Tiempo de silencio

El camino practicado desde los comienzos de la década de los 80 por su director es bastante claro, entre el género negro del true crime pasando por adaptaciones de materiales literarios de Vázquez Montalbán o Andreu Martin, así que Aranda reincide en el terreno, solo que con el fondo del drama de posguerra -abordado en flashbacks, en 'La muchacha de las bragas de oro'- y tomando como herramienta de base la novela homónima publicada por Luís Martín Santos.
Puesto que las circunstancias lo exigen, en calidad tanto de retrato nacional -España, primera mitad del siglo 20- como del choque entre clases y sus previsibles ramificaciones hacia el folletín sentimental, éste se alimenta del motor romántico que Aranda seguiría exprimiendo, con o sin fugas ni guardias civiles involucrados: el de la ya habitual Victoria Abril y su nuevo e igualmente perdurable fetiche masculino de desgarbada galanura Imanol Arias, fogueándose tanto en labores de martir escapando de la ley, seductor o investigador científico en los tiempos del franquismo -bajo la premonitoria mirada retratada de Severo Ochoa-, contando de premisa desencadenante con una trama en apariencia inofensiva de contrabando de cobayas en una época que apenas concedía peso a la ciencia (por el oscurantismo supersticioso del "dios dirá") y una imperceptible distinción entre roedores y personas en el agujero donde malviven Francisco Rabal, Margarita Calahorra, Diana Peñalver, Blanca Apilánez y Joaquín Hinojosa bordando a un especimen indeseable.
Bueno, contrabando, contrabando... trapicheo "rabalero" con Diana Peñalver ('Braindead') sacándose ratones del laboratorio climatizado del entreteto.
A Arias, el guión fuerza a ello, parece que sólo se le caiga un conveniente palo hierático metido por el ojal cuando lo desarman una avasalladora Abril o Juan Echanove desmontándole la tontería a base de platos con porras, botijos con lo que contengan y repaso nocturno a los bares y clubes "de buena reputación": los únicos p\/teros (o caballeros rumbosos) defendibles son los que se desahogan declamando a Edipo, lo cual es comprensible si Charo López interpreta a tu madre.
Las películas de la guerra civil (o pos) de Vicente Aranda son un tesoro morboso de tamaña proporción que hasta quien despotrique del género habrá disfrutado de ellas y sabe catarlas como toca.

Mantiene un tono doctrinal, inapropiado para una obra de entretenimiento ligero; deseando parecer más profunda de lo que en realidad es. Imanol Arias, en el mejor momento de su carrera, mantiene una interpretación muy controlada, sin alejarse de esa típica actuación carente de riesgos. En aquel momento, con su popularidad bastaba.

Victoria Abril, con su cantarina intervención, aporta una nota alegre y desenfadada, de la cual disfrutamos, sin pensar en su condición. Me pareció que se gestionaba en inexactitudes o comportamientos no habituales en los años 40; tiempos en los que está basado el relato.

Existen otras lecturas políticas que permanecen entre líneas, de un relato visual... ignoro si tan certero como aparenta.

La novela de Luis Martín Santos me gustó, pero mucho más la biografía que leí hace años de él, de su obra y de vida por un periodista canario que... ahora mismo no recuerdo de cómo se llama. La novela la recuerdo difícil, con una trama sencilla pero contanda -creo recordar- desde diferentes perspectivas. Una novela de las que considero difíciles.
El relato y la crítica social es más que evidente. Una España absolutamente empobrecida, con una economía de subsistencia, y una incultura gobernando las relaciones humanas, sociales, laborales.
La película es estupenda. Bien rodada, con su 'tempo' propio, bien narrada la historia, con un guión fascinante, actuaciones mesuradas pero en su punto. El reparto de la película es un absoluto escándalo: Imanol Arias, Victoria Abril, Charo López, Francisco Rabal y Juan Echanove, entre otros.
Me gusta Aranda. gran director, capaz de evolucionar, desde un Fantaterror patrio hacia obra mucho más conceptuales y profundas. Toda una carrera de esas que marcan a toda una generación de cineastas, críticos y público. Verdaderamente un grande.