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Crónica de un ser vivo

Drama Poco después de terminada la Segunda Guerra Mundial (1939-1945) Kiiji Nakajima, un anciano atemorizado por las consecuencias del bombardeo de Hiroshima y Nagasaki, vive obsesionado con la idea de construir un refugio antiatómico. Sin embargo, cuando algún tiempo después se plantea emigrar con su familia a Brasil para evitar la amenaza nuclear, su decisión tropieza con la incomprensión de todos los que lo rodean. (FILMAFFINITY)
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Críticas 16
Críticas ordenadas por utilidad
20 de diciembre de 2017
3 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
Bueno, nos encontramos ante un film poco visto poco y valorado del Maestro. Yo, personalmente, lo veo un film redondo. Para comprenderlo, hay que estudiar primero un poco de historia. Tras la derrota de Japón en la Segunda Guerra Mundial por medio de las bombas atómicas que lanzó indiscriminadamente Estados Unidos contra la población civil de Hiroshima y Nagasaki, la población japonesa tenía un pánico a las bombas atómicas puesto que con el paso de los años ya la radiación comenzaba a mostrar sus efectos devastadores tanto en la naturaleza como en las personas. Dicho sea de paso, que Japón, un país orgulloso que jamás fue conquistado, sufrió su primera derrota de manera aplastante y de ahí su terrible odio a Occidente, y como el Maestro se fijaba en todo lo bueno de Occidente para añadirlo a su repertorio oriental, nunca fue muy reconocido en Japón a pesar de ser el mejor director japonés de largo.

Este film tiene la peculiaridad de que siendo de nuevo interpretada por el tándem Toshiro Mifune-Takashi Shimura, Kurosawa decide darle de manera indiscriminada los galones a Toshiro Mifune, que ya se comió a Takashi Shimura del todo. Un joven Toshiro Mifune hace de anciano y la verdad es que lo borda, demostrando que es un actor camaleónico capaz de obtener cualquier registro, tan sólo nos faltó verle de mujer. Takashi Shimura como siempre, muy bien. Sobre la fotografía y el buen hacer del Maestro, lo de siempre, sobresaliente, se me acaban los halagos. Lo que va in crescendo es la humanidad de Akira Kurosawa y su capacidad para plasmarla.

Esta película no sólo habla sobre el pánico a las bombas atómicas y a su radiación, habla también sobre la familia y la subjetividad de la realidad.
Kiichi Nakajima es un anciano hombre de negocios que sudó sangre durante toda su vida para tener lo que tiene y es el dueño de una prolífica fundición. Su problema es que a lo largo de su vida ha sido un hombre muy promiscuo y ha tenido muchos hijos, tanto en su matrimonio como fuera de él, teniendo que mantener muchas bocas además de no tener la libertad de decisión que a él le gustaría. Ahora, aterrado por la posibilidad de un nuevo ataque nuclear, Kiichi gastó 7 millones de yenes en dejar a medio construir un búnker en una propiedad que adquirió en el norte de Japón, pues decían que la radiación venía del sur, pero posteriormente otro medio informativo afirmó que la radiación provenía del norte y ese es el motivo de que dejó a medias su refugio nuclear. Por este motivo su familia acude a un tribunal familiar para solicitar la cuasi-incapacidad de Kiichi y asignarle un tutor para que este no pueda tocar su dinero. Sobre el papel, parece un tema bien claro, pues se tacha de loco a Kiichi, pero tras esto está la evidente causa de todo este embrollo, que es el dinero. Kiichi, a pesar de esta creciente preocupación que pueda tacharse de locura, es un padre preocupado por su familia, a la que quiere salvar a toda costa, mientras que su familia es una panda de vagos que tan sólo están interesados en seguir chupando del bote, pues a ninguno se le ocurrió la idea de buscar otro trabajo u ocupación. Ante la imposibilidad de vender la fundición, Kiichi contacta con un ganadero japonés que reside en Brasil y tiene una amplia extensión de tierra. Este agricultor está deseando volver a Japón y ambos se proponen un cambio de cromos, la fundición en Japón por las tierras en Brasil. Esto último enfurece aún más a su familia y llevan el caso a un tribunal superior, terminando por arrinconar a Kiichi, que ya está caminando como funambulista ebrio sobre el hilo que separa la locura de la cordura. Kiichi provoca un fuego en la fundición para así obligar a su familia a desarraigarse de ella y la vida en Japón y partir todos juntos a Brasil, dejando todos sus obreros sin trabajo y con la posibilidad de arruinarse y pasar hambre. Es aquí donde Kiichi pierde toda cordura, y su cabeza a modo de autoprotección, da el salto definitivo al mundo de la locura.

Kurosawa nos presenta un drama muy sincero, claro y conciso, que tal vez no todo el mundo comprenda pero es bastante crudo y real. ¿Quién no tiene en su propia familia, o no tiene conocidos que en su propia familia tengas buitres a los que tan sólo les importa la herencia?. ¿Quién no conoce a quien juzga a alguien de loco por no compartir su pensamiento o modo de vida?. ¿A quién no le han llamado loco por tener su propio criterio?. La realidad es subjetiva amigos, y el último médico que habla en el psiquiátrico, dice una frase memorable "Este hombre me hace plantearme de verdad si el que está loco es él o soy yo".

Gracias Maestro, siempre es un placer aprender de ti.
Jab
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4 de marzo de 2006
1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
Todas las peliculas de Kurosawa tienen un mensaje y tratan muchos temas, Crónica de un ser vivo también lo hace tratando un tema tan complicado como en de las bombas atómicas y las bombas de hidrogeno, aunque la película pueda paracer una sátira no lo es ya que Kurosawa mueve una amplia gama de campos en esta película, es una de las mas desconicidas, pero como todo lo de Kurosawa tiene algo que le hace especial.
kloke
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23 de junio de 2007
1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
Una de las obras menores de Kurosawa, en donde se reunen de nuevo sus dos actores predilectos: Mifune y Shimura, y que sin duda será recordada por el excelente trabajo del primero de ellos, que raya a un nivel sobresaliente como un anciano padre de familia atemorizado por la radiación que las bombas H dejaron en el Japón de postguerra y al que su familia no comprende y aisla.
o0_oscar_0o
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7 de diciembre de 2015
1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
Es una lástima que "Crónica de un ser vivo" haya perdido su indudable vigencia en el momento de su realización, diez años después de los desastres de las bombas atómicas que asolaron Japón. El mensaje es profundo y ciertamente derrotista, pero ya caducó. Mediante la razón todo ser humano podía llegar a una conclusión irrefutable: no había escapatoria para nadie si se tiraban una detrás de otra más bombas atómicas. Sin embargo, al personaje que interpreta de forma majestuosa Mifune le invade la sinrazón, no puede evitar creer que la solución más óptima para protegerse a sí mismo y a los suyos es, nada menos, irse a Brasil. Suena ridículo, ante una catástrofe nuclear, todos sabemos que no hay escondite seguro, pero ese hombre siente de verdad el miedo.

Por ello es una pena que sea una película caducada, en su momento y vista por la sociedad japonesa debió ser muy certera. Vista hoy vale la pena sólo por el papel de Mifune. A quienes nos atrae el cine japonés es de visionado obligado, como título menor de Kurosawa. Puede que haya prescrito, por eso entiendo perfectamente que haya quien opine que no merece el aprobado. Yo no creo que sea una película mal hecha, todo lo contrario, creo que tiene alma, creo que está hecha con el corazón. Lástima que sea esclava de su contexto.
Luisito
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10 de abril de 2014
2 de 4 usuarios han encontrado esta crítica útil
Se podría afirmar que el cine de Kurosawa se caracteriza, a grandes rasgos, por una puesta en escena formalmente sobria y muy cuidada, y por una narrativa pausada, cimentada en grandes dilemas morales. Es llamativo, por tanto, que esta película destaque por fracasar, precisamente, en estos aspectos.

Y es que estamos ante una obra que se ha ganado a pulso el apelativo de “menor”. Tras haber firmado tres de sus innumerables obras maestras en los anteriores cinco años (“Rashomon” (1950), “Vivir” (1952) y “Los siete samuráis” (1954)), en 1955 rueda una historia que, sobre el papel, apunta alto, con un conflicto de gran calado social sobre las secuelas que la Segunda Guerra Mundial dejó en la sociedad nipona: una reflexión sobre la paranoia, la incomprensión, la apatía, la desorientación, la avaricia, el egoísmo y las consecuencias de combatirlo con más egoísmo.

Pero, en la primera escena de la película, ya se observa una cámara involuntariamente nerviosa, brusca, en constante reencuadre, exacerbada por un ritmo acelerado (que no rápido), carente de la pausa necesaria para desarrollar los planteamientos. Todo ello termina de naufragar en un segundo acto plagado de personajes secundarios planos, casi imposibles de diferenciar, y que complican innecesariamente la trama, impidiendo una mayor profundización. El único destacable es el protagonista, un notable pero finalmente excesivo Toshiro Mifune, en el rol del anciano incomprendido.

El tercer acto remonta, ofreciendo un clímax muy potente, pero, una vez más, narrado de manera precipitada. Sin embargo, en la escena final, podemos ver al mejor Kurosawa, por fin manejando adecuadamente los tempos, con un plano estático final que transmite, de manera simbólica, más que el resto del metraje. Un destello final de genialidad dentro de un mar de imprecisión.

Ésta, y otras críticas, en http://blogquenuncaestuvoalli.blogspot.com.es/
Yago Paris
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