos, por el acertado dúo intérprete de este modesto y breve relato que desprende afecto y cordialidad como sólido centro de la vorágine de dinero, tiempo y precipitación que gira en torno suyos.
El guión peca de debilidad, de inmovilidad, estático no avanza sino que se limita a dar vueltas alrededor de una única y misma idea fija, debate de si vender por confort y resignación o, seguir con la inclemente incomodidad que toda su vida han despertado y llevado a cuestas, coraje y fuerza de resistir, no ceder y seguir subiendo peldaños mientras se pueda, alegato rodeado de metáforas, poco acertadas, y pretendido humor y gracia que no va más allá de recitar las susodichas palabras.
Buenas intenciones, querencia voluntaria y un espíritu sensible y emotivo como firma que permite abrazar y estimar la cinta que vive, respira y tiene esa aroma grato y gustoso gracias, me reitero, a los arriba referidos, que con bella humildad y hermosa connivencia exhiben el carisma, afinidad e integridad de un veraz, estable y maduro matrimonio que afronta, con garra y sobriedad, su incierto e inestable futuro por delante, como llevan haciendo toda la vida.
"No es tan bonita como tu casa...", llena de luz, magníficas vistas y delicioso desorden, en un barrio que ya no es el que era, donde el bohemio artista ha sido relegado y reemplazado por el broker, con prisas, pegado a un móvil, delicioso chollo que se rifa en jornada de puertas abiertas para que puedan cotillear y curiosear toda una vida de sentimientos y emociones.
Duda de decisión que no posee atrape, ni intriga, ni nervio, que desfila por los locos días de esta adorable pareja de forma suave y amigable, templanza y bienestar de mirada permisiva que acepta la prudente oferta a pesar de solicitar y esperar, en principio, una demanda más arriesgada.
"¿Qué cuántos años tengo?, ¡y qué importa eso!, ¡tengo la edad que quiero y siento!, la edad en que puedo gritar sin miedo lo que pienso, hacer lo que deseo sin miedo al fracaso o lo desconocido..., pues tengo la experiencia de los años vividos y la fuerza de la convicción de mis deseos", y en esa tesitura de curiosidad y apetencia, no del todo perdida, se halla tan encantadora y apreciada pareja.
Entra y hazles una visita, no cuesta y sales conmovido, contento del efímero paso por su acogedora estancia.

lulupalomitasrojas.blogspot.com.es
lourdes lulu lou
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10 de septiembre de 2015
3 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
Cumplir años siempre suele ser sinónimo de alegría, en tanto que avanzamos un casillero más en el tablero de la vida. Sin embargo, el transcurso del tiempo va dejando secuelas cada vez más evidentes tanto en el aspecto mental como, sobre todo, el físico. Eso es lo que le sucede a una pareja de jubilados residente en Brooklyn y que cada día tiene que subir un buen puñado de escaleras hasta llegar a su domicilio, ante la ausencia de un elevador que les facilite la tarea. En Ático sin ascensor (5 flights up), el matrimonio formado por Alex y Ruth decide vender su antigua casa en pos de mudarse a un domicilio más adaptado a su capacidad física. Una decisión que conlleva dejar atrás todo un pasado de recuerdos acerca de su relación y de lo pura que era la vida durante su idílica juventud.

Richard Loncraine, director de las irregulares Firewall o Wimbledon, es quien se sitúa tras las cámaras en una obra que está mejor representada por sus dos actores protagonistas. Nada menos que Morgan Freeman y Diane Keaton, dos auténticos tiburones de la interpretación ante un proyecto que desde el comienzo se denota como light, un poco en la línea de los últimos trabajos en los que tan grandes actores han participado.

El buenrollismo que denotan las primeras escenas de la obra, con una BSO en exceso agradable, contrasta con la dosis dramática que se instala una vez que la mascota de la pareja, la perra Dorothy, sufre un contratiempo que requiere ser atendida por un veterinario. El meter a animales de por medio siempre es una cuestión problemática de cara a que la obra sea tomada en serio, ya que lo que se pretende con ello no es ni más ni menos que tocar la fibra sensible del espectador de una manera ajena al propio sentido de la película. Sin embargo, aquí tiene su explicación, ya que el declive físico de Dorothy no es sino la metáfora de lo que les sucede al matrimonio, con la diferencia de que hombre y mujer parecen negarse a aceptar su destino.

Lo que no casa tan bien con la línea general del relato son los flashbacks que se introducen para explicar los inicios de la relación que luego desembocaría en casamiento, un noviazgo que se denota demasiado acaramelado y ni siquiera el problema interracial está tratado de manera profunda. Por tanto, estas pausas en la narrativa se antojan innecesarias y bien se podrían haber tratado de otra manera, al estilo de por ejemplo la figura de la niña que parece omnipresente para Alex y que aportará la clave de cara a la decisión final que deberá tomar la pareja. A un servidor siempre le han resultado entrañables esta clase de personajes que sólo el protagonista de la obra parece ser capaz de ver, ya sea por mera casualidad (como sucede aquí) o por alguna situación paranormal, y lo cierto es que es un recurso bien llevado en Ático sin ascensor.

La película va perdiendo fuelle con el transcurso de los minutos, ya que la trama se enreda en situaciones absolutamente prescindibles (véase las excesivas menciones al terrorista, siempre a través del televisor) y otras se cierran de manera casi demencial (los agentes inmobiliarios no estarán muy satisfechos sobre su representación en el film). Las repetitivas escenas de la pareja revolviendo en la venta de su casa y la compra de otra sólo quedan salvadas por la notable vena actoral de los dos protagonistas, que sin realizar demasiados esfuerzos gozan de una agilidad tremenda para impulsar sus papeles.

En cualquier caso, Ático sin ascensor termina por constituirse como una obra ciertamente entretenida. Pese a no cumplir con lo que parecía prometer, la facilidad para empatizar con el dúo protagonista y lo atractivo de su mensaje palian la irregularidad del guión y deja un regusto más agradable que amargo, hasta el punto de que la hora y media de metraje se pasa volando.


Álvaro Casanova - @Alvcasanova
Crítica para www.cinemaldito.com (@CineMaldito)
Kasanovic
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21 de octubre de 2015
3 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
Con “Ático sin ascensor” ( “5 Flights up” 2015) pensé que valía la pena pagar la entrada del cine sólo por ver el dúo de Morgan Freeman (el hombre que está en todas partes) y Diane Keaton (la mujer que interpreta una y otra vez el mismo papel). No romperá nuestros esquemas, no hará records de taquillas, y seguramente no pasará a la lista de imprescindibles, pero este tipo de películas costumbristas, dulces, con un poco de drama, con buenas actuaciones y estupendos diálogos (como “Mejor imposible” o “El estanque dorado“), nos recuerdan que la vida está llena de pequeños problemillas como los que presenta la película que hoy nos concierne y que, aún así, logra evadirnos por un rato de los nuestros propios.

Así, el director Richard Loncraine lleva a la pantalla la novela “Heroic Measures” de Jill Ciment, en la que se nos muestra a una pareja de ancianos, Ruth y Alex Carver que, pensando en su futuro, deciden vender su ático en Brooklyn para buscar un piso que tenga ascensor, ya que la edad no perdona a nadie y llegará un momento en que no puedan subir las escaleras hasta el quinto piso. En esta búsqueda, y en la venta de su actual ático (pedazo de ático, menuda terraza, shut up and take my money), les ayuda su sobrina Lily Portman (Cynthia Nixon), una agente inmobiliaria agresiva que vive pegada a su móvil.

El ritmo pausado (y lleno de amor y coñas) con el que impregnan Diane y Morgan las escenas se ve compensado por el carácter resuelto y acelerado de Lily, quién no duda en enfrentarse a quién sea, mostrando el carácter competitivo neoyorkino lidiando con otras comerciales inmobiliarias de la talla de Miriam Carswell (Carrie Preston).

[...]

Fragmento extraído de www.generacionfriki.es
Damarela
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10 de noviembre de 2015
3 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
La comedia de Richard Loncraine “Ático sin ascensor”, se pierde en la historia sencilla que nos desea contar.
Narra las peripecias de un matrimonio interracial (Diane Keaton y Morgan Freeman), que llevan viviendo en un bonito pero modesto ático de Brooklyn desde hace cuarenta años. El problema del apartamento, es que no tiene ascensor y ellos ya están mayores para subir los pisos, según les comenta una sobrina que además es agente inmobiliario. A partir de aquí deciden el fin de semana que se celebra en Nueva York la jornada de puertas abiertas de pisos que están en el mercado, abrir las puertas de su casa para ver quién realiza la mejor oferta.
En medio de este fin de semana, un presunto terrorista dejara un camión abandonado, presuntamente lleno de explosivos, en medio del puente de Brooklyn y además la perrita del matrimonio caerá enferma y será sometida a una complicada y carísima operación. Y por medio van apareciendo, en modo de flashbacks, los recuerdos de esos cuarenta años de convivencia en el apartamento.
Esos flashbacks hay momentos que no aportan nada a la historia, con lo que sobran. Quizás sea lo peor de la película, aunque los actores jóvenes que representan al matrimonio muestran mucho más feeling en la pantalla que el que muestran Diane Keaton y Morgan Freeman, quizás también para demostrar que los matrimonios con el tiempo, aunque haya mucho amor y hayan luchado lo suyo, pierden pasión.
Lo mejor es sin duda, la reflexión final que lanza el protagonista masculino, un pintor con cierta fama en un pasado que ahora no logra vender un cuadro y que dice lo siguiente:
-“¿Por qué las personas cuando cumplimos cierta edad nos tienen que decir lo que es bueno para nosotros, si lo bueno lo tenemos ya y no nos cuesta nada, aunque tengamos que subir cada día cinco pisos sin ascensor?”
Así pues y bajo mi modesto punto de vista, Ático sin ascensor es una comedia poco cocinada, a la que le sobra unos quince minutos de película y donde nos hace reflexionar sobre los peligros de los agentes inmobiliarios y las personas que quieren dirigir tu vida.
VICTOR LASZLO
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